ha-na / / 한

''Tsumu, ¿Estas despierto?''

''¿Que ocurre Omi-Omi? Nunca me llamas así.''

''¿Te he despertado? No es la gran cosa pero, te extraño.''


Feliz cumpleaños Omi! Ya tienes 14, ¿Qué haces?"

"¿Qué que hago? Idiota, imagino como asesinarte, no grites tan de repente en mi cabeza, casi dejo caer mi regalo."

"¿Disculpa? Pero ahora dime que te han regalado, seguro un litro de lejía o algún aburrido libro sobre cuerdas y arcos."

"Me han dado un violín del mismísimo Tetsuo Matsuda, que para tu información es de los mejores luthiers de origen japonés, pero seguro tu diminuto cerebro no sería capaz de comprender la grandeza que se encuentra entre mis manos."

"Es como cuando me regalaron una Mikasa autografiada por Daisuke Usami y tu dijiste que era algo estúpido. Pero eso no interesa ahora, ¿Has recibido mi carta?"

"Aún no la he abierto, me has dicho que debía esperar a que me desearas feliz cumpleaños Atsumu."

Las conversaciones de ese estilo se habían hecho moneda corriente, y cada persona al rededor de ambos jóvenes quedaba sorprendida, no era imposible pero si extraño que las "almas gemelas" pudieran controlar a tal manera la comunicación, pero con tan solo 15 años, Atsumu y Kiyoomi decidían hablarse cuando estaban demasiado aburridos, sentándose en silencio en sus cuartos, caminando por el patio y hasta haciendo las actividades que integraban su vida diaria.

Aunque ese era el punto que le costaba un poco más a Atsumu, ya que a la hora de tener pantaloncillos cortos y sudor por todo el cuerpo, toda su mente se enfocaba en el balón que surcaba los aires y una que otra vez interrumpía las lecciones de violín de Kiyoomi con insultos al fallar una colocación o festejos y alagos internos al dar el pie a un punto impresionante.

Pero al fin de cuentas no podían decidir no escuchar, y tampoco fuera que Sakusa era todo un amo del control mental, ya que todo niño de 15 años atravesando cambios hormonales y emocionales algunas veces olvidaba que no era el único que podía oír lo que cruzaba su mente.

Esos eran los momentos que más odiaba, tanto el como Atsumu, ambos dos de formas demasiado vergonzosas e incontrolables habían compartido los momentos más infames de la pubertad de un adolescente, sus primeras masturbaciones, la primera vez que Atsumu vió unas tetas bonitas y Kiyoomi un trasero, cuáles terminaban desembocando en una o dos semanas sin respuestas del humillado, peleas interminables y chistes internos que calarian en sus memorias hasta el último día.

Pero hoy no fue un pensamiento vergonzoso y hormonal lo que desató la tormenta, si no más bien lo hizo la alegría, lo que le pesaba en la consciencia privada de Kiyoomi, ya que en un momento de emoción, dejó escapar algo que sabía que no podía soltar a la ligera con Atsumu.

"Kiyoomi contéstame, no es momento que te quedes en silencio."

No encontraba la forma, aunque su relación se basara en peleas, insultos y bromas pesadas, le dolía la idea de hacerlo y lo ocurrido no era la manera que Atsumu lo supiera.

"Omi por favor, ¿Cuando te irás? Dime qué podré verte."

No quería seguir escuchándolo, la carta que había abierto frente a sus ojos quedó arruinada entre sus dedos, y su cabeza no daba respiro alguno a recuerdos estúpidos e innecesarios.

Se lo había prometido, aún recordaba de manera clara la voz de Atsumu en su cabeza, que no paraba de repetir de lo feliz que estaba ya que su madre le prometió que antes de comenzar la preparatoria, le permitiría viajar a Tokio a conocer a su alma gemela.

"¿Por qué no me dijiste?"

También recordaba como tres meses atrás, enviaba la solicitud junto a un cd, pensando que nunca sería capaz de entrar a una preparatoria de tal renombre.

Claramente, estaba feliz, era una oportunidad en un millón y era lo que más deseaba, pero... Había un punto clave en toda la situación.

"¿Cuanto tiempo será? Puedo hablar con mamá y..."

"No viajaras hasta Corea para verme."

"No te he dicho nada. Podrías contestarme."

"Te conozco Atsumu, no necesito que me digas nada."

"¿Entonces por qué haces es ni puedes decirme cuánto tiempo te irás."

"Es mi futuro, volveré en tres años, ni te darás cuenta de mi ausencia."

Claro que lo haría, porque cada día que pasaba Miya Atsumu fantaseaba con el día que podría conocer en persona al único amigo por fuera de Osamu que había tenido en toda la vida, y no se lo guardaba para su mismo, Kiyoomi lo tenía en su mente también y por eso mismo le era imposible no sentir que algo se desgarraba dentro suyo.

"Me iré en una semana, debo hacer un intensivo durante el invierno para ingresar."

