Komorebi

Día 7: Hurt/confort

La mirada oscura contemplaba el agua cristalina transitar en el río que tenía enfrente, con los brazos entrecerrados en señal de pesadez y con los brazos apoyados en sus rodillas flexionadas. Con su mente pensando en demasiadas cosas pero intentando detenerlos.

Aunque ese era algo imposible, considerando que sobre sus hombros estaba la muerte de un innumerable números de personas. Algo que al pensar le ocasionaron nauseas, de ver sus manos teñidas del más profundo escarlata.

Las pesadillas no dejaban de rondar su cabeza a pesar de que habían pasado ya varios meses desde que despertó del trance en el que había estado durante diez años.

Lo primero que había visto al despertar era el rostro adulto de Erza, aquella niña que había amado tanto en el pasado. Pero el tiempo había jugado a su favor, de alguna manera la imagen que tenía de la niña había desaparecido y siendo reemplazada por el de una mujer. Lo siguiente que había pasado en su cabeza era el hecho de ver cómo dirigía una espada al cuello femenino donde podía verse la sangre escurriendo. El asco y el más grande desconcierto había invadido su cuerpo de pronto, alejándose lo antes posible de la mujer en cuestión.

Y observando ante él la pelea sanguinaria que se alzaba, viendo la sangre en el suelo y las columnas de fuego ascender por el cielo oscuro.

Intentó buscar alguna respuesta en Erza, que se levantaba del suelo y lo miraba con la duda junto con tintes de desconfianza y...odio.

―¿Qué está sucediendo? ―Habló con un nudo en la garganta.

―¿Esto? Estamos en guerra, una guerra que tú iniciaste.

Jellal retrocedió cuando escuchó aquellas palabras, como si hubiera recibido un golpe certero en el rostro. Sentía la vista borrosa mientras veía a soldados con el escudo de Deastoria atacando a los soldados de Qaislia. Hasta que finalmente como una puñalada en la cabeza una enorme cantidad de imágenes llegaron a su cabeza, recuerdos de aquellos diez años perdidos.

―¡Deténganse! ―Gritó lo más fuerte que su garganta había podido, llamando la atención de todos los soldados de Deastoria. ―¡Regresamos a Deastoria, este enfrentamiento se acabó!

Los soldados se mantuvieron en su sitio confundidos por el cambio de las órdenes.

―¡La guerra se acabó! ―Habló fuertemente mientras se encaminaba fuera del área de pelea.

En medio camino se había tenido que detener a vomitar al sentir el olor a hierro de la sangre impregnado en su piel. Le exigió al capitán de su ejército un informe detallado de que había pasado en esos diez años, algo que tomó por sorpresa al soldado pero aún así no iba a desobedecer a su rey. Y lo puso al tanto de cada una de las decisiones y actos que había hecho Deastoria..

Jellal en ese momento entendió la mirada de odio e repulsión de Erza. Él mismo no se había atrevido a verla antes del salir del campo de batalla, no podía hacerlo ¿Con que cara admitía que toda la sangre derramada no había sido cosa suya? Ni el se lo creería si se lo decían.

Por lo que una vez que llegó a al castillo, en la noche, se centró en hacer un comunicado para detener la guerra que pesaría por el resto de su vida en sus hombros. Cuando la puerta de su habitación se abrió, dejando ver a Hades, con una mirada angustiada.

―¿Qué es lo que sucede? ―El consejero y de su padre y ahora el suyo quiso saber lo que hacía.

―Eso mismo quiero preguntarte ¿cómo ha sucedido esta guerra? ―Dejó el tintero y lo miró con ferocidad. ―¿Cómo hemos llegado a esto?

―Han sido ordenes suyas, señor Jellal, ante la actitud hostil de cada pueblo.

―¿Hostil? En ed campo de batalla los únicos hostiles hemos sino nosotros. ―Azotó la mano en la mesa de recamara, sumamente frustrado.―Cuando mi padre vivía nada de esto había sucedido.

―Usted lo había dicho, cuando su padre vivía, pero su vida fue arrebatado por un soldado de Qaislia, por eso se comenzó este enfrentamiento, la muerte del soberano no es algo que podía pasarse por alto.

Jellal tomó nuevamente el pincel entre sus manos, recordando aquella noche fatídica donde su padre había muerto. Escenas que habían sido traumáticas para su corta edad.

―Esta guerra lleva mucho tiempo, es ahora de terminarla. ―Retomó su tarea de redacción del documento oficial.

