ú n i c o ♡
Una pequeña de cinco años, de tez blanca, labios delgados que solían mantener una sonrisa traviesa, ojos grandes y expresivos, cabello castaño hasta la cintura, entró a su habitación y tomó a su osito de felpa favorito, el cual tenía el nombre de Cookie, tirando de la cuerda en su espalda mientras comía algunas gomitas. "Alguien robó mi miel".
—¡¿Qué?! —Exclamó la pequeña mirando al osito con el ceño fruncido —¿Quién haría una cosa tan mala?
Lentamente se giró y se sobresaltó al ver a una muñeca de cabello morado en la estantería sentada encima de los cuentos que su papá le leía antes de dormir.
—¡Es la bruja, cuidado! —Tomó a la muñeca y comenzó a correr por toda la habitación —¡Quiere usar sus poderes brujos!
Se lanzó a la cama cayendo de espalda.
—Sé donde escondernos —Cambió la voz haciendo hablar a Cookie.
Se metió en la cesta de juguetes que estaba a los pies de su cama, levantó la tapa con la cabeza, asomándose y rápidamente tomó a un unicornio que se había quedado afuera, para volver a bajar, protegiéndolos.
—Aquí no va a encontrarnos —Susurró en medio de todos los peluches y con su mano derecha levantó a la bruja —¿Qué tienes? —Le preguntó a Cookie.
Miró hacia un lado y salió rodando de la cesta junto a los juguetes y con su capa en la espalda se fue corriendo de la habitación.
—¡Necesitamos una nave espacial para escapar de la bruja! —Chilló bajando por las escaleras, salió al jardín y tomó la caja de cartón, su papá le había hecho una nave hace una semana, hasta tenía las alas y ella se encargó de decorarla con brillantina plateada.
Volvió corriendo a la habitación.
—¡Todos adentro, abróchense los cinturones! —Exclamó tomando a los juguetes del suelo, sentándolos en la caja —¡Aseguren a los niños, sujétense bien, será un viaje agitado!
Tomó la caja llevándola encima de su cabeza y la colocó sobre una manta que tenía un extremo en el suelo y otro sujetado a la cama.
—¡Tres, dos, uno, despeguen! —Con toda su fuerza la levantó y los peluches salieron volando.
Hyerin saltó a la cama y abrazó a Cookie con fuerza.
—Gracias por salvarnos —Dijo con una sonrisa en el rostro.
—¡Hyerin! —Gritó Joshua desde la cocina —¡Llegaremos tarde a tu primer día!
—¡Ahora voy, papi!
Se despidió de cada uno de sus juguetes, dejando a Cookie al mando mientras ella no estaba colocándole la capa, tomó su abrigo color amarillo, se colocó los zapatos de charol y bajó en busca de su papá.
Apenas lo vio preparándole el desayuno fue al baño sacando una banquita del mueble del lavado, que también le servía para lavarse los dientes por las noches, pero ahora la debía llevar a la cocina y mientras comía las tostadas y bebía leche, Joshua comenzó a peinarla.
Tenían todo un sistema en casa para funcionar adecuadamente, después de todo, sólo eran ellos dos, Joshua trabajaba en un despacho de abogados y la pequeña Hyerin había finalizado sus vacaciones y hoy debía volver al jardín de infantes. La idea no le molestaba para nada, adoraba ver y jugar con sus compañeros, dibujar, cantar y bailar con su maestro jardinero favorito; Hannie.
El Alfa le recogió el cabello haciéndole dos chonguitos a los costados de la cabeza mientras su hija tarareaba una canción infantil, los fijó con una liga con flores amarillas para que quedaran hacia adelante, pero en el fondo Joshua sabía que por más que se esforzara la pequeña llegaría a casa despeinada, de nada servían las fijaciones si Hyerin era un torbellino, uno hermoso pero al fin al cabo, un torbellino.
—A lavarse los dientes —Habló Joshua apenas notó que había terminado de desayunar, la menor tomó su banquito y salió corriendo al baño al ver la hora en el reloj de la pared.
La esperó en la puerta, Joshua estaba sujetando un bolso lleno de los documentos de los casos que debía ver en el trabajo y en la otra mano tenía ella mochila de su hija, también la lonchera con el almuerzo.