El silencio dolía, lo hizo durante cuatro días, donde decía buenos días en su mente y no recibía más que pesadillas ajenas por la noche, dónde no importa que tanto pidiera perdón, la molesta voz de su cabeza no hacía chistes estúpidos cuando no paraba de desinfectar cada objeto que entraba en la maleta ni "enviaba" carcajadas inquietantes cada que se enojaba porque su playlist no ponía la canción que esperaba a continuación.

Más le frustro cuando el timbre sonó el viernes por la tarde, había olvidado por completo de que era el mismísimo día que las cartas que salían el lunes, día de la pelea, llegaban hoy.

Y así fue como por primera vez en dos años, los collages de diario, flores secas y recortes de revistas con mensajes en código comúnmente estúpidos no le había parecido molesta por el esfuerzo que comprenderlos conllevaba o estúpidas porque los mensajes decían "La próxima vez que sueñes con Brad Pitt cierra tus recuerdos." O cosas del estilo.

"Sakusa Kiyoomi, perdona si la carta de hoy carece de estilo pero, no estoy con los ánimos necesarios para pensar algún buen misterio o mensaje, así que solo diré esto, apestas, aunque no pueda olerte y sepa que te bañas tres veces al día, apestas a desconsideración y mal humor.

Hablaremos cuando recibas esto.

Y me gustaría pedirte tu nueva dirección, deberé gastar el doble en enviar una carta a otro país pero no te salvaras de mis grandes chistes. No me hagas rogar como la primera vez. Y aunque no te interese, dejaré la mia, ya que nunca lo había hecho.

Hyōgo, Kobe, Bloque 11, entrada sur, Casa 27.

Buena suerte, Omi-Omi.''

De ninguna manera aceptaría a voces, o pensamientos, que la caligrafía de Atsumu era bastante agradable, ni tampoco que había sentido como un gran nudo desaparecía de su pecho, ni en mil años lo sabría, pero en el momento que sin mucha dificultad 'informó' que había leído la carta y la respuesta no tardó en llegar, una sonrisa por debajo del tapabocas que se comenzaba a colocar nacía.

- ¿Has vuelto a hablar con él? - preguntó Motoya, quien lo esperaba a los pies de la escalera.

- ¿Y tu como sabes que no estamos hablando? - masculló. - No jodas y vamonos, Ichigo-san esta esperándonos.

Sin prestarle mucha atención, dio media vuelta tomando la última maleta que debía ir al auto para su partida, Motoya siempre que podía molestaba a Kiyoomi con cosas mínimas, y Atsumu era su sujeto favorito para esto, ya que trastornaba por completo a su querido primo.

- Nunca sonríes de esa manera, y tu cara de pocos amigos había empeorado luego de que te aceptaran en SOPA. - le soltó al pasar por su lado, entrando rápidamente al auto.

Un simple gruñido y el portazo en la parte trasera del auto demostró lo que buscaba conocer, Motoya podía ser alguien relajado y hasta distraído, pero cuando se trataba de Kiyoomi, a quien consideraba como un hermano, buscaba saber hasta el más mínimo detalle de su vida, listo para cualquier altibajo que pudiera surgir.

"Que asco."

Apenas las puertas se abrieron ante sus ojos, sintió su cuerpo por completo estremecerse, un mar de gente alborotada y a los gritos pasaba frente a él, cada una desesperándose ante los llamados en múltiples idiomas del alto parlante.

"¿Demasiada gente?"

"Es un infierno, no pienso volver a pisar un maldito aeropuerto."

"¿Ni siquiera cuando vaya a visitarte algún día?"

"Te pagaré un taxi hasta mi casa."

Con ayuda de Ichigo a la cabeza, se abrió paso hasta su zona de embarque sin que nadie lo chocará, agradecido de la espalda de metro cuadrado que poseía su tío y que las maletas generarán una burbuja de espacio personal a su lado.

Aunque fue un tipo de castigo divino cuando ya sin equipaje y luego de que su familia lo abrazará y felicitará por su nuevo destino, tuvo que observar, mientras palpaban su cuerpo, como un grotesco y seguramente sucio hombre abría el baúl de su violín y lo movía sin cuidado alguno, plagandolo de sus gérmenes y vaya a saber de cuantos más.

- ¡Hazlo con cuidado! - le gritó al notar que lo zarandeaba.

Pero nadie le prestó atención, y una que otra burla ajena en su mente resonó.

"Imagínate que alguien tomé tus zapatillas y las arrojen por todo el lugar para saber que no llevas drogas."

"Omi-Omi, es su trabajo, relájate."

Pero no podía, la situación en la que se encontraba no poseía punto medio alguno y su mente encontraba pelea a la hora de controlar sus emociones.

No negaría estar lo más cercano a feliz, estaba encontrando el camino que uno en un millón podía acceder para hacerse un lugar en la locura de querer vivir de la música pero...

Siempre había un pero y el tenía demasiados, era difícil dar vuelta la cabeza y despedirse de la vida que tanto le costó armar, un circulo cerrado de personas que no lo veían extraño, un colegio donde todos ya sabían que no debían acercarse a él si no querían ser asesinados por su guardaespaldas, o mejor dicho primo y el no tener que alejarse de los pocos recuerdos agradables que guardaba bajo llave de sus padres.

Exacto, Kiyoomi se estaba alejando a la velocidad de la luz de los pocos recuerdos que tenía con su madre, como las interminables tardes ayudándola a limpiar la casa de su hermano cuando iban de visita, o el pequeño café a cuadras de su casa donde preparaban el mejor pastel de chocolate y ese teatro en la zona de espectáculos de la ciudad donde vio por primera vez a su padre tocar frente a cientos de personas.

Ya no podría pasearse por esos lugares cuando su corazón necesitara un poco de calor y permitirse volver a sentir que era un niño sin más, todo eso se había perdido.

"Pero a mi no me perderás, a final de cuentas siempre estaré en tu cabeza."

La vida encuentra su curso de manera natural, o al menos eso es lo que quería creer Kiyoomi, ya que la suya, aunque le encantara donde se encontraba, le faltaba un rumbo a futuro.

Despertarse agradecido de no tener compañero de cuarto a las seis y media, ducharse y correr a sus clases obligatorias de coreano, que por suerte comenzaban a surtir efecto ya que los primeros seis meses había sido una osadía hasta pedir el almuerzo.

A las ocho comenzar con el curso normal hasta las doce, odiando su existencia y el incómodo uniforme de etiqueta que debía llevar encima, pero agradecido que nadie de su aula se había dispuesto a ser su amigo, ya que esto le permitía perderse en la cadena de pensamientos que cargaba en estos horarios, o los pedidos de ayuda de Atsumu frente a uno que otro examen.

De doce a dos libre, donde se permitía escaparse del gigante instituto a un pequeño restaurante de ramen que atendía una muy agradable anciana japonesa que no paraba de hablarle, también melancólica de oír su idioma de crianza de boca de otro nativo.

Y por último, y lo cuál era lo único que le agradaba, pasar las siguientes cuatro horas entre clases de lenguaje musical, historia de la música y practica de violín, donde nadie era capaz de hablarle, más que para felicitarlo por la rapidez con la que se adaptó a las arduas practicas, de esas que dejan tus dedos repletos de ampollas y callos, pero que a él no le quitaban más que una sonrisa y practicas nocturnas casi de la misma extensión.

"¿Qué se siente cumplir un año allí?"

La voz de Atsumu le recordó la realidad, no había vuelto a su hogar frente a una propuesta de un intensivo de verano con un maestro violinista europeo y se encontraba a tan solo cinco días del inicio de su segundo año de preparatoria, aún en solitario en su cuarto que en realidad era para cuatro.

"¿Sabes que este año me obligarán a realizar una actividad deportiva? Creo que me suicidare."

La simple idea de tener que sudar y ser tocado por otras personas le ponía los pelos de punta, por lo tanto se lo mencionó al fanático de estas acciones sin pensar la respuesta que recibiría.

"¡Debes jugar al voley! Así cuando nos veamos, podremos jugar juntos, pero ni en tus sueños seas colocador, eso es lo mio."

"¿Y si me lesiono? Son todos unos primates en ese tipo de juegos."

"Nadie debe tocarte, ni que fuera fútbol o boxeo. Además el conocimiento lo tienes "

"Que cada noche me relates tus mejores jugadas no me han enseñado nada Miya, tan solo que tú hermano al parecer es mucho mejor que tú."

La charla continuó hasta que Kiyoomi cayó dormido sin importarle la voz de Atsumu reprochando lo bueno que sería jugar junto a otros cinco sudorosos y hormonales jóvenes a golpear una pelota con la intención de ser victoriosos, en lo más profundo, tal vez lo consideraría.

Pero nada de eso volvió a su mente cuando al día siguiente, y aprovechando que aún poca gente había vuelto a los dormitorios, se dispuso a ensayar desde la mañana las obras que había elegido para la apertura de curso vendría en menos de un mes, la oportunidad de seguir luciéndose en la pelea sin fin de ser el número uno en la marea de gente que tocaba el violín.

Pero esta fue interrumpida por una llave ajena a la suya abriendo su cuarto, mostrando una cabellera oscura con cajas que tapaban el rostro y una maleta siendo pateada.

- ¿Hola? - habló de mala gana. - ¿Qué haces?

En un rápido movimiento las cajas tocaron el suelo, y con ellas dos ojos color oro se clavaron sobre Kiyoomi, observándolo entre medio de análisis.

- Suna Rintarō, - dijo sin interés alguno a la brusquedad del contrario. - seré tu nuevo compañero.

A primeras, odio la idea de tener un nuevo compañero de cuarto, se imaginó las mil y un bacterias que alguien desconocido podía cargar en sus simples manos y que tal vez estudiará música popular o actuación y que se la pasaría gritando, así que optó por desaparecer mientras este desempacaba el ejercito de cajas que fueron apareciendo poco a poco en el cuarto.

Pero no fue hasta la noche, donde apareció con comida para llevar y la idea de que esté iría al comedor a cenar, que su idea cambio.

¿Acaso era el momento más feliz de su vida? O solo se confundía su mente al ver al joven limpiar el suelo con desinfectante y todas las cajas se habían convertido en dos bibliotecas abarrotadas de libros y ropa acomodada en su placard.

- La tutora me ha dicho que tienes un problema con la limