yeol han / / 열한
"¿Qué te gustaría recibir para tu cumpleaños?"
"¡Omi! ¿Planeando mi regalo con meses de sobra?"
"Cállate, solo sigo tu juego."
"Me gustaría una Mikasa, o que me visitaras."
5 de Octubre 2016, 2:20 de la tarde, Hyogo, Japón.
"¿Ya llegaron a casa de tus padres?"
"No, Samu está hablando con su suegra mientras Suna termina de arreglarse."
"Me gustaría que estés aquí."
"A mí también, espero el próximo año poder visitarte."
"Ya han vuelto, hablamos luego."
"Conduce con cuidado."
"Y si él dice algo indebido, hablame."
"Te amo Omi-Omi."
"Yo a ti Tsumu."
Los gemelos iban en el frente del auto, y aunque fuera un día que festejar, ya que se cumplian veintiun años de que su madre hubiese sufrido durante horas para que ambos fueran unos idiotas monumentales, el ambiente dentro del carro era totalmente contrario.
Ninguno estaba preparado para cuando la noche anterior su madre concertó una videollamada con ambos, en sus respectivos hogares, y les pidió si podrían visitar Hyogo para pasar el día, o por lo menos la tarde, junto a ella y su padre, que al parecer quería verlos.
Atsumu no quería, amaba a su madre, trabajaba todos los días en ser el mejor para que el día que ella decidiera pudiera ayudarla a tener una vida digna, pero en los dos años que se despidió de su hogar, no había plan alguno de volver a ver al hombre que frente a ellos era alguien totalmente diferente.
Desde que eran niños la imagen frente a su padre era la de un monstruo, ese que te hace llorar por las noches y anhelar que el sol salga, lo que pautaba que se había ido a dormir, y con mucha suerte de la casa, dejandolos a solas con su amorosa, pero herida, madre.
Atsumu no quería pasar su cumpleaños allí, el miedo y los traumas eran demasiados, pero el ver a su madre con una sonrisa pidiendo una visita le fue imposible decir que no.
El que más dificil tuvo el aceptar fue Osamu, su madre sabía desde que eran niños que ambos hijos habían tenido el gusto, aunque para su padre maldición, de tener almas gemelas de su mismo género y que se amaran, y el joven no pensaba dejar pasar ni un día que quisiera pasar al lado de Rintarou, por lo que dijo que si, pero con una condición.
La cual llevaba a ese sepultural viaje en auto por las calles de la ciudad, Atsumu tenía miedo de la reacción de su padre al ver a Suna entrar, cuando este descubrió que Osamu y él eran pareja tenían solo catorce años, y el rubio en un acto de costumbre, recibió los golpes por su hermano, quien escapaba por primera vez de la casa.
Osamu tambien sentía los nervios como ninguno, siempre se culparía de no ser tan valiente como Atsumu a la hora de confrontar a su padre, recordaba cada vez que el miedo lo paralizó, generando que su hermano recibiera todo el odio indiscriminado de su padre, y temía que lo mismo ocurriera ahora, frente a Suna.
''Sabes que si no estas listo puedo pasar el día con mis madres.''
''No Rin, debo hacerlo. Eres mi pareja hace años ya.''
''Podemos hacerlo otro día, sin Atsumu allí.''
- Yo insistí en que vinieras Rin. - Habló el rubio como si pudiera leer la mente de ambos. - Kiyoomi algún día volverá y pienso decirle hoy a nuestro padre sobre él.
- ¿Estan dementes?
Suna Rintarou fue un personaje secundario en toda la vida de los gemelos Miya, no solo por su condición de alma gemela de uno de ellos, si no como mejor amigo de ambos desde el primer día que se conocieron.
Los vió llorar, les curó muchas veces sus heridas y sus madres hasta compraron futones para ambos ya que era más que una vez a la semana cuando ambos niños aparecian fuera de su puerta en llanto, sea de madrugada o las tres de la tarde.
Suna sabía bien lo que podía ocurrir hoy, y no quería ver como las dos personas más importantes en su vida, sin contar a sus hermosas madres y la pequeña, ya no tan pequeña, hermana que tenía, pasaran por algo de este estilo nuevamente.
- Ya no hay vuelta atrás Rin, - Dijo Atsumu estacionando fuera de la casa. - Aunque si no te sientes comodo, nosotros podemos hacerlo solos.
Dudó unos segundos, pero ambos gemelos viendolo desde la parte delantera del auto le recordaron algo muy importante.
Toda locura que cometieran, Sunarin quería estar a su lado hasta el último momento.
- Espero que ese desgraciado haya comprado un buen pastel. - Masculló mientras bajaba del auto.
Los tres caminaron lo que separaba la puerta principal y la reja en total silencio, el ambiente aunque era fresco y con una leve brisa se sentía tan caluroso como el mismo infierno.
Atsumu fue el valiente de tocar la puerta, sabiendo que Osamu y Sunarin a sus espaldas eran los que más temían de la situación, y lo volvió a confirmar cuando observó por el rabillo del ojo la nerviosa mano de su hermano atrapar casi con desesperó la del más alto de los tres.
- ¡Chicos! - Su madre abrió la puerta con emoción, perdiendola rapidamente. - Oh, Rintarō, buenas tardes.
Todos inclinaron un poco la cabeza, haciendose paso al interior, los gemelos al mismo tiempo abrazaron a su madre y recibieron besos en la mejilla con felicidad y un ''Feliz cumpleaños'' de parte de la mujer, mientras Suna jugaba con el bordillo de su sweater esperando alguna reacción.
- No creí que vendrías, ha pasado mucho tiempo desde que has estado aquí. - Dijo su suegra pasando su mano por el hombro.
''Tu madre me odia.''
Sabía que no, Suna desde el día que conoció a Osamu en persona y luego a su madre a los pocos días sabía que esa mujer albergaba solamente amor en su alma, pero una sombra a sus espaldas era la razón por la que a veces no actuaba como tal.
"Mamá solo tiene miedo."
La misma sombra que ahora los observaba desde el sofá.
- Feliz cumpleaños hijos. - Dijo monótono, aún sin voltear totalmente a verlos, lo que generaba que Suna no entrara en su rango de vista.
- Gracias papá. - Habló Atsumu en un susurró, toda actitud dominante que podía tener se perdía frente a él.
- Papá, Sunarin tambien esta aquí. - Habló Osamu, deseando terminar con el estrés de la primer reacción.
El hombre se levantó casi de un salto, demostrando a sus hijos que no había cambiado mucho. La altura misma a ellos, un rostro casi similar al que veían en su hermano sabíendo que era el que cada uno poseía y un cabello castaño oscuro con algunos cabellos blancuzos mezclandose entre el desorden del mismo.
- Oh Suna Rintarō, el hijo de las lesbianas de unas cuadras más abajo. - Dijo casi con asco, observandolo de pies a cabeza. - ¿Para que lo traen?
Atsumu tuvo que sostener la muñeca de su hermano con fuerza, intentando contenerlo de contestar de mala manera, de perder los estribos antes de tiempo. Sabía bien que su padre los estaba midiendo, para saber que tanto lo habían superado en los años sin verlo.
- Suna es mi alma gemela papá. - Sentenció Osamu, aunque ya era algo sabido y que el hombre obviaba adrede. - Y mi pareja, por lo que ha venido a pasar la tarde con nosotros.
- ¿Siguen con esa estupidez? - Soltó mientras se acercaba a ellos.
Atsumu soltó a su hermano en el mismo instante que Suna lo tomó por el brazo y lo arrastró a la puerta, donde su madre solo observaba el suelo, mientras el rubio se afianzaba en su lugar, como algún tipo de barrera entre su familia y el hombre frente a ellos.
- ¿No pueden ser como Atsumu? El pudo entender rápidamente que su alma gemela venía fallada y dejó de ver a ese estúpido. - Dijo ligero mientras le sonreía al rubio. - Mira a tu hermano ahora, es un jugador profesional mientras tu trabajas en una cocina como toda una mujer.
Nadie en esa sala, ni los padres Miya, ni Osamu y Rintarō esperaron lo que ocurrió a continuación, instalando el silencio más incomodo y violento que se sintió alguna vez en esa casa.
''Estoy tan harto de él.''
El puño de Atsumu respondió solo a su subconciente, impactando directamente en la mejilla del hombre, arrojandolo al suelo en un segundo.
- ¿Qué dijiste de mi hermano? - Atsumu perdió todo el miedo que sentía minutos atras. - Y para tu información Kiyoomi y yo somos una pareja muy feliz.
''¿Atsumu que ocurré?''
La voz en su cabeza solo le confirmaba algo, y era que estaba tan cansado de aparentar algo que no era cierto.
Su padre se encontró devuelta en sus pies frente a él en segundos, y lo proximo que comprendió es que ese puñetazo había sido el mejor regalo de cumpleaños que se podía haber dado a si mismo y a su hermano, pero que tambien era lo más cercano a una declaración de guerra.
La mano que tanto lo maltrato rodeó su muñeca, la misma que años atrás se había roto.
''Ocurré que te amo Kiyoomi.''
Sintió la presión, pero sabía que esta vez no arriesgaba su carrera, como tampoco su vida, tan solo algunas lagrimas de su madre que ahora si podría frenar, y el miedo de su hermano que podía borrar definitivamente.
- ¡Malditos putos! - Un golpe se acercó a él, el cual esquivó rapidamente. - ¿Se creen que aceptaré esto? ¿No piensan en su madre acaso?
''Maldito idiota.''
Los pensamientos de Sunarin se escaparon, pero supo que no había problema cuando una pequeña sonrisa en los labios de Osamu se formó, mientras se paraba al lado de su hermano.
- ¿Quien eres tu para hablar por mamá? - El de cabello gris casi escupió al hablar. - Has sido la peor alma gemela que he visto en veinte años, ¿Por qué tu no piensas en ella y la dejas en paz?
- Podrías irte ahora mismo, y nos harías un favor a todos.
La mujer solo podía observar todo, como siempre lo había hecho, sus hijos ya no eran niños que debía defender, se habían convertido en hombres que la defendían a ella, y por primera vez no sintió culpa de que ellos lo hicieran, ya que ella no sabía forma alguna de poder hacerlo por si misma.
La pelea siguió algunos minutos, empujones e intentos de golpes que eran esquivados por la costumbre de los patrones, gritos sin sentido alguno y el sufrimiento de su madre que de por seguro estaba siendo minada en su mente por pensamientos intrusivos del hombre que se negaba a dar marcha atrás a sus conductas abusivas.
Pero los gemelos ya no lo permitirían más, ellos habían nacido así, con una madre que los amaba y con almas gemelas que los entendían, no querían seguir enterrandolos en lo profundo de sus mentes.
''Atsumu si no me hablas ahora mismo deberé tomar un vuelo a Japón.''
''Tranquilo Omi-Omi.''
Sonrió al ver la puerta cerrarse, y al sentir a su madre esconderse en sus brazos.
''Se podría decir que soy un poco más libre que ayer.''
Noviembre y octubre habían sido los meses más infernales para Kiyoomi, y no era porque era época de gripe, o porque la ciudad entera se tapara de nieve y le diera asco tener que encerrarse en aulas con humanos moqueando.
Todo se debía que para el 30 de noviembre, Atsumu seguía tan ocupado con la vida misma que la única manera que tenían de comunicarse era a través de sus pensamientos, y en las acotadas horas que Atsumu estaba despierto y sin mucho que hacer, o cuando Kiyoomi acongojado por extrañarlo se mantenía despierto en la madrugada esperando los recesos en sus entrenamientos.
Desde el cumpleaños de los gemelos su padre no había vuelto a poner un pie en la casa, lo que por un lado les daba un respiro, pero al mismo tiempo deterioraba a su madre, que a duras penas y luego de peleas tajantes con sus hijos aceptó buscar ayuda, el tipo de ayuda que cualquiera en ese mundo odiaba.
Terapia para suprimir un alma gemela.
Azuka, como Atsumu pedía a Kiyoomi que la llamara, estaba hace un mes en un centro de rehabilitación para "desalmados" en Osaka, como la sociedad llamaba a esos que perdían a su otra mitad, recibiendo tratamientos psicológicos y farmacológicos para suprimir los pensamientos ajenos de su mente, la casa de Hyogo había sido puesta a la venta y los gemelos de turnaban en su atestadas vida diaria en hacerle compañía, sumándole que los entrenamientos de Atsumu cada vez eran más exahustivos y Osamu había abierto una segunda sucursal en la ciudad.
Kiyoomi solo podía ver, y oír, desde lejos como la persona que más amaba se caía a pedazos del cansancio, culpandose de todo.
- Rin me ha dicho que Osamu volvió a postergar la mudanza. - Komori le hablaba al otro lado de la pantalla. - Todos los viernes viaja a Osaka a pasar tiempo con la señora Miya.
- Azuka. - Corrigió Kiyoomi. - Mierda. Odio no poder estar allí.
El uso del nombre no era algo de capricho, los hermanos mismos estaban en la misma situación de su madre, y la idea de seguir siendo nombrados por la persona que tanto los atormentó se había convertido en algo doloroso.
No es que hubiesen obviado los maltratos durante años, pero era la primera vez que la idea de no aceptar que vuelva se sentía real, era la primera vez que la misma Azuka deseaba que no volviera.
- Ya debo ir a dormir, tendremos partido mañana...
Kiyoomi se encontraba en una cafetería del campus haciendo tiempo para su ensayo de la tarde, por lo que se despidió de su primo y su esposo para volver a lo suyo.
Desear que Atsumu hiciera presencia en su mente.
Pero no ocurrió, como ya poco a poco se hacía costumbre, habían hablado por última vez a las siete de la mañana y lo único que recibió fue un te amo y quejas interminables sobre el cansancio que sentía para estar compartiéndolas con un café.
Cada vez le molestaba más no poder estar en Japón, al punto que el violín en su mano pesaba más de lo necesario, y las horas del día que permanecía despierto se sentían interminables.
- Maldita seas. - El rostro de Kiyoomi impactó con el sofá, alertando a Hajime que lavaba los platos.
- ¿Aún no te habla?
- No, su partido será en dos horas, debería estar viajando a Tokio ahora mismo.
Kiyoomi no quería prestar atención a nada, su teléfono estaba silenciado de manera que las únicas notificaciones que recibiera fueran las de Atsumu y no había timbrado en todo el día, y su mente de sentía vacía, al punto que el se negaba a compartir sus pensamientos con la idea de que tal vez molestaría.
- Kiyoomi... - Hajime habló acercándose. - ¿Acaso has revisado las noticias?
Vió a su amigo extrañado, claro que no lo había hecho en todo el día, mucho menos lo haría a las dos de la mañana cuando solo quería oír una jactosa y pueblerina voz en su mente, no era de su interés las idioteces que Trump hacía, o si las Kardashians habían sacado una nueva línea de labiales.
- ¿Por que debería?
Iwaizumi camino con su propio teléfono en mano hacía él, aún sin observarlo, con un silencio tan penetrante que hacía temer a Sakusa lo peor.
¿Le había ocurrido algo a Atsumu?
Sentía el cuerpo pesado, al punto de querer tomar su teléfono para cortar la entrega pero no podía mover el brazo.
- Tooru me lo envió hace algunos minutos, no quise preguntar para respetar tu espacio pero...
El teléfono giró hacía su rostro, y sin siquiera leer el enunciado de la noticia Kiyoomi sintió todo su cuerpo comprimirse, como si aún fuera un niño pequeño que no dormía por las pesadillas.
Esa era una foto que el mantenía impresa y pegada en su cuarto, era de las que observaba cuando extrañaba a Atsumu, o a Osamu y Suna, era de esas fotos que uno recuerda con cariño.
Pero en el instante que la vió en un foro de noticias japonesas, perdió todo el sentido de cariño que poseía.
Era una foto que pidieron a un peatón que les sacara con la cámara de Suna en su viaje a Los Ángeles, específicamente el último día.
La foto mostraba lo que Kiyoomi guardaba como un buen recuerdo, Sunarin usando la ropa que tanto le gustaba lucir abrazado del brazo de un sudoroso Osamu besando su mejilla, a Atsumu con una bandera multicolor en una mano y otra haciendo un símbolo de paz mientras Kiyoomi lo rodeaba por la espalda con sus brazos y reposaba la cabeza en su hombro, mirándolo directamente al rubio con la mejor cara de amor que poseía.
Ese lindo recuerdo se había convertido en el nuevo escandalo hace tan solo media hora.
"Jugadores de los MSBY y Raijin en marcha gay en Estados Unidos."
Era una página amarillista, de esas que pretendían seguir en el siglo veinte, pero en el instante que Kiyoomi vio eso, levantó su teléfono para notar las llamadas perdidas de Ushijima y Komori, obviandolas para buscar su nombre en internet.
Ningún portal estadounidense había sacado la noticia aún, y no le importaba, pero si le pesaba que todo medio japonés estuviera hablando de ello.
No le molestaba, Kiyoomi era orgullosamente homosexual y podía sobrellevar todo, pero sabía bien lo que esto significaba para Atsumu, no era solo por su padre, en una situación compleja y desconocida, si no también por el mismo, su carrera y los miedos que el rubio albergaba dentro suyo de años de traumas.
"Atsumu, ¿Por qué no me hablaste?"
"Estoy resolviendo el problema con mis entrenadores ahora mismo."
El problema.
El problema.
El problema.
Kiyoomi no quería ser egoísta, pero no pudo evitar sentir la punzada en el pecho al instante que comprendió que Atsumu veía a su relación como un problema, o tal vez no, pero al calor del momento la había llamado así, sin tener la mínima de intención en pensar como se sentía el azabache, solo en la otra punta del mundo con la misma noticia explosiva entre sus manos.
"Lo siento, hablamos mañana."
No recibió respuesta alguna de Atsumu, la cual esperó en silencio en el sofá durante casi cinco minutos, hasta que aceptó que no aparecería, ese fue el momento que el miedo ahogó su cuerpo completo.
El estaba bien con ser homosexual, su tío lo amaba y hasta la mayoría de sus amigos mantenían relaciones de ese tipo, pero le dolía que lo acabarán de arrancar del closet a nivel mundial sin pedir permiso, y que la persona con la cuál quería hacerlo no lo tuviera a el como una prioridad en una situación así.
- Kiyoomi no... - Hajime se sentó a su lado sin tocarlo.
Lo observaba llorar con desespero, sabía que no podía abrazar a su amigo así por así aún entendiendo el dolor que debía estar sintiendo en ese mismo momento, por lo que sintió algo de calma cuando la cabeza repleta de rizos aterrizó en su pecho, intensificando el llanto.
Tembloroso apoyó la mano entre el cabello de Sakusa, intentando reconfortarlo lo mejor posible.
- Todo estará bien, - susurraba. - mañana hablarán, y todo estará bien Kiyoomi.
Pero al día siguiente nada estuvo bien, Kiyoomi no pudo pegar un ojo en toda la noche, actualizando todo portal de noticias y red social maltratando su cerebro en duda.
Sus manos habían olvidado lo que era no temblar, y por primera vez temió que podía ocurrir por su orientación sexual.
Atsumu no contestó ninguna llamada de nadie, lo supo luego de que Motoya lo llamara para explicarle que Osamu y Rintarō estaban hace horas en las oficinas del Raijin preparando una declaración para los medios ya que su equipo los apoyaría, pero por lo que debía gracias a compañeros del rubio, la oficina de marketing de los Black Jackals se había cerrado horas atrás con todos los directivos y Atsumu solo, y al parecer las grandes esferas del equipo no estaban muy felices con todo lo que estaba ocurriendo.
¿Ocurriría eso en la mañana en su equipo? Kiyoomi no podía parar de cuestionarlo, si era echado del equipo si beca se vería afectada, y todo el esfuerzo que había dado durante años para estar donde se encontraba serían arruinados.
Para cuándo la primer noticia en inglés apareció frente a Sakusa este ya se encontraba acompañado por Iwaizumi en las puertas del departamento de deportes, a la espera que su entrenador hiciera presencia lo antes posible para responsabilizarse, o al menos ser el primero en hablar en búsqueda de piedad.
Sorai Takashi, el padre de Wakatoshi, apareció a los pocos minutos con el rostro preocupado y una taza de café humeando en la mano.
- Estaba por hacerte llamar Kiyoomi, - habló abriendo la oficina. - pasen por favor.
Hajime entró primero, arrastrando a Kiyoomi por la mano hasta las sillas, siendo el único de los tres que parecía relajado.
- Ví la noticia a la noche, pensé que sería mejor hablar contigo luego de que tuvieras tiempo de hablar con tu pareja, ninguno de mis contactos sabe que está ocurriendo con los Black Jackals, por lo que intentamos aún mantener silencio.
En Japón ya era media noche, y hace tan solo 2 horas en Raijin hizo una rueda de prensa pública donde Suna, de la mano de Osamu y acompañados por Komori y Tatsuki Washio y el entrenador del equipo, el que luego de que todos contestaran un mar de preguntas, aclaró que el equipo en su total, como desde los órganos directivos apoyaban a sus jugadores.
Pero Osaka era un silencio sepultural, todos sus jugadores habían desaparecido de las cámaras apenas el partido terminó, y no recibían no la más mínima llamada en sus oficinas. Los Black Jackals, como también Miya Atsumu se habían borrado del radar.
- No ha hablado conmigo, me han dicho que siguen allí discutiendo. - Kiyoomi murmuró dolido.
- Está bien, no podemos esperarlos tampoco, si no perderemos mucho tiempo. - Sorai seguía tecleando en su teléfono y computadora a toda velocidad. - ¿Qué quieres hacer tú? Es todo lo que nos importa a nosotros como universidad.
¿Qué quería hacer?
Kiyoomi quería tomar un avión a Japón y conocer el departamento de Atsumu, esconderse entre mantas y sentir que los brazos de su pareja lo rodeaban de todo mal. Quería estar comiendo ramen casero de Osamu mientras los cinco veían alguna película o partido de temporada. Kiyoomi solo quería que nada de eso fuese un problema.
Si el nació con su alma compartida con un hombre, ¿Por qué no podía disfrutarlo como todas las demás personas? ¿Por qué debía dar explicaciones de sus gustos privados?
"Atsumu, ¿Qué debo hacer?"
Kiyoomi no lo sabía, nunca había temido por su carrera, pero eso no le importaba tanto, estaba demasiado preocupado por el futuro ajeno, y los sueños que cultivó con tanto sudor y sangre.
"No quiero decir algo que te pueda afectar."
"Tengo miedo Atsumu, por favor."
"Di lo que tú quieras."
"¿Pero debo decir que eres mi alma gemela? O solo que somos amigos, creo que diré que soy homosexual, pero preguntarán por ti Tsumu."
"Eres libre de hacerlo."
"Te amo Kiyoomi, puedes decir eso, ya que tal vez yo no pueda."
"Atsumu, yo también te amo."
"Lo sé, por eso comprenderás que hablaremos mañana, ¿Si? No quiero que escuches algún pensamiento que te altere cuando ya tienes mucho por allí."
"Tu también tienes mucho por allí, quiero estar para ti, y no quiero estar solo haciendo todo esto."
"Tú puedes hacerlo, luego le agradeceremos con los chicos a Iwaizumi por estar a tú lado cuando nosotros no pudimos."
"Cuando yo no pude."
El vídeo de Kiyoomi sudando aún con diez grados de temperatura y tan solo un hoodie de la universidad encima frente a un micrófono era el favorito de Hajime para poner en el televisor a todo volumen cuando el azabache estaba de mal humor.
Hace tres semanas había dado una conferencia de prensa universitaria junto a Sorai dónde respondía hacía las noticias de su relación con el jugador de primera Liga japonesa.
- ¡No lo apagues allí! - Exclamó Hajime cuando la televisión se puso en negro. - Es mi parte favorita.
Kiyoomi solo bufó cayendo en el sofá, tal vez la suya también, como la que más odiaba al mismo tiempo.
Claro que había dicho la verdad en esa oración, y los aplausos que le siguieron liberaron un gran peso en su pecho, pero también le hervía la sangre el haber tenido que decirlo por la situación, y que la entrevista que ocurría horas luego en Japón la misma pregunta fuera contestada de otra manera.
- ¿Mi relación con Atsumu Miya? - Iwaizumi recitó de memoria en un perfecto inglés. - Es mi alma gemela, y lo considero la persona más importante en mi vida al día de hoy, apreciaría que se respetará mi privacidad más allá de eso.
- No contestaré a eso. - Habló neutro en japonés. - Eso fue lo que contestó Atsumu.
Los últimos veintiun días habían sido un infierno, luego de casi un día entero de silencio en su mente, y muchas llamadas de las radios y periódicos de las diferentes facultades y agrupaciones, Kiyoomi vió la trasmisión de los Black Jackals, para minutos después recibir una llamada de Atsumu.
Le habían dado a elegir entre su puesto titular en el equipo o su relación, no al punto de que terminarán, ya que no tenían manera de cambiar su conexión, pero si podían exigirle que lo negara públicamente.
Kiyoomi agradeció no haber dicho nada comprometedor, busco guiar sus entrevistas previas y posteriores más a él mismo, su sexualidad en su y solo confirmando que eran amigos los cuatro en la foto y que el y Atsumu eran almas gemelas, sin explicar mucho más.
Los portales de chismes rápidamente comenzaron a hablar de que el azabache sufría de amor no correspondido, y que el colocador estrella solo permanecía a su lado por su propia salud mental.
Atsumu intentaba estar para Kiyoomi, a su manera, hablaba con él todo lo posible, pero la mínima idea de tomar sus vacaciones por las fiestas en ir a Estados Unidos estaban totalmente prohibidas por su representante, y ahora también por la salida de Azuka, quién ahora vivía junto a Osamu en una casa residencial en la periferia de Osaka, dónde Atsumu acampaba intentando evitar la prensa que vivía a contrareloj fuera de su casa.
Diciembre era un caos infernal, y la pareja lo sentía por todos los frentes.
Atsumu comprendía el dolor que sentía Kiyoomi, había sido rechazado públicamente y era el que más exposición sufría, tal vez no en Estados Unidos, claro que había gente que hacía comentarios de odio, pero la sociedad allá era mucho más abierta, pero no importaba que portal de noticias japonés fuera, Sakusa Kiyoomi era la reencarnación de la indecencia.
24 de diciembre, 11:40 de la noche, Sacramento, EEUU.
"Omi-kun."
"¿Atsumu?"
"Te extraño."
"¿Qué hacías?"
"Estaba por ir a recostarme. Yo también te extraño idiota."
"Un año y medio, ¿No?"
"Si, en un año y medio recibiré mi título y volveré a Japón, a ver si alguien contrata a un homosexual pervertido."
"¡No digas eso Omi-Omi!"
"Mamá ha estado ayudando a Samu en la tienda del centro, si nadie te acepta, ¡Mamá te permitirá trabajar con ella!"
"Oh hablando de Azuka-san, mándale mis saludos cuando vayas hoy."
"Lo haré, pero consideralo, tu, jeans y playera negra ajustada, creo que ya me he derretido."
"No tendré una maestría en cuerdas y música clásica para ello, pero si me permite ver tu estúpido rostro, tal vez lo considere."
"Tengo el mejor novio del universo, ¿Sabías?"
"Lo sé, y si quieres seguir teniéndolo guarda silencio, necesito dormir para mañana."
"Está bien, estaré en primera fila virtual mañana, te amo."
Hajime y él no habían hecho mucho, una cena con algunas cervezas y nada más, al día siguiente el mayor debía tomar un vuelo a Argentina, y Kiyoomi tenía un gran día.
Había sido invitado a tocar en la presentación de la universidad en la muestra Anual de Navidad, su primer gran escenario, la primera vez que reconocían sus conocimientos con el violín.
Estaba nervioso como nunca, era su verdadero momento de brillar y hacerse conocer, sabía que muchas figuras importantes de la música egresadas de la facultad estarían allí, lo que le aseguraba que si se lucía, algo bueno podría conseguir.
Aunque eso quedaba en segundo plano ante la simple emoción del hecho, un escenario completo para él, lo había sentido en el ensayo, las maderas bajo sus pies olían tan familiar, y los cientos de asientos que el día siguiente estarían completos admirandolo, eran toda la gloria que podía desear.
Cayó en los sueños con eso en mente, con el leve esperanza de que tal vez fuera el fin de unos meses demasiado turbulentos para su gusto.
"Omi-Omi, ¿Estás despierto?"
Claro que todo quedaba guardado en las esperanzas.
"Ahora si Miya, ¿Qué quieres?"
Veía la pantalla de su teléfono en la oscuridad sonar, ¿Por qué Atsumu lo llamaba mientras lo despertaba con pensamientos?"
"Papá volvió a casa."
Su voz sonó distante en su mente, quebrada, como la que Kiyoomi oía cuando era un niño y temía por lo que pudiera ocurrirle a su alma gemela.
Nos vemos —espero— la semana que viene con más capítulos ಥ‿ಥ
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