2. A una calle.
Domingo 3 de diciembre de 2017.
11:08 a.m. No sé cómo pueden caber tantas lágrimas en un cuerpo, en mi cuerpo. Mi mamá me llamó por WhatsApp. Ella no tenía WhatsApp, todavía usa un celular cuya mayor atracción es el jueguito de la serpiente; tiene un smartphone que le dimos mi hermano y yo hace unos años, pero apenas lo usó una semana y tras frustrarse por no entender cómo funcionaba lo guardó en la caja. Cuando vi que la llamada provenía de su número consideré seriamente que estaba soñando, incluso revisé mi entorno para comprobar que todo a mi alrededor fuera coherente. Le di al círculo verde con el dedo casi tembloroso y contesté: "Dime por favor que estás bien", fue lo primero que escuché, su voz se notaba desesperada. "Estoy bien", respondí mecánicamente. "¿Con quién estás? ¿Estás con Juan Carlos? ¿Dónde estás?". Le dije que estoy en Buenos Aires con Juan Carlos y perdió la cabeza, se deshizo en lamentos, me pidió perdón de todas las maneras que conocía, y mientras lo hacía seguro se le ocurrieron otras que también empleó, me rogó que regresara a la casa. Yo estaba helada, nunca había escuchado así a mi mamá. Hace cinco años, cuando descubrimos que mi papá, que vive en Estados Unidos desde que yo era una niña, tenía otra familia allá mientras creíamos que vivía solo, no vi a mi mamá derrotada ni una sola vez; comprendió el dolor de David y yo, nos abrazó, besó y escuchó (sobre todo a mí, porque David apenas sí entendía lo que pasaba), pero ella jamás se mostró triste. Siempre la tuve en un concepto muy elevado en ese sentido, es la persona más ecuánime que conozco, de hecho me he esforzado por ser como ella, igual de fuerte y determinada (he hecho un pésimo trabajo en eso, deformé esas cualidades y me he vuelto una caricatura, pero ese no es el punto). Por eso al escucharla en ese estado no supe cómo reaccionar y tan poco asertiva como siempre, lo único que se me ocurrió fue gritarle que no tenía nada qué hablar con ella y me dejara en paz y le colgué. Mi alboroto despertó a Juan Carlos, quien me regañó por tratar así a mi mamá. Se dio una ducha y salió enojado de la habitación con laptop en mano, dijo que iba a trabajar al lobby. De eso hace más de una hora y desde eso no he parado de llorar ni un segundo. Intenté contactar pot WhatsApp a mi mamá, pero no le llegan mis mensajes ni contesta mis llamadas.
El nudo que tengo en la garganta sube a la cabeza y tengo la cefalea característica del post llanto, solo que el llanto no ha cesado aún. Quiero regresar a casa y dormir al lado de mi mamá hasta que deje de sentirme la más despreciable escoria de la humanidad.
Acabo de ver un mensaje de David' "viste? ma creó whatsapp". Sí. Lo vi y me tiene destrozada.
21:48. Sigo sintiéndome fatal, pero durante el día tuve que reponerme porque debía salir a comprar algunos muebles para el apartaestudio. Gary no va a cubrir esos gastos, así que Juan Carlos sacó de sus fondos para ello. Aunque está todavía enojado conmigo, fue lo más amable que dentro de su estado pudo e incluso quería comprar muchas cosas que yo decididamente no acepté. Insistió en conseguir un sofá, una cama y no sé qué otras cosas, pero yo no me moví ni un milímetro en mi determinación de comprar solo lo que considerara indispensable. Pondré acá un inventario de lo que compramos, así se refleja una idea de lo que van a ser esos pocos metros cuadrados en los que viviré de ahora en adelante:
- Un colchón, tres juegos de sábanas y dos tendidos. Traje una cobija de México, así que eso no fue necesario.
- Dos almohadas.
- Una mesita de noche.
- Una lámpara de buró.
- Un espejo de cuerpo completo.
- Un espejo para el baño.
- Tres cubos de basura: uno para el baño, otro para la diminuta cocina y otro general.
- Una heladera mediana.
- Un juego de platos, tazas y vasos.
- 5 cucharas, 5 cuchilos de mesa, 5 tenedores.
- Licuadora.
- Implementos básicos de cocina.
- Implementos básicos de aseo.
- Dos sillas de plástico.
- Una mesa de plástico.
- Un estante.
- Un armario mediano.
