yeo-deol / / 여덟
"¡Juguemos a las diez preguntas!"
"Ugh, vale."
"¿Qué es lo que más te asusta?"
Miya Atsumu desde muy pequeño fue educado por su madre y nadie más, y ella le había enseñado mucho sobre el consentimiento y cuando era correcto estar con una chica y cuando no.
Pero realmente ahora estaba en una gran encrucijada.
Luego de que Kiyoomi le pidiera que lo llevará a casa, y fuese al interior del salón donde Motoya, Osamu y Suna lo observaron con una mirada pícara mientras le daban dos recuerdos de la boda y un deseo de suerte comenzó a sentir que toda la situación comenzaba a desvirtuarse.
Primero pidió a un chófer que llevará el auto al hotel donde había alquilado un cuarto, y luego se metió a un taxi dónde Kiyoomi simplemente se recostó contra la ventanilla luego de dar su dirección y no volver a abrir la boca en todo el recorrido.
Lo acompañó hasta dentro de su casa, tan solo para confirmar que llegará sano y salvo a su cama, realmente lo hizo tan solo por eso y esperaba que el Dios que los estuviera observando lo supiera, porque en el momento que Kiyoomi lo empujó a la cama y se le trepó reparando sobre su regazo, Atsumu prometía que no había hecho nada para llegar a esa situación.
- Omi-Omi, estás ebrio yo debería irme...
- ¿Tienes miedo de ir abajo? - Masculló besando su cuello. - Puedes ir arriba, aunque esperaba hacerlo así contigo.
- ¡No es eso! O sea, claro que yo nunca... Pero no es eso, me encantaría estar contigo, pero no creo que sea correcto ya sabes, tú no quieres estar conmigo y... ¡Kiyoomi duele!
Sintió la piel de su cuello tensarse mientras los dientes ajenos se clavaban, seguidos de una pequeña risa infantil, maldito sea el momento que Atsumu decidió que era una idea enamorar de Sakusa Kiyoomi y su impredecible manera de actuar.
- No estaría así si no quisiera estar contigo, ¿O es que ya no me amas?
Lo odiaba, lo odiaba tanto por saber que decir para hacerlo ceder que se olvidó en qué momento de la historia había permitido que Kiyoomi le quitara toda la ropa, y el hiciera lo mismo con el azabache, siendo obligado a ducharse en su compañía y un par de manos recorriendo cada parte de su cuerpo.
Se sintió agradecido de haber tomado el champagne necesario para permitir que Sakusa hiciera lo que quisiera con su cuerpo sin avergonzarse, pero no tantas como para olvidar los besos y marcas que fueron apareciendo en su rostro, cuello, pecho, brazos y piernas, como tampoco olvidaría la manera de mirarlo de Kiyoomi, como si fuese la cosa más frágil del mundo, pero al mismo tiempo totalmente cargada de deseo.
Parecía gravado a fuego en su cerebro la voz profunda de Sakusa preguntando si estaba bien, o la sensación de si piel frenar el camino de Dios uñas por la espalda ajena, como también el fantasma de las manos de Kiyoomi sosteniendo sus caderas.
Sentía que todo encontraba un sentido natural, tanto que cuando Kiyoomi cayó agotado a su lado y lo abrazaba hacía su pecho se dejó llevar, como si esto fuera normal, como si el compartir la cama fuera lo que deberían haber estado haciendo desde hacía mucho tiempo atrás.
"Te amo Kiyoomi."
El brazo que rodeaba su espalda se tensó, haciendo que la cara de Atsumu terminara enterrada en el pecho desnudo de Kiyoomi, replanteándose que tipo de idiotez había pensado en el momento que había soltado eso tan a la ligera.
"Yo también lo hago."
Atsumu tuvo que parpadear reiteradas veces, el oír eso dentro de su mente le hacía dudar de si había sido una alucinación para no sentirse tan patético de volver a confesarse de manera fallida o si realmente Kiyoomi lo había dicho, forcejeo con el brazo que intentaba retenerlo hasta poder ver a su compañero, que intentaba mantener la vista en el techo, totalmente sonrojado.
"Pero mañana volveré a Estados Unidos y lo sabes."
"¿No podías arruinar algunos minutos después el momento?"
Atsumu había vuelto al lugar que Kiyoomi le designó, escondido en su pecho, él ya lo sabía, era muy consciente de ello, desde el momento que el día anterior fue a verlo, sabía que no podría ver el rostro de Sakusa por muchos días, ni mucho menos compartir más de algunos momentos a su lado.
