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"¿Algo que quieras hacer?"

"Verte sonriendo."

"Para eso deberías ver mi rostro primero, idiota."

El paisaje era único, las palmeras tan altas que no podía ver su final sin desconcentrarse de las atestadas calles, por la derecha los edificios con carteles con los anhelados estrenos mundiales, la playa de ensueño a la izquierda y a su lado del auto, un Kiyoomi enrollado en si mismo con los últimos rayos de sol permitiéndole adorar su rostro parsimonio mientras dormía.

- Mh. - Gruñó el azabache moviéndose en el asiento. - Bájale a la música.

- Oh no Omi-kun, es nuestra gran entrada. - La mano de Atsumu viajo al radio, elevando el volumen. - ~¡Somebody ones told me the world is gonna roll me!~

Kiyoomi solo pudo quejarse en un gruñido mientras se reacomodoba como debía en el asiento, observando a los alrededores, notando que ya habían llegado a destino en su pequeña, -de casi una hora- siesta.

Se desperezó lo necesario para no querer patear a Atsumu generando un siniestro vial, y con su mejor cara de poker, que representaba su cara de todos los días, se reclinó sobre su costado, observando como el cabello del rubio jugaba con el viento mientras conducía con una mano e imitaba bailar ante la letra de Shrek en su gran entrada a la ciudad de Los Ángeles.

- ¿Iremos por Rin y Osamu? - Preguntó por cortesía cuando la canción terminó. - Mato por una ducha.

- Han salido temprano de Universal porque raramente había poca fila, ya nos esperan en el departamento.

El viaje al lugar fue lento, el tráfico de la ciudad era tal cual lo habían imaginado, pero ninguno tenía queja alguna, era como tener un trailer de todo lo que admirarían al día siguiente, la zona de Hollywood era realmente una obra de arte andante, con un aire a ser la mezcla de Shibuya, Roppongi e Ikebukuro solo que mucho, mucho más occidental.

Kiyoomi no podía creer que estuviera allí, en su vida y siendo un niño de Tokyo había pasado por esas atestadas zonas casi caóticas, pero allí se encontraba, observando todo con los ojos bien abiertos, una ligera sonrisa y un bonito rubio acariciando su mano.

Mientras que Atsumu no podía parar de parlotear entre gritos cuando veía algo que captaba su ojo curioso, no había nacido en una casa con carencias, pero su familia no era muy del tipo de tomar vacaciones más allá de las exclusivamente familiares, dónde paraba en las casas de sus abuelos o tíos y se dignaban a convivir entre los gemelos buscando que hacer para divertirse o con sus primos cuando tuvieron la edad necesaria para no llorar por un empujón.

Ya una hora luego el GPS les marcó que estaban a la vuelta de la esquina, dando así con un pequeño barrio recidencial en las zonas que rodeaban uno de los centros neurálgicos de la gran urbe, muchas casas familiares y uno que otro complejo de departamentos.

Dieron con el propio, dónde Rintarō y Osamu los esperaban sentados en las escaleras del mismo con una gran sonrisa y unas botellas de cerveza entre las manos, agitandolas por el aire a recibirlos.

Atsumu apenas puso el frenó de mano saltó del auto en dirección a su hermano, cualquiera diría que era un tanto extremo el abrazo que se dieron, seguido de un empujón y risas, pero los dos jóvenes que los observaban sabían bien que esos dos las pocas veces que no se veían durante 4 o 5 días era por algo de suma importancia, al menos desde el día que nacieron.

Kiyoomi se tomó su tiempo de saludar desde lejos a Suna, que aunque quería estrechar a su amigo entre sus brazos entendía cuando lo vió cojer su valija y preguntando en un grito cuál sería su cuarto y dónde estaba el baño, el porque de su distancia.

Atsumu saludo a Rintarō luego de ponerse al día con su hermano de los tres días en San Francisco, y con la ayuda de ambos entraron todo el equipaje hacía el cuarto indicado.

La ducha ya sonaba de fondo, y con un aviso de la pareja de que irían por algo de cenar, el rubio se dignó a hacer lo que le daría uno que otro punto con su novio, como también más tiempo libre para disfrutar sus vacaciones.