En este momento no recuerdo nada más, pero creo que eso es casi todo. No voy a necesitar muchas cosas. También compré jabones, detergentes, papel de baño, todo eso. Por ahora lo único que falta ubicar en el apartaestudio es el colchón y la heladera, lo demás terminamos de organizarlo hace como una hora. Pese a la tristeza que me ha embargado desde que llegué a Argentina, tener mis propios muebles y darme cuenta de que estoy empezando a construir un pequeño espacio solo para mí es emocionante y me anima más de lo que esperaba. En casa siempre tuve poca privacidad, David pasaba todo el tiempo en mi habitación y tomaba todas mis cosas sin pedir permiso siquiera. Ya estoy en el cuarto del hotel, pero hoy no quería salir del apartaestudioo porque estaba fascinada mirando una y otra vez el lugar en el que viviré y me verá adaptarme a Buenos Aires, a la soledad y la independencia, que va a ver mis peores momentos, mis lágrimas y golpes a almohadas, pero también mi placer y sudor, mis pasos de baile improvisados mientras limpio y escucho música, mi desnudez, y también mi cuerpo totalmente cubierto hecho bolita bajo la cobija. Estoy ansiosa por empezar a vivir en esos metros cuadrados, pocos pero míos, lo más míos que pueda hacerlos mientras los habite, donde descubra las extensiones y límites de mi libertad.
Me gustaría que mi mamá me visitara y se sintiera orgullosa de lo que construya allí, que se sorprenda y se tenga que tragar todas sus palabras sobre todo lo que según ella mi depresión no me dejaría hacer en mucho tiempo. En el fondo eso es algo que siempre he querido y ahora que se presenta una oportunidad para llevarlo a cabo me siento retada. Si tan solo contestara mis llamadas. Juan Carlos me dijo que hizo una llamada internacional en el hotel y la llamó a su celular de siempre. Me contó que está muy triste pero quedó más tranquila cuando él le dijo que todo está bien y le explicó todo lo que implica el contrato con Gary y demás. Me advirtió que ahora que ella sabe que todo está bien y que puede comunicarse con él para saber de mí, es muy probable que su orgullo se imponga y no admita que yo me comunique con ella, así que mis oportunidades de hablar con ella son casi nulas. Le dije a Juanca que la próxima vez que hablen, le haga saber que la extraño mucho y que nada me gustaría más que hablar con ella y aclararlo todo con calma. Lo más probable es que ella no haga nada al respecto y esa sola idea me derrumba.
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El lunes 4 de diciembre en la tarde, antes del primer entrenamiento de los Red Sharks:
Jim estaba en la pista haciendo algunos ejercicios de equilibrio que le recomendó Juliana. Lo había estado intentando por un rato y siempre fallaba en la misma parte, quería rendirse pero Luna pasaba ocasionalmente por allí y le daba ánimos.
«Tiene truco», escuchó de pronto a alguien decir tras de sí. Era Emilia. Jim se sintió burlada pero no dijo nada. «¿Se te comieron la lengua los ratones?», insistió Emilia.
Jim giró un poco la cabeza para mirarla. «No», respondió bajito.
Vio a Emilia irse riendo levemente y hacer un complicado salto seguido de una secuencia de giros. Después de eso Emilia empezó a patinar hacia atrás en la dirección opuesta a Jim. Esta bajó la mirada y salió de la pista con el ánimo por el suelo.
El lunes 4 de diciembre después del primer entrenamiento de los Red Sharks:
Dos batidos de banana reposaban en la mesa en la que se encontraba Jim conversando animadamente con Ramiro.
«¿Qué piensas del nuevo equipo del Roller?», le preguntó él después de un corto sorbo a su bebida.
«Nada, ¿qué voy a pensar?» En ese instante vio a Emilia pasar en dirección a los lockers. «No me gusta para nada».
Miércoles 6 de diciembre de 2017.