No quería seguir viéndolo, aunque estuviera perfecto, y fuese un tipo de bendición poder verlo de tan cerca, era como si algo se rompiera si debía volver a observarlo.
Tenía miedo, demasiado, el futuro en ese instante era tan incierto, al menos horas atrás era fácil saber cómo seguirían las cosas, en un frío sueño dónde Kiyoomi lo había superado, y el hacía lo mejor de sí por hacerlo, dónde lo único que debía olvidar eran un beso o dos, confesiones inseguras en medio de peleas que le quitaban credibilidad, pero eso ya no existía, Atsumu no podía borrar este día aunque su cráneo se partiera y su memoria desapareciera.
Tan solo existían dos caminos en la duda que taladraba al rubio, o ganaría la aceptación de Kiyoomi, o lo perdería para siempre, por dejarse llevar del amor que aprieta su pecho.
"Ya no puedo mentirte más, ni engañarte. Odio las mentiras u ocultar cosas... Lo sabes."
"Lo recuerdo, es lo que más odiabas cuando eras un niño."
"Las diez preguntas."
¿Qué había querido decir? Atsumu no podía dejar de pensar en eso, la simple idea de que la termine charla estaba a punto de comenzar le helaba la sangre, no sentía poseer el valor necesario para decirle porque no podía ser como Motoya y Tatsuki, aunque anhelara más que nada gritarle al mundo cuánto lo amaba.
Pero ninguno de los dos dijo palabra alguna durante casi una hora, hasta que el sol de la mañana comenzaba a asomar e iluminar el cuarto, haciendo obvio a simple vista lo que había ocurrido allí.
- Me iré a duchar al cuarto de Motoya, para cuando vuelva debes estar limpio y haber cambiado las sábanas si quieres venir a desayunar conmigo. - Habló Sakusa, levantándose rápidamente de la cama mientras ocultaba su cuerpo con una manta.
- ¿Me estás invitando el desayuno Kiyoomi?
- Claro que no, tú eres el que cobra un muy buen cheque mensual, estoy invitándote a pagar mi comida.
No tenía manera de negarse, no le importaba si Sakusa le pedía un maldito auto, si eso significaba que podía estar a su lado hasta que subiera al avión, no podía negarse.
Obedeció lo pedido, y cuando salió de la ducha, unos pantalones deportivos y un hoodie le esperaban en el ante baño, nunca se imaginó que unos pantalones pudieran apretar tanto su trasero, pero de igual manera sobrar centímetros de pierna.
A pedido de Kiyoomi caminaron hasta el centro, ya que se negaba a subir al transporte público, y al parecer a los taxis también, aunque no presentaba gran problema para Atsumu, el simple hecho de estar haciendo un ritual de "amigos" de pasear por la ciudad en búsqueda de un café que entrara en las exigencias del azabache le parecía suficiente para dejar los temas sensibles para más tarde.
- Un expreso doble, un té matcha y un taiyaki de cada uno, calientes por favor. - Habló Kiyoomi sin preguntar a Atsumu, y para cuando la chica se alejó sin no antes guiñar su ojo, volvió la vista al rubio. - Atsumu.
Sintió su sangre helar, el cambio radical de actitud en Kiyoomi podía solo significar una cosa, y es que lo había sacado de la casa para que no hiciera una escena en el momento que hablaban, o al menos eso pensó Atsumu en los cinco segundos que le tomó contestar, mientras comenzaba a romper una servilleta, ansioso.
- ¿Si Omi-Omi?
No quería verlo a los ojos, ni mucho menos permitir que él lo viera, sabía bien cuánto incomodaría a Kiyoomi verlo dolido, y sabía que sentiría eso al segundo que viese la cara neutra de Sakusa, a punto de cortar todo.
- Atsumu mírame, - dijo con la voz más suave de lo normal, lo que extrañó al rubio. - quiero ver tus ojos cuando diga esto.
Miya lo consideró durante más tiempo está vez, ¿Acaso Sakusa se había vuelto en un tipo que disfrutaba ver sufrir a la gente? ¿O por qué más querría ver cómo sus ojos se cristalizarían en cualquier momento?
No podía soportarlo, sabía bien que no tenía ningún tipo de control en la situación, y que no podría negarse a nada de lo que Kiyoomi le pidiera, sea no volver a hablar nunca más o arrodillarse pidiendo disculpas por sobrepasarse la noche anterior.