Los guantes de látex chasquearon cuando los estiró por sus manos, y las ventanas crujieron cuando las abrió de par en par, dejando solo la mosquitera para protegerlos, le tomó unos diez minutos repasar el suelo y los muebles con el desinfectante favorito de Kiyoomi, y unos cinco más cambiar las sábanas de la cama matrimonial y rocear todo el cuarto con desodorante de ambiente antibacterial, y aunque habían sido solo quince minutos, para el parecía una o dos horas, ya que en su vida había hecho más que arrojar ropa a un cesto o lavado algunos platos de muy mala manera.

Lo que uno hacía por amor.

- Eres genial. - Habló Kiyoomi a sus espaldas. - Te abrazaría, pero te debes una ducha.

Atsumu se volteó permitiéndose un minuto de silencio al admirar a Sakusa Kiyoomi con tan solo una toalla que rodeaban su cintura, dejando a la vista la perfección de sus abdominales, brazos, pecho, cuello, piernas y todo lo que podría desear, hasta sus rulos a medio formar cayendo sobre su rostro por el peso del agua que aún se mantenía allí.

- Tu pito se caerá de pensar tantas cosas impuras Miya.

- Estoy muy cansado de limpiar como para lavar mi propio cabello. - Masculló mientras rebuscaba en su valija una toalla. - Quedaré sucio si me baño solo.

La lengua de Kiyoomi chistó por costumbre, ya que en su mente no había queja alguna a recibir un segundo baño, y mucho menos si incluía a su novio en él.


La mañana siguiente comenzó como un sueño, aroma a miso y salmón frito entrando por la puerta, el sonido del mar por la ventana y Atsumu roncando en su pecho.

Sakusa Kiyoomi creía sentirse un iluminado en esos instantes, por lo que se permitió seguir disfrutando su suerte, recordando que luego pasaría algunos meses anhelando el recuerdo que este viaje crearía.

Tal vez en algunas horas lamentaria lo que estaba por hacer, pero en el segundo que los ojos de Atsumu se clavaron en los propios, no pudo guardar sus pensamientos para si mismo.

"Realmente eres hermoso durmiendo, ¿Lo sabes?"

"Buenos días para ti Omi-kun."

"Y tú te vez hermoso a cualquier hora."

Kiyoomi se removió entre las sábanas para dar un beso a Atsumu, aprovechando que ningún chiste cortará la atmósfera más bien romántica, para luego pararse para comenzar su día.

El desayuno fue servido por dos tortolos empedernidos, mientras Sakusa y Mitad debatían a partir de su mente cuáles serían las mejores paradas para los cuatro en Hollywood.

El paseo de la fama fue indiscutible, teniendo a Atsumu de Queen y Harrison Ford, a Osamu casi lamiendo la de Louis Tomlinson y llorando mientras Suna lo fotografiaba junto a la de Elton John, el ojiverde fotografiando casi todas con la cámara que había adquirido meses atrás y una nube de chiste de los tres cuando pescaron a Kiyoomi sacando discretamente una fotografía de sus zapatos junto a la de Marilyn Manson y Monroe, robándoles así casi cuatro horas entre almuerzo y caminata interminable por la zona.

La tarde fue relegada a la primera recorrida de tiendas, dónde Sunarin y Atsumu no paraba de despedirse de sus sueldos de primera Liga de manera casi abusiva, entre ropa deportiva, regalos y materiales artísticos o souvenirs, mientras Sakusa rezaba a un Dios en el que ni creía para que nadie lo tocase y Osamu babeaba mares ante los puesto callejeros desde hamburguesas hasta la dona más grasosa de toda América del Norte, porque sabía bien y aún soñaba con ese vídeo extraño de YouTube que hablaba de las "rosquillas" de las panaderías argentinas espolvoreadas con azúcar que profesaba alguna vez saborear.

- ¿Ahora qué? - Preguntó Kiyoomi ya deseando una sustentada cena y las sábanas limpias bajo su cabeza.

- La última parada es el observatorio Griffith. - Habló Suna recostado sobre Osamu en la parte trasera. - ¿Realmente debemos ir hoy?