Hace tres meses no escuchaba canciones infantiles en el vehículo y sinceramente lo extrañaba, en cada semáforo en rojo miraba a su hija a través del espejo retrovisor, bailando y cantando animadamente, era feliz, sólo eso le importaba.
En el pasillo detuvo a la menor, se agachó a su altura doblando las rodillas y arregló su abrigo junto a la mochila que colgaba de sus hombros, le entregó la lonchera diciéndole el almuerzo que le había preparado temprano, el cual para Hyerin siempre era el mejor, y antes de levantarse le acomodó el flequillo. Tomó la mano de la pequeña y la acompañó a su salón.
Recibió un beso en la mejilla y la vio correr reuniéndose con sus amiguitos, Hyerin era extrovertida, sociable y muy divertida, con una personalidad encantadora así que no debía preocuparse demasiado por dejarla allí, estaba en excelentes manos.
Su mirada se cruzó con la de JeongHan, un omega de cabello rubio, con preciosas facciones, quien estaba al otro lado del salón, con su delantal de cuadros rosas y blancos, con lindas flores que lo decoraban, miró el reloj en su muñeca y se acercó con cuidado de no tropezar con ningún niño que estuviese jugando, el omega bajó la mirada y sus mejillas se tiñeron ligeramente.
—Creo que es primera vez que estoy aquí y no vienes corriendo colocando pegatinas de estrellas en mis mejillas —Comentó Joshua ganándose la atención del maestro jardinero —¿En qué piensas?
—Pienso en las actividades que haré junto a los niños, en cuándo te animarás a besarme —Respondió tranquilamente, mirando a los pequeños —En lo que almorzaré hoy porque no preparé nada en casa —Posó sus ojos en el Alfa —Me quedé dormido en la mañana.
Joshua era un Alfa viudo, hace siete años había conocido al amor de su vida, un omega que lo enamoró con pequeños detalles que fueron derritiendo su corazón, su nombre era JiHoon, se casaron al poco tiempo después, estaban destinados a estar juntos y la noticia del embarazo hizo más fuerte su vínculo pero el día que pensó que todo iba a ser felicidad, lo perdió por complicaciones durante la cesárea, hubo una hemorragia que no pudieron detener y regresó a casa con el corazón destrozado y con una pequeña recién nacida en brazos.
Aprendió a cambiar pañales, a preparar biberones, a ordenarse y continuar entre chupones y juguetes, tuvo que reorganizar su vida y no había sido sencillo, afortunadamente sus padres lo ayudaron pero sólo en los horarios de trabajo, nunca la dejó de lado o prefirió ir a beber con sus compañeros después de una larga jornada, era un padre presente, quería verla crecer, estar en sus primeros pasos y ayudarla a darlos, cuando dijese su primera palabra, enseñarle a comer y llenarla de valores para que fuese una mejor persona que él.
Y aunque su corazón estaba lleno de heridas, Hyerin era feliz.
Ella era su mundo, por quien se levantaba cada mañana a cocinar, a trabajar, por quien se quedaba hasta tarde ayudándole con sus tareas y dibujos, leyéndole cuentos para que pudiese dormir, por ella se despertaba a media noche para espantar a los monstruos del armario y no le importaba caer rendido en la cama, una hora antes de tener que levantarse para iniciar un nuevo día.
A JeongHan lo conoció un año después de que naciera Hyerin, vivía frente a su casa y aunque no entablaron una conversación desde que se vieron Joshua fue testigo de la relación tormentosa que mantenía con otro Alfa, uno que el último día llegó a golpearlo y lo supo por los hematomas que dejó en partes visibles de su cuerpo, desde ese momento afortunadamente nunca más lo vio y supuso que su relación había acabado, luego JeongHan se lo confirmó.
Ambos estaban heridos, tenían un parche en su corazón y desde que comenzaron con su amistad JeongHan intentó animarlo para que la ausencia de JiHoon no doliera demasiado, dando todo para hacerlo feliz, haciéndole saber que a los dos años después cayó profundamente enamorado de él, nunca lo ocultó, todo lo contrario, se lo hizo saber en el primer instante que se dio cuenta.
