4. El niño del pelotazo en el hocico - parte IV
—Es que no puedo parar de reír con el pelotazo y tu cara de tonto enamorado —dijo Paulo esa misma tarde, en su dormitorio, retorciéndose de la risa sobre la silla negra mientras que no dejaba de repetirse el video.
—¡Córtala po', Choco! —exclamó Cristóbal, estirado en la cama y no haciendo otra cosa más productiva que mirar el techo— Más encima le diste un me gusta. Buen amigo el que tengo.
—Ya tiene más de treinta mil visitas —logró contenerse y retomó—: Oye, si no es pa' tanto; a cualquiera le puede pasar. Verás que para la próxima semana nadie se va acordar. Y por lo menos se justificó que un crack se tapara la cara antes de caer al suelo.
—¿Nadie se acordará? ¡¿Dices que nadie se va a acordar?! —se sentó— ¡Gracias!, ¡haces que me sienta excelente!
—Pero me dijiste que los tíos ya fueron a hablar con la directora pa' que saquen el video. Lo más seguro es que castigarán al loco que lo subió y listo, problema resuelto.
—Sueña que así va a ser. Esto será para siempre, he quedado marcado para siempre. Ya puedo decirle adiós a Camila —y volvió a tumbarse con los brazos abiertos—. Jamás se va a fijar en el idiota de la ciudad.
—Jamás se va a fijar si no eres capaz de decirle lo que sientes por ella.
—Sería ridículo. Mucho más ahora que...
—Bla, bla, bla, bla... ¡Nunca te has atrevido a decirle a una niña tus sentimientos! ¡Te gustan desde guagua, pero te tiemblan las piernas cuando estás cerca de alguna que te deja tonto!
—Te juro que ella es la primera. La primera y única con la que me casaría, tendría hijos, un perro y un taca-taca.
—Bah. ¿Quieres que te recuerde a Daniela, la del jardín infantil? Como nunca podías decirle que la encontrabas hermosa le tirabas las trenzas y la dejabas llorando, ¿me equivoco?
—No empieces, Choco. Y créeme que lo de Camila es mucho más fuerte.
—¡Naah!... Oye, mejor te propongo lo siguiente —Paulo cerró el notebook, se apartó de la silla y abrió el armario donde guardaba un balón, abajo y junto a cinco pares de zapatillas gastadas por los puntetes y los rin rin raja, más otros dos pares de zapatos de fútbol regalados por su padre cubano. Tomó el esférico y lo lanzó sobre la panza de Cristóbal—. Vamos afuera. Te hará bien patear algo.
Lo que partió con dos niños, terminó en una pichanga de catorce vecinos. Siete por lado. Por un momento Cris logró olvidarse de su incómoda situación. Todo iba bien hasta que llegó la peor de las bromas: «¡Pégale con el hocico!», gritó desde el arco el siempre antipático Petiso Álvarez, con sus lentes poto de botella y su eterno bigote de leche.
Cristóbal, sintiendo cómo la gota rebalsaba el vaso, se desentendió del juego y fue directo a encararlo. De no haber sido porque lo detuvieron al instante, le habría propinado un puñetazo en el estómago lo suficientemente fuerte como para hacerlo devolver hasta la última hojuela de granola ya descompuesta.
Una vez que el Petiso Álvarez estuvo fuera de su alcance tomó el balón y lo pateó con rabia. Al cielo, lo más arriba que pudo. Si era posible que llegase más arriba de las nubes y que allí se quedara. Poco le inquietó que cayera en el patio de alguna vecina con malas pulgas, de esas que se suben a pedestales de valores y nunca devuelven los balones o volantines. En su arrebato de ira no le importó un ápice el destino de la pelota hasta que esta, en una suspensión imprevista e insólita, pareció eclipsar el sol. Daba la idea que le había llegado la hora de descender, pero para sorpresa de los chicos comenzó a planear como un avión de papel. ¡Qué viento más extraño e intenso!; el esférico parecía tomar una caprichosa dirección hacia el muro que separa la urbe del bosque. Ninguno se movió. Boquiabiertos vieron cómo la pelota terminó posándose sobre el remate superior del muro y, como si hubiese dudado sobre dónde quedarse, terminó por dejarse caer hacia el lado de la ciudad.
Nunca antes habían presenciado algo semejante. Y qué salvada también, puesto que siempre se dijo que todo lo que entra en ese bosque, nunca regresa.
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DICCIONARIO CHILENO
- Taca-taca: fútbol de mesa.
- Rin rin raja: travesura que consiste en tocar la puerta o timbre de una vivienda y huir sin ser visto.
- Pichanga: partido de fútbol informal (entre amigos).
- Volantín: tipo de cometa.
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