Suna, al igual que Kiyoomi, estaba exahusto, no importa que tanto ejercicio hiciera para ser jugador profesional, luego de tres días siendo arrastrado por un Osamu que no perdía la forma por todo Disney su cuerpo se sentía como luego de siete partidos de cinco sets.

- ¡Claro que sí! - Exclamaron ambos gemelos al mismo tiempo, haciendo que una risa se escapará de cada uno.

- ¿No quieren ver la extensión del cosmos y todo lo interesante que el cielo occidental tiene para nosotros? - Balbuceó Atsumu, con la positiva de su hermano moviendo la cabeza.

Sunarin y Kiyoomi intercambiaron miradas, sabiendo exactamente qué pensaba el otro aunque fueran los únicos allí sin un vínculo espiritual o embrional.

- Creo que es el momento justo para darles algunas horas para disfrutar en familia. - Habló Kiyoomi.

- Y dejarnos a mi y Kiyoo ponernos al día en coreano de lo molesto que puede ser tener a un Miya metido en tu subconsciente.

- ¿Acaso no es un dolor de trasero? - El coreano oxidado de Kiyoomi confundió a los hermanos.

- Cada maldito día que respiro.

Los Miya se resignaron a observar de mala gana como sus parejas conversaban en el idioma incomprensible, para decidir sin decir palabra que harían un desvío a el alquiler, depositando a las dos mitades de su mente y decidiendo que sería mejor hacer lo que habían sugerido.

Atsumu ayudó a bajar sus impulsivas compras a Kiyoomi, como excusa para robar más de un beso, y dar el espacio necesario para que su hermano hiciera lo mismo.

"Hoy prepararé los postres."

"Atsumu te asesinara."

"Y claramente tú me defenderás, dándome buen material filmográfico."

"¿Alguna vez dije que eras maldad pura?"

"Los opuestos complementarios bebé."

Suna besó la mejilla de Osamu, despidiéndose al ver a Atsumu subir nuevamente al lado del conductor de auto, entrando entre risas en búsqueda de Kiyoomi.

- Sakusa Kiyoooooomi. - Los cantillos de Suna resonaron por todo el lugar.

Rápidamente los rizos oscuros aparecieron por la puerta de su cuarto, con desinfectante en mano y la mascarilla aún sobre su boca.

Suna negó con la mano, acostumbrado a la manía del joven en sus épocas de preparatoria, para comenzar a cocinar por si mismo, sabiendo que aunque se negara en principio, Kiyoomi no se resistía a un pedido de su amigo la mayoría de las veces.

Ya con dos horas, aroma a brownies por toda la casa y ni una remota señal de que los hermanos Miya volverían antes de las once de la noche, Kiyoomi juntaba la basura de la orden de pizza que compartieron con Sunarin con un documental sobre asesinos en serie.

- Insisto Kiyoomi, debes probar mi postre. - Suna estaba atragantado con la primer porción de brownie. - Como en los viejos tiempos.

El azabache torció los labios aunque no lo viera nadie, chistando ante el recuerdo de las estupideces que había accedido a hacer a sus diescisiete años en compañía del demente de Suna Rintarō.

- Éramos jóvenes y estábamos en un colegio de artes...

- ¡Aún somos jóvenes y unos grandes artistas! - Dijo levantándose con una porción entre dedos, acercándola a la boca de Kiyoomi. - ¿Por favor? Atsumu de infartara al saberlo.

Suna presionaba los botones justos del azabache, sabía bien que su amigo por dentro de todo el amor y cariño que tenía por el oloroso rubio teñido, más amaba y anhelaba la idea de molestarlo a la medida que este hacía casi día de por medio.

- Vale.

"Oh amor mío, ve preparándote para ver a tu hermano besar el suelo."

"¡¿Suna Rintarō que has hecho?!"

La primer hora fue aburrida, al punto de que Kiyoomi insistió que debía ingerir más, ya que noventa kilos de masa muscular tal vez necesitaban más alimentos adulterados para recibirlo en su sistema, pero Sunarin solo reía alertando que esperara un poco más.

Y como predicho, a las once de la noche el auto alquilado estacionó en la parte delantera, con un raramente alerta Osamu a su hermano.

- ¿Realmente no quieres que vayamos a algún bar? Así los chicos tienen más tiempo juntos.

Había estado así la última hora en el observatorio y su exposición en vivo nocturna del cielo californiano, lo que ya hacía encender luces de alerta en el cerebro de Atsumu.

- ¿Acaso Suna y tú quieren un trío con mi Omi-Omi y ahora mismo lo está convenciendo?

La mano de Atsumu paró en el picaporte entre las negativas de su hermano, y ya dejando de lado sus súplicas de pasar más tiempo afuera, la abrió de par en par, realmente extrañaba a su novio y estaba deseando algo de atención previo a dormir.

Pero nada de eso parecía que fuera a ser posible.

Rammstein en el parlante y a Suna con la ropa repleta de pintura, al igual que el pincel que sostenía en la mano que surcaba bajo su cuerpo.

Su cuerpo que atrapaba a Kiyoomi por la cintura, con tan solo los pantalones puestos y lo que parecía un atardecer por todo su pecho, manchas de toda la gama del rojo, naranja y amarillo, sombras negras representando al parecer algunos árboles y edificios, cuales Atsumu pudo admirar los segundos que le tomó entender la situación y perderse en la sorpresa.

- ¡Tsumu, amor! - Kiyoomi se paró sin miramientos, arrojando a Suna al suelo en carcajadas. - Has llegado, debes probar está mierda.

Osamu ya se encontraba en posición de levantar a su novio que comenzaba a perder el aire por no saber parar sus carcajadas, y Atsumu retrocedía de espaldas al ver al monstruo empapado en acrílicos de metro noventa acercarse con los brazos extendidos y una porción de brownie en la mano.

- Omi creo que querrás ducharte y... ¿Tal vez dormir? - dijo mientras clavaba la vista en su hermano.

El claramente sabía lo que estaba ocurriendo, había sido Suna quien cocinó eso y por eso quiso retenerlo todo el tiempo posible.

- Oh vamos no seas aburrido Miya, ¡disfruta la noche con nosotros!


El desayuno anterior a subirse los cuatro al auto en dirección al museo de arte contemporáneo, The Broad, fue el mismísimo momento en el cual Miya Atsumu quería hundirse bajo sus pies y desaparecer en los confines del infierno mismo.

La noche anterior luego de aceptar un abrazo que arruinó su ropa y humor, tuvo que acceder a ver películas de clase B junto a unos ya colocados Suna y Sakusa, mientras Osamu se dedicaba a juguetear con su novio, el sentía que el suyo moriría en cualquier momento.

Porque como Osamu y Rintarō sabían, Atsumu era un débil ante los estupefacientes, y siempre tenía malos viajes con los mismos, por lo que temia que su alma gemela reaccionara de la misma manera.

No fue hasta que Kiyoomi se durmió sobre su hombro y decidió despertarlo para remover la pintura de su cuerpo, que perdió la preocupación cambiandola por enojo al escuchar de la boca del azabache como él ya había probado, y más de una vez, marihuana junto a Suna.

- Siempre se pone así, es como si fuera el antagonista y protagonista en el mismo cuerpo. - Río Suna mientras se daban las buenas noches.

Y para el desayuno, todos se burlaban de la crisis existencial que atravesó Atsumu siendo el único a fin de cuentas que seguía negado a pasar sus vacaciones disfrutando de los efectos de la planta.

- Soy un deportista profesional, y ustedes dos también. - Dijo apuntando a Sunarin y Kiyoomi. - No deberían meter esas sustancias en su cuerpo.

- Miya Atsumu, al que he visto ingerir litros de alcohol y hasta fumar cigarrillos ebrio, ¿Acaso te leíste un libro de medicina cristiana del 1960 o solo eres infeliz? - Exclamó Suna.

- Si idiota, tampoco que seguiré consumiendo cuando deba jugar o tocar, ¿Acaso no te gusta como soy así? - Kiyoomi disparó sabiendo a qué iba.

"No juegues esa carta."

"Tu eras el que no paraba de sonreír la noche anterior cuando te decía todas esas idioteces románticas."

- Ya, ustedes hagan lo que quieran, de igual manera soy el conductor designado. - Masculló rendido. - Vámonos de aquí.

El museo fue la atracción principal para los más llegados al arte, siendo guiados por un Suna que estaba emocionado como nunca, fotografiando lo permitido y frenandose a hablarles de corrientes artísticas y métodos a los otros tres, siendo acompañado por la lluvia de preguntas de Kiyoomi y a dos gemelos que por poco no parecían más interesados en los traseros que rebotaban frente a sus ojos que las muestras.

Y aunque los dos emocionados estuvieran con grandes ojeras y algo de letargo en sus movimientos, no impedidos los gemelos tuvieran que correr entre el mar de gente cuando estos desaparecían ante la emoción de la próxima muestra, o un brillante perro de globo azul que aparecía a la distancia.

Luego tuvieron un merecido almuerzo, consiguiente a la librería que todos anhelaban pisar, "The last bookstore" estaba frente a ellos y les fue imposible no quedar boquiabiertos ante la simple presencia que daba el lugar, la atracción no era la gran cantidad de variedad en libros, si no el paisaje mismo.

Suna y Osamu se perdieron tomados de la mano apenas entraron, dejando a la segunda pareja expectante a qué hacer.

"¿Quieres algo en especial?"

"¿Me ves capaz de leer un libro completo en inglés sin tu ayuda?"

"Además aunque supongo que tienen una muy buena sección de deportes, prefiero las revistas."

Kiyoomi lo observó con algo de molestia, claro que Atsumu era todo lo contrario a él en muchas perspectivas, pero lo amaba así. Siendo un deportista de excelente trayectoria académica pero con tan solo aire en ese cerebro tan complejo e inentendible.

Estiró su mano hacía el rubio que la tomó con una sonrisa, comenzando a arrastrarlo por todas las estanterías, dónde Kiyoomi tomaba uno que otro libro y le contaba a Atsumu su contenido o género.

- ¿Y no quieres ninguno? La biblioteca de tu cuarto aún tiene algunas estanterías vacías. - Indagó, ya habían recorrido toda la sección de novelas policiales y novelas históricas.

- El semestre está por comenzar y debo gastar un dineral en fotocopias, además mi violín necesita cuerdas nuevas y visitar un lutier.

- ¿Y? - Atsumu elevó sus hombros, sabía que Kiyoomi no le pediría nada, pero quería oírlo hacerlo al menos alguna vez. - Tu sugar daddy está aquí.

Una sonrisa macabra se formó en el rostro del azabache, Atsumu no podía verla pero conocía exactamente lo que ocurría por las arrugas bajo los ojos que brillaban extaciados.

- Tú lo dijiste. - Levantó un canasto de una esquina, y apenas llegaron a la sección de música e historia de la música, Atsumu temió por su tarjeta por primera vez.

Ya dos horas luego y fuera Suna cargaba tres libros, Osamu dos recetarios estadounidenses y Atsumu una caja con más de diez libros mientras Kiyoomi sonreía victorioso reposado sobre el capó del auto.

Las atracciones que el downtown y Beverly Hill's tenía para ellos no pararon a lo largo de la tarde y el día siguiente, visitaron OveSkypace, dónde tan solo Atsumu y Osamu tuvieron el coraje de lanzarse por el interminable tobogán de cristal, mientras Sakusa y Suna decidían que era o muy antihigiénico o muy Anti amar tu propia vida, por lo que se relegaron a sacar fotografías y admirar la vista panorámica en altura.

Al día siguiente pasearon por las calles de Beverly Hill's, rememorando las películas que recordaban o admirando las mansiones que anhelaban tener para vivir acomodados como maridos de senadores demócratas en sueños lúcidos y risas de los cuatro.

Cerrando el sexto día con una última parada por la zona comercial del barrio adinerado dónde Atsumu volvió a perder la coordura económica frente a tanta ropa hermosa y dignandose a relegarse a la zona de Santa Mónica para cenar con la vista al mar.

- ¿Mañana será su último día aquí, no? - Preguntó Kiyoomi con los pies hundidos en la arena.