―Si me permite opinar señor, no es la acción más astuta, estamos por conquistar a Qaislia y su padre será vengado, marcaremos la supremacía de Deastoria.

―No hablaré más del tema, esto se terminó.

Jellal siguió escribiendo en el papel, no importaba ya si su padre había muerto a manos de alguien de Qaislia, habían masacrado a gran parte de sus soldados, eso seria suficiente para limpiar el nombre de su padre. Percibió como Hades dio media vuelta caminando hasta la salida.

―Ese siempre fue el problema, teniendo el poder militar su padre siempre fue débil, un cobarde. ―Jellal dejó de escribir. ―Y aunque había confiado en usted, terminó siendo una decepción.

En ese momento, confundido por las palabras de su consejero Jellal giró en su silla para encararlo y preguntarle al respecto, pero la imagen que encontró era muy diferente. La noche entraba por el ventanal de su habitación y esta solo era iluminada por la tenue luz de su lampara de noche que usaba para redactar el documento oficial.

Y en esa escena de penumbra observó a Hades inclinándose hacía él, con un cuchillo en sus manos, directo hacía él. Y un deja vu se activó en su cabeza en ese momento.


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Aquella terrible noche donde Jellal había presenciado la muerte de su padre, saltó a su cabeza con fuerza. Y como una vez que el cuerpo de su padre estaba en el suelo, la figura del hombre acercándose hasta donde él estaba oculto  y tocándolo en la cara. Dejando correr un dolor exponencial ascendiendo por su cuerpo. Y una vez que cayó al suelo, pudo ver los zapatos a su lado.

―Usted me servirá bastante bien, príncipe.

Aquella voz era inconfundible la de Hades, su rostro torcido en una sonrisa arrogante y sus manos resplandeciendo en un color negro. Hasta que Jellal perdió la conciencia y al despertar él aseguraba haber visto a un soldado de Qaislia matar a su padre.

Sus memorias habían sido cambiadas a la par que un tatuaje apareció en su rostro.

Y como cada que Hades hablaba sobre el ataque de alguna aldea o reino pequeño hasta Deastoria y él quería oponerse, su tatuaje dolía hasta que terminaba cediendo a cualquier cosa que Hades le decía. De esa forma transcurrió el tiempo y Jellal dejó de oponerse a Hades, hasta creer cada cosa que le decía.

Atacando a cada pueblo o reino que se oponían a ser conquistados por Deastoria y destruyendo todo a su paso, dejando un camino de sangre en el proceso.


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Pero salir de ese trance que Hades había impuesto no parecía hacerlo feliz, por lo que había decidido acabar con el títere que había usado durante todo ese tiempo y tomar el mando del reino como siempre debería haber sido ante la muerte del anterior rey.

La navaja se hundió en la mano de Jellal que interpuso, atravesándola y una vez que la sangre brotó, sujetó el objeto afilado y levantó el rostro mientras resistía las ganas de gritar.

―Todo esto fue obra tuya, Hades, tú condenaste a Deastoria.

Hades retrocedió sobre sus pasos al ser desarmado de su cuchillo, había querido acertar como había sucedido con al antiguo rey pero Jellal había actuado más rápido.

―¿Condenado? ¡Yo he salvado a Deastoria, he asegurado su supremacía y tú no te interpondrás en mis planes.

Hades lo atacó en su habitación y Jellal lo detuvo, tirándolo al suelo, aprisionándolo y apuntando la navaja en su cuello, aquella navaja que le había quitado la vida a su padre.

Por su parte Hades intentó moverse, liberarse sin éxito, el agarre de Jellal era fuerte, inquebrantable. En el pasado había motivado a Jellal a adentrarse al ejercito con la esperanza de que en alguna de las batallas terminara muriendo, sorprendiéndose que llegara sano y salvo en cada ocasión. Si Jellal no moría él no podía ascender al trono. Pero en ese momento fue cuando consideró que el que Jellal fuera instruido en la pelea, manejo de armas y defensa, había sido su desventaja al atacarlo.

―Tú manchaste la memoria de mi padre y sentenciaste a la desgracia al reino.

Y tal resolución llevó a Jellal a exiliar al consejero que había servido al reino durante cinco decenas. Hubiera querido ejecutarlo por sus actos, pero ya había sido derramada mucha sangre y Jellal no quería sumar más a sus ya pesados hombros.

Una vez que Hades se fue del reino, el anuncio oficial circuló por cada uno de los reinos que habían sido conquistados por Deastoria. Sabía que eso no compondría nada de los hechos atroces que había hecho, sin embargo, era un comiendo.