2:12 a.m. Estuve en la casa de Ámbar y acabo de llegar al apartaestudio; me mudé completamente al fin ayer en la mañana. Juan Carlos se sigue quedando en el hotel y tengo entendido que se va mañana en la noche, pero trato de no pensar en eso para no agobiarme por la idea de su partida. Obviando eso y el hecho de que sigo sin poder contactarme con mi mamá, las cosas están saliendo bastante bien. El lunes tuve el primer "entrenamiento" con los Red Sharks y me divertí mucho, aunque más que el entrenamiento en sí, lo que disfruté fue patinar en general, sobre todo en ese ambiente, no sé explicarlo pero el lugar derrocha «diversión», por decirlo de alguna manera: tiene una energía muy padre. Ámbar y yo hemos estado juntas la mayoría del tiempo, de hecho la tarde del lunes estuve en su casa y con Benicio (ese chico es súper desagradable) empezamos a ver Stranger Things. Esa noche me quedé a dormir donde Ámbar y ayer después del entrenamiento también fui a su casa, de donde acabo de llegar. Mientras estoy con ella no me preocupa tanto el hecho de que los otros chicos del lugar me detesten, pero no deja de ser incómodo, especialmente porque ella sí parece disfrutar muchísimo la aversión que sienten hacia nosotros, y en particular hacia ella. No sé qué clase de cosas habrán pasado entre ellos, pero la rivalidad es evidente. Por mi parte he tratado de ser simpática al menos con Jim, la española chaparrita que me ayudó con la llave del agua la semana pasada, mas ella no parece tener ni la más mínima intención de relacionarse conmigo, ayer la saludé y apenas sí me miró. Parecerá bobo, pero me desanimó mucho no encontrar respuesta. Si no soy capaz de entablar conversación ni siquiera con la única persona que parece estar dispuesta a ser aunque sea un poquito amable conmigo, ¿cómo voy a esperar romper la barrera con los demás? No digo que quiero que todos seamos amigos y nos reunamos a tardes de películas, ni mucho menos; me conformo con que cesen las miradas hostiles.
Jueves 7 de diciembre de 2017.
22:56. Acabo de llegar del aeropuerto, fui a despedir a Juan Carlos y ahora estoy oficialmente sola en Buenos Aires. Por mucho Ámbar se esté portando divinamente conmigo, sigo pensando que no es compañía. Me incluye en sus planes todo el tiempo, pero no puedo hablar de cómo me siento: por un lado porque no se presenta realmente la oportunidad, y por otro (y más importante), no me dan ganas de abrirme de esa manera con una persona que recién conozco. Eso sin mencionar que Benicio merodea por donde ella esté tanto como puede y ese hombre me fastidia un montón. No solo se comporta como un satélite de Ámbar, sino que por alguna razón tiene un odio exagerado hacia Simón, uno de los ex integrantes del fallecido equipo del Jam & Roller y "ex" interés romántico de Ámbar. Pongo ex entre comillas porque a leguas se nota que se muere por él, pero también le tiene rencor y por eso hizo una especie de alianza con el imbécil de Benicio, fingen ser novios por el puro placer de hacer que Simón esté celoso. Eso no solo es ridículo, sino que a raíz de eso tienen entre ellos ciertos códigos que yo no entiendo y me hacen sentirme excluida, me produce la sensación de que manejan algo así como temas secretos o algo así, varias veces ha sido muy evidente que cambian de tema cuando estoy ahí y eso rebasa lo incómodo. También disfrutan un montón ver que la inclusión de Benicio a una banda que originalmente estaba integrada por tres chicos del Roller (entre ellos Simón) desestabiliza los ensayos. Benicio está en esa banda no solo porque quiere pertenecer a ella; su otro móvil es precisamente fastidiar a Simón, y yo no le veo sentido a eso. Me he dado cuenta de que es justo esa forma de manejar las cosas la que lo une a Ámbar: ella también suele actuar de ese modo sucio, por decirlo de alguna manera. Para la final de la Roda Fest decidió que la mejor manera de asegurar que los Sliders ganáramos la competencia era tirar los patines de Luna al mar. Sí, AL MAR. Parece una chica muy centrada, pero es súper impulsiva, en especial en lo que se refiere a Luna, a quien por alguna razón profesa un odio produndo. No puedo negar que esa chiquita es insoportable, y quién sabe que problemas habrán tenido ellas en el pasado, pero me cuesta tolerar que Ámbar se comporte así.
Mientras tanto mi pequeño apartaestudio se siente muy grande, como si con un par de baldosas en las que pueda sentarme abrazando mis rodillas fueran suficientes para mí; el resto es solo territorio sobrante. Estoy justamente sentada en el colchón en una esquina contra la pared y me siento anclada a este pequeño espacio, no quiero cenar ni cepillarme los dientes, nada más quedarme aquí escuchando música hasta que el sueño me venza. Anoche tuve dificultades para dormir, no paraba de pensar en mi mamá e intenté llamarla de nuevo pero tampoco obtuve respuesta. David tampoco me ha hablado, así que supongo que todavía no sabe nada. Decidí que lo primero que voy a hacer mañana cuando salga de la casa es buscar la manera de hacer una llamada internacional, WhatsApp dejó de ser una opción, es probable que ya lo haya desinstalado. Por ahora voy a organizar todo para dormir y espero despojarme de esta sensación fea de tener un lugar que me sobra.
