ne / / 네

"¿Ya no te importo?"

"Es imposible que eso ocurra."

La época que Sakusa Kiyoomi más odiaba había llegado, y con ello también el acto de apertura de curso. La primavera estaba a flor de piel explotando su sistema inmunológico y conllevandolo, su salud mental.

Ya iban dos meses dónde la "comunicación" con Atsumu, no importa que tanto tratará de mantenerlas era casi nula, buenos días buenas noches y uno que otro fin de semana hablando de manera muy monótona y sin chistes de como había sido la semana de cada uno.

Las cartas con acertijos desaparecieron de la noche a la mañana, llamadas declinadas y mensajes con pedidos de ayuda frente a situaciones muy densas para sobrellevar solo con dos tildes marcadas al instante, sin respuesta hasta que era muy tarde.

Pero nada de eso era capaz de romper el espíritu de Kiyoomi, desde pequeño se lo prometió a su madre y nunca dejaría que nadie lo hiciera desesperar, la gente era pasajera con destino final en su vida y el era el único que nunca podría bajarse del tren.

- Sakusa Kiyoomi a sala de orientación, - escuchó por el alto parlante de Itachiyama. - Sakusa Kiyoomi a sala de orientación.

Bufó cansado, realmente quería disfrutar la hora libre de historia donde podría escuchar música y observar el teléfono desesperado por una notificación, pero claramente debería surcar los pasillos a tener la discusión de su planilla de elección universitaria, grandioso, sumándole que a la noche había sido imposible pegar el ojo con su alma gemela teniendo pesadillas y no reaccionando ante su voz.

"Atsumu, realmente te necesito."

- Kiyoomi-kun, que bueno verte. - dijo su profesor de violín al verlo entrar.

Sakusa no había aparecido en las prácticas las últimas dos semanas luego de su segunda beca rechazada.

"Lo siento Omi-kun, no me siento bien."

- Has entregado la planilla tan solo con universidades e institutos de arte... Pero tú recomendación principal de SOPA es hacía el voley.

Sintió amarga su propia saliva mentolada cuando habló la orientadora vocacional, la cual lo citaba por cuarta vez desde el comienzo de clases.

"Atsumu, te lo ruego, no me avergüences más."

Habló a sus interiores harto de las personas que seguían parloteando frente a él, ya no encontraba rumbo alguno.

- Creemos que lo mejor que puedes hacer es unirte al equipo, muchos entrenadores del Prix coreano te buscan, con algunos meses de entrenamiento podrás estudiar la carrera que gustes con una beca completa.

Sintió como el aire le comenzaba a faltar, y como un mal trago se acordó de su madre y su padre, tan jóvenes y borrosos en su último recuerdo de ellos, pidiéndoles que hicieran lo que amará.

Pero no podía faltar el recuerdo de su tío a fin de mes, observando las cuentas en silencio, como si Komori y él no lo notarán, como las marcas de los fideos pasaban a una más costeable y solo ellos cenaban ya que el conseguía un turno nuevo en el trabajo, "ya que lo disfrutaba".

"Si no quieres hablarme está bien, adiós Miya."

Lo pasillos aunque fuera hora de clases estaban atestados, cada persona que pasaba a su lado se sentía como si contaminará todo su espacio personal, haciendo que el aire escaseara de sus pulmones, y la idea de volver a la silla que lo tendría unas cuatro horas más en el lugar parecían condena directa y permanente al infierno.

No lo dimensionó hasta que sus pantalones estaban empapados por el pasto recién regado y sus manos aferradas tal cual niño asustado al estuche del violín, sus manos ardían aunque la temperatura no superará los ciente grados, y sin importar que estuviera rodeado de árboles y pájaros, sentía como si cuatro paredes cada vez lo apretarán más y más, robándole hasta el último suspiro.

No supo bien en que momento llegó a su casa, "su casa", lo pensó más de una vez y no la sentía como tal, lo único que podía asociar a una casa propia o un hogar, eran las comodidades del pequeño lugar de estilo tradicional a unas cuadras de donde se encontraba ahora, dónde siempre había olor a limpio, comida recién horneada y la música de un violín viniendo de un segundo piso.

Lo pensó tanto que le fue imposible no tomar el violín más viejo que aún guardaba y comenzar a tocar, sin tener el cuidado de afinarlo o ver qué tantas horas pasaban, ya no le importaba si su tío o primo llegaban y lo veían en pleno cuarto con las lágrimas a punto de salir, tocando notas de una vieja balada como si rayara una pizzara con un filo.