- Cuando viví en Corea aprendí muchas cosas, había un chico que estudiaba literatura clásica que a veces compartía los desayunos junto a Suna y yo, y el trabajo en el que estaba en ese momento traía conceptos un tanto interesantes.
Sakusa comenzó a hablar, aunque Miya no hubiese cumplido su pedido, sentía como si no, todo el discurso que había pensado desde el segundo que Atsumu quedó dormido en sus brazos se perdería.
Pero no tardó en cumplir las veinte palabras que Atsumu elevó la vista, notando como un sonrojado Kiyoomi observaba sus dedos jugar en la mesa, quedándose callado cuando la joven trajo sus pedidos, para luego mirarlo a los ojos y dar un profundo respiro.
- Uno de esos conceptos era el concepto del Han. - Dijo serio. - "Han es dolor, y la esperanza de poder superarlo." - Habló en coreano, confundiendo a Atsumu. - Habla de un sentimiento colectivo, y hasta cultural sabes, pero que cada uno puede encontrarlo en su vida diaria, y junto a la gente que lo rodea.
- Omi, no comprendo a qué quieres llegar. - Habló nervioso, Sakusa cambiaba sus nuevas entre preocupación, vergüenza y seriedad pura con cada palabra, y cada vez sentía que su corazón aumentaba su velocidad a un punto que si no oía como lo dejaba en un minuto, moriría allí mismo.
- Vivo cargando el dolor de no tenerte a mi lado, ¿Lo sabes? Y con una estúpida esperanza de que todo se resuelva sin más, escondiéndome en la protección de mis amigos. - Habló más rápido, perdiendo la paciencia que mantenía. - Y eso no cambiará si yo no cambio, sigo empeñado en la estupidez de mi orgullo, de mis principios, y siento como poco a poco me entierran Tsumu.
Atsumu sintió sus manos helar, no podía comprender la realidad de lo que oía, y el miedo cada vez aumentaba más y más, la incertidumbre que se había alojado en el las últimas horas lo consumían.
Pero cuando Kiyoomi volvió a abrir la boca, fue interrumpido por el imparable timbre de su teléfono, como si llegará un mensaje detrás de otro, y por último una llamada.
- Dame un segundo, - dijo parándose. - espérame, por favor.
Atsumu vio como se alejaba lo suficiente para no oír nada de lo que hablaba, y Atsumu podía notar lo preocupado que se encontraba Kiyoomi al teléfono, no pasaron más de cinco minutos para que volviera a la mesa entre fastidiado y preocupado.
- Quiero que terminemos de hablar, pero debo ir a ayudar a un amigo. - Habló entre gruñidos. - ¿Puedes acompañarme?
Realmente Atsumu estaba considerando seguirlo, tan ciegamente como siempre, aunque sintiera que estaba atravesando una separación.
Asintió, y luego de explicarle que su departamento, y por consiguiente su auto estaban cerca, caminaron hasta el lugar, para comenzar a conducir a dónde Kiyoomi ordenó.
- ¿A quién buscaremos? - Preguntó asustado Atsumu.
Sabía bien que, si se tratará de Osamu o Rintarō, el sería al primero que llamaban, y Motoya en este mismo instante se encontraba en un avión a Fiji.
- a Ushijima. - Dijo Kiyoomi estresado, mientras seguía tecleando en el teléfono. - Te prometo que no es lo que imaginas.
"Si claro."
- Mierda, perdón Omi yo...
- No importa, bajaré cinco minutos y luego hablaremos. Tengo un avión en tres horas y no puedo marcharme así.
Atsumu no pudo contestar, que el lugar indicado apareció, y con ello el sujeto que traía todos sus celos, junto a otros dos chicos, uno con la cabellera roja brillante y otro gris, parecido a Osamu.
- Espera dentro del auto, ya vuelvo.
No podía negarse, no quería de ninguna manera escuchar que hablarían allí fuera, y mucho menos sentir que el sujeto frente a él era su perfecto remplazo.
Se quedó nervioso observando como Sakusa comenzaba a gritar cosas que no comprendía a los jóvenes frente a Wakatoshi, mientras el de cabello rojo intentaba empujar al gigante, y el joven de cabello gris intentaba alejar a Kiyoomi.
"Omi, ¿Necesitas ayuda?"