Joshua se preocupaba del Omega y no quería causarle daño pero se había cerrado a la idea de tener otra relación o siquiera intentarlo, su amor por JiHoon lo tenía guardado como un lindo recuerdo pero endureció su corazón como una roca.
O al menos lo intentaba.
Porque JeongHan era la persona que alegraba sus días junto a su pequeña hija, era imposible no sonreír o reír cuando estaba con él y poco a poco fue buscando esa energía y alegría, como un buen vecino, pero en el fondo sabía que no lo veía como un simple amigo.
Lo necesitaba.
Tanto o más como JeongHan lo necesitaba a él.
Y no era por mera compañía, eran miradas, sonrisas y silencios que decían mucho más.
En la tarde, después de salir del trabajo pasó a buscar a su bebé, Hyerin estaba con un delantal pintando con acuarelas en un pliego de papel que estaba en la pared, reía y sonreía con los demás niños.
—¡Papi! —Gritó la pequeña apenas lo vio, dejando a un lado el dibujo para correr hacia él, Joshua se agachó y estiró los brazos sin importar que ensuciara su traje, JeongHan los miró enternecido de lejos mientras ordenaba las pertenencias de la menor —Te tengo mucho que contar, ¡Hice más amigos y aprendí una nueva canción! ¿Te la puedo enseñar?
—Nada me haría más feliz en este momento.
Se iban juntos, los tres, JeongHan tenía su auto descompuesto y hace más de una semana seguía en el taller mecánico, a Joshua no le molestaba, era lo mínimo que podía hacer por estar cuidando de su hija pero durante el camino no debía escuchar solamente a Hyerin, junto a JeongHan no pararon de hablar y reírse a carcajadas al recordar lo que habían hecho durante el día.
Lo hacían sonreír, no ocurría muy seguido pero ellos lograban hacerlo.
—Gracias por traerme —Habló JeongHan acomodando el cabello detrás de su oreja, se lo había cortado hace un mes y aún no estaba seguro si le gustaba o no. No estaba tan largo como antes pero tampoco demasiado corto.
—No te preocupes —El Alfa sacó la mochila de Hyerin quien salió corriendo hacia la casa con sus nuevos dibujos pintados con acuarelas para pegarlos en la puerta de la nevera.
Le entregó el bolso a JeongHan y éste se inclinó hacia él dejando un beso en su mejilla, cerca de sus labios, más cerca que los días anteriores, se alejó con una sonrisa y se dio la media vuelta para ir a casa.
Joshua se quedó allí, inspirando el dulce aroma de JeongHan que había quedado en el aire.
—Iré a ducharme y cenaremos —Avisó Joshua dejando a su hija en la sala, coloreando en la mesa de centro.
Pero cuando volvió sus ojos se abrieron a tope al verla sentada en la isla de la cocina jugando con harina, había hecho un desastre y estaba completamente blanca.
—¿Podemos cenar panqueques? —Preguntó Hyerin aplaudiendo.
Joshua no era un padre estricto, debía enseñarle a Hyerin a comportarse pero entendía que era una niña, alguien muy curiosa y traviesa.
—Papi —Habló mientras el Alfa la bañaba en la tina, quitándole la harina del rostro —Debo tener un disfraz de abeja para la próxima semana.
—¿Disfraz de abeja? —Preguntó Joshua.
—Sí —Respondió tomando el patito de hule, ayudándolo a avanzar por el agua —Haremos una obra, ¿Irás a verme?
—Debo verlo en el trabajo primero —Contestó, a pesar de que su jefe lo dejaba salir antes para ir por Hyerin no podía aprovecharse de su amabilidad pero adelantaría todo el trabajo necesario para poder asistir.
Hyerin asintió con la cabeza, comprendía lo importante que era el trabajo de su papá. Joshua tomó sus abultadas mejillas y le sonrió.
—Te amo, ¿Lo sabes, verdad?
La pequeña volvió a asentir —Yo también te amo, papi.
Decir que no se sentía solo al ir a arropar a Hyerin y volver a una enorme cama sería una mentira pero tenía miedo de dar ese paso. Miedo de equivocarse y volver a sufrir, no lo soportaría.
Se sentó en el borde de la cama y miró hacia la casa del frente, JeongHan seguía despierto pero pronto las luces se apagaron, él se acostó y cerró los ojos.
