Jeong & Han / / 정 & 한
"Omi-Omi, ¿Estás despierto?"
"Ahora si Miya, ¿Qué quieres?"
"Papá volvió a casa."
''Samu, no apagues la luz.''
Un sollozo ajeno a su pesadilla lo obligó a abrir los ojos, haciendo que su mano involuntariamente prendiera el velador y se encontrará con la realidad que su pesadilla dictaba, Kiyoomi se encontraba en el primer día donde toda su inocencia se había perdido por completo.
Le costó unos segundos recordar porque se encontraba en una litera, pero al instante que sus manos se aferraron a un estuche un tanto desgastado lo recordó, mamá y papá no volverían.
Ya no se encontraba en el cuarto que lo acompañó sus primeros seis años de vida, si no al que visitaba semana de por medio cuando sus padres decidían que era momento de visitar a su tío Komori, conllevando que debería dormir en el oloroso cuarto de Motoya.
De un momento a otro se sintió demasiado acongojado como para seguir recostado, no era un niño tonto, ni mucho menos lento, sabía desde el segundo que sus ojos comenzaron a desprender pequeñas lagrimas de que nada de lo que había soñado era mentira, y que desde el segundo que piso la casa de su tío, su vida se encontraba destruida.
Se encontró a si mismo caminando por la planta baja, luchando por mantener el silencio y encontrar algo que lo desconcentrara, pero no podía dejar de repetirse las palabras de su tío por la tarde, como también sentir una extraña sensación en sus pensamientos.
''¡Suelta a mamá!''
''Mamá ya no esta'', se lo repitió todas las veces posibles mientras se aferraba a su playera, arrugándola cada vez más, sentía que debería gritarlo para que su mente dejara de revivir los sucesos.
''Tengo miedo, quiero que Samu duerma conmigo, pero no debo preocuparle.''
¿Quién era 'Samu' y por qué la voz de su cabeza no paraba de nombrarlo?
''No puedo permitir que lo golpee, soy su hermano mayor.''
Se comenzó a desesperar, hasta el punto de creer que se trataba de otra pesadilla, y como su madre le enseñó, pellizco sus brazos con toda su fuerza, sabiendo que así despertaría y todo estaría bien, de vuelta a la normalidad, pero eso no ocurría, solo sentía dolor y cada vez más pensamientos entre mezclados.
''Papá y mamá ya no están.''
''Que no pueda abrir la puerta.''
''Debo vivir con el tío y Motoya de ahora en más.''
''No toques a Osamu viejo.''
''Mamá estaba en el suelo sucio, debió haber sentido mucho asco.''
''Duele, para.''
''Papá me permitió correr, solo por eso no está aquí.''
''¡Matarás a mamá, para!''
- ¡Mamá ya está muerta! - terminó de gritar, con las manos enredadas entre sus rizos.
- Kiyoomi, respira. - unas manos frenando sus hombros lo devolvieron a la realidad. - ¿Qué ocurre?
Sin pensarlo se volteó, abrazándose a su tío, que se encontraba en cuclillas frente a él, comenzando a sollozar más fuerte de lo que ya se encontraba, no entendía porque en su cabeza se seguían escuchando dos voces diferentes, como si una fuera la propia, recordándole lo que vivió, y una relatando una historia totalmente diferente.
Desde esa fría noche de enero, donde tuvo que aceptar que sus padres no volverían, también comenzó a creer, a el nivel posible para un niño, que se estaba volviendo loco, ya que su mente no paraba de repetir frases que no concordaban con lo que hacía o pensaba en esos instantes.
Los sollozos por una madre lastimada, la necesidad de que 'Samu' lo acompañe todas las noches, sentir hambre, querer jugar un rato más en el parque, estar enojado por no recibir un regalo deseado, pero nada de eso encajaba con el día a día de Kiyoomi.
- Kiyoomi-kun, - habló su psicóloga frente a él. - ¿Qué te tiene tan distraído?
Desde la muerte de sus padres, Ichigo, su tío, lo había comenzado a llevar una vez a la semana a hablar con una señora demasiado alegre de como se sentía, diciendo que así podría poco a poco comenzar a sentirse mejor, y tal vez así, comenzar a ir a la escuela junto a su primo.