No pudo aguantar preguntar, ya que vio como Ushijima estaba congelado en el lugar, tal vez llorando si la vista no le fallaba, y todo estaba comenzando a tomar un aspecto más físico.
"Oh no tranquilo yo... MIERDA ES HOMBRE MUERTO."
Entre los pensamientos erráticos vio como el puño de Kiyoomi aterrizaba en el rostro del de cabellos rojos, y como por arte de magia Atsumu recordó quien era.
Había jugado contra esos tres, en su primer año de preparatoria, y sabía bien la fuerza que de seguro aún tenían, abrió lo más rápido posible la puerta del auto e intento correr hacia Kiyoomi.
"Mete a Wakatoshi al auto."
- Maldita seas Satori, si vuelves a molestarlo te prometo que te hundiré. - Gruñó Kiyoomi, mientras les daba la espalda a ambos dos. - Que sea tu alma gemela no significa que sea tu esclavo, aprende a controlar tus pensamientos.
Miya Atsumu se encontraba en la mayor encrucijada de su vida, en primer lugar, se odiaba porque lo que más recordaba de toda la pelea que presenció, fue el hecho de lo hermoso que se veía Kiyoomi con el cabello alborotado, sonrojado y golpeando a alguien.
La segunda problemática era que tenía al sujeto que el amor de su vida se encamaba para olvidarlo en la parte trasera de su auto en algo parecido a una crisis nerviosa.
Y por tercera, Kiyoomi aún no había explicado porque le había dado una charla de sentimientos coreanos, así que seguía con la duda de que, si en tres horas sería desechado o sería categorizado nuevamente de amigo, como si nada hubiese ocurrido.
- ¿Hacía dónde voy?
- Deja a Ushijima en la estación de trenes, y debo ir a mi casa por mi equipaje. - dijo Kiyoomi mientras seguía pensando Atsumu podía notarlo en su rostro. - Maldita seas Wakatoshi, cierra la boca y pásame el alcohol en gel que está en mi abrigo.
El joven asintió y prestó el favor lo más rápido posible, haciendo que Atsumu se quedará inmóvil por unos segundos, Kiyoomi en su modo "estoy completo de gérmenes" podía ser todo un dictador temerario.
Todo lo que faltó de recorrido fue un silencio abismal, las únicas palabras que salieron fue un "Gracias" por parte de Wakatoshi hacía Atsumu en la estación de trenes, y un "Luego te llamo" de Sakusa al jugador de los Adlers.
Permaneciendo nuevamente así hasta la casa de Kiyoomi, dónde esté tomó su maleta, apretando la ropa que se encontraba fuera y volviendo a salir a un Atsumu ansioso frente al volante.
- Ya sé que no dirás nunca en público que eres homosexual por tu padre.
Kiyoomi lo soltó tan de repente que Atsumu no pudo evitar clavar los frenos, agradecido que siguieran en una zona residencial con poco tráfico.
- ¿Qué acabas de decir?
- Wakatoshi me explicó que ocurre cuando dos almas gemelas pierden contacto en malos términos... Eso ocurre entre tu madre y tu padre, y si tú lo haces enojar, tu madre no estará bien.
- Kiyoomi, tu no entiendes nad...
- No puedo tener una relación contigo sin dar de mi parte, y te exigí lo único que no podías darme, soy la persona más egoísta del mundo.
Atsumu volvió al camino, aún en silencio, no quería darle la razón, aunque toda palabra que saliera de sus labios era totalmente cierta.
- Se lo de tus padres desde que somos niños... Y nunca pude cuidarte, ni siquiera cuando apareciste golpeado frente a mí, me protegí a mí, antes que nada, por miedo a que rompieras mi corazón. - Kiyoomi no paraba de hablar, y Atsumu en cada momento sentía como su fachada de resistencia se perdía. - Se que sabes lo de mis padres, pero nunca lo he dicho en voz alta.
- No debes decir nada que no quieras Omi yo...
- Mis papás murieron, sé que sabes eso, la primera noche que nos oímos fue esa misma, pero luego aprendí a qué no oyeras nada más. No quería que supieras lo que me dijo mi madre por última vez. - Le interrumpió, y Atsumu comprendió que debía callar. - Ella...
"Ella me dijo que mi pidió que fuera feliz, a como dé lugar."
"Pensé que la felicidad estaría en el violín, fue lo único que me dejó mi padre, y por eso lo prioricé por sobre todos, Motoya, el tío Ichigo, tú..."
