yeol da-seot / / 열다섯


- ¡Kiyoomi! - La tintineante voz de Koushi fue la que lo despertó. - Se hace tarde para tu entrenamiento.

No le desagradaba su presencia casi infaltable a su lado, en verdad la de ninguno de los chicos que hoy formaban parte de su vida.

Ya era el sexto mes desde que había dado vuelta su vida luego de una fugaz y catastrófica visita a Japón, y nada era lo mismo.

La nieve estaba comenzando a cubrirlo todo, y hace dos días atrás habían despedido a Wakatoshi luego de mucho alcohol y risas, ya que debía volver a sus responsabilidades junto a los Adlers y su familia materna, mientras que los cuatro restantes organizaban la última cena de año nuevo que podrían compartir, ya que en poco tiempo la vida de todos tomaría un nuevo camino.

La vida misma y sus bases estaban comenzando a girar en una dirección desconocida para Kiyoomi, por primera vez la terapia no era algo que repelía, como tampoco a los amigos.

Aunque sintiera que perdería el cabello por completo al escuchar las peleas entre Tooru y Wakatoshi, no podía impedir sonreír cuando ocurrían, tampoco podía negar que le agradaba cuando Hajime y Koushi lo perseguían hasta los confines del campus universitario cuando esté intentaba ocultarse de ellos para sobarse en su tristeza.

Le gustaba la vida que llevaba, pero algo seguía fuera de lugar.

Nunca había imaginado lo importante que podía llegar a ser la constante voz en su mente, ya que ahora el oscuro y tenebroso silencio no tenía respiro alguno.

Lo asustaba demasiado, haciéndole casi imposible dormir como era debido, o hacer un esfuerzo para no pensar en cada momento en la anhelada voz de Atsumu.

Su terapeuta lo sabía, pero ante el pedido de Kiyoomi el tema aún no era uno de los principales en sus charlas. Si no más bien lo principal fueron los traumas que Kiyoomi cargaba en su espalda desde hacía años, los cuáles fueron cambiando y motivando muchas de sus decisiones en la vida.

Habían comenzado hablando por los pocos recuerdos que aún conservaba de sus padres, lo bueno y lo malo, el amor que se tenían como las claras peleas de adultos que Kiyoomi había reprimido. Habían hablado sobre el accidente y como el azabache de niño había perdido la base de toda persona.

El tópico de las decisiones de su vida y como se veía influenciado en los recuerdos que atesoraba de sus padres se convirtió en el tema doloroso e inquietante que tocarían para evitar darle mucha mención a Atsumu y la actualidad de Kiyoomi.

Y el día anterior había sido de esos que cuando uno va a terapia odia, el día que desestabiliza todas tus decisiones y te hace cuestionar hasta tu color favorito, te hace llorar y sentir dolor, odio y hasta ganas de morir, pero uno mismo sabe lo necesario del mismo.

Por lo que tal vez Kiyoomi necesitaría algunas horas para seguir asentando todo lo que giraba en su cabeza.

- Le he dicho a Hajime que me tomaré este sábado, él avisará por mi. - Dijo escondiéndose más entre las mantas. - ¿Tu no tienes un congreso?

Koushi elevó los hombros mientras se comenzaba a abrir paso al costado de la cama junto a Sakusa, quien rápidamente se dejó caer en el pecho del peligris.

- Cancelado por la nieve,- Susurró tomando el control del televisor. - ¿Qué te ha dicho tú terapeuta ahora?

Kiyoomi hizo su mejor intento de esconder su cabeza por completo, pero al saber que la mano de Sugawara lo buscaría de esa manera prefirió soltar la verdad de una vez por todas.

La sensación de suciedad emanando de él aún no había frenado, pero a duras penas hacía su esfuerzo para aceptar el contacto de sus amigos, sabiendo que si no solo empeoraría cada vez más, al punto de la locura.

- Seguimos discutiendo el tema de ser violinista profesional y... - Koushi abrió los ojos de par en par, en dos meses no había sacado ni una conclusión del tema. - No es lo que quiero hacer... No me interesan los escenarios.

