3. El paso
El sábado 9 de diciembre en la tarde:
Giro a la derecha, giro a la izquierda, salto hacia atrás, tropiezo intentando girar de nuevo. Llevaba días practicando esa parte de la coreografía de la prueba final para entrar a los Red Sharks y en vez de mejorar, le parecía que empeoraba en cada ensayo. Sentía que todos la miraban. El día anterior Emilia se había acercado a burlarse de ella, por lo que al verla entrar a la pista se dirigió inmediatamente a la salida, pero Luna la interceptó y le dijo que practicaran juntas. Jim intentó sacar alguna excusa, pero su compañera fue tan insistente que no supo cómo zafarse de ella. Ensayar con Luna era todavía peor que sola, si es que era posible, pues al sentirse evaluada los nervios la hacían equivocarse más seguido. A eso se le sumaba la presencia de Emilia dando vueltas por toda la pista sin hacer ningún truco: solo patinaba tranquila, pero para Jim se hacía evidente que Emilia la miraba constantemente. Esto último terminó de intimidarla y en un descuido de Luna, Jim desapareció del Roller.
El sábado 9 de diciembre a las 21:30:
Esa tarde casi todos sus amigos del Roller se habían ido temprano. Los únicos que todavía estaban allí eran Gastón y Nina, pero ellos no iban a acercarse a la pista. Jim pensó entonces que era el momento perfecto para ensayar. Había unas cuantas personas en la pista, pero nadie que fuera a distraerla, así que muy animada empezó a ensayar la coreografía de la prueba final de selección. Pasado un rato escuchó tras ella una voz que salió prácticamente de la nada.
«¿No me vas a decir nada?»
Jim se sobresaltó y resopló molesta porque reconoció perfectamente que se trataba de Emilia.
«¿Decirte qué?» Dijo Jim girándose para quedar frente a frente, y como era usual se sintió intimidada en cuanto la miró.
«Que te regrese tu paraguas, por ejemplo».
«Ah, eso», respondió Jim desinteresada.
«¿No lo quieres de vuelta?»
«Claro que lo quiero de vuelta».
«Pues te voy a hacer el favor de regresártelo, y es más: estoy tan generosa esta noche que te voy a hacer un favor adicional».
«¿Eh? ¿Qué cosa?»
«Te voy a dar el privilegio de aprender de la mejor ese paso que no te sale».
«¿Disculpa?»
«Te disculpo. Ahor-
«No, no, nada de "te disculpo". Yo no necesito aprender nada de ti, muchas gracias».
«Entonces reconoces que soy la mejor».
«¿Qué? ¿De qué hablas?»
«Yo te dije que ibas a aprender de la mejor, no dije que específicamente de mí. Por supuesto que me refería a mí misma, pero me alegra que lo reconozcas sin que te lo diga».
Emilia tenía una habilidad increíble para irritar a Jim, y a eso se le sumaba el enojo que le producía tener que escuchar sus constantes burlas. Jim miró mal a Emilia y rodó las pupilas poniendo un gesto ligeramente desafiante. La miró directamente a los ojos.
«Mira, Emilia: aprecio mucho tu generosidad, de verdad, pero no estoy de humor», dijo con irónica sequedad.
Jim se iba a ir y Emilia se atravesó para que no pudiera avanzar.
«Momento, momento. Hablando seriamente, ¿de verdad prefieres irte con tu orgullo en lugar de aceptar ayuda?»
«Sí, claro. "Ayuda". Tú lo que quieres es burlarte, no ayudar a nadie.»
«¿De verdad piensas eso?»
«Sí, de verdad lo pienso. ¿Es que tengo motivos para pensar otra cosa?»
Emilia entrecerró los ojos y ladeó la cabeza.
«¿Así de mala me ves?»
«Ay, por favor, como si no te conociera. Ahora, si me disculpas, voy a quitarme los patines».
Emilia volvió a atajarla.
«Es evidente que no me conoces. Si me conocieras no pensarías eso»
«Bueno, pues no importa porque tampoco estoy interesada en conocerte. Permiso»
Jim intentó salir de nuevo pero Emilia no lo permitió.
«Espera, espera. Si tanto te molesto, ¿para qué vas a entrar a los Red Sharks? ¿Así es como quieres llevarte con tu futura compañera de equipo?»
«Eso es distinto. Yo entro a los Red Sharks porque me gusta el patín, no porque tú estés o no.»
«Bueno, entonces según esa lógica, lograr la coreografía debería ser tu prioridad por encima de qué tanto te agrado.»
Jim rodó las pupilas.
«Deja de hacerte la difícil», insistió Emilia.
«Claro, discúlpame por ser tan difícil. Claramente debería confiar en la persona que robó nuestro paso en la RodaFest. ¿En qué estaba pensando cuando te dije que no me ayudaras? Pero qué tonta soy», terminó de decir con marcadísimo sarcasmo.