El día martes peinó a Hyerin con dos trenzas y cuando la quiso dejar en el marco de la puerta, la pequeña lo arrastró hasta dentro del salón, haciendo reír a JeongHan, levantó una mano y lo saludó con una ligera sonrisa.
—Ven a conocer a mis nuevos amigos —Dijo la pequeña llevándolo a la mesa donde estaban sentados los demás niños.
—Hyerin, ya debo irme a trabajar —Intentó explicarle mirando a JeongHan, el omega se acercó a ellos y sus mejillas estaban a punto de estallar.
—Papi, no seas tímido, será sólo un minuto —Lo sentó en la silla, la cual era pequeña para Joshua y JeongHan pensó en que probablemente necesitaría ayuda para levantarse —Él es WonGyu —Apuntó a uno de los niños y el Alfa tímidamente lo saludó —Y él es HaoJun —Presentó la pequeña.
—Un gusto conocerlos —Miró a JeongHan y le suplicó con la mirada —¿Me ayudas a levantarme?
Ese día estuvieron trabajando con frutas, cortándolas con cuidado y haciendo los animales que JeongHan les enseñó, era un grupo de niños adorables, cada uno más que otro pero Hyerin le había robado el corazón desde que la conoció.
No solo por ser la hija de Joshua.
Tenían una conexión especial, Hyerin también lo quería mucho y cada vez que tenía algún problema y por alguna circunstancia no estaba Joshua recurría a él.
JeongHan era la única persona en todo el mundo que supo cuando Hyerin mandó su primera carta de amor, hasta la ayudó a escribirla.
Lamentablemente no recibió respuesta.
Ese día el Alfa terminó agotado en su trabajo, lo único que quería era llegar a casa y descansar, probablemente pediría comida a domicilio pero cuando se detuvo en el marco de la puerta del salón de Hyerin una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Cepilla arriba, cepilla abajo, izquierda, derecha y dando vueltas, que blanca sonrisa quedará —Cantaba JeongHan con un diente de juguete en las manos, los niños estaban sentados a su alrededor, aplaudiendo al ritmo de la canción —¡Lo has hecho genial!
JeongHan era un asombroso profesional, no sólo se dedicaba a divertir y cuidar a los pequeños, su trabajo era que alcanzaran el máximo potencial de desarrollo en sus cerebros, brindándoles estimulaciones para que pudiesen ir adquiriendo habilidades sociales e ir ampliando el vocabulario, acciones como levantar la mano para opinar y preguntar, tolerar la frustración, seguir instrucciones, esperar el turno, respetar lo que otros piensan, ofrecerse para ayudar, compartir y jugar con otros niños que pueden resultar muy simples pero que su desarrollo se dificulta estando en casa al cuidado de sus padres o familiares.
Y Joshua era testigo del impacto positivo de JeongHan y el entorno sobre Hyerin.
Ahora entendía cómo es que había aprendido a lavarse los dientes tan bien, incluso mejor que él y esa melodía cuando los cepillaba era de la canción que el omega cantaba.
La actividad favorita de Hyerin era jugar con legos y en el jardín de infantes tenía una variedad infinita de ellos para armar un castillo junto a sus compañeros y el día miércoles cuando fue Joshua por ella inmediatamente se escondió al ver a todos los niños con las caritas pintadas, pero el omega alcanzó a verlo y lo arrastró dentro del salón.
—¡Por favor! —Insistió JeongHan con el fino pincel en la mano —¡Haré algo pequeño!
—No —Se quejó el Alfa alejándolo, echando su cuerpo hacia atrás.
—¡Papi! —Se unió Hyerin tirando de la chaqueta de su traje —¡Por favor!
—No quiero ser un gato otra vez —Advirtió Joshua y JeongHan se acercó con una sonrisa.
Se fueron a casa en el auto del Alfa, Hyerin iba con su carita pintada de gato, se veía más linda de lo habitual, JeongHan tenía pequeñas estrellas amarillas en sus mejillas y Joshua tenía todo el rostro lleno de corazones rojos.
No pudo hacer nada para detenerlos, Hyerin y JeongHan se unían en su contra.