El de había prometido siempre ser el mejor en todo lo que amará, desde niño anhelaba ser tan bien violinista como su padre, con trajes de etiqueta tocando en las mejores sinfónicas en primer asiento o en un teatro solo para el solo, pero al parecer nunca lo sería, o poseía esa grandeza osea algo que no era lo suyo, que no lo complementaba como debía.

Comenzó a deambular; como a cualquier otro masoquista; en su mente la idea de que había sido tan estúpido de enamorarse de su alma gemela, ese asqueroso, mal educado e idiota joven había tomado gran parte de su cordura con su hermoso rostro y malos chistes, cuando en realidad tenía que estar pensando toda hora lúcida en su sueño y la manera de alcanzarlo con mayor rapidez.

Pero no encontraba la forma de que se fuera de su sistema, Atsumu era como una moneda de mal augurio que no importaba cuánto quisiera olvidar volvía a aparecer frente a él.

Y fue el momento que unos golpes en la puerta, seguidos de la manija cayendo que se dió cuenta que debía hacer.

Debía arrancar la bandita por completo, de una vez por todas, para que el dolor no durará tanto.

- Omi-Omi, yo...

- Sabes Komori, tienes razón. - comenzó a hablar sin dejar de tocar.

Pensó que a sus espaldas de encontraba su primo, quien de vez en vez olvidaba su llave y desde hacía meses seguía a Sakusa por la oreja con el mismo interrogante.

- Al final de cuentas lo que tanto negué, tenías razón, creo que no podré olvidar a Atsumu.

La familia Miya, como muchas otras, tenía sus secretos, pero ante el ojo publico, los padres de sus amigos y los mismos que dormían u irno que otro fin de semana con ellos ahí, eran una familia tipo como cualquier otra.

Un padre trabajador que pasaba poco tiempo en la casa y era de pocas palabras, una madre ama de casa amorosa que cocinaba, limpiaba y consentía a sus pequeños, y dos gemelos tan disparejos pero iguales que brillaban en el deporte y el colegio, siendo la envidia de muchos del barrio.

Pero nadie sabía más que ellos lo que realmente ocurría entre esas paredes, y era el peor castigo para los hijos nacidos dentro de las mismas, Atsumu y Osamu vivían el calvario diario de la inestabilidad familiar.

- Tsumu, pasaré unos días dónde Sunarin... - habló Osamu desde la puerta. - Tú también puedes venir.

Atsumu lo observó, con una pizca de envidia y otra de odio en su mirada, su hermano estaba asustado, lo sentía muy dentro suyo, y lo podía notar en la manera que abrazaba el bolso dónde cargaba su ropa y las cosas del colegio por seguro. Pero el también estaba asustado y nadie lo cuidaría, su madre estaba aterrada y no tenía más que a sus dos hijos para llorar cuando nadie más los veía.

- Buena suerte Samu, - dijo como si nada, rodando en las sábanas. - nos vemos en la escuela.

- ¿Vendrás al campamento? - habló con esperanza en su voz.

No hubo respuesta alguna, Osamu tuvo que partir de su casa pensando en si mismo con el sabor amargo de ver a su hermano hundiéndose en las desgracias que el hogar le traía a ambos.

Mientras Atsumu se dedicaba a levantar todo el desastre que el último mes había traído.

Acomodo los libros, aún sabiendo que volverían a caer al suelo, junto los trozos de vajilla que había por toda la cocina y el comedor, pensando en comprar nuevos pero de plástico, y antes de caer dormido gracias a los medicamentos para el dolor, observó desde el marco de la puerta a su madre perdiendo la cordura en un cuarto solitario.

Las almas gemelas realmente eran un mal chiste contado, no importa que tanto puedas comunicarte con esa persona, hasta conocerla por completo no sabrás nunca si realmente está hecha para ti, y había veces que era muy tarde para volver atrás, la voz ajena terminaba siendo la única ahogando sus pensamientos.

El no podía permitirse eso, sin importar que tan buena pareciera Kiyoomi, lo tranquilo y pausado que era la mayoría del tiempo, Atsumu debía aprender a no escucharlo, para no caer en la misma suerte que su madre.

Le dolía escucharlo pedir por favor, sus pesadillas o los interminables mensajes, pero el dolor que sentía en su cuerpo junto al miedo ganaba por mucho, debía decirle adiós antes que volviera, y todo doliera mucho más.

Atsumu: Creo que deberíamos dejar de hablar. [00:00]

"¿No te atreves a decirlo?"

Atsumu: Lo siento Kiyoomi. [00:02]

"No gastaré mis dedos en contestarte, no volveré a rogarte Atsumu."

El techo de su cuarto parecía más oscuro de que costumbre, dudo en su afán de las metáforas si era porque si última luz de esperanza de estaba apagando.

Le costó dejar de escuchar la voz de Kiyoomi deseándole un buen día y un buen descanso aunque él no contestará, también así dormir esa noche, ya que sus pesadillas se mezclaron con las de él, y todo lo que sabía y aparentaba que no, volvió como recuerdos fugaces.

Atsumu se sentía la persona más desdichada, y el fin de semana fue su infierno personal, Osamu no pasó por la casa, su teléfono quedó desconectado desde el último mensaje de Kiyoomi y su madre estaba perdiendo los últimos hilos.

- ¡Es tu culpa Atsumu! - gritó desesperada tapando sus oídos. - Se ha ido y ahora solo yo lo sufro, ¿Te hace feliz?

Intentó no escucharla, si madre lo amaba, el lo sabía, solo que la voz en su cabeza era muy fuerte y la llevaba al borde de la locura.

Camino cansado, no había dado bocado y si quería aparecer en el colegio para no suspender todas las materias necesitaba la energía necesaria para caminar hasta allí, o por lo menos para alejarse todo lo posible de la casa, de manera de despejarse unos momentos.

Pero claramente, ni escapar de la realidad podía.

"para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.

Alfonsina Storni."

Se estrujó en su mano la carta que por parte anhelaba recibir, y con la poca estabilidad que quedaba en su mente se obligó a caminar al colegio, su permiso médico había terminado ya hace seis días y aunque no encontrará mucho motivo, tal vez podría ver a Osamu y pedirle que vuelva a casa, o lo expiara un poco de su culpa con uno que otro golpe.

El camino se volvió monótonamente extraño, no escuchaba los niños apurados por el tren, lo que le hizo dudar de haber visto mal el reloj, pero de igual manera siguió camino, observando el suelo y la piedra que se trababa en las rendijas de la acera, que entretenía su mente de pensar en todo lo demás.

Marchó por la entrada, ya seguro de que había dormido por lo menos una hora de más, el colegio completo se sentía en silencio y no veía ni un profesor rondando.

Tal vez podría saltarse la primer hora de clases para no ser reprochado por el profesor de química y encontrar un banco al fondo del patio donde pudiera descansar.

Se decidió por eso, ahorrándose el entrar al edificio recorriendo el patio externo, a la espera de no encontrar a nadie, pero no sería tan fácil.

- Se que no tienes obligación, - escuchó la voz de su hermano detrás del último muro que daba a los gimnasios. - pero no quiere volver a la cancha Kiyoomi.

Kiyoomi se sintió perder el día que Komori lo escuchó sollozar horas de lo realmente idiota que podía llegar a ser Miya Atsumu, pero se prometió que sería la última vez.

No paró de saludarlo todos los días, pero la falta de respuesta poco a poco le dejó de doler, como también la decisión de mandar cada vez menos mensajes y evitar los que peovinieran de sus compañeros de equipo.

Comenzó a visitar más de lo esperado a su psicóloga y redujo sus horas de ensayo por entrenamientos en el gimnasio del Itachiyama, pensando solo en una cosa.

Correría, sudaría y se ensuciaría lo necesario las manos si eso de la daba la oportunidad de cumplir lo que sus padres tanto querían para él.

No importaba que todas las noches debiera tomar más de una ducha y aún sus manos se sintieran contaminadas, mucho menos le importaba el sentimiento de ahogó dentro del gimnasio cuando algún compañero se acercaba a saludarlo o felicitarle por sus progresos tan rápidos, el daría todo de si por ser el número uno en menos de diez meses, y no tendría que depender de nadie.

Ni de su tío.

Ni de su terapeuta.

Ni de su alma gemela.

Entrenó días y noches, tocó el violín en cada hora libre y mantuvo las notas en los primeros exámenes para nunca volver a ser citado a orientación para discutir su futuro, no lo hacía porque ellos lo habían dicho, si no porque el aprovecharía cada herramienta que se le pusiera en el camino para llegar a la cima.

Lo había hecho toda la vida, desde el día que vió perder a las únicas personas que le importaba había dado todo de si por sobrevivir y triunfar, y un mal de amores y fracasos en cadena no le robarían lo único que lo mantenía a flote.

Se lo repitió los dos meses que le costó llegar a ser visto por el mundo, o al menos las personas de importancia del mundo en el que él buscaba provecho hoy en día.

Las llamadas de universidades no tardaron en llegar, tampoco así las entrevistas e invitaciones a campamentos y partidos de práctica antes de los torneos.

Sakusa Kiyoomi había logrado sumarle más prestigio del que ya cargaba el equipo de voley de la preparatoria Itachiyama.

- ¿Realmente estás bien con ir a Hyogō? - preguntó Motoya a su lado.

- ¿Crees que estaría en este colectivo de bacterias si me molestará? - gruñó tapando su vista con su chaqueta. - Atsumu dejó en claro el viernes que no quiere hablar conmigo.

- ¿Y como te sientes con eso?

- Es un peso menos en mis hombros cuando sea la hora de ganarle en la cancha. - siguió hablando de mala gana. - Ahora déjame dormir de una vez por todas.

La tercer cosa en lo que Sakusa se destacaba era en mentir, ya que no importa que tanto se lo repitiera a él y a todo el mundo, sonando lo más convincente, sentía que los fragmentos de su alma le estaban perforando el pecho poco a poco.

El viernes sintió la peor de las agonías al hablar y recibir respuestas escritas, el solo quería resolver todo antes de volverse a ver y al parecer Atsumu pensaba todo lo contrario.

Se cuestionaba si había sido tan obvio al observarlo cuando se vieron en Tokio, y el gemelo Miya espantado ante la idea de que un hombre le quisiera, se alejó más y más, o si simplemente la manera de ser de Sakusa le había desagradado y decidió no mantenerlo en su vida.

Le aterraba la idea de entrenar junto al Inarizaki y otras escuelas de renombre durante una semana, y mucho más la idea de que tal vez así notaría que no era tan bueno, y su plan de grandeza de caería junto a su orgullo y autoestima.

No quería ni imaginar todo lo que podría esperarle en Hyogō, y tal vez, era lo mejor, disfrutar sus últimas seis horas de paz dormitando hasta verlo por si mismo.


Maldijo al universo cuando sintió el autobús frenar y el aviso de su primo de que debían bajar, el pánico comenzó a ahogarle con la pregunta de si aún estaba a tiempo de escapar y no verlo a la cara.

Sentía que tal vez perdería el juego del orgullo.

La noche estaba por llegar y para su suerte los jugadores del Inarizaki estaban preparando la cena, por lo que los entrenadores de los equipos que ya habían llegado los ubicaron en sus dormitorios, los cuales estaban lo bastante lejos de los nativos.

- ¿Vendrás a cenar Kiyoomi? - preguntó uno de sus compañeros.

- Debo ir a comprar tres litros de lejía si quiero dormir entre ustedes, luego los alcanzo.

El grupo que aguardaba por el río ante su comentario, dejando solo a uno de ellos con la preocupación a flor de piel, Motoya sabía muy bien como su primo estaba dilatando cada vez más lo inminente.

Sakusa se encontró rápidamente surcando las calles en búsqueda de una tienda de conveniencia abierta, no era fácil encontrar una que estuviera aún prendida un domingo por la noche pero realmente no podría sobrevivir sin una manera de desinfectar esos mugrosa pisos engrasados por pubertos.

Aunque de un momento al otro eso dejó de ser su preocupación, ya que el cartel frente a sus ojos marcaba algo demasiado latente en su mente.

"Bloque 11 - Kobe"

sin poder controlar sus pasos se encontró rodeándolo, y atinando a la poca conciencia que mantenía hacía que lado estaba el sur, con un subconciente desesperado por encontrarlo.

- ¡¿Por qué se fue él y no tú?! - escuchó gritos provenir de dónde más temía, debía estar equivocado. - Contéstame Atsumu.

- ¡Porque yo siempre seré el infeliz que te cuida mamá!

Se sintió ajeno, como si estuviera metiéndose dónde nadie le había pedido, y eso rompía su interior, quería correr al interior de esa casa y parar las palabras hirientes que no dejaba de escuchar aunque corriera de vuelta, quería olvidar lo que había presenciado.