"Pero el violín no me hace feliz, desde el día que te vi en el aeropuerto lo supe, pero sentía que defraudaría a mis padres, dejando mi vocación de lado por amor, me mentí tanto tiempo a mí mismo por miedo."
El auto frenó fuera del aeropuerto, y Atsumu se pudo permitir observar a Kiyoomi, mantenía sus manos presionando sus rodillas y la vista clavada en las mismas, para luego comenzar a bajar. Atsumu lo siguió sin decir palabra alguna.
"Ya no quiero vivir en Han Atsumu, quiero dejar de esperar que la tormenta pasé, e irme a un lugar despejado por mí mismo, quiero ser feliz contigo."
Atsumu se paró en seco entre el mar de gente, y apenas notó que Kiyoomi seguía caminando lo tomó por el brazo, atrayéndolo hacía él, y observando su rostro.
¿Acaso no lo iba a dejar?
- Atsumu, por favor perdóname por no haberte cuidado, prometo que, aunque esté a ocho mil kilómetros te cuidare, y apenas encuentre una mejor oportunidad aquí volveré a estar a tu lado.
- Kiyoomi tú... - Sintió como ninguna palabra podría explicar todo lo que cruzaba por su mente. - Yo... Cómo podría decirte que no.
Sakusa no esperó más, y en un solo movimiento se retiró el cubrebocas y con la mano contraria atrajo a Atsumu hacía el desde la nuca, plantando un beso en sus labios entre dulce de amor y salado de lágrimas, usando la mano ahora libre para abrazarlo hacía sí mismo.
- Atsumu, prométeme que no volverás a desaparecer de mis pensamientos.
- Jamás Kiyoomi.
Kiyoomi nunca imaginó que podría sentirse tan incómodo en su propia "casa" en su vida, hasta el día que conoció a Oikawa Tooru.
El receso de invierno en Argentina había llegado, y consiguiente el de verano en Estados Unidos, e Iwaizumi no tuvo mejor idea que invitar por una semana a su exasperante novio a quedarse con ellos en los dormitorios, antes de ambos viajar por una semana más a Japón.
Exacto, Sakusa Kiyoomi en sus cortas vacaciones de vivir días interminables entre ensayos entrenamientos y partidos oficiales, tuvo que pasar hasta el momento, seis días escuchando a las ocho de la mañana una aguda y cantarina voz gritar "Iwa-chan", ver cómo tocaban todo su espacio común sin sanitizar sus manos y... ¡Ver cómo colocaba sus horrorosas patas sobre la mesa ratona!
"Ya no aguanto más Atsumu."
Se encontraban en videollamada mientras Kiyoomi ensayaba violín en su cuarto, se había convertido en una de las actividades vacacionales favoritas de Atsumu, ya que de esta manera y sin entrenamientos, podía hablar con Kiyoomi en su mente mientras oía y observaba como tocaba perfectamente ante él.
Aunque tal vez haya que dar un poco de contexto.
Hace ya seis meses Sakusa había vomitado todos sus sentimientos entre medio de una resaca culposa, lo que los llevó a besarse y prometerse la luna desesperadamente justo antes de que Atsumu debiera ver cómo el apuesto Dios griego se subía a un avión, a muchos husos horarios de distancia.
Lo que terminó en exactamente a 167 días dónde cada uno de ellos hablaban en todo momento posible, sea por llamada, mensaje, videollamada o por su mente, elevando sus temas de charlas, a algunos más profundos, como los problemas que se habían ocultado tantos años, como estupideces melosas de parte de Atsumu y cumplidos normales, pero que si salían de la mente de Kiyoomi sonaban casi como el discurso romántico más rosa del universo para el rubio.
Osamu había tenido que pagar 5000 yenes a Motoya y a Suna al haber perdido una apuesta, y habían celebrado todos por videollamada con latas de cerveza que "el par de idiotas" por fin aprendiera herramientas de comunicación sinceras.
Lo que nos trae devuelta a hoy, con un Sakusa sudoroso por la térmica de 36 grados, un Atsumu disfrutando el aire acondicionado en su cama admirando al azabache, y destartalándose de risa por oír los gritos de "Shittykawa", como oía que Iwaizumi le gritaba cuando elevaba mucho la voz.
"En un día ya estarás solo, y podrás andar desnudo y con la cámara encendida para mí cuanto quieras."