—Hola —Saludó Joshua al abrir la puerta y ver a JeongHan, quien llevaba ropa más cómoda pero seguía con las estrellitas pintadas en sus mejillas.
—Un perro ha arrancado los girasoles —Dijo el omega enseñando las flores en sus manos.
—Yo no tengo girasoles y esos son de plástico —Alzó las cejas.
—Cierto, son para ti —Estiró los brazos ofreciendo las flores, Joshua negó con la cabeza manteniendo una sonrisa y las recibió —En realidad solo quería verte. ¿Puedo entrar?
—Sí, por supuesto, disculpa —Se hizo a un lado en la puerta.
—Oh no, mejor regreso en otro momento —Se dio la media vuelta al ver los papeles encima de la mesa en la sala pero Joshua rodeó su muñeca deteniéndolo —No quiero interrumpir tu trabajo.
—No te preocupes, me hará bien distraerme un momento.
—¿Soy tu distracción? —Preguntó adorando estar tan cerca del Alfa, se estaba embriagando con su fuerte aroma.
—¿Te molesta serlo? —Preguntó en un tono coqueto, aflojó el agarre en la muñeca ajena y caminó por el pasillo en dirección a la cocina seguido por JeongHan.
—No.
—¿Quieres algo para beber?
—Por favor —Apoyó los brazos en la isla de la cocina, viéndolo de espalda.
Joshua sacó dos cajas de zumo de la nevera, eran de diferentes sabores, sirvió un vaso con zumo de naranja que era para él y otro de fresa para JeongHan. Hyerin también era fanática de las naranjas pero cuando iban a hacer las compras sin darse cuenta terminaba llevando uno de fresa, a JeongHan le encantaba.
—Gracias —Bebió un sorbo del zumo y miró por los ventanales de la cocina hacia el patio trasero, Hyerin estaba jugando en el césped, había sacado una mesita y le servía té a todos los peluches. Apenas lo vio agitó su mano efusivamente saludándolo.
Ella también seguía con la carita pintada.
—Es un encanto —Comentó JeongHan mirándola con ternura, Joshua desde el otro lado de la isla giró el rostro hacia el omega.
Cada día lo encontraba más hermoso, más dulce, había algo que le atraía de una manera inexplicable, que lo mareaba y al mismo tiempo lo estabilizaba.
—Esto lo encontrarás muy extraño pero no quiero que siga creciendo —Aclaró su garganta bajando la mirada —Será una adolescente, querrá independencia y ya no me necesitará tanto como lo hace ahora.
—Eso no es cierto —Dijo JeongHan sin mirarlo —No quieres que algún chico o chica se acerque a ella.
—Me descubriste —Rieron y otra vez se quedó en silencio, mirando el perfil de JeongHan.
No quería enamorarse pero cada vez que sonreía arruinaba sus planes.
—Ya debo irme —Dijo de pronto el omega, deslizando el vaso por la isla de la cocina.
—¿Tan pronto? —Preguntó en voz baja, pasando la mano por su nuca pero actuó rápido cuando vio a JeongHan darse la media vuelta.
—Sí.
—Quédate otro rato —Pidió siguiéndolo —Con Hyerin pronto cenaremos.
—Me encantaría pero mis padres están de aniversario y organizaron una cena en casa —Dijo abriendo la puerta principal.
—Entiendo, pásala bien y envíales saludos de mi parte —Colocó las manos en el borde de la puerta y sin pensarlo se inclinó hacia adelante, besando la mejilla de JeongHan dejándolo sin palabras, él se alejó aguantando sus ganas de reír al ver su rostro —No olvides quitar las estrellitas de tus mejillas.
Durante la noche siguiente el Alfa se levantó y fue a la habitación de Hyerin, algo no andaba bien y lo comprobó cuando tocó su frente, estaba con temperatura, la despertó y la pequeña no dejó de quejarse, debía poder manejarlo pero no solía enfermarse, no supo qué hacer y llamó a JeongHan, el omega revisó la temperatura de la pequeña, aplicando paños fríos en su cuerpo, poco a poco fue bajando y se quedó profundamente dormida.
—Disculpa por haberte llamado a esta hora —Cerró la puerta de la habitación de Hyerin y bajaron por las escaleras.
—No te preocupes —Dijo JeongHan en voz baja, dejando los paños húmedos en la cocina.