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El viernes 8 de diciembre de diciembre en la noche, aproximadamente las 20 hs:
Era la quinta vez que Jim llamaba al timbre de su casa, pero ya lo hacía más por no dejar de intentar que porque creyera que había alguien ahí. Tenía el vicio de dejar las llaves, pero aunque sus padres la retaban, nunca se quedaba en la calle, pues usualmente había alguien en casa para abrirle. No estaría tan desesperada si su vejiga no estuviera a punto de explotar. Para el colmo de su mala suerte, su celular no tenía batería, así que no tenía forma de llamar a alguien de su familia para preguntar si se tardarían mucho. Se recostó contra la puerta y ante sus ojos apareció la última persona que habría querido encontrarse en el mundo: Emilia.
«¿Vives aquí?», le preguntó Emilia metiendo una pasta de goma de mascar a su boca. «¿Quieres?», le ofreció.
«No...», respondió Jim tratando de ocultar su fastidio.
«¿No vives acá, no quieres, o ninguna de las dos?»
«No quiero, gracias.»
«¿Entonces sí vives aquí?», insistió Emilia con gesto curioso.
«Sí.»
«¿No te abren?»
Jim estaba muy incómoda; pese a que Emilia parecía inofensiva en ese momento, no se sentía segura hablando con ella. «No hay nadie en casa».
«Hmmmm...», ronroneó Emilia. «Y no tienes llaves, ¿no? Yo vivo a una calle de aquí. Si quieres te puedes quedar conmigo hasta que alguien llegue», ofreció aparentemente indiferente.
No. No, no, y no. Eso sí que no. Nada más al escuchar la propuesta, Jim se preparó para negarse con vehemencia, pero la voz no le salió bien porque se ahogó con su propia saliva. Eso era definitivamente patético, en especial porque al parecer a Emilia le había parecido muy chistoso y reía viéndola toser. Aún no se recuperaba del todo cuando Jim sintió un par de gotas de lluvia caer sobre su cabeza. ¿Qué tan miserable tenía que ser?
«¿Entonces?» volvió a preguntar Emilia, «¿Vienes conmigo, o te vas a quedar aquí mojándote?»
«Tengo paraguas», alcanzó a decir Jim al fin hirviendo de rabia por su situación.
«¿Me estás diciendo que te vas a quedar aquí con tu paraguas, o me lo estás ofreciendo para que no nos mojemos camino a donde vivo? No eres muy clara que digamos».
Jim estaba a punto de decirle que se refería a que no necesitaba ir a casa de Emilia para no mojarse, mas la urgencia de entrar al baño era más apremiante cada segundo y decidió que no se apegaría al orgullo con tal de poder orinar en paz. «Vamos», dijo sacando el paraguas de la mochila.
Ciertamente, Emilia vivía muy cerca en un tercer piso muy cerca de allí. Era un pequeño apartaestudio en el que no tenía ni siquiera cama; solo un colchón. Recorrió el lugar con la mirada: había pocas cosas, pero todas ellas pulcramente distribuidas. «Bien, pasa», dijo Emilia poniendo el paraguas abierto en un rincón para que se secara.
«¿Puedo ir al baño?»
Emilia se lo señaló. «¿Quieres tomar algo?» le preguntó a Jim antes de que entrara al baño.
«Gracias. Estoy bien así». Se encerró en el baño e hizo mala cara. Odiaba que otras personas escucharan cuando ella orinaba, pero estaba urgida y tendría que dejar el pudor a un lado. Mientras se lavaba las manos recordó que unos días antes le había ayudado a Emilia a usar la llave del agua de los baños del Roller y que ella se había portado bastante grosera. De nuevo se sintió intimidada por Emilia, lo que se agravaba considerablemente dado que no estaba en el Roller, sino en la casa de ella. Salió del baño tímidamente.
«¿Llevabas mucho tiempo esperando?» preguntó Emilia mientras organizaba algunos alimentos en la heladera.
«No». Emilia siguió en lo suyo y el ambiente empezó a ser insoportable para Jim, quien se mordía el labio inferior con ansiedad. Se quedó ahí parada a la salida del baño como una tonta mientras su anfitriona lavaba algunos platos.
«¿Ya preguntaste si se tardan mucho?», se volvió a oir a Emilia al rato.
«No tengo batería».