"En tus más grandes sueños idiota... Mierda me confundí."
Kiyoomi volvió a bajar el arco, reposando el violín sobre la cama mientras cogía el teléfono para observar a Atsumu.
- ¿Cómo van tus vacaciones? - preguntó, mientras veía como Atsumu se acomodaba en la almohada.
- Aburridas, y peor aún mañana que tendremos un intensivo por el día, no podré coger el teléfono por lo que dure.
- ¿Ni siquiera para avisarme que te encuentras bien?
- Solo será la mitad del día, para cuando despiertes estaré allí, ¿O acaso me extrañarás?
- No lo hago.
- Pues yo sí. - Dijo Atsumu entre risas. - Y seguro que tú también, pero volverás a ver mi rostro en un abrir y cerrar de ojos. Te lo prometo.
No quería aceptarlo, pero cuando cortó la videollamada, y cuatro horas después recibió un mensaje de Atsumu diciendo que ya estaba por partir de su casa, sabía que extrañaría oír su voz, o siquiera poder ver su rostro.
En los meses que llevaban como pareja, dónde todo se sentía mucho más ligero y natural, se le había hecho costumbre que el rubio estuviera a cada hora que compartieran despiertos apareciendo en sus notificaciones, diciéndole cosas románticas o tan solo deseándole un buen día.
No le agradaba cuando tenía una gran presentación y para concentrarse no hablaban, o Atsumu sabía dar su doscientos por ciento en la cancha y volvían a incomunicarse, se había vuelto completamente dependiente del rubio.
Ya para la noche, agradecido que Oikawa como despedida le regalo la cena, se encontraba con sus piyamas sentado en el borde de la cama, sin poder dejar de pensar en el dolor de trasero que tenía como novio.
¿Estaría durmiendo una siesta entre entrenamientos? ¿O estaría comiendo algún bento de mala calidad junto a Bokuto y Adriah?
''Tsumu, ¿Estas despierto?''
''¿Que ocurre Omi-Omi? Nunca me llamas así.''
"Acabo de abrir los ojos de mi siesta de diez minutos."
No sonaba seguro en sus "palabras", lo que hacía sentir a Kiyoomi como una molestia tal vez estaba entrenando y el solo andaba por ahí preocupándole.
''¿Te he despertado? No es la gran cosa, pero, te extraño.''
"Yo a ti, pero no por mucho, ve a dormir que apenas abras los ojos podrás verme."
"Te amo, idiota."
"Yo a ti, Kiyoomi."
Kiyoomi obedeció como buen novio, aunque no porque Atsumu se lo pidiera, sino porque realmente sabía que de por seguro en ocho horas el rubio ya estaría libre y podrían hablar más tranquilos, y escuchar todos los entrenamientos nuevos que había realizado y podría copiarle cuando volviera a sus entrenamientos la próxima semana.
Sintió que estaba a punto de perder la cordura cuando se despertó por un grito en español del cual no podía entender ni media, y solo anhelaba que se hiciera el mediodía para no tener que volver a oír a Oikawa Tooru hasta mínimo un año más, o una vida si era posible.
- ¡Iwa-chan está el pibe de tu compañero acá! - Otro gritó más, que hizo que Sakusa se levantará pateando sus sábanas a la otra punta del cuarto. - Anda a despertarlo, ¡Ay que romántico esto!
- Shittykawa no entiendo nada de lo que dices... - Escuchó hablar en japonés por su suerte a Iwaizumi mientras abría la puerta de su cuarto. - Kiyoomi no te desmayes. - Pidió observándolo.
A la pareja se le escapó una risa al verlo con tan solo su ropa interior y una camiseta de los Black Jackals que le había enviado Atsumu hacía dos meses, cambiado su vista entre lo que sea que la puerta abierta ocultaba y un Sakusa al borde de la psicosis.
- ¡¿Por qué gritan a las ocho de la mañana?! - dijo gruñendo, haciéndose paso hacia ellos y empujando la puerta en un intento de cerrarla, pero está rebotó. - ¿Quien...
- ¿Sorpresa? - dijo Atsumu asomándose al interior, con un hilo de sangre cayendo de su rojiza nariz.
Corto pero no me pueden decir nada malo porque me puse la diez y borrE TODO LO TRISTE Y LES TRAJE ESTO ಥ‿ಥ
Y con esto concluye el primer arco verdadero de Jeong & Han. Amor eterno a sus mil comentarios por capítulo <3
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