Decirlo por primera vez a altas había liberado espacio en el pecho de Kiyoomi, como si acabara de vomitar un ladrillo que había estado incrustado entre sus costillas los últimos años.

- Amo la música, pero no me interesa resaltar por ello, me gusta lo que hace por la gente.

- ¿Y qué harás? - Koushi indagó. - Podría ayudarte con las materias pedagógicas.

Sugawara estaba allí haciendo el máster en docencia musical, ya que en sus primeros años había hecho la carrera para docente de nivel inicial y por su cercanía al piano optó por tomar el curso superior junto a la beca en el exterior.

- Quiero más que ello, aún no lo comprendo bien, pero sé que quiero hacer mucho más que solo enseñar. - Dijo aún deambulando sus palabras, no todo estaba resuelto pero la idea poco a poco se formaba en su mente.

Aunque hubiese tenido a su tío Ichigo y a Motoya a su lado la vida no era lo mismo sin padres, tantas cosas habían quedado por un lado de su vida y sentía que eso nunca podría volver a tenerlo, aunque la música de otra manera había llenado ese vacío.

Y no podía dejar de considerar como el vóley de una manera u otra no le disgustaba.

Por momentos su mente olvidaba cuánta gente había apoyado sus manos en el balón y los shots de adrenalina que recorrían su cuerpo luego de un buen remate eran indescriptibles, las victorias siempre sabían dulces y las derrotas solo lo motivaban a entrenar más y más.

- No me disgusta la idea de seguir jugando... Tal vez de manera profesional.

- ¿Lo dices en serio? ¡Iwa amará oír eso! - Koushi se alegró, apretándole por sobre las mantas. - Sabes cuánto espera que puedan seguir compartiendo el mismo ámbito.

- Tampoco apunto tan alto, Hajime se integrará al equipo de entrenadores del equipo nacional juvenil.

- ¿Y qué? Ya mismo llamaré a mi Dai para que ahorre para las próximas olimpiadas, estaré en primera fila alentandote.

Kiyoomi solo pudo reír por lo bajo, le generaba risa la imaginación activa que manejaba Koushi, y también lo avergonzaba la idea de permitirse soñar tan alto, con mucha suerte conseguiría lugar en un equipo de segunda división como mucho, las olimpiadas en 3 años era algo inalcanzable.

- ¿Y algo más? - Sugawara siempre sabía cuándo Kiyoomi ocultaba información.

- No mucho... Hablamos de ustedes, de la parte de Wakatoshi, no mucho. - Dijo un tanto desganado, eso era un tópico sensible estos días.

No habían pasado muchos días desde que la bestia del vóley había tomado un avión directo luego de que su transferencia había caducado, y la venida encima de partidos amistosos durante enero con otros equipos de la primera división llamaron a su puerta exigiendo su aparición en Japón.

Pero eso no lo era todo, como ya era sabido Ushijima llevaba años como alma errante luego de que su otra mitad decidiera dejarlo por un amigo de ambos, y desde allí había hecho mil y un cosas para suprimirlo de su mente.

- ¿Hablaron de lo que dijo Ushijima? - ninguno de los cuatro había dado palabra alguna sobre el tema.

- Se lo comenté, aunque no sé cómo considerarlo... Él sabe que yo... No puedo.

Koushi solo vió un poco con pena a su amigo, había sido extremadamente incómodo cuando Ushijima Wakatoshi, la persona menos demostrativa de los cinco, había abrazado a Sakusa sin permiso alguno y diciendo en su ya normal, monótona e imponente voz un "Me gustas, espero sigas siendo mi amigo, adiós." Y desapareciendo en los pasillos que en instantes desembocaron en un avión que atravesaría el mar completo, dejando a Kiyoomi con la quijada por el suelo y una mezcla de entre culpa y confusión.

Kiyoomi tenía mucho cariño, del que aún no sabía demostrar por todos, Wakatoshi incluído, él y Hajime habían sido las primeras personas allí para él, y no pensaba negar que en su momento habían compartido más que una relación de amigos, pero no importaba cuánto tiempo pasará su mente y alma aún pertenecían a un solo hombre.

El mundo era impresionante y cambiaba muy rápido, pero no así los sentimientos de Kiyoomi, todos sabían la pasajera historia que habían compartido y también sabían muy bien que el azabache por las noches despertaba a todos al grito del nombre de su alma gemela, o cómo veía junto a todos la Liga japonesa y siempre que el colocador estrella realizaba un saque sus manos se presionaban hacía lo más cercano que había.

- ¿Alguna vez podré volver a amar a alguien Kou? - Sonaba triste, pocas eran las veces que se permitía exteriorizar lo que cruzaba su mente.

La mirada tranquila de Sugawara cayó sobre la propia, y con una corta sonrisa y un apretón por sobre las telas le dió una respuesta.

- Todo se resolverá, lo sabes, ¿No?

"Es mi cumpleaños, ¿Lo recuerdas?"

El dormitorio estaba en silencio, apenas habían retomado las clases del último receso y para mala suerte de Kiyoomi era el único sin cátedra alguna por la mañana y los entrenamientos aún no volvían, por lo que el trío que lo soportaba se encontraba fuera de momento.

El calendario de la pared fue tachado en el día de la fecha y los ojos de Kiyoomi no pudieron evitar viajar a la poca extensión que le quedaba.

Los últimos días de marzo, abril, mayo, junio y Julio.

El 1 de agosto estaba marcado con el fibrón verde aqua favorito de Tooru, con un pequeño mensaje.

"JAPÓN"

Su sangre helaba ante la idea, pero era un paso más hacia adelante, más cerca de su futuro casi inmediato.

Semanas atrás se habían sentado juntos a cerrar fechas, el intercambio del ya casi proclamado Argentino se extendía hasta Julio, mientras que los otros tres a principios de mes se despedirían de sus días de aula, al menos como estudiante para Sugawara, y recibirían sus títulos.

Les pareció buena idea tomar el vuelo todos juntos, ya que Oikawa iría a visitar a su sobrino y su madre, Sugawara se reencontraría con su pareja e Iwaizumi y Kiyoomi habían decidido compartir piso.

Si.

No fueron suficientes todos esos años arrojándose aromatizantes de ambiente que ahora compartirían también departamento en Osaka.

"Amarías oír esto."

Aún no tenía nada definido, algunas ofertas habían llegado ante la apertura de temporada, pero todas habían sido avisadas que hasta mediados de año Sakusa no se integraría a ninguno, ya que la decisión no estaba tomada en su totalidad.

Decidieron por erradicarse en Osaka, ya que el gimnasio nacional estaba a media hora en tren del centro y la mayoría de los equipos atractivos para Kiyoomi eran de la región, aunque aún ninguno de primera división.

¿Miedo?

Cómo en el mismísimo infierno, sabía bien que su próxima casa tal vez podría venir infestada de cucarachas, o que la ventana de su cuarto de justo a la ventilación de un restaurante de frituras, sabía que tal vez a final de cuentas ningún equipo lo recibiría pero lo que más sabía y sin tal vez, es que de por seguro sus caminos se cruzarían.

"Aún tengo tanto para decir."

Ya las lágrimas eran reservadas a los peores días, cuando las manchas negras y el silencio en su mente se extendían al punto de cortar el paso de aire a sus pulmones y presionaban su pecho, no para cada ínfima vez que el ondulado y perfectamente teñido cabello de Atsumu aparecía en su mente, o las veces que un partido de los Black Jackals era sintonizado en su televisor.

Pero esa idea de que la voz que ya no habitaba su mente llegará a sus oídos en una tienda de conveniencia, las gradas de un partido o en un café, lo arrastraba a la locura.

No podría obviarlo ni aunque quisiera, lo amaba con cada átomo de su cuerpo, ya que célula sería muy poco.

Le dió las mil y un vueltas a dar una respuesta positiva a Iwaizumi de mudarse juntos a Japón, ¡Hasta confabuló con Motoya la manera de quedarse en América!

Pero debía hacerlo, su vida no podía depender de un amor que debía olvidar, y mucho menos dejar sus nuevos sueños de lado por él.

A menos que...

El teléfono sonaba como si el mañana no existiera, y para su suerte sabía bien que no se trataba de Ichigo, Ushijima ni la familia Washio, ya que había recibido todas esas llamadas cuando las doce de la noche golpeaban los relojes japoneses.

¿Sería Atsumu? O tal vez Osamu y Sunarin... Había evitado cualquier contacto por cualquier medio durante meses, y nunca había imaginado que aparecerían a modo de llamada ese día.

- ¿Quien habla? - Su voz escondía todo el miedo a través de la línea.

- ¿Kiyoomi? - Una voz femenina habló. - Soy Koko.

Koko.

Koko.

- Sakusa Koko. - El aire que atentó entrar a sus pulmones pareció llegar a su cerebro, presionando todo punto sensible. - Yo...

- Ya sé quién eres... - Murmuró, ¿Tan mala suerte poseía? - Kouta... Kotoko, no recuerdo quien es quien.

Un sabor amargo ahondó su paladar, como si los recuerdos de un niño de once años sin mucha esperanza aparecieran.

Tal vez porqué lo hacían.

Aún recordaba el día de invierno que frente a la puerta de la casa de su tío Ichigo dos personas idénticas aparecían, no podía olvidarlos de ninguna manera.

Fue la primera vez que supo que no era el único hijo de su padre, como también así que el hombre que tanto amaba e idolatraba había cometido errores.

Se presentaron como Kotoko y Kouta, dos gemelos idénticos, un hombre y una mujer, aunque Kiyoomi tuvo que tener una larga charla para entender porque una chica tenía nombre de hombre, comprendió que ellos eran hijos de su padre. De un matrimonio anterior.

El cuál había terminado por su madre.

Específicamente por él.

- Soy Kouta. Se que no quieres saber mucho de nosotros, pero... Feliz cumpleaños. - La voz sonaba tranquila y espolvoreada por nervios.

Claro que no quería saber nada, el miedo del único encuentro que compartieron seguía allí latente, la idea de que volvieran a separarlo de la única familia que conocía.

- Koto y yo solo queríamos conocerte... Cuidarte si era necesario. - Kiyoomi seguía mudo al otro lado de la línea. - Aún queremos, ya somos adultos con vidas más armadas...

- ¿Por qué llamas? - Fue lo primero que pudo decir. - Perdona, solo que tengo algunos asuntos pendientes al día.

- Yo te pido disculpas, ha sido difícil decidir cuando llamarte. - Podía hasta sentir como sonreía a través de la línea. - Antes era más difícil acercarme a ti, tenía miedo que podría decir la gente que tuvieras una hermana como yo... Transicionando... Koto pensó lo mismo... Pero, debemos cumplir lo que ha pedido papá, ¿Sabes?

- ¿De qué hablas?

No quería oír justo hoy sobre su padre, odiaba la idea de recordarlos el mismo día que más anhelaba estar al lado de ambos.

- El nos pidió que cuidaramos de tí si tu familia no podía... Y que si alguna vez ocurría algo te diéramos tu parte cuando terminaras la universidad... Papá sabía que serías un hombre con una idea de qué hacer con el dinero. - Dijo pausada, podía oír niños al fondo. - Descubrimos que estudias música, y que tu tío Komori sigue a cargo de ti mientras estás en América... Cuando vuelvas tendrás todo.

- ¿Qué mierda estás diciendo? - Nada tenía sentido, sabía que el poco dinero que poseían sus padres había quedado para su tío Ichigo, y que con eso lo había criado.

- Papá era profesional, todo su dinero siempre fue para nosotros tres... No te pediremos nada, pero me gustaría verte, eres igual a Kotoko y a mi en nuestra adolescencia, y sus hijos son idénticos a la última vez que te vimos.

Kiyoomi sentía las respiraciones al otro lado de la línea, y de por seguro ambos estaban oyéndolo en el parlante del teléfono, ¿Que debía decir? Gracias por una herencia el día de mi cumpleaños, o mejor aún, ¿Mañana iré a verlos?

Claro que no.