Llegó con el último suspiro a las puertas de Inarizaki, dónde Rintarō lo esperaba de brazos cruzados en los portones principales.

- Kiyoomi. - dijo apenas pasó a su lado.

- No estoy de humor Sunarin.

- ¿Has ido a buscarlo?

- Solo fui a comprar.

- El te necesita. - le siguió el paso. - Pero no soy quien para pedirlo, mañana seguro te abordará Osamu, ahora vamos a cenar.

- Yo solo... - empezó a deambular en sus palabras. - Solo necesito dormir.

No le importó el suelo sucio, ni la mirada clavada en sus espaldas todo el camino de Suna, la lucha que daba en su interior por retener las preguntas en su garganta era demasiado, y apenas su cuerpo cayó sobre el futón del suelo, su mente se apagó por completo, realmente prefería pesadillas irreales a afrontar lo que se vendría por la mañana.

La mañana llegó, y con eso el comienzo de la Golden Week. La primavera estaba en su punto culmine y las primeras olas de calor se abrían paso en las ciudades.

Y en la preparatoria Inarizaki también se sentía, las grandes instalaciones estaban concurridas por el encuentro de cinco grandes equipos de voley de todo el país y uno que otro alumno que concurría a las salas de su club a terminar pendientes durante el corto receso que traía consigo la semana festiva.

Pero muchas personas no acompañaban el humor de la época, ni festivo ni alegre y floreado, a comparación, parecía salido de una película grabada en el polo sur, dónde algún avión había caído y debían decidir a quién arriesgar para alimentarse.

O bueno, no ocurría con los 70 jóvenes pero si con dos en particular, que para sus malas suertes, estaban sentados a escasos centímetros durante el desayuno.

- Entonces vendrán grandes figuras del voley de preparatoria de los últimos años... - hablaba Motoya con arroz en la boca. - ¡Tal vez venga algún ex estrella y puedas pedir consejos!

- Hm. - contestó Kiyoomi.

No podía despegar la mirada del plato frente a él, Suna a su lado lo había saludado como si nada ocurriera, pero en diagonal a él Osamu no paraba de observarle como si tuviera un cuerno saliendo de la frente más que unos lunares. No lo había saludado, ni había dicho ni una palabra desde que tomó asiento.

No era de Kiyoomi lo que por los infiernos le ocurriera a Atsumu, ¿Acaso el gemelo mejor no sabía como su hermano le había evitado todo tipo de conversación? Al que deberían ver así era al rubio y no a él.

Intentó obviarlo, pero era imposible, sumándole que era doloroso cuando lo veía de reojo y ante la velocidad de su vista podía imaginarse unos segundos que era Atsumu, a final de cuentas eran idénticos, con la diferencia que el cabello de Osamu no parecía teñido con mostaza caducada y su ceño fruncido parecía desagradable al lado de la cara siempre con una sonrisa de Atsumu.

Apenas sintió que no entraba más alimento en su plato, y sin darle importancia a la charla que sus compañeros daban a su lado con el afán de integrarlo, se paró con la excusa de cepillarse los dientes, escapando del comedor al patio del fondo que daba a sus dormitorios y los gimnasios.

Pero sabía bien que por la espalda lo comenzaron a seguir, y evitando totalmente la realidad, no volteó a ver quienes eran hasta que estos decidieran frenarle.

Pero notó al instante que no eran ninguno de los Miya ni Suna, ya que una mano paró en su hombro.

- ¡Buenos días! - habló una voz demasiado alegre. - ¿Eres Sukuna Kishomi, no?

Sintió su mente frustrarse en unos segundos, y cuando elevó la vista para contestar, se quedó sorprendido a ver a dos jóvenes de tal vez su edad o uno que otro año más totalmente antagonistas.

- Sakusa Kiyoomi, buscamos a Sakusa Kiyoomi. - habló con más monotonía la segunda persona, la cual ganó mayor atención de Kiyoomi.

El primero en hablar le hacía recordar demasiado a Atsumu, restándole importancia a la apariencia, pero la sonrisa inocente y el timbre de voz tan alegre, eran del mismo palo. Mientras que el segundo se encontraba limpiando sus manos con un pañuelo húmedo y con un semblante serio, que se clavaba justo a la altura de Sakusa.

- Soy yo, - dijo sin más. - ¿Necesitan algo? Debo desinfectarme antes de comenzar a entrenar.

- ¡O si! - habló el de cabellos grises y negro. - Tu entrenador nos dijo que todo te asqueaba, no pensé que fuera tan asi.

- Bokuto, no le hagamos perder tiempo, y a mí tampoco, debo irme ya. - Habló el segundo. - Ushijima Wakatoshi, anterior estrella de Shiratorizawa.

- ¡Y yo soy Bokuto Kōtarou! Próxima estrella de los Black Jackals. Y también fue estrella en el Fukurodani, ¡Tal vez me viste en el nacional pasado! Hice una muy buena jugada en a semi final donde yo...

- Lo siento, no te recuerdo.

Luchó en su mente los últimos eses para suprimir de su memoria el nacional de primavera del año anterior, no la sacaría a flote por un joven hiperactivo y verborragico.

- En fin, solo venimos a decirte que nos han mandado nuestros respectivos entrenadores a observarte, yo me ausentaré esta tarde por una entrevista pero... Esperamos que sea lo mejor de ti en cada entrenamiento.

- No tengo interés alguno en jugar en alguna liga, busco una beca universitaria.

- ¿En serio? ¡Pero los BJ somos el mejor equipo de la primera división! Cualquiera mataría por hablar con mi entrenador, ¡Y eso que hasta me dió su tarjeta para ti!

- Bokuto ya. - Habló Wakatoshi. - Mi padre entrena a un buen equipo universitario en Estados Unidos, ¿Qué te interesa estudiar? Si vales la pena, podría recomendarte.

Sakusa vió el hilo de interés por fin en la conversación interminable, y cuando formuló que contestar, una voz a sus espaldas lo frenó.

- ¡Kiyoomi necesito hablar contigo! - Osamu gritó.

- Lo siento, no ocuparemos más tu tiempo, - habló Wakatoshi. - cuando vuelva mañana podremos hablar, y Bokuto y mis compañeros me dirán si vales la pena. Adiós Kiyoomi, ha sido un gusto.

Se quedó parado con las palabras en la luego, observando como Ushijima arrastraba a Bokuto al interior del lugar, ya que al parecer tenían algunos otros jugadores que buscar, mientras Osamu, sin importarle no haber recibido respuesta alguna, se acercaba.

Kiyoomi se frustró al tener que escucharlo hablar al principio, de que si el había dejado de hablar con Atsumu, que si esto o él otro, pero sabía bien que algo le ocultaba.

- ¡Él te ama idiota! - gritó Osamu cuando Kiyoomi volvió a darle la espalda. - ¿No te interesa todo lo que le ocurre?

- Siempre me importará, el se ha negado a hablarme y no puedo forzarme sobre él, al parecer soy un obstáculo en su vida.

- Se que no tienes obligación, - siguió hablando, ya con la voz cortada. - pero no quiere volver a la cancha Kiyoomi. ¿Eso es seguir con su vida? Renunció al voley y al parecer también a ti...

Kiyoomi sintió su sangre helar, el Miya Atsumu que el conocía nunca renunciaría al balón, mucho menos de la noche a la mañana cuando a principios de año se había prometido tantas mejoras frente a la inminente derrota que había atravesado.

Sintió un hilo de culpa en no haber tomado un tren la primera vez que dejó de comunicarse, o cuando las cartas pararon, se sintió ahogado frente al sentimiento de que el tampoco había luchado por Atsumu tal vez.

Se volteó decidido a preguntarle todo a Osamu, lo que había escuchado la noche anterior, los pensamientos junto a sus pesadillas a la noche, y el porque Atsumu sentía tanta culpa sobre sus padres, pero no pudo.

Las palabras, una vez más, quedaron entre sus labios, cuando su vista no vió solo a uno de los Miya, si no que a las espaldas de Osamu llorando, estaba Atsumu... Atsumu totalmente...

"No me veas así Omi-kun, por favor."

Hace cuatro días está esto listo que difícil tener días de actualizaciones, lo bueno es que adelante un capítulo más.

BokuAka volvió además está semana y


Me ví dororo en una sentada y si lágrimas

En fin, estoy muy soft les quiero <3

PD: perdón por errores de ortografía, sigo en busca de lectorx beta y bueno
PD2: Tengo ganas de hacer entrevistas a personajes en esta historia o Lose It pero mh no se me da vergüenza

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