Uh, ese era un gran punto.
«Bien, tienes razón en eso: acepto que estuvo muy mal y me disculpo. No debimos hacerlo. Pero aparte de eso, ¿qué te he hecho yo para que desconfíes tanto?»
«¿Eso te parece poco?»
Emilia se encogió de hombros.
«Pues... no, pero tampoco me parece motivo suficiente para que rechaces mi ayuda, por eso te pregunto qué otra cosa te he hecho».
«Os llevastéis a Ámbar a vuestro equipo».
Esta vez Emilia soltó una risita.
«Disculpa, pero eso no es un delito ni competencia desleal; ustedes ya no la necesitaban y a nosotros no nos caía nada mal una integrante como Ámbar, fueron ustedes las que la corrieron, ella era libre de hacer lo que quisiera después de eso. Lamento que haya sido perjudicial para ustedes, pero no puedes culparme por eso.»
Jim frunció el ceño con impotencia al comprender que Emilia tenía razón. Sin embargo le quedaba una carta.
«Ya, pero siempre fuistéis muy desagradables y vosotros no perdéis oportunidad para insultarnos y humillarnos. Eso sí que no lo vas a poder negar.»
«Hmmm... Puede ser, puede ser... Pero que yo recuerde, ustedes también hicieron lo mismo con nosotros, y yo no te lo estoy recalcando con rencor.»
«No es lo mismo; ustedes empezaron.»
«La verdad no recuerdo quién empezó, ¿pero y qué si fuimos nosotros? Ustedes lo siguieron y mantuvieron, ¿o eso también me lo vas a negar? No es nada del otro mundo.»
El rostro de Jim no cambió en absoluto ante tal argumento.
«Mira», dijo Emilia. «Reconozco que la relación entre el Roller y los Sliders, o más bien entre el Roller y yo en particular no ha sido la mejor, pero yo no tengo ningún interés en mantener rivalidad con ninguno de ustedes. O sea, ¿para qué? Al fin y al cabo pronto vamos a ser un solo equipo.»
Jim resopló.
«Ya tengo que irme. ¿Me das mi paraguas, por favor?»
«No lo traje, vas a tener que ir a mi casa por él.»
«No, gracias. Prefiero que me lo traigas mañana.»
Dicho esto, Jim salió de la pista como una bala y se apresuró a quitarse los patines para poder irse rápido, no fuera a ser que Emilia tuviera la idea de ir con ella.
---
Domingo 10 de diciembre de 2017.
15:15 Esta mañana Ámbar me escribió que no iría al Roller hoy, así que yo tampoco lo hice. En el chat grupal que tenemos con Benicio él dijo que no debíamos faltar al entrenamiento, pero eso es absurdo: llevamos varios días estancados y mientras no tengamos a alguien que nos entrene lo único que hacemos es pasar horas haciendo los mismos ejercicios. Para ser honesta parece ser que soy la única de los tres que piensa de esa manera; Ámbar suele decirme que le irrita mi falta de disciplina, pero a mí me parece que exagera. Por eso se me hizo extraño que decidiera no ir al entrenamiento. Supongo que tiene algún problema familiar o algo así, me enteré de que su madrina se retiró de la bolsa de valores, Lío me lo mostró. Por primera vez desde que él estudia economía no me pareció tedioso que me contara qué están haciendo en sus clases. Tiene esa costumbre de contarme absolutamente todo lo que le pasa en la universidad y aunque sabe que no me interesa mucho, tampoco deja de hacerlo. Cuando me dijo que tenía que hacer un análisis de caso sobre el retiro de una Sharon Benson, una de las mayores inversionistas de Latinoamérica, quedé boquiabierta. Yo ni siquiera estaba muy segura de que fuera la misma Sharon Benson que estaba pensando, pero le pregunté a Ámbar por las dudas. Después me arrepentí porque ella me dejó en visto y me sentí ridícula. Usualmente no me molesta que no me respondan los mensajes, pero en esta ocasión sí lo hizo. Tal vez tiene que ver el hecho de que Ámbar sea algo así como mi única amiga aquí y yo no sepa casi nada de su vida. Ella es como un libro que solo deja ver la portada, el lomo y la contraportada, y se sabe que esas partes de un libro pueden ser muy engañosas. Me siento profundamente sola aquí. En México estaba todo el día con la música que ponía mi mamá de fondo y escuchaba sus pasos por la casa y extraño eso. La extraño mucho, muchísimo.
Cuando empecé a escribir estas líneas, recién había terminado una videollamada con Juanca y lloré prácticamente todo el tiempo por la indiferencia de mi mamá. Él me consoló y me prometió que hablaría con ella, pero me advirtió con toda la sinceridad del mundo que lo más seguro sería que no funcionara en absoluto. Una de las cosas que me gusta de desahogarme con Juanca es que no asume inmediatamente que estoy en una crisis depresiva, cosa que mi mamá es incapaz de hacer; él me escucha primero, y solo si nota ciertas señales puntuales plantea la posibilidad de estar en una recaída. No voy a negar que vivo con el miedo de ser presa de la depresión de nuevo, es como un ente que me persigue todo el tiempo esperando el momento preciso para atacarme. No sé qué voy a hacer cuando ya no me quede más medicamento. Supongo que Juan Carlos lo compraría para mí sin problema, pero no puedo dejar de tener la sensación de ser una horrible carga para él.y para todo el mundo. Él me dice que lo hace con gusto y todo el amor del mundo, mas sigue siendo motivo de preocupación para mí.
Algo que tiene relación con lo anterior y me tiene inquieta es que no sé cómo está mi mamá al respecto. Es decir, me preocupa que al no saber de mí, se agudice su continuo agobio por creerme siempre al borde del abismo o directamente cayendo por él. Es prácticamente incapaz de verme como un ser humano funcional e intenta protegerme de la depresión a costa de su sufrimiento por pensar que no siempre estará ahí para mí. Estoy casi segura de que eso la tiene atormentada en este momento, y es lo que más deseo aclararle: que no debe preocuparse por eso. Aunque sé que decírselo no sería más que un pañito de agua tibia, tendré la certeza de que una parte suya, muy en el fondo, soltará una parte de la enorme carga que se pone encima.
Respecto a mi vida social en el Roller, debo admitir que ha tenido una ligerísima mejoría (al menos ya no hablo solo con Ámbar), pero también ha sufrido afectaciones negativas. Los últimos días Matteo y yo nos hemos acercado un poco, lo que mantiene a Luna, su novia, al borde de un ataque nervioso, y ella no es la única que cree que voy tras su novio para quitárselo: hasta Ámbar lo piensa (y lo apoya). Lo cierto es que simplemente me atrae su parecido con Fernando, cosa que a la vez me parece muy negativa. Estoy segura de que ya lo superé y no corro el más mínimo riesgo de sufrir por él, pero Matteo no es Fernando y cabe la aunque diminuta, existente posibilidad de que me encapriche con él como me sucedió con Fernando. Eso sería terrible y debería cuidarme de exponerme a ese peligro, pero es que su parecido con Fernando no es lo único que me motiva a relacionarme con él, sino que es la única persona aparte de Ámbar y Benicio que no me mira como si yo debiera morir. El odio que me profesan esos chicos es absurdo. Okey, no estuvo bien robar su paso y encima disfrutar verlos perder la cabeza (me da un poco de risa escribir esto), pero tampoco es un delito y definitivamente no es el motivo por el que ellos quedaron de segundos en la competencia. Por otra parte, las burlas y agresiones verbales fueron en doble vía, así que no tienen autoridad moral para guardarme rencor por esa tontería.
Justo eso le dije a la española ayer. La vi fallar una y otra vez en un paso de la coreografía para la prueba de ingreso al equipo y cuando le ofrecí mi ayuda se puso a la defensiva y me reprochó mi maldad (¿muaaaajajajajaj?). Me molestó su terquedad porque prácticamente me humillé para ayudarla y ella simplemente me rechazó a pesar de que le expuse por qué debería bajar la guardia conmigo. No entiendo por qué nunca, por más que lo intente, puedo ser amigable y la gente huye de mí. Sé que mi primer instinto es siempre ser grosera, pero cuando trato de mejorarlo sale mal. Yo pensé que la española ya me mostraría al menos un poco de simpatía después de haber interactuado en cierta medida; de hecho si hubiera sido cualquier otra persona del Roller la que estuviera atascada, no me habría acercado. Si lo hice fue no solo porque pienso que sería un buen elemento para los Red Sharks, sino también porque me agrada y creí que ya no pensaba que yo era tan mala como lo consideraba antes. Pues bueno, no me voy a desgastar más con ella: mañana le llevo su paraguas y se acabó.
---
Lunes 10 de diciembre en la tarde después del entrenamiento de los Red Sharks:
Jim estaba con Yam, Ramiro, Luna y Delfina en los sofás del Roller charlando animadamente cuando convocaron a una especie de reunión, al parecer Gary tenía que hacer unos anuncios muy importantes, lo que estresó de inmediato Jim. Se acercó con sus amigos a una de las mesas para quedar más cerca a la tarima, donde estaban Ámbar, Benicio y Emilia con gestos arrogantes. Esta última se veía casi humillativa, lo que molestó particularmente a Jim. Era obvio que esa chica no era la bondadosa integrante de los Red Sharks que quería hacer creer a Jim ofreciéndole ayuda con el paso que no le salía. La miró feo hasta que Gary captó su atención al comenzar a hablar.
«Solicito su atención, por favor. Debo hacer algunos anuncios de interés para todos ustedes. Primero, quiero informar que Juliana, aquí presente, será la entrenadora oficial de los Red Sharks. Confiamos plenamente en su experiencia, y seguro también ella se alegra de estar al frente de un equipo de este nivel. Debido a su nueva condición, no tiene permitido ayudar a los aspirantes al equipo a practicar los pasos para las pruebas finales. Cualquiera que reciba su ayuda será descalificado inmediatamente.»
Jim, casi sin fuerzas, protestó junto a sus compañeros. Juliana era la única esperanza que tenía de conseguir el maldito paso que no le salía.
«Silencio. No estoy poniendo nada a su consideración. Si no les gusta, pueden retirarse del proceso de selección y nos ahorran el trabajo de tratar con aspirantes mediocres.»
Una voz que nadie identificó se levantó para gritar la palabra «dictador», a lo que Gary hizo caso omiso.
«Segundo: se viene una nueva competencia de patín: la Sixteen Wheels.»
«¡Qué padre!», interrumpió la inconfundible voz de Luna. «Yo vi los anuncios hace poco en la página de Amigos del Patín. Justo ayer estaba di-
Jim se puso la mano en la frente con vergüenza. Ese no era momento para semejante imprudencia.
Gary carraspeó exageradamente para que Luna se callara.
«Como venía diciendo antes de ser inconvenientemente interrumpido, la competencia está cerca y las inscripciones finalizan en dos semanas. Por tal motivo me veo en la obligación de adelantar el proceso de selección para ingresar a los Red Sharks. Los próximos miércoles, jueves y viernes estaremos haciendo las pruebas finales.»
No, no, no, eso sí que no podía ser. Jim palideció.
«El día y horario correspondiente a cada uno será publicado en la página del Roller. ¡Silencio!
»Tercero: está abierta la convocatoria para formar parte de la banda Red Sharks, de la que Benicio será cantante y guitarra principal. Pronto anunciaremos cómo será el proceso de inscripción...
Mientras Gary seguía explicando que la Roller Band ya no sería patrocinada por Vidia y hablaba sobre los planes para la nueva banda, Jim se sumió en pensamientos catastróficos sobre la prueba de selección. Definitivamente no estaría lista para hacer la coreografía impecable esa misma semana. La única opción que tenía era aceptar la ayuda de Emilia, pero esta vez tendría que ser ella misma la que se la pidiera, y eso era completamente humillante.
«Jim, Jim», llamó Yam sacudiéndola un poco. «¿Escuchaste eso?»
Una algarabía se había formado en el Roller.
«Gary acaba de anunciar que va a aumentar el precio para el uso de la pista.»
«¡¿Qué?!»
«Sí, cada hora va a costar un 20% más.»
Cuando dijeron que Gary tenía unos anuncios por hacer, Jim imaginó que no sería nada bueno, pero definitivamente estaba superando sus expectativas.
«Y por último, la mejor noticia de todas», siguió Gary cuando cesaron las protestas. «Tengo el honor de anunciar que después de muchos trámites legales, al fin logramos que "Red Sharks. Skate & Bar" sea el nombre oficial de lo que antiguamente se conocía como el Jam & Roller.»
Jim se levantó de la silla y fue al baño para calmarse.
«Tranquila, Jim, tranquila», se decía frente al espejo. «Todo va a estar bien, solo respira profundo y vas a ver cómo las cosas no son tan malas como parecen.»
Respiró profundo y exhaló contando mentalmente hasta tres, pero eso siempre le producía más desesperación que calma. Las cosas sí eran tan malas como parecían, o hasta peores. En el área de la cafetería todavía se oían voces de descontento que la alteraban más de lo que ya estaba, así que pensó que lo mejor que podía hacer era ir a su casa y gritar desaforadamente con una almohada tapando su boca para que el sonido de su desesperación se ahogara. Pudo quedarse a practicar ya que quedaban menos de dos días para que las pruebas de selección empezaran, pero seguramente todos estaban teniendo la misma idea y lo último que quería era poner en evidencia toda su inseguridad al patinar rodeada de sus compañeros.
Cuando estaba terminando de sacar sus cosas del locker sintió que alguien más llegaba. Era Emilia. Jim se fijó en ella y no pudo evitar quedarse mirándola al notar que parecía estar enojada.
«¿Qué?» espetó Emilia retadora al sentirse observada.
Sip, definitivamente no estaba de buen humor.
«Nada...»
Jim intentó volver a lo suyo, pero la presencia de Emilia terminando de empacar sus cosas a un metro y medio la hacía sentir intimidada. Sin querer volvió a mirarla y se regañó por tenerle miedo. Respiró profundo antes de hablarle.
«¿Ya te vas?», preguntó Jim tímidamente.
«¿Te importa?», contestó Emilia de inmediato cerrando el casillero de un portazo. Cuando vio que Jim se sobresaltó por el ruido entre seco y metálico que había producido, suavizó apenas un poco el gesto. «Sí, ya me voy.»
Los ojos de Jim siguieron a Emilia, quien sin esperar a que ella dijera algo más se fue del área de los lockers. Listo, ahí se había ido la única esperanza de... Y volvió. Emilia apareció de nuevo haciendo mala cara. Abrió el casillero, sacó unas llaves y volvió a cerrarlo.
«¿Te puedo decir una cosa?», preguntó Jim atropelladamente conteniendo el miedo y bien predispuesta a que le respondiera mal.
Emilia arrugó la frente y miró a Jim extrañada.
«¿Qué cosa?»
«Eh... Yo tengo que terminar de ordenar algo acá, si quieres... me esperas en el parquecillo que hay al frente del Roller, yo también me voy ya.»
«¿Y no me puedes decir acá y ya?»
«Eh... No...»
Emilia levantó las cejas pidiendo explicación.
«O sea, sí, pero mejor no.»
«Como sea», refunfuñó Emilia. «No te tardes.»
Cuando Emilia salió, Jim pudo por fin exhalar el aire que llevaba conteniendo. Se dio mentalmente unas cuantas frases de aliento mientras pasaba un tiempo prudencial para que nadie la viera salir con Emilia y después se escabulló del Roller. Vio a Emilia sentada en una banca del pequeño parque y se acercó con paso rápido.
«¿Vamos?», preguntó Jim rápidamente.
Emilia levantó las cejas cuestionándola».
«¿Vamos?», repitió dando a entender que no irían juntas.
Jim miró con preocupación hacia la puerta del Roller fijándose si alguien la estaba viendo. Miró a Emilia nerviosa.
«Lo digo porque tenemos buena parte del camino en común.»
«Como sea. Entonces vamos.»
Jim sentía que Emilia no se lo estaba poniendo nada fácil. Su actitud contrastaba tanto con la de las últimas veces que se le había acercado que se dio cuenta que en esas ocasiones se había comportado bastante amable para tratarse de Emilia.
«O no... mejor no.»
«¿Te podrías decidir? No tengo ganas de perder mi tiempo.»
Respirando profundo, Jim se preparó para soltar de un solo golpe rápido lo que tenía que decir.
«¿Todavía está en pie lo de ayudarme con el paso?», soltó sin apenas respirar.
Emilia levantó las cejas con sorpresa.
«¿Y puedo saber a qué se debe tu cambio de opinión?»
«Es obvio, ¿no? Han adelantado las pruebas y Juliana ni siquiera puede ayudarme.»
«Ya veo...» contestó Emilia ladeando levemente la cabeza. «¿Pero sabes qué? Hoy no voy a volver hoy al Roller. Así que...»
«¡No! Es que no podemos ensayarlo en el Roller.»
«Y eso es porque...»
«Porque nos pueden ver.»
«¿Y?»
«Que no es bueno que sepan que me estás ayudando.»
«¿Por qué no? ¿Qué tiene?»
«Pues porque no quiero que piensen algo que no es.»
La frente de Emilia se arrugó por su gesto de confusión.
«Van a pensar que te estoy ayudando con la coreografía, que es la verdad. No es como que esté abierto a muchísimas interpretaciones.»
Jim calló.
«¿Te da vergüenza que te vean conmigo?», preguntó Emilia.
A Jim le dio la impresión de que Emilia estaba disgustada y eso la paralizó. Notaba que esperaba una respuesta, pero pronto la vio suspirar y dar media vuelta al no obtenerla.
«Espera.»
«¿Qué?»
«Que no es que me dé vergüenza, es que... bueno, sería incómodo porque la relación entre el Roller y ustedes es tensa. Además ni siquiera Juliana puede ayudarnos, no creo que vosotros sí. ¿Y si me descalifican?»
Emilia torció la boca.
«Gary no dijo nada sobre nosotros, ¿o sí?»
«No, pero es obvio.»
«Lo único obvio es que te aterra la idea de que te vean conmigo.»
Y sí, esa era la verdad, pero Jim no iba a aceptarlo abiertamente.
«No quiero correr riesgos.»
El gesto de Emilia se suavizó ligeramente.
«¿Entonces dónde quieres ensayar?»
«Cerca de casa hay un parque de skaters. Allá podemos hacerlo, si te parece.»
«A mí me da igual dónde lo hagamos», respondió Emilia encogiéndose de hombros.
«¿Te parece si nos encontramos allí mañana temprano?»
«No demasiado temprano»
«¿Las nueve de la mañana es muy temprano para ti?», preguntó Jim con precaución.