Le esperaba un largo camino para componer el daño que había hecho, actuando como sabiduría como un soberano debería hacer e intentando seguir lo que su padre hubiera hecho en su lugar. Una tarea difícil considerando que no estaba ahí, pero Jellal cargaría toda la vida por lo que había hecho.

El dejarse hechizar por Hades con su poder de persuasión para actuar como el quería y hacer lo que el quisiera. Los meses habían pasado y aunque después de varias diplomáticas y la compensación monetaria a cada uno de los reinos afectados, Jellal había dejado para el final a Qaislia, el reino que más había día dañado en todos esos años. Inclinando la cabeza ante su rey Zeref, disculpándose de sus actos en el pasado y ese mismo día habían firmando un tratado de paz entre ambos reinos.

Todo parecía resuelto, la paz que su padre tanto había querido por fin estaba ahí.

Si eso era así ¿porque su corazón se estrujaba dolorosamente cada que recordaba lo que sucedió? Ultear, la nueva consejera del reino, le decía hasta el cansancio de que nada de eso había sido su culpa, que había sido controlado todo ese tiempo y aunque él sabia que eso era cierto, la culpa no desaparecía. Si tan solo él se hubiera dado cuenta de que había sido controlado, si tan solo él se había librado del poder mental. Si, él no había tomado esas decisiones pero aún así con su mano había matado a tanta gente y mucha gente había muerto por su debilidad.

Era el Rey de Deastoria, cualquier cosa que sucediera con el reino, sería su culpa.

Y estaba el hecho de que había estado a nada, meses atrás, de matar a Erza Scarlet. Había sido lo suficiente débil para haber matado a la mujer que amaba.

Se había enterado que esa guerra se había llevado al padre de Erza y que su madre estaba enferma debido a la perdida de su padre. Él había arruinado la vida de Erza y casi le arrebataba la vida. Aún no podía perdonarse por eso y jamás lo haría. Cuando había estado en Qaislia sabía que ella había estado entre los guardias que lo recibieron hasta el castillo y no había podido verla a los ojos, no merecía ni estar en el mismo lugar que ella.

Observó sus manos, manos que había intentando lavar hasta el cansancio pero podía ver la sangre aún en ellas. Tan rojas como el cabello de Erza, dejó salir un suspiro mientras levantaba la mirada hacia el azul mágico que ese lugar tenía.

Una vez terminado los asuntos burocráticos, Jellal había decidido volver a Heelinas. No con la esperanza de encontrar a Erza, sabía que ella había dejado de venir, podía intuirlo. A fin de cuentas una vez que su padre murió, él no volvió, cuando le había prometido que lo haría. Todo eso provocado por las manipulaciones de Hades. Él había ido a Heelinas porque ese era el único lugar que no tenía recuerdos malos atados, ese lugar mágico y puro.

A pesar de que sus pueblos estaban en paz, sabía que Erza lo seguiría odiando siempre. Él mismo se odiaba.

Cubrió su rostro con sus manos en un intento de seguir uniendo su alma, aquella que estaba fragmentada por sus actos. Él seguiría actuando de la mejor manera para compensar el daño, de pagar cada uno de sus crímenes, aunque le tomara toda la vida. Levantó el rostro y su pecho se paralizó al ver a Erza Scarlet de pie a un par de metros.

Su corazón se contrajo dolorosamente mientras veía la misma sorpresa en el rostro de la fémina. Él jamás pensó que ella regresaría y menos cuando él estaba ahí. La vio caminar hasta donde él estaba y sentarse a una distancia prudente de su posición, mirando al rio como él había estado haciendo en las horas que llevaba ahí.

El silencio llenó el espacio entre ambos, el sonido del viento acariciando el follaje de los arboles y aves volando por arriba de donde ellos estaban. Jellal sentía su corazón latiendo fuertemente y la culpa golpeando con fuerza, para aplacar la emoción de ver a Erza luego de tantos años. Se levantó de su sitio.

―Me iré y te dejaré Heelinas. ―El aire incomodo que flotaba entre ellos le dejaba en claro que debía irse y dejarla sola.

―No―Ella lo miró con la expresión seria. ―No me molesta que estés aquí, puedes quedarte.

Jellal se quedó en su sitio considerando las palabras de la fémina hasta que finalmente se dejó caer en el suelo de nuevo. Pensaba que si se iba en ese momento considerando que ella le había dicho que se quedara, sería una grosería y no podía seguir causándole dolor a Erza, aunque no sabía porque no se había ido al verlo ahí.

