16: Archivos de furia

Roxellane

¿Otra pesadilla? Es bastante lúcida. Llueve mucho, tengo frío, y camino por la carretera. Me abrazo a mí misma cuando estoy por completo empapada. Avanzo, entonces llego a la ventana de una casa. Me sorprendo, soy yo, me veo dentro de aquel hogar. Besa a un hombre, el cual no conozco. La chica con mi misma cara se sienta a comer junto a él. Ella finge comer y cuando su acompañante voltea, le da la comida a su mascota. ¿Es un demonio? ¿Por eso no come comida humana? ¿Por qué tiene mi rostro? Tengo tanto frío, así que tiemblo. Sus ojos se giran por culpa de mi movimiento, entonces me visualiza. Me mantiene la mirada un buen rato, luego hace como que no me ha visto y no me presta más atención.

Retrocedo, observo la casa, es una mansión, deben tener mucho dinero. Dejo de cavilar cuando escucho un grito. Corro hasta la parte trasera del hogar, entonces veo al hombre muerto. Ella llora mientras discute con un demonio que está en su forma bestial. Discuten, pero no logro entenderlos. Hay una luz en la ventana, entonces dejo de prestarles atención y visualizo la estatuilla.

Mierda, esa maldita cosa otra vez.

Me ilumina, entonces chillo, ya que siento que me desintegro. Caigo de la cama, entonces despierto en el suelo. Un segundo, yo no me tropecé, ¿cierto? Me levanto muy molesta a gritarle.

—¡¿Cómo te atreves?! —le recrimino a Troyen—. ¡¡Me pateaste!! —me quejo, adolorida, tocando mi espalda.

—Haces demasiado ruido. —Se acomoda en la almohada y se ve que estaba leyendo, porque agarra unos documentos, ordenando las páginas.

—¿Tan temprano es? —Miro la hora—. ¿No deberías haberte ido?

—Esto está interesante.

Observo lo que lee, parece un expediente.

—¡¡Un segundo!! ¡¿Por qué eso tiene mi nombre?!

—Te lo dije una vez, te investigué. Este es uno de tus tantos legajos. ¡Oh, mira eso! —se burla, contemplando el papel—. Eres toda una rebelde, fuiste expulsada del colegio dos veces. Tus notas eran buenas, pero eras una problemática. Gracias a tus calificaciones no te expulsaron por tercera vez. Ve aquí, te ganaste una beca, pero la rechazaste. ¿Cómo juntaste el dinero para estudiar arqueología? ¿Te acostaste con algún profesor? —Levanta una hoja.

Intento quitarle el archivo.

—¡¡Deja eso, no te importa!! —Aleja la mano—. ¡¡Dámelo, no te pertenece!! —Caigo sobre él y me inclino, furiosa—. Eres insoportable.

Troyen se mantiene tranquilo y sonriente.

—Mira qué casualidad, yo tampoco te soporto, pero no me sorprende viendo tu expediente, somos tan incompatibles.

—Qué alegría saberlo —gruño—. ¡Dámelo! —insisto, entonces forcejeamos, pero termino debajo, así que me quejo—. Maldita sea.

Algunos de sus cabellos negros recaen cerca de mi cara, entonces me observa serio y de una manera intensa con ese color gris oscuro.

—Entiendo por qué tocaste la estatuilla.

Mi respiración sube y baja, agitada, por los nervios.

—Soy una profesional —expreso, determinada—. Lo que pasó con ese objeto del demonio me hizo flaquear. No sé lo que me provocó, si fue un hechizo o qué, pero no tiene que ver con mi irresponsabilidad en la adolescencia.

—Entonces lo único que te quedó de tu adolescencia es tu mal gusto por los hombres, ¿no?

—Ja, ja, qué gracioso —declaro con sarcasmo—. ¿Te puedes quitar?

Permanece serio, contemplándome, pero al final, termina por levantarse de encima. Con nerviosismo y un poco tambaleante, también salgo de la cama. Troyen me sigue con la vista.

—Eres aburrida —comenta.

Me giro a observarlo, frunciendo el ceño.

—Entonces déjame ir, así no te aburres más.

Se ríe.

—No es por eso que estás aquí, ¿ya te olvidaste?

—Entonces no deberías opinar sobre mí —me quejo.

Se aproxima y me paralizo, toma mi barbilla, entonces acerca su rostro al mío, por lo tanto, me tenso más.

—Eres mi mujer, yo opino lo que quiera de ti.

—No es mi voluntad, además... —Trago saliva—. El verdadero amor de tu vida, debe estar lamentándose mientras te espera. Ve a buscarlo, aquí no está.

Se carcajea, entonces me suelta.

—Sí, claro, el amor de mi vida —comenta con ironía.

—Por supuesto, un hombre tan fuerte y guapo como tú, seguro debe tener un montón de pretendientes detrás. Siendo sincera, cuando te vi por primera vez, me pareciste lindo, pero no me gustan los que se hacen los serios. Aunque eso no significa que no haya otras que no les gusten de tu estilo.

Enarca una ceja.

—Gracias, pero no voy a hablar de mis sentimientos contigo.

Me río tan solo un poco.

—Supongo que estamos a mano, pues tú estuviste opinando de mis parejas hace rato.

—Es diferente —responde, tranquilo.

Prefiero no responder, sé que habla de "ser superior", pero no me voy a meter en ese juego de "tener la razón". Me giro, camino al baño a cambiarme, luego cuando termino, le informo que me dirijo a buscar a Zijo y como no me detiene, me marcho del cuarto. Sigo enfadada por su estúpida acotación, pero más furiosa estoy cuando encuentro al rubio de mi escolta, besuqueándose con otra chica. Se besan muy apasionadamente en la pared.

Yo sufriendo y él está de fiestita.

Los esquivo, pues no me ven, entonces me dirijo al gimnasio. Voy sola, ya que nadie me detiene. Mientras pienso como sus bocas se tocaban, vendo mis manos por las dudas, para prepararme con la bolsa de boxeo. Una vez termino, comienzo a golpearla. Uno, dos, tres y... de repente, cae destruida al suelo, luego una columna se derrumba. No percibí en absoluto la magnitud de mi fuerza.

—Curioso. —Veo a Macdrell

Frunzo el ceño.

—¿Qué?

—Solo he visto a Máster romper esa viga cuando está enfadado, usted es su digna compañera, pero dígame, ¿qué le aqueja? ¿Él la molestó?

Camino hasta otra bolsa, entonces la golpeo.

—Él siempre me molesta —gruño.

—¿Entonces?

Me alejo de la columna.

—No pasa nada. —Bufo.

Ojalá pudiera quitarme de la cabeza la imagen de Zijo con esa mujer. No puedo creer que me enfade tanto, ya él me había aclarado que era un mujeriego. Aun así, debía estar trabajando, buscando un mapa o algo así, y no estar de fiestita.

¡¡Qué frustración, lo odio!!

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