En los últimos tres meses habían hablado de muchas cosas, ella lo había acompañado cuando tuvo que contarle a un policía lo que ocurrió la noche de año nuevo, como también no se reía ni decía que estaba mal cuando no podía comer si no era él quien lavaba los platos o trapear el suelo antes de sentarse a jugar con Motoya, sin compartir juguetes, no le desagradaba por completo ir, ella le limpiaba el sillón donde se sentaría y también así los juguetes que usaría para entretenerse cuando no estaba de humor para hablar.
Pero, aún no estaba totalmente seguro de contarle de la 'segunda voz en su cabeza' como el la nombraba hacía sus adentros, ya que dos semanas atrás se había permitido escuchar como ella hablaba en privado con su tío y no podía parar de pensar en lo que discutían.
- Kiyoomi ha comenzado a desarrollar un comportamiento obsesivo compulsivo, siendo aferrado por el trauma de lo vivido, ya me has informado que su madre también lo sufría, tal vez es un simple mecanismo de defensa al copiar sus actitudes, pero... No creo que vaya a ser algo pasajero.
''¿Y si ella le contaba a su tío que estaba loco?''
No paró de preguntárselo durante toda la sesión, donde le fue un tanto imposible concentrarse en el rompecabezas que armaba ya que en su mente cruzaban pensamientos un tanto erráticos.
''Papá no quiso escucharme.''
''Papá ya no puede escucharme'', se repitió a sí mismo.
''Pero mamá me dijo que era normal, tal vez debería preguntarle a Samu si el también escucha a alguien más.''
No sabía quien era Samu para preguntarle, pero esa pequeña luz en su mente que decía que su madre aceptaría que escuche a alguien más, le dio el coraje necesario para mencionarlo, a final de cuentas y para su corto entendimiento, lo que el hablará ahí, no sería dicho a nadie más excepto que sea necesario.
- Kiyoko-san. - murmuró, soltando las piezas de entre sus dedos, comenzando a vacilar en su decisión.
- ¿Sí? - le contestó. - ¿Quieres que hablemos de algo? Has estado callado hoy, pero sabes que no hay problema.
- Yo... Desde que pasó lo de mamá y papá... - No sabía como decirlo, pero la mirada apaciguante frente a él le incitaron a seguir. - Escucho a alguien más, todo el tiempo.
- ¡Kiyoomi! Que buena noticia. - sonrió, como si fuera una muy buena noticia escuchar lloriqueos ajenos noche de por medio. - Eso significa que ya puedes escuchar a tu alma gemela.
No pudo evitar reírse, por fuera que solo tuviera siete años, las cosas románticas le parecían un muy mal chiste, odiaba que en sus dibujitos de acción metieran parejas y toda escena donde alguien llorara porque la persona que amaba no le correspondiera, pero de un segundo al otro, lo recordó.
Su madre le había mencionado en su cumpleaños numero seis que faltaba poco para que comenzará a escuchar muy seguido a alguien especial, como ella podía escuchar a papá y por eso ella siempre sabía que comida preparar para cuando volviera del conservatorio.
Lo había olvidado por completo.
- ¿Sorprendido? - preguntó Kiyoko, buscando seguir con el tema. - Todas las personas en el mundo, luego de una determinada edad, comenzamos a escuchar los pensamientos de esta, algunos lo escuchan muy seguido, y otras menos.
- Lo escucho casi todo el día, ¿Cómo puedo hacerlo parar?
- ¿Él? ¿Sabes su nombre? -preguntó curiosa. - Eso es algo que uno aprende a controlar, por seguro el también te escucha todo el día a ti, puedo enseñarte a como controlarlo, tomará su tiempo, pero... Así podrán comunicarse sin necesidad de verse.
- Uhm... No sé si es niño o niña, solo que cuando se escucha, parece la voz de un niño y... Siempre menciona a un tal Samu, pero, no creo que sea él.
Así comenzó la nueva vida de Sakusa Kiyoomi, luego de casi seis meses de luchar con rotundos cambios para su corta edad, comenzó a comprender todo mejor, si todas las mañanas se levantaba y comía el dulce que su psicóloga le recetaba, podría ir a la escuela y con paños de alcohol limpiar su asiento y asistir, si todos los lunes, miércoles y viernes su profesor particular aparecía en su casa podría poco a poco mejorar su técnica para tocar el violín, lo que le era desesperante cuando no lo hacía correctamente, y si pensaba mucho algo muy específico, podría hacer que la persona del otro lado lo escuchara.
Por eso, y luego de mucha práctica, se sentó en la oscuridad de su cuarto luego de despertarse por pensamientos ajenos algo desesperados, a ver si todos sus esfuerzos daban frutos.
''Soy Kiyoomi.'' Repitió todo lo que pudo.
''¿Omi? ¡Se llama Omi! Qué raro nombre.''
''KIYO-OMI''
''Kiyoomi, le diré Omi. Debo contarle a Samu, por fin lo alcanzo a ese idiota.''
''¿Quién es Samu?''
''¡Ah! No para de hablarme, esto es muy extraño.''
''Samu es mi hermano gemelo, ¿Cómo se lo digo?''
Y ahí Kiyoomi comprendió, que del otro lado de su 'comunicación', la persona no sabía bien como hacer, maldito niño que no podía aprender a hacer algo tan simple, pensó, intentando no compartirlo.
'¿Mi alma gemela me acaba de tratar de tonto? Tonto debe ser él, que siempre piensa en limpiar, se lo diré.''
''Me lo acabas de decir, tonto. Y solo piensa mucho que quieres decirme, y lo demás piénsalo como si solo tu quisieras saberlo.''
''Esta bien, no puede ser tan difícil, piensa Atsumu, ¿Qué podrías decirle? ¡Oh, esto es solo para mí! Hola Omi.''
''Lo escuché todo, -tonto-, Atsumu. ¿No deberías estar durmiendo? Y para con el Omi.''
''Tú también deberías hacerlo, Omi-kun. Solo que hay mucho ruido en mi casa, y a veces tú me despiertas.''
Poco a poco y con toda la paciencia, cual era casi mínima, Kiyoomi comenzó a hablar con Atsumu en sus ratos libres, que comprendían entre la tarde y las noches que ninguno podía dormir, en aprender a comunicarse, haciendo que a lo largo de los años aprendieran mucho el uno del otro.
Atsumu vivía con sus padres y su hermano gemelo, Osamu, en Hyōgo. Su cumpleaños era el 5 de octubre y amaba jugar al vóley, como también comer atún pasado en grasa y que odiaba lavar su ropa de entrenamiento, como también así que lo que más odiaba era perder en sus peleas con su hermano y a su padre, Miya Atsumu odiaba mucho a su padre.
Y también así, Atsumu aprendió que Omi-Omi, como lo llamaba en sus 'charlas', vivía junto a su tío Ichigo y su primo Motoya en Tokio, nació un 20 de marzo, haciéndolo menor que él y amaba tocar el violín y leer, también comer pizza, aunque con cubiertos y odiaba la suciedad, haciendo que a veces lo escuchará desesperarse por el desorden que su primo dejaba en su cuarto compartido, permitiéndose reírse de sus pensamientos un tanto compulsivos a la hora de limpiar tal vez hasta la madrugada. En general, comprendió que Kiyoomi odiaba todo y a todos en realidad, ya que siempre que debía ir a un lugar con mucha gente, salir de su cuarto o tocar algo ajeno a su pequeña burbuja personal, se le escapaban algunas maldiciones en sus pensamientos.
¡Bienvenides a la introducción de Jeong y Han!
Espero que me acompañen por todo lo que dure comentando, que me hace reírme demasiado, votando, que me sube el autoestima y hace escribir más rapido, y compartiendo, para que más gente lo haga, pero más importante que nada, que disfruten la lectura, porque si no, ¿Para que lo hago?
Hasta no terminar el año, y todo los compromisos que conlleva, no voy a pautar que días actualizo, pero prometo que en 2021 ya no me voy a desaparecer, más con esta historia, que quiero que sea larga y bonisbonis. Y en pocos días tendremos el primer capítulo que está en edición ahora mismo.
Saludos, Gin ꒰⑅ᵕ༚ᵕ꒱˖♡
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