«¿Tienes el cargador? Puedes conectar el celular si quieres, y mientras tanto puedes llamar del mío»
Jim se sentía profundamente fastidiada: sabía que Emilia estaba siendo amable, pero no dejaba de estar prevenida y preparada para alguna confrontación o algo por el estilo. «No te preocupes, ya me voy».
Emilia dejó lo que estaba haciendo en la cocina para mirarla fijamente. «¿Y si no han llegado?».
«No, estoy segura de que ya hay alguien en casa», respondió Jim atropelladamente. «Muchas gracias». Impulsada por quién sabe qué cosa, hizo un gesto de despedida y salió del apartaestudio de inmediato. Bajó las escaleras lo más rápido que pudo y dio un rodeo a la calle para asegurarse de que Emilia no pudiera verla desde la ventana. No tuvo la suerte de encontrar a alguien ya en casa cuando llegó, pero se sentía mucho más tranquila allí bajo las finas gotas de llovizna, que en el apartaestudio del que había salido, donde la estrepitosa presencia de Emilia la intimidaba. Cuando iba a sacar el paraguas para cubrirse de la lluvia que aumentaba, se dio cuenta de que lo había dejado.
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Viernes 8 de diciembre de 2017.
22:06. Esta mañana salí muy temprano a hacer compras a la tienda y cociné algunas cosas para comer durante los próximos días. Después del almuerzo fui a buscar un lugar donde pudiera hacer una llamada internacional para hablar con mi mamá. Sentía que el corazón se me iba a salir mientras la línea repicaba, y cuando al fin escuché la voz de mi mamá, se me quedó la mente en blanco y no supe qué decir. Ella saludó de nuevo para asegurarse de que hubiera alguien en la línea y sacando fuerzas de lo más profundo pronuncié un "hola" ahogado. No me contestó inmediatamente; pasaron algunos segundos hasta que ella me replicó exactamente de la misma forma en que yo la había saludado. Le pregunté cómo estaba y cuando me respondió que si en de verdad me interesaba, supe que no estaba dispuesta a hablar; sin embargo insistí, le dije que obviamente me interesaba. "¿Qué necesitas, Emilia?". A esas alturas yo ya estaba llorando y atiné a pedirle perdón como me salió en el momento, pero mi mamá me frenó en seco y me dijo que no me tomara el trabajo de "chillarle" como si las cosas no se hubieran hecho exactamente como a mí me dio la gana y que por eso no tenía ningún derecho a quejarme por las consecuencias de mis actos. Me queda claro que no está dispuesta a perdonarme.
El resto del día no fue exactamente malo en sí, pero la llamada con mi mamá ya lo había arruinado por completo. Acompañé a Ámbar hasta su casa y decliné su invitación de quedarme un rato más, lo único que quería era llegar a mi pequeño lugar. Sin embargo hice otra parada faltando una calle para llegar al apartaestudio porque vi a Jim, la española, llamando al timbre de una casa que parecía estar totalmente a oscuras, así que pensé que tal vez no había nadie allí y obviamente no iba a poder entrar hasta que llegara alguien. Tuve la dichosa idea de acercarme y ofrecerle ir al apartaestudio y aceptó de mala gana básicamente porque estaba empezando a llover. No recibió nada de beber y apenas estuvo unos minutos en los que entró al baño y luego se quedó parada como una estatua en la puerta, hasta que se despidió atropelladamente y salió de acá como alma que lleva el diablo. Me ofendió que se fuera de esa manera, como si me debiera amabilidad o algo, y tuve que recordarme que no somos amigas ni nada que se le parezca, mas seguía con la sensación de que no tenía por qué hacérmelo a mí, que la he tratado relativamente bien. En fin, no puedo obligar a nadie a ser agradable conmigo, ni siquiera cuando yo soy agradable con esa persona. Chaparrita pendeja.
De todos modos eso no imporra, al menos sé que con Ámbar no estoy tan sola en el Roller. Por ahora voy a llamar a Juanca para hablar con él y pedirle consuelo, se ha portado divinamente acompañándome desde lejos. Seguramente me voy a sentir un tris mejor para antes de dormir.
***
Listo el segundo capítulo. Por si no es clara la diferencia, aclararé que para equilibrar un poco la perspectiva desde la que es contada la historia, las escenas fuera del diario son narradas por narrador externo, pero centrándose en la posición de Jim.
Les agradecería mucho que compartieran la historia o algo así. Y por favor, comenten quién está leyendo también Fragmentada y si están al día en esa historia, quiero ver cómo está esa situación.
Atentamente, Andantie
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