Se dignó a compartir una que otra palabra, prometiendo por cordialidad, y algo de intriga, visitarlos cuando volviera a Japón, y diciendo que podrían discutir mejor cualquier cosa referida a dinero y sus padres muertos, cualquier otro día que no fuera su cumpleaños y que su mente no estuviera plagada de su ex novio y la idea de volver a su país de origen, aunque la última no la mencionó.

Ya con el teléfono desconectado y la mente por mil y un lugares tomó la decisión de descansar con violín en mano y observando al techo mientras notas perdidas de ritmo alguno sonaban por el cuarto, al menos hasta que alguno de todos sus convivientes llegara.

Aunque no imaginaba que llegarían los tres con Lysoform y un pastel repleto del aroma del mismo.

No pudo evitar interrumpir los cánticos, que de por sí ansiedad le daban, con la inesperada noticia.

- Creo que soy... ¿millonario? - dijo recapitulando en su mente la suma que Koko había nombrado.

Todos cayeron en silencio, y el "Que los cumplas Kiiiiyooomi" quedó en el aire, casi imaginando que era la primera broma extraña que el azabache soltaba.

Hasta que un minuto de silencio llegó y todos comprendieron que no se trataba de ningún chiste.

- ¡Eso significa que podrás cumplir tu sueño! - Exclamó Sugawara intentando abrazarlo, y recibiendo una palmada en el hombro.

Un gran pastel decoraba la mesa, con merengue de color celeste pastel y un pequeño sol en la parte alta, la computadora con Takeru y la hermana mayor de los Oikawa, Rimu, pan de leche decorado con chocolate, empanadas de jamón y queso, muchas botellas de vino mendocino que Kiyoomi había adquirido y una gran pancarta que Sugawara hizo que ayudó a que aprobará su última clase de español.

"Feliz cumpleaños al argentino Oikawa "Toro" Tooru"

El joven, con lágrimas en sus ojos y un DNI con su nueva nacionalidad siendo arrancado del sobre que llegó la mañana del 20 de Julio, comenzó a soltar insultos en todos los idiomas de su vocabulario.

- ¡Yo no soy ningún pariente boludo de la vaca de Ushijima! - La mezcla de español y japonés resonaron en el dormitorio.

Los tonificados brazos de Iwaizumi lo encerraron por la espalda, mientras los labios de Koushi recaían en su mejilla y Kiyoomi sonreía aún con las botellas en mano.

- Error ortográfico, Toto y Toro sonaban muy parecido... ¿Pero qué tiene que ver eso con una vaca?

El grito rozando lo diva inundó los oídos de todos.

- ¡El toro, ¡TORO! es el macho de la vaca. ¡Vaca! - Gritó traduciendo ambos animales.

Las risas no faltaron, no lo habían hecho el último mes y no lo harían los pocos días que atentaban a expirar sus visas y al mismo tiempo se acercaban a la fecha que marcaban sus boletos de avión.

Los tres externos a Sakusa sabían bien que debían dar lo mejor de sí mismos para no permitir ni un minuto de silencio donde el azabache luchará con sus pensamientos y todo lo respectivo a la inminente vuelta a Japón.

Kiyoomi había perdido todo sentimiento de tristeza respectivo a Atsumu y sus viejos amigos, aunque tampoco se comparaban con el odio, era un extraño pero muy marcado sentimiento de existencia, ellos estaban allí, en su mente, pero sin nada a su alrededor, miedo, extrañar, amor u odio, nada.

Kiyoomi se encontraba perdido en que sentía sobre ellos, solo sabía que el oír sobre ellos helaba su sangre y vacilaba su mente, manchando su mundo de negro.

Nada era normal al día de la fecha, Sakusa estaba atareado por papeles, su tesis había sido aprobada con las mejores notas y en su escritorio amontonaba contratos por los cuales no sabía cuál decidir, sin dejar de contemplar las pilas de presupuestos, de alquileres y muebles, papelerío respecto a permisos y licitaciones, y la tormenta de su cabeza respectiva a su futuro inmediato.

El cumpleaños y festejo por la aceptación de segunda nacionalidad de Oikawa les había dado un día completo para olvidar todo, y darse paso a una buena embriagada en festejo a cuatro títulos universitarios y múltiples ofertas laborales, pero el día siguiente debía llegar y la cuenta regresiva de diez días ajustaba a todos a comenzar a observar maletas y cajas para toda su carga.

Sugawara era el dedicado a ayudar a Kiyoomi con la misma, ya que la pareja aprovechaba los momentos a solas en el dormitorio siguiente.

- Lo haras, ¿No? - Kiyoomi habló pausado mientras empacaba una pila de playeras deportivas. - Confío en ti más que nadie.

Un suspiro del joven teñido de gris ahondó el lugar.

- Daichi ha aceptado pero... ¿Crees que seré capaz? - Su mente deambulaba ante la idea. - ¿Yo y muchos niños?

Kiyoomi río acomodando la cubierta plástica en la maleta. Si fuese por él pondría sus manos sobre la lava por cualquiera de sus nuevos amigos, claro que podría confiar algo de este calibre.

- Es uno de mis sueños Kou, pero no podré estar allí a toda hora, te necesito. - Dijo pausado. - Has estudiado más que nadie para cuidar niños, y serás el mejor profesor de música en el lugar.

- Eso lo entiendo Kusa pero... Serán como mis hijos... Y también los tuyos...

Los titubeos en cada oración ya estaban patentados cuando se trataba del tema, pero a Kiyoomi no le importaba, esta era la única razón por la que seguía adelante sin permitir que ninguna de sus penas lo frenara.

Desde el momento que se cuestionó el abandonar la música en escenarios como su vocación supo que debía darle algún otro enfoque en su vida, y no pudo encontrar mejor respuesta que combinar todo lo que debía resolver de sí mismo.

No quería que ningún niño sin padres se sintiera perdido por o sin la música, quería demostrar al mundo como lo que a él tanto lo había ayudado a sobrevivir podría hacerlo con muchos, y sus hermanos, aunque más su padre, le habían otorgado la oportunidad.

No dejaría de lado el vóley, que en los últimos meses se había convertido en su principal meta, en la cual sentía que día a día podía superarse más y más, pero no podía negar que la idea de crear un espacio para niños sin hogar se acercarán a la música y escaparan de sus realidades era lo que más anhelaba.

Y la herencia se lo había otorgado.

El lugar seguís luchando entre 3 casones a la venta, pero todos los permisos necesarios y con ayuda de la matrícula de educador de Sugawara las habían obtenido, la inversión base y la idea de un sueldo de jugador le daría el dinero necesario para mantenerla en pie, y el pulgar arriba del gobierno para la zona de dormitorios y albergue de adopciones también había sido aceptado.

No faltaba más para llegar a Osaka y poner todo en marcha... Cómo también definir que contrato firmaría.

Las únicas ofertas que había recibido de la primera división, y más seguras financieramente, eran en los Adlers junto a Ushijima, o en el Raijin, junto a Motoya, quien había vuelto hace no más de dos meses a la cancha, y Suna, quién llevaba seis meses luego de su recuperación, pero aún no sabía hacia dónde firmar.

Luego de charlar con los tres durante días, un 31 de Julio tenía ambos contratos y todo el dormitorio en cajas frente a él, debía tomar una decisión.

La tomó, pero cuando su pluma estaba por tocar el papel frente a él, Iwaizumi casi baja su puerta de una patada.

- ¡Baja el maldito bolígrafo y escúchame!

- ¿Entrarás solo? - Iwaizumi estaba a sus espaldas observando.

Kiyoomi inhaló y exhaló casi diez veces antes de dar una respuesta, en un intento fallido de que sus manos pararán de temblar.

- Si yo he pensado en él durante todo este año y medio, - dijo mientras el bolso encastraba su hombro. - el pensara en mí a cada paso que de.

OMG ESTAMOS TAN CERCA DEL FINAL

Solo quiero pedir perdón por las demoras, estar en mi pueblo de nuevo me puso lenta y con mucho quilombo...

Y quiero agradecer mil y un veces a Darky2004 que me está ayudando con la revisión y continuidad de la historia, sos la 1 🛐

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