«Esa hora está bien. Paso por tu casa a las nueve», dijo Emilia con firmeza. Después sacó el paraguas de su mochila y se lo extendió sin decir nada.
Jim lo agarró e iba a contestar, pero antes de que pudiera hacerlo vio a Emilia dar media vuelta y retirarse. Estaba cofundida por ese gesto, pero feliz porque había conseguido que Emilia aceptara ayudarle. Dio un pequeño saltito de emoción, y dándose cuenta de que alguien podía verla, se recompuso antes de emprender el camino hacia su casa. Eso sí, cuidándose de caminar lento para no alcanzar a Emilia.
---
Lunes 11 de diciembre de 2017.
21:30 Estaba viendo videos en Youtube mientras cenaba y tuve que detenerme para escribir porque no puedo dejar de pensar en que definitivamente estoy en el lugar equivocado. Esta tarde tuve que ser testigo de cómo Gary despedía a dos personas (Pedro y Simón) de su trabajo en el Roller por sugerencia del imbécil de Benicio. A Ámbar parecía darle absolutamente igual que dos personas perdieran su empleo por los caprichos y odios absurdos de su noviecito falso o lo que sea. Me ha dicho que todavía siente cosas por Simón, pero le ayuda a Benicio a hacerle la vida imposible (?). Para mí es un tormento saber que de alguna manera yo soy cómplice de eso al saber lo que está sucediendo y no decirlo. Cuando conocí a Ámbar pensé que éramos parecidas, pero no es así; ella lleva la competencia al terreno de lo personal y no le importa que las personas salgan lastimadas para conseguir cosas. Con eso yo me veo en una situación moral complicada, porque aunque no puedo hacer nada para evitarlo (las veces que he intentado intervenir no me toman en serio), bien podría informar a Simón y Pedro de dónde provienen los problemas que de repente parecen perseguirlos. No los delato porque entonces quedaría completamente sola: no solo con el desprecio de todos los del Roller, sino con el de Ámbar también, y no sé si el hecho de que advertirle a Simón y Pedro no cambiará su situación sea justificación suficiente para callarme. ¿Soy cómplice de ese despido injusto? ¿Debería contarle a Pedro, Simón y Nico lo que sé? Por el momento he decidido pasar el mínimo tiempo posible con Ámbar y Benicio, y con eso le pongo pañitos de agua tibia al remordimiento que me consume.
---
Martes 12 de diciembre faltando poco para las 9:00 a.m.:
Jim estaba lista para recibir a Emilia desde las 8:30 de la mañana y continuamente salía a mirar por la ventana para comprobar que no hubiera llegado todavía. Desde el día anterior cuando Emilia aceptó ayudarle Jim se había dicho que no la haría esperar ni un segundo y que además no haría nada para retarla, pues con el comportamiento hostil de Emilia el día anterior, Jim se dio cuenta.de que las veces anteriores sí había sido "amable" dentro de lo que cabía. Pensaba en cómo debería comportarse para no parecer muy cercana como si le tuviera plena confianza, pero tampoco muy seca como para que pudiera confundirse con grosería. Repasó por su mente algunos diálogos imaginarios para prepararse. ¿Iría Emilia a llegar tarde? Jim se acercó a la ventana una vez más y dio la casualidad que la vio justo cruzando la calle. Miró el reloj y comprobó que todavía faltaban algunos minutos para las nueve, lo que de cierto modo la sorprendió, pues pensó que Emilia sería demasiado "cool" como para aparecer a tiempo. ¿Qué debía hacer ella? ¿Salir y dejar notar que había estado mirando por la ventana, o esperar a que fueran las nueve en punto para aparecer? Fue al baño a mirarse una vez más en el espejo y decidió salir. Emilia estaba parada frente a la puerta mirando su celular.
«Hola», saludó Jim tímidamente.
«¿Vamos?», contestó Emilia sin rodeos.
Jim asintió y empezó a caminar en dirección al parque de los skaters. La ponía nerviosa que Emilia ni siquiera le dirigiera la mirada un instante, y aunque ella trataba de hacer lo mismo de vez en cuando se traicionaba a sí misma y giraba los ojos levemente para observar a Emilia. Trataba de descubrir de qué humor estaba para saber a qué atenerse, pero honestamente el rostro inescrutable de Emilia no le decía nada. Caminaron en silencio unos tres minutos hasta llegar al parque.
«Me voy a poner los patines», advirtió Jim.
Se sintió un poco irritada ante la ausencia de respuesta pero se dijo que no debía fijarse en esos detalles, lo único que debía importarle era que le ayudara con el paso que no le salía. Se fijó por vez primera en que Emiñia no llevaba mochila, es decir que no había llevado los patines, y eso la hizo sentir insegura sobre la clase de ayuda que le prestaría.
