Capítulo 33

Las visitas fueron diarias y muchas veces MinKi se quedaba en silencio esperando aburrir al payaso que le estaba haciendo la vida imposible, quizás así se iría pero no, al día siguiente volvía a ir.

Y se estaba hartando de tener a un completo desconocido irrumpiendo en su privacidad, ¿Es que acaso no visitaba a nadie más?

Durante los primeros minutos Mushu se sentaba cerca de la ventana y comenzaba a trabajar en las grullas, hasta había llevado una cesta que estaba junto a la cama de MinKi, era imposible que pudiera hacer mil sin antes aburrirse e irse.

MinKi tomó el mazo de cartas y se movió en la cama con la sábana encima, mirando al payaso frente a él.

—Yo no te necesito, no necesito a alguien que me haga reír —Habló logrando que lo mirara —No entiendo por qué sigues viniendo, ¿Mis padres te lo han pedido?

—No —Contestó DoYeon —Me gusta venir.

—¿Acaso estás mal de la cabeza? —Elevó la voz y casi se le cae la sábana de encima pero alcanzó a sujetarla y ocultarse —No hablamos, no quiero hablarte, te la pasas mas de cinco horas aquí haciendo inútiles grullas que no me concederán ningún deseo.

—¿Entonces ya pensaste en un deseo?

—¡Eres muy odioso! —Frunció el ceño —He trabajado siendo voluntario, se supone que no debes obligar a nadie a estar contigo y eso es precisamente lo que estás haciendo.

—Bien —DoYeon tomó las grullas terminadas y las dejó caer en la cesta —Pídeme que me vaya y lo haré.

MinKi lo dudó por algunos segundos pero quería estar solo, estaba enfadado, no sólo por ese payaso sino porque DoYeon no había regresado a verlo, bueno, esperarlo —Vete.

—Nos vemos mañana —Forzó una sonrisa y se alejó caminando hacia la puerta.

—¿Piensas volver mañana? —Se paró en la cama con la sábana blanca encima —¿Qué quieres de mí? ¿Verme? Porque eso no pasará.

—Pareces un fantasma —DoYeon metió las manos en los bolsillos de su jardinera.

—Y tú te ves como chucky con esa ropa —Se burló MinKi mirándolo de pies a cabeza.

—Te dejaré descansar y será mejor que te sientes o te caerás —Soltó una risita cuando el adorable fantasma se sentó en la cama —Mucho mejor, ¿Necesitas algo antes de que me vaya?

—¿Hay alguien afuera de mi habitación?

—¿Qué?

—Si es que acaso hay alguien afuera de mi habitación —Repitió de mala gana —¿Puedes ver? por favor.

Confundido, DoYeon abrió la puerta y se asomó por el pasillo, de pronto cayó en cuenta de lo que MinKi quería saber, volvió a entrar y miró al menor.

—Hay un chico —Mintió e inmediatamente MinKi se acercó a él, hubo una explosión de felicidad en su interior al ver su reacción.

—¿Un chico? —Preguntó MinKi interesado —¿Cómo es?

—Alto, delgado —Respondió no muy seguro —Guapo, muy guapo.

—¿Desde qué hora está ahí? ¿Lo sabes?

—Lo vi cuando llegue.

MinKi se sentó en la cama, juntando sus manos y apretando el mazo de cartas —¿Hace cuatro horas? —Susurró para sí mismo, levantó la cabeza —¿Puedo pedirte un favor?

—Sí, el que quieras.

El menor sacó su brazo y tomó una bolsa de papel de su mesita de noche donde sus abuelos le habían enviado dulces —¿Puedes entregárselos? Pero no digas que es de mi parte, puedes decir que te sobraron a ti, que los trajiste para los pacientes.

DoYeon rozó la mano de MinKi y un escalofrío recorrió su cuerpo —Lo haré con una condición.

—¿Cuál?

—Que mañana salgamos al jardín un momento.

Aceptó y DoYeon salió de la habitación con una enorme sonrisa en sus labios, en medio del pasillo se encontró con los padres del menor y les enseñó los dulces, era algo pequeño pero significaba mucho para él que MinKi lo tuviese presente y estuviese pendiente si iba a verlo o no.

Al día siguiente salieron al jardín y más de una persona los quedó mirando, DoYeon iba empujando una silla de ruedas donde había un adolescente cubierto con una sábana.

Eso no se veía todos los días.

Pero lo importante es que estaba afuera de su habitación, tomando aire y algo de sol. DoYeon tomó las precauciones necesarias antes de sacarlo, tenía el numero del doctor JiHoon y sabía exactamente dónde ir si había alguna complicación.

Sólo estarían afuera treinta minutos.

—Mushu —Lo llamó MinKi sintiendo como su respiración se volvía más pesada —Siento que me estoy asfixiando aquí adentro.

DoYeon se detuvo y rodeó la silla tomando las mejillas del menor —¿Te sientes mal? ¿Quieres que llame a tu papá?

—No, es solo... —Movió la sábana y suspiró.

—Eso tiene una solución muy sencilla —Sonrió sintiendo los fuertes latidos de su corazón y se saldría por su boca si no hacía algo al respecto.

—¿Me ayudas a quitarla?

MinKi se afirmó el gorro de lana mientras Mushu deslizaba la sábana por su cabeza, sacándola de la espalda y piernas.

DoYeon no era tonto, sabía lo que le esperaba ver y no era a un chico recuperándose y luchando contra un cáncer, con hematomas o más delgado.

Esperaba ver a su MinKi.

A ese chico de rostro adorable sin importar lo que pasara, esos ojitos pícaros y una sonrisa que volteaba su mundo de cabeza.

El tiempo se detuvo en ese preciso instante.

—No me mires de esa forma —Avergonzado, bajó las mangas del suéter amarillo que traía, ocultando sus brazos —Te dije que había una razón para ocultarme.

DoYeon sonrió y se inclinó hacia adelante, a la altura de MinKi. Olvidó por un momento que era el molestoso payaso Mushu para el menor y acarició su mejilla —Me habían dicho que eras lindo pero se quedaron cortos en la palabra.

—N-No te acerques tanto por favor —MinKi lo empujó suavemente hacia atrás cuando su espacio personal se vio invadido.

—¿Te pongo nervioso? —Preguntó coqueto.

—No, pero ya tengo novio —Miró a su alrededor —Puede llegar en cualquier momento y te golpeará, él siempre me protege.

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