- Si, podríamos venir por la mañana a la playa, y por la tarde ir al parque de atracciones. - Habló Osamu.

- ¡Podríamos ir en bicicleta hasta Venice Beach! - Exclamó Atsumu. - Me han dicho que...

- ¡Buenas tardes chicos! - Dos mujeres interrumpieron la charla. - Perdonen la molestia, quería dejarles una invitación a una Pride Parade mañana! - Extendió un papel que Osamu tomó sin comprender una palabra y se alejaron.

Todos pararon su mirada en Kiyoomi, ya que la chica había hablado tan deprisa que lo poco de inglés que comprendían se vió inútil ante la comprensión que necesitaban.

- Una marcha gay, - dijo observando el pequeño panfleto. - lesbianas, transexuales, ya saben. ¿Lo que somos?

- ¡Quiero! - Exclamó Suna. - He traído todo mi maquillaje, puedo llenarlos de brillos y Samu puedes usar esos shorts de jean que te compre y niegas a usar allí!

Kiyoomi lo pensó detenidamente, desde niños soñaba con esa idea que veía en las películas occidentales más experimentales, estar rodeado de gente que no lo vería mal, usar ropa que comúnmente en Japón no se pondría ni muerto y tal vez hasta dejarse llevar con un hombre a su lado, el cual ahora ya tenía nombre y apellido.

- ¿No es un tanto innecesario tanta exposición? - Habló Atsumu extrañado. - O sea, me gustan los hombres pero no necesito ponerme una falda por ello.

- Y nadie te obligaría, la idea es eso, si quieres tirarte ocho litros de pintura arcoíris o si quieres ir con tu conjunto deportivo sudado, nadie te mirara mal. - Kiyoomi soltó aún en su mente.

Los otros tres siguieron charlando el si aparecer en la invitación o no, mientras el azabache abría un recuerdo escondido en su memoria de como se había imaginado en su primera marcha del orgullo.

La vuelta a la casa de convirtió en charlas más casuales, y los gemelos fueron los primeros en desaparecer en la sala, ya que su madre está a llamandolos.

- ¿Durante el almuerzo podemos ir de compras? - Soltó Kiyoomi al ver que Suna estaba por retirarse al cuarto.

- Ya lo había imaginado, Samu se hará cargo de Atsumu. - Agitó su mano alejándose con la mejor sonrisa en su rostro.

Los hermanos Miya se encontraban empanados de sudor y arena, aún hechado sobre una gran sábana de playa viendo hacía el cielo.

- ¿Suna te ha dicho por qué no vendrían?

- No, el maldito dijo que Kiyoomi no pensaba pisar la playa, y por lo tanto aprovecharía a pasar la mañana junto a él en el distrito de arte.

Ambos dos se vieron durante unos segundos, hasta que lo comprendieron.

"Sakusa Kiyoomi dime qué no estás haciendo brownies junto a Sunarin."

"No, decidimos simplemente fumar hoy."

"¿Nos vemos para el almuerzo en ese pequeño puesto que te gustó de Santa Mónica?"

"¡No cambies de tema Kiyoomi! Son las once de la mañana, no puedes estar así."

"Bienvenido al siglo veintiuno Tsumu."

Atsumu gruñó golpeando la arena cuando la voz de Kiyoomi dejó de resonar en su cabeza, y a los segundos su hermano actuó igual, Suna también le había cortado la comunicación.

- Sunarin dijo que le agradecería luego.

- y Omi me ha dicho dónde encontrarnos en unas horas.

- Esos malditos. - Mascullaron los dos al mismo tiempo. - Nos quieren muertos.

No encontraron más que seguir con sus actividades de playa, alquilaron las bicicletas luego de una última ronda de voley de playa y como habían ido directamente a Venice Beach, pedalearon toda la Costanera de vuelta a Santa Mónica.

Las calles por las que caminaban eran las mismas del día anterior por la noche, pero el ambiente había cambiado radicalmente, todos los bares de playa tenían girnaldas de colores, y por dónde pasarán la música estaba alta, la cantidad de gente aumentaba a cada minuto y no había una persona que pareciera que no encajaba en ese mundo particular que se generaba.