«¿Ya?», apresuró Emilia a Jim, quien después de ponerse los patines se quedó sentada sin hacer nada.
Jim se levantó.
«Eh... Sí».
«Si no estoy mal, el problema es que frenas antes de girar».
Jim tuvo el impulso de preguntar a qué se refería, pero se contuvo y pensó mejor en las palabras de Emilia. Revisó el paso mentalmente. Giro a la derecha, giro a la izquierda, salto hacia atrás, giro a la izquierda, y era antes de ese giro que siempre se tropezaba.
«Al frenar pierdes el impulso que traes de adelante y por eso no te sale el giro», insistió Emilia con voz plana.
«Ya había entendido», se le salió a Jim sin pensar, y se arrepintió de esta frase inmediatamente. «Quiero decir... Estoy pensando cómo hacerlo».
«Hazlo como te salga».
«O sea mal».
«Bueno, entonces hazlo mal».
«Te vas a burlar», dejó salir Jim apenada.
«¿Y qué?»
«Pues...»
«Además no me voy a burlar», dijo Emilia, «pero si lo hiciera, ¿qué? Tú a lo tuyo».
Jim todavía dudaba.
«¿Sabes qué? ¿La otra coreografía sí te sale completa?», preguntó Emilia.
Para la prueba de selección cada aspirante tendría que ejecutar una coreografía con un miembro actual de los Red Sharks al azar, y podía tocarle uno u otro rol, siendo todo esto al azar. A eso se refería Emilia.
«Sí».
«¿Por qué no haces esa para que entres en confianza?»
Jim asintió nerviosa.
«Y cinco, seis, siete, va», dijo Jim para dar apertura a la coreografía.
Empezó bastante insegura y eso se notó, pero conforme avanzó en la coreografía consiguió tranquilizarse un poco. Se repetía mentalmente que debía concentrarse en los pasos y no en Emilia, y de un modo u otro consiguió hacerlo sin atormentarse tanto por los ojos que la seguían.
«¿Y?», preguntó Jim mirando a Emilia como un cachorrito.
«Nada mal», respondió Emilia encogiéndose de hombros. «Ahora haz la otra coreografía».
«No me ha salido, ¿verdad?», preguntó Jim.
«¿Qué? Sí te salió, ¿no te acabo de decir que no estuvo nada mal?»
«Y sí, pero tal vez lo dices para no desanimarme o algo así».
«¿Sí? ¿Ahora de la nada no te parezco tan despiadada?»
Jim quedó pasmada.
«Haz la otra coreografía», repitió Emilia.
Esta vez Jim obedeció, pero en vez de hacerla normalmente, omitió el paso que no le salía y continuó.
«A ver, a ver. ¿Qué pasó ahí?», la interrumpió Emilia.
Jim se detuvo.
«Nada...»
«Nada», la imitó Emilia agudizando su voz. «No hiciste el paso que viniste a aprender».
«Pues eso es porque no lo sé», - se defendió Jim.
«Y vas a seguir sin saberlo, ¿o cómo piensas conseguirlo? Vas desde el principio».
A Jim le molestó que lo hubiera dicho como dando una orden, mas no le parecía que fuera buena idea hacer algún comentario sobre eso. Simplemente empezó a ejecutar la coreografía. Conforme se iba acercando al momento del paso le empezaron a sudar las manos. Giro a la derecha, giro a la izquierda, salto hacia atrás sin frenar, sin frenar. ¡Que sin frenar! se regañó Jim mentalmente. Efectivamente falló.
«No puedo no frenar, siento que me caigo», se excusó Jim.
«Pues cáete», contestó Emilia con total naturalidad.
Jim miró a Emilia con cara de pocos amigos.
«No seas delicada, lo que trato de decir es que tienes que hacer lo que sea necesario para conseguir el paso, y lo primero es no frenar después del salto hacia atrás, si te caes va a ser las primeras veces y luego ya no, y de ahí ya vas a poder hacer el giro».
No obtuvo respuesta.
«¿Sabes qué? Ensáyalo sola, no te voy a mirar. Es más, voy a ir por mis patines y tú verás si aprovechas ese tiempo para ensayar sin que yo te mire, ya que parece que tanto te molesta. No me tardo».
La española quedó desconcertada viendo cómo Emilia se alejaba. La forma que estaba empleando para ayudarle era bastante peculiar y no estaba muy segura de que le gustara. Le parecía que era brusca. Pensándolo bien, no sabía qué esperaba de Emilia, de hecho. Ciertamente había pensado que sería incómodo, pero no era así exactamente como estaba siendo, tampoco vergonzoso; era más bien tensionante. Sí, esa era la palabra: tensionante. Jim sentía que tenía que estar todo el tiempo alerta y no tenía confianza para expresar dudas o al menos hacer un comentario ligero. Dio una vuelta por el borde del parque sin animarse a ensayar el paso. Cuando regresó al punto inicial decidió que debía intentarlo contra toda la vergüenza que le producía. En el intento uno frenó cuando no debía frenar. Y de nuevo, y de nuevo. En un cuarto intento de extrema conciencia consiguió seguir sin detenerse tras el salto, se dejó ir un poco más hacia atrás. Un quinto intento le confirmó que en efecto podía evitar frenar y se sintió aliviada. Hizo un sexto intento y cuando terminó vio que Emilia se acercaba en patines.