―¿Porque?

Erza volteó a verlo cuando escuchó la voz masculina hablar por lo bajo, casi como un susurro, pensando que de alguna manera lo había imaginado.

―¿Qué? ―Erza le habló en respuesta.

Jellal miraba el césped que tenía debajo de las botas negras que tenía puesta. Incapaz de poder mirarla, no estando tan cerca y aún más cuando el remordimiento aplastaba cualquier sentimiento que él pudiera sentir por Erza. El tiempo ni sus acciones había matado la manera en que Erza Scarlet movía todo su organismo, aunque considerando lo que había pasado, debía olvidar cualquier cosa sentimental.

―¿Porque a pesar de lo que he hecho, quieres quedarte?

―Te lo he dicho, no me molesta que te quedes.

Jellal la escuchaba hablar mientras ambos veían el agua correr por el rio, pero no podía entender nada de lo que le estaba diciendo. Impulsado por la desesperación se puso de pie, sin mirarla, solo viendo a un punto perdido del bosque que se alzaba enfrente de ellos.

―Pero ¿Porque no? ―Él levantó sus manos. ―Yo...yo hice tantas cosas, hay tanta sangre en mis manos, yo te...―Pero fue interrumpido.

Erza se levantó al verlo de pie, caminando hasta acortar la distancia que había entre ellos y se detuvo enfrente de él. A pesar de que ya lo había visto en el campo de guerra, ahora estar ante él le hacía detallar que era un par de centímetros más alto y que se vería realmente varonil a pesar de tener la mirada apagada. Dio un paso más, obligándolo a mirarla.

―Tú no hiciste nada. ―Ella lo observó, atrapando la mirada oscura. ―Y si decides que si, realmente ambos hicimos cosas, ambos asesinamos, por diferentes razones que creiamos que eran correctas en ese momento. ―Erza podía ver el odio propio que destilaba del rey de Deastoria. ―Las cosas están hechas, no podemos hacer nada para cambiar el pasado, pero tenemos la obligación de vivir por los que ya no están y hacer un mejor futuro.

Erza Scarlet no iba a negar el hecho de que aún tenía dudas y miedo de que el Jellal que había masacrado pueblos enteros y había intentando matarla aun apareciera a pesar de que se decía que todo eso había sido resultado de un control que había tenido por su consejero. El resentimiento de todo lo que había pasado seguía ahí, sin embargo, el odio se había esfumado, dejando salir aquel sentimiento que había reprimido durante tantos años. Podía sentir su pecho agitarse al estar tan cerca del masculino. Lo vio bajar la mirada, en un gesto lastimero y con el dolor presente.

Aquel acto impulsó a Erza a dar un paso más y abrazar a Jellal fuertemente, con la intención de mantenerlo unido. Cuando ella había perdido a su padre pensó que se rompería en cualquier momento. Ahora todo era más tolerable pero el hecho era que Jellal había reaccionado después de diez años encontrándose con una guerra que él había empezado al ser manipulado, con la muerte de su padre y de su madre por el dolor de ver al rey caído. Además de perder a varios amigos ante la guerra.

Él estaba sufriendo demasiado y el sentimiento de querer protegerlo y consolarlo se despertó en Erza, ocultando su rostro en el pecho del masculino, haciendo contacto con el después de tanto tiempo y sintiendo la calidez envolviéndola a ella de una manera que hace tanto había olvidado.

Jellal a pesar de que sabía que tenia prohibido sentir cualquier cosa agradable, a pesar de ser la basura más despreciable, su alma fragmentando franqueo y sus brazos la rodearon con fuerza, intentando mantenerse unido y hundiendo su nariz en el cuello femenino, sintiendo el aroma que recordaba perfectamente y el calor que solo Erza podía ofrecerle.

¿En algún momento él podía expiar sus culpas de todo lo que había hecho para poder merecer, al menos un poco, el estar con Erza? Jellal sabía perfectamente que podría vivir cien vidas y jamás la merecería.

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¡Y con esto terminamos la Jerza week! muy feliz de participar a pesar de la poca difusión al ser primeriza en este fandom, a pesar de eso me encantó escribir de uno de mis shipps que tanto me gustan.

Esta historia en si, la de losn días 1, 2, 3 y 7 la publicaré a parte con un ultimo capítulo adicional para finalizarlo, no se cuando será pero espero sea pronto.

¡Muchas gracias por leer!


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