- Oh esos malditos, lo han hecho queriendo. - Gruñó Tsumu al recordar el panfleto de la noche anterior. - ¿Por qué no nos han dicho direc... ¿Osamu estás vivo?

Observó a su hermano con la vista perdida en la multitud, sin entender si era que acababa de localizar a Louis Tomlinson con la misma o a algún tipo de Dios sobrenatural, ya que tenía una sonrisa muy extraña, como si fuese a orinarse en sus pantalones.

"Oh condenado seas."

No era que se iba a orinar, porque en el momento que Atsumu siguió la línea de visión de su hermano, puso la misma cara, y solo significaba que quería acabar.

"¿Te gusta?"

¿Gustarle? Condenado sea el momento que Miya Atsumu se ganó algún tipo de lotería divina para oír esa profunda voz en su cabeza, y poder observar al portador de la misma a diez metros de él con unos shorts de jean anchos ajustados a su cintura y...

"¿Qué has hecho con mi camiseta?"

Y la maldita camiseta de los Black Jackals con un 13 en ella recortada y que mostraba su estómago, hasta la altura de sus costillas.

Sin hablar así, de su cabello desordenado, sus ojos escondido detrás de unas gafas y sin cubrebocas, lo que permitía notar los rastros de brillo dorados que decoraban su rostro.

Miya Atsumu se sentía inferior con su traje de baño totalmente negro y su musculosa blanca.

A pasos agitantados los gemelos se acercaron a sus parejas, Osamu también tenía razones para casi correr en dirección a Suna, ya que las pocas veces que el jugador profesional usaba faldas, sabía bien que no podía estar ni tres centímetros lejos de él y sus kilometricas piernas.

- ¿Acaso quieren que nos desmayemos aquí no más? - Habló Osamu, ya abrazado por la cintura a Suna.

- Me he pasado toda la mañana de tienda en tienda buscando ropa para Kiyoomi y maquillandonos, me gustaría que disfruten la vista.

"¿Te gusta?"

La voz de Kiyoomi resonó en su mente, haciendo que por fin despegará la vista de su pareja, que se encontraba justo frente a él. Se acercó a paso lento y en un rápido movimiento le retiró las gafas, sin recibir oposición del contrario.

Los oscuros ojos de Kiyoomi resaltaban más de lo normal, como también se encontraban mucho más rasgados, un fino delineado los hacía brillar en contraste al color metálico del mismo y las venas marcadas en lo blanco regalaban un brillo único a la vista.

"¿Qué tan drogado estás?"

"Como para bailar Madonna sin remera en la calle."

- ¡A la marcha! - Exclamó Atsumu tomando su mano. - Nuestro último día será inolvidable.

En un abrir y cerrar de ojos se encontraban rodeados de personas, montadas o maquilladas, con ropa de oficina y hasta adolescentes, algunos bailando y cantando, mientras otros solo bebían junto a sus amigos mientras caminaban con la gran columna que desfilaba por las calles californianas.

Atsumu se dedicó todo el tiempo a tomar la mano de Kiyoomi, que aunque estuviera bastante despegado de su actitud normal no le agradaba la idea de tanta gente sudada sobre él mientras bailaba caminando y besaba a su novio cada que lo encontraba observandolo.

Suna iba del otro lado del azabache, fotografiando todo lo que llamara su atención, lo cual significaba que eran 40 fotos de Osamu, quién había recibido un maquillaje con brillos apenas se metieron en el tumulto y dos o tres de las carrozas o personas montadas en plataformas tan altas que llegaban a intimidar, o envidiar.

No fue hasta las seis de la tarde que se perdieron del corazón de la fiesta, y se encontraron en una mesa de un bar con Kiyoomi pasando paños de alcohol por todo su cuerpo y tomando casi dos litros de agua, mientras los otros tres tomaban cerveza entre carcajadas de los recuerdos de la tarde.

- Entonces... - Kiyoomi comió la última porción de pizza. - ¿A qué hora es su vuelo?

- Pues nosotros volamos a las diez de la noche... - Acotó Osamu, aún con el rostro con rastros de brillo rosado.