«¿Cómo te fue?», preguntó la recién llegada.
«Pues he conseguido no frenar».
«¿Y te caíste?»
«No».
«¿Te salió el giro?»
«No lo he intentado».
«¿Y para cuándo?»
Jim inclinó la cabeza hacia un lado. Sin decir nada, comenzó a hacer el paso. Los nervios la traicionaron y frenó después del salto hacia atrás.
«Voy de nuevo», se apresuró a anunciar antes de que Emilia dijera nada.
En esta ocasión consiguió hacerlo, aunque el giro le salió un poco chueco. Celebró internatmente ese pequeño triunfo y lo volvió a intentar.
«Y eso es todo», dijo Emilia. «Ahora solo te queda practicarlo».
«Sí, bueno, todavía me falta mejorarlo un montón, pero al menos lo he conseguido... Gracias».
Ninguna de las dos se movió.
«Pues bueno...» balbució Jim.
«¿No te vas a quedar a practicarlo más?»
«Sí, justamente voy a practicar las dos coreografías completas».
«Si quieres las hacemos juntas. A mí tampoco me vendría mal practicarlas»
Jim se sorprendió por esa propuesta.
«¿En serio?»
«Sí», contestó Emilia encogiéndose de hombros. «Y si por casualidad en la prueba me sacas a mí, vas a tener ventaja. ¿O te da miedo?»
Sí, le daba miedo, pero no se lo diría.
«Lo que pasa es que estaba pensando calentar primero, digo, por precaución, ya ves que no he calentado antes».
«Calentemos entonces», replicó Emilia tranquilamente.
Ya Jim no encontraba cómo más objetar.
«Bueno...»
Durante el calentamiento Jim estuvo más pendiente que nunca de Emilia. Notó que esta se quitó los patines para hacer algunos ejercicios, pero no dijo nada y tampoco la imitó. La observaba intermitentemente con disimulo tratando de captar el sentido de cada cosa que hacía Emilia, y a la vez hacía su calentamiento de manera muy juiciosa y consciente para no propiciar ningún comentario o corrección por parte de su acompañante.
«¿Lista?», preguntó Emilia cuando terminaron.
«Ajá».
«Cuál rol vas a hacer primero, ¿el A, o el B?»
«El A», contestó Jim con seguridad.
«Está bien».
Ambas se pusieron en posición.
«Y cinco, seis, siete, va», contó Jim para empezar.
El espacio que tenían para hacer la coreografía era reducido en comparación con la pista pero se supieron defender. El corazón de Jim palpitaba con violencia al principio, y se fue calmando a medida que notó que lo estaba haciendo bien y no tenía problemas para hacer su parte. Sin embargo no dejaba de estar alerta, la presencia de Emilia siempre tenía ese efecto en ella. Terminaron la coreografía con éxito.
«¿Y? ¿Hacemos la otra?», preguntó Emilia un poco agitada.
Jim simplemente asintió y tomó posición para empezar. Volvió a contar y comenzaron a patinar.
«Si te equivocas no te detengas», dijo Emilia cuando se acercaba el momento del paso que Jim apenas estaba mejorando.
Salto hacia atrás, no frenar, giro chueco. A pesar de que no le salió muy bien, Jim no se detuvo, pero eso la puso tan nerviosa que el resto de la coreografía estuvo descoordinada. No podía esperar a que terminara.
«Lo siento, me distraje», se disculpó Jim tímidamente.
«Al menos continuaste. ¿Quieres seguir ensayando?»
«¿Tú no tienes nada más que hacer?»
Emilia se encogió de hombros.
«Pues no», le respondió. «Mi vida aquí gira básicamente alrededor de los entrenamientos con los Red Sharks y no dejarme morir de hambre».
Jim no dijo nada.
«¿Entonces? ¿Ensayamos más, o quieres terminar ya?»
«Voy con rol B», dijo Jim poniéndose en posición.
***
Yo: no entiendo por qué nadie lee mi fanfic.
Mi fanfic: ship de dos personajes que apenas sí llegaron a mirarse en la serie.
Pero hey, lean, voten y compartan, que me parece una pareja adorable y digo yo que más gente debería conocerla.
Comenten cómo les parece la pareja y la forma como interactúan. Pues... Si quieren (Ojalá quieran).
Atentamente, Andantie
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top