Capítulo 37

MinKi se hubiese caído de la cama si los reflejos de SeungCheol no hubieran sido lo suficientemente rápidos como para alcanzarlo a sujetar.

—Tranquilo bebé —SeungCheol le sonrió —Lo llamaremos.

Para los dos adolescentes fue como si se iban a ver por primera vez, como si iban a conocer a alguien de quién ya estaban enamorados. Emoción y nerviosismo por verse cara a cara después de tantos meses, sin una sábana de por medio o maquillaje de payaso.

DoYeon bajó la mirada y soltó una risita cuando vio a MinKi sentado en la cama con una sábana blanca encima.

—Pensé que ya habíamos superado esta etapa —Habló el mayor con su voz grave haciendo estremecer a MinKi.

—No me digas nada o me levantaré a golpearte por engañarme —Lo siguió con la mirada a través de la delgada tela.

—Si hablamos de engaños tú fuiste el primero quien lo cometió, diciéndome que se irían de la ciudad y que jamás me quisiste —Se sentó al borde de la ventana mirando hacia la cama.

—Perdón —Mordió su labio inferior al no saber qué más decir.

—Tus padres me han dicho que querías verme —Se quitó la capucha del suéter color negro y desordenó su cabello.

—Sí.

—Aquí estoy.

—Sí, aquí estás —Susurró, los nervios se lo comían vivo, jugó con sus dedos y miró a DoYeon —¿Por qué lo hiciste? Hacerte por Mushu, venir cada día y estar dispuesto a donar tus células madre después de haberte mentido.

—Creo que ya te lo había dicho antes —Movió su pie, avergonzado —Te quiero.

—Conoces mi situación —Habló MinKi —No saldré de aquí la próxima semana o el mes que viene, si algo he aprendido todos estos años es que el cáncer es incierto y aunque ya no esté en mi cuerpo no significa que no pueda volver o que no haya alguna complicación lo suficientemente grave que detenga a mi corazón para siempre.

—¿Y prefieres vivir de esa manera? —Se levantó y lentamente caminó hacia el menor, agachándose frente a él, podía ver su silueta gracias a los rayos de sol que entraban por la ventana —¿Evitando lo que te hace feliz por miedo al mañana? Eso no es vida, no puedes continuar atado al pensamiento de que tu corazón dejará de latir, todos nos moriremos en algún momento y no por eso dejamos de vivir. Sé que tu situación es distinta, ni siquiera puedo imaginar por todo lo que has pasado y quizás estés pensando que todo lo que digo es una tontería porque yo jamás he estado tanto tiempo en un hospital o combatiendo contra una enfermedad como el cáncer...

—No es una tontería lo que dices —MinKi lo interrumpió, las lágrimas amenazaban con salir pero no quería llorar, no quería derramar más lágrimas —Tienes razón en todo, lo he escuchado de distintas personas y quise recuperar los años perdidos cuando regresé de Japón con mi papá SeungCheol pero llegar a esto de nuevo fue un balde de agua fría.

—Pero ya está —Colocó su mano sobre el muslo de MinKi sin darse cuenta, necesitaba transmitirle tranquilidad y confianza, asegurarse de que estaba allí a través del tacto —Supiste ganarle una batalla más y estoy seguro seguro que saldrás de aquí completamente recuperado, entonces habrás ganado la guerra pero en el tiempo que dure todo esto no dejes de vivir.

MinKi se quedó en silencio, haciendo rodar el tallo de la flor de papel que tenía en sus manos.

—¿Me das permiso de entrar a cada batalla para pelear a tu lado? —Preguntó DoYeon.

—No será un noviazgo normal.

—Nosotros no somos normales —Dijo DoYeon haciendo reír a MinKi, sonrió al escucharlo —Y por lo mismo tendremos citas aquí, en en hospital, ¿Cuántas personas pueden decir eso? Podremos contarlo al salir y sentirán envidia, querrán hacer lo mismo.

Miró cómo MinKi sacaba su brazo para dejar la flor sobre la mesita de noche junto al mazo de cartas.

—Me alegra mucho que conserves mis regalos.

—Leí cada una de las cartas pero la última no tiene nada escrito —Logró recordar —Está vacía.

—Es porque hay una infinidad de razones para quererte, tantas, que no podía escribirlas todas.

MinKi sonrió y sus mejillas se sonrojaron.

—Lo siento —Habló de pronto DoYeon, dejándolo confundido.

—¿Por qué?

—Necesito hacer esto —Se levantó y deslizó la sábana dejando expuesto al menor, antes de que protestara por su atrevimiento tomó sus mejillas levantando su cabeza y lo besó, no fue un simple toque de labios, fue un beso intenso y necesitado, con gotas de ternura y cuidado que fue correspondido al instante.

MinKi acarició los brazos de DoYeon mientras sentía unas delicadas caricias en sus mejillas, las cuales estaban ardiendo.

—¿Te haces una idea de lo mucho que te quiero y de lo loco que me traes? —Sujetó la cabeza de MinKi alejándose unos pocos centímetros, sonrió y volvió a besarlo.

—Te vestiste de payaso por mí —Dijo cuando el segundo beso terminó.

—Y lo haría de nuevo, mil veces más si es necesario —Susurró mezclando sus respiraciones agitadas, abrió los ojos y vio una lágrima caer por la mejilla del menor —No llores, bonito, por favor.

—Te quiero —Sonrió subiendo los manos hasta la nuca del pelinegro.

—Te quiero MinKi —Sufrió de una explosión de mariposas en su pecho al decirlo.

—No me mires tanto —Mordió su labio inferior cuando DoYeon se agachó, levantando la cabeza para observarlo. Ya estaba buscando dónde esconderse.

—¿Por qué no? —Sonrió coqueto —¿No quieres que me siga enamorando de ti?

—DoYeon —Lo regañó pero se le escapó una sonrisa que daba a entender cuánto le gustaba que le hablara así —Basta.

Se quedaron unos segundos mirándose sin decir nada o tal vez fueron minutos, el tiempo se había detenido y lo único que querían era estar juntos, descifrando sus miradas.

—¿Puedes cerrar los ojos un momento? —Pidió MinKi cuando DoYeon se sentó en la cama frente a él.

El mayor obedeció y MinKi sujetó la cabeza de DoYeon con las manos, se inclinó hacia adelante y comenzó a repartir pequeños besos por su rostro, comenzando por la frente y terminando en su barbilla.

Podían escuchar los latidos pausados de sus corazones, la tranquilidad del ambiente y el amor que reinaba en sus interiores.

DoYeon abrió los ojos cuando dejó de recibir besos y se encontró con esa mirada inocente y ese rostro angelical que deseaba ver hasta que su corazón dejara de latir.

—Esto ha sido lo más romántico e íntimo que he experimentado en mi vida.

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