- ¿Ustedes?

- Pues claro, debo devolverte a Sacramento sano y salvo Omi-Omi.

"Seguro quieres despedirte como debes."

"¡¿Kiyoomi porqué crees eso de mi?!"

Bueno, Atsumu si quería despedirse como era debido, por lo que viajó durante la cena seis horas hasta Sacramento, con un Kiyoomi derrumbado del sueño a su lado y la parte trasera repleta de regalos que debería decifrar como haría llegar a Japón y como Sakusa acomodaría todas sus nuevas adquisiciones en su cuarto.

Compartieron una cena de Mc Donald's a las dos de la mañana recién llegados y se despidieron como era merecido, charlando hasta las cinco de la mañana y quedándose dormidos aún con ropa abrazados en la cama para uno del dormitorio.

La mañana siguiente Kiyoomi se encargó del desayuno, y con sus preciados guantes de látex ayudo a un apurado Atsumu, ya que solo le quedaban dos horas para pisar el aeropuerto, a hacer caber todo en las valijas.

- ¿Qué harás con toda esa ropa que sobra? - En el rincón del cuarto aún esperaban casi seis bolsas de entre ropa deportiva como conjuntos y camisetas, hasta ropa urbana.

- Pues me lo cuidas, lo usas, le impregnas tu olor a hospital y luego me lo devuelves.

Kiyoomi abrió sus ojos en par, ya habían discutido durante el viaje que no quería aceptar ya los muchos regalos, entre prendas propias cómo los libros que ya reposaban en su biblioteca.

- Pero...

- Nada de peros Omi. - Atsumu se sentó sobre el equipaje intentando cerrarlo. - Como si no hubiese metido algunas playeras tuyas entre todas mis maletas.

Reboleó los ojos y gruñó, lo había notado hasta el mismo día que llegó Atsumu allí y el se desmayó, pero tampoco le molestaba.

El aeropuerto raramente no estaba tan atestado, lo que permitió que Atsumu pudiera despedirse con tranquilidad de Kiyoomi junto a la puerta de embarque sin que nadie los chocará.

- ¿Me llamaras cuando llegues? - Sakusa se encontraba acomodando el cabello de Atsumu. - Y avísame cuando llegues a Osaka, ¿Si? Aunque te hablaré durante el vuelo.

- Si, si y si. ¿Podrías actuar más como mi novio y no mi madre? - Soltó un puchero.

- Déjame en paz. - el más alto lo atrapó entre sus brazos, hundiendo al rubio en su pecho. - Muchas gracias por venir a verme, realmente te extrañaba.

- Omi...

- Cállate, te amo idiota. - Siguió hablando, no quería de ninguna manera que Atsumu se marcharse. - Ya vamos por la mitad del camino, así que no me extrañes tanto, en dos años volveré a Japón por tí.

Atsumu sintió como su cuerpo era liberado, pero no se alejó, solo moviendo su cabeza para poder observar a Kiyoomi sonrojado viéndolo.

- Yo te amo a ti Omi-kun. - Besó ligeramente sus labios. - Tu tampoco me extrañes tanto.

PODEMOS HABLAR DE COMO COMIENZAN A APARECER PENSAMIENTOS DE SUNA Y OSAMU SI BEBEEEES

Bueno, espero que sean felices con el final de las vacaciones de los Miya four en California, porque ya el próximo capítulo comenzamos con el nudo de este arco.

Hay dos opciones, y me gustaría saber que piensan, quedan dos arcos, este y uno más y tengo dos opciones.

Que termine bien o que termine mal, lo que influirá en los próximos capítulos y el desarrollo. ¿Qué prefieren? Final feliz pero muchas cosas feas de por medio, o cosas mínimas ahora y un final TRAUMÁTICO A LO GIN SUGAWARA (foto al final para que me insulten)

Perdonen por los errores, quería traerles la actualización pero tampoco tengo el tiempo para revisarlo tanto 🛐

¡Les amo a todes, muchas gracias por votar y comentar!


*edit

Tal vez vuelva a usar ni anitwt pa subir cosas de mis fanfics porque pelada

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