El Alfa miró el pie de JeongHan, notando que estaba cojeando.
—Ven —Sin que JeongHan se lo esperará lo tomó de la cintura sentándolo en la isla de la cocina, se sentó en el taburete, sacó el zapato y la calceta dejando ver una venda que envolvía su talón y tobillo.
—Hoy me caí jugando con los niños —Musitó JeongHan avergonzado.
—Deberías ser más cuidadoso —Suspiró retirando las gasas, vio la pequeña heridas y fue por el botiquín de primeros auxilios que mantenía en la cocina, con Hyerin debía tener uno en cada habitación de la casa, volvió a sentarse limpiando la herida con extremo cuidado —¿Qué harían los niños si te ocurre algo más grave? Sabes que te extrañarían.
—¿Tú también lo harías? —Miró hacia abajo, hacia Joshua y el Alfa levantó la cabeza cruzando sus miradas —¿Me extrañarías?
Joshua guardó silencio, sacando las cintas para sujetar la nueva venda en el pie de JeongHan.
—¿Debería rendirme? —Preguntó JeongHan con tristeza.
Su corazón dolía.
Y Joshua se dio cuenta de que lo estaba hiriendo al no decirle lo que sentía por él.
Al día siguiente Hyerin estaba coloreando en la cocina mientras que Joshua preparaba la cena.
—Papi... Mañana es San Valentín —Dijo Hyerin vacilando moviendo sus piernas en el taburete.
—Lo sé —Revolvió los vegetales en el sartén —¿Tienes alguna cita?
—¡No! —Chilló la pequeña, saliéndose de las líneas al pintar, arrugó la hoja y volvió a comenzar.
—¿Debería preocuparme por algún niño de tu salón? —Preguntó el Alfa divertido, mirando de reojo a su hija.
—¡Papi! —Regañó Hyerin —Yo soy muy pequeña para tener citas.
—Un bebé.
—Tú bebé —Ladeó la cabeza regalándole una tierna sonrisa a su papá —¿Qué harás en San Valentín?
—No lo sé —Respondió Joshua —¿Deberíamos ver alguna película?
—¿Por qué no invitas a una cita al maestro Hannie? Él te quiere mucho y yo sé que tú también lo quieres aunque no se lo digas.
—¿Cómo lo sabes? —Tomó los platos y comenzó a servir.
—Porque tus ojitos brillan cuando lo miras y porque sonríes mucho cuando estás con él —Respondió haciendo a un lado todos los dibujos y guardando rápidamente los lápices de colores antes de que llegara la comida —Además se ven muy lindos juntos.
—El mundo de los adultos es un poco más complicado —Colocó los platos en la isla de la cocina y ayudó a Hyerin con los lápices.
—Claro que no, sólo debes preguntarle si quiere ser tu San Valentín.
Joshua desvió la mirada soltando una risa y volvió su atención a la menor —¿No te molestaría que lo invitara a una cita?
—No.
Lo pensó unos segundos, su hija lo miraba con esos enormes ojos encantadores, hizo a un lado el plato y apoyó los brazos en la mesa inclinándose hacia ella —¿Y me ayudarías a organizar algo si acepta?
—¡Sí! —Exclamó con alegría —Tengo muchas ideas, ¿Cuándo lo invitarás?
—No lo sé.
—¡Mañana en la obra de teatro! —Tomó todos sus dibujos y se bajó del taburete.
—No.
—¡Frente a todos!
—Hyerin —Intentó detenerla, no había cenado.
—¡Será muy romántico! —Corrió saliendo de la cocina directo a su habitación, con la cabeza llena de ideas que debía preparar esa misma noche.
—¡Hyerin! —La llamó pero fue inútil —No puedo invitarlo frente a todos.
Como un padre orgulloso Joshua llenaba su móvil con fotos de su hija cada vez que participaba en alguna actividad en el jardín.
Estuvo esperando toda la obra de teatro hasta que una pequeña y adorable abeja apareció en escena, dando pequeños saltitos mientras agitaba las alas.
Hyerin no tuvo mucho diálogo, sólo se acercó un compañero que estaba disfrazado de flor y le preguntó si quería ser su amigo.
Fueron los quince segundos más especiales para Joshua, donde estuvo grabando cada saltito, hasta se levantó de la silla siguiendo a la pequeña pidiéndole permiso a los otros padres para avanzar.
Al terminar la obra los adultos aplaudieron, los niños se tomaron de las manos frente a todos e hicieron una reverencia.
JeongHan iba a hablar cuando vio a Hyerin corriendo hacia su papá, tomándolo de la mano, llevándolo al centro del salón.
—¿Q-Qué haces? —Tartamudeó el Alfa, los pequeños que estaba disfrazados de árboles, diferentes tipos de flores, nubes y espantapájaros, lo rodearon a él y a JeongHan, su hija le entregó una cartulina doblaba y colocándose detrás del maestro jardinero le hizo una señal para que la abriera.
"Sé mi San Valentín"
Los niños lanzaron pequeñas flores hechas de papel junto a confeti mientras que Hyerin comenzó a correr alrededor de la pareja, agitando sus alitas y las antenas de su cabeza.
El Alfa volteó el cartel hacia él y miró a JeongHan.
—¿Y cuál es tu respuesta? —Preguntó escuchando los murmullos de los demás padres presentes.
—Sí —Esbozó una de esas sonrisas que Joshua quería probar —Quiero ser tu San Valentín.
Esa misma tarde se fue de compras con Hyerin, la pequeña estaba vuelta loca sacando globos y pidiéndoles a los vendedores de la tienda todo lo necesario paga una velada inolvidable, según ella.
Y las nueve de la noche Joshua abrió la puerta de la casa recibiendo a JeongHan, el omega estaba más precioso que nunca, radiante, con un pantalón de tela color negro y una camisa blanca con los primeros botones abiertos, enseñando un choker que envolvía su cuello.
—Espero que no te moleste que estemos aquí en casa —Lo hizo entrar a la sala, tocándose la frente por toda la decoración de Hyerin mientras él preparaba la cena.
—Para nada —Miró a su alrededor, había globos con forma de corazón en cada esquina de la sala, con serpentinas color blanco cayendo de ellos y banderines celebrando el día del amor. Cada florero tenía rosas rojas y los espirales con corazones de colores caían del techo, Joshua se seguía preguntando cómo es que logró ponerlos, pero lo que más llamó su atención fue un enorme corazón con dos cupidos a los lados —¿Tú organizaste todo esto?
—Hyerin me ayudó en esta parte —Confesó apenado.
—Lo imaginé.
—¿Es demasiado? —Preguntó cerrando la puerta, mirando a JeongHan —Lo siento, hace años que no tengo una cita.
—Está perfecto —Fue sincero —Y huele delicioso.
—Preparé la cena —Dijo con orgullo —¿Pasamos a la cocina?
JeongHan sintió que le faltó el aire al ver la decoración en la mesa, las luces estaban apagadas, solo había una luz tenue en la cocina que no interfería con la iluminación de las velas rojas, los cubiertos y platos estaban en su lugar, perfectamente acomodados, con copas de vino y una rosa a cada lado. El sutil aroma a lavanda entró por sus fosas nasales y se giró hacia Joshua.
—¿T-Te gusta? —Preguntó el Alfa.
—Me encanta.
—Serviré la cena —Estaba nervioso y cada gesto en su rostro lo demostraba pero a JeongHan se le hacía adorable —Puedes tomar asiento.
—¿No quieres ayuda? —Preguntó al verlo afligido, sin saber por dónde comenzar.
—No, no, estoy bien.
—¿Seguro?
—Sí.
Lo vio trabajar detrás de la isla de la cocina, obteniendo más confianza al paso de los minutos, Joshua era el hombre perfecto, no sólo era un buen padre, era trabajador, sincero, amable, caballero y respetuoso, JeongHan apoyó la cabeza en una mano y lo miró en silencio, el Alfa sirvió la comida y la llevó a la mesa.
—Es tu plato favorito —Lo dejó frente al omega, sorprendiéndolo y lo supo al ver cómo separaba ligeramente los labios —No me puedes decir que no te tomo atención o no conozco tus gustos.
Esa noche Joshua le conversó de su trabajo y aunque JeongHan no era abusado le pareció fascinante, escuchó con atención cada palabra que salía de los labios del Alfa y Joshua rió en más de una oportunidad al escuchar las travesuras de los niños en el jardín, admiraba la paciencia de JeongHan y lo dedicado que era en su trabajo. Rieron hasta que no pudieron más, regañándose entre ellos después de hacerlo al recordar que Hyerin estaba arriba durmiendo.
Con un poco de alcohol en la sangre pero no el suficiente como para no saber lo que estaba haciendo, Joshua encendió el equipo de radio, reproduciendo su música favorita, era lenta, romántica, estiró su brazo hacia el omega y al estar frente a frente, JeongHan apoyó las manos en los hombros del Alfa quien rodeó su cintura, moviéndose al suave ritmo de la música.
—¿Cuándo dejarás de hacerte el desentendido? —Preguntó en un susurro, fundiéndose en los brazos de Joshua, escondiéndose en su cuello, volviendo el movimiento de sus pies más lento —Estoy enamorado de ti, hace años estoy enamorado de ti.
Joshua se quedó en silencio, deslizando sus manos por la espalda del omega. JeongHan deshizo el abrazó mirándolo a los ojos, estos rápidamente se humedecieron sintiendo que estaba nadando contra la corriente.
Quiso voltearse e irse pero Joshua lo tomó de la babilla, obligándole a mirarlo. JeongHan se ruborizó.
—Soy un hombre con un pasado difícil —Musitó el americano forzando una débil sonrisa —Triste, y aunque siempre atesoraré el recuerdo de JiHoon, mi corazón se rompió y cuando quise repararlo quedó lleno de agujeros, de espacios vacíos que nunca supe cómo llenar —Hasta que JeongHan apareció en su vida.
—No me importa —Habló JeongHan con voz clara —Sé que puedo curar cada una de tus heridas y encargarme de llenar esos espacios vacíos.
—¿Y qué ocurre ahí? —Preguntó mirando el pecho de JeongHan, donde estaba su corazón.
—No mucho en realidad, he ido recogiendo y pegando los pedazos de mi corazón.
—¿Qué pegamento usas? —Preguntó de pronto —Para poder ayudarte.
A JeongHan se le escapó una suave risa.
—Te ayudaré a recoger cada pedacito —Agregó el Alfa, quería hacerlo, darse una oportunidad con el único hombre que quería a su lado —Y prometo que cuando esté completo, haré lo posible e imposible porque no vuelva a romperse.
—¿Cada pedacito? —Preguntó levantó una mano, acariciando la mejilla de Joshua cuando el americano asintió lentamente —Es imposible que no pueda estar enamorado de ti.
Joshua se inclinó hacia adelante, tomándolo de las mejillas, uniendo sus labios en un beso que los estremeció.
El omega se aferró a la camisa de Joshua, empuñando sus manos en ella al dejar que el Alfa explorara su cavidad bucal, Joshua le estaba robando todo el aire de sus pulmones y solo dejó que lo recuperara en un par de segundos antes de volver a besarlo de una manera más apasionada, un quejido se escapó de sus labios al terminar el beso, apoyaron sus frentes y abrieron los ojos, sonriendo, con la respiración agitada.
Habían esperado tanto por ese beso que ahora no podían creer que había sucedido.
JeongHan se volvió a acercar dándole tres besos cortos en los labios —Quiero sanar tu corazón y llenarlo de amor junto a Hyerin.
En ese momento unos pequeños pies bajaron por las escaleras.
Joshua asintió con la cabeza —Sólo si me permites ayudar a reparar el tuyo.
—Ya lo haces, cada día que te veo.
Se abrazaron con fuerza y Joshua suspiró al tenerlo entre sus brazos, se sentía bien, más que bien.
Hyerin estaba asomada desde el pasillo, mirándolos con una sonrisa en el rostro, Joshua se la devolvió y soltó una risa al verla bailar, dando giros sosteniendo un oso de peluche en las manos.
La pareja tomó distancia mirando a la pequeña quien no dudó en correr hacia ellos cuando se agacharon, abrazó primero a su papá Joshua, estiró el brazo hacia JeongHan y el rubio dejó un beso en su mejilla pero Hyerin rodeó su cuello, uniéndolo al abrazo familiar.
Porque eso serían desde ahora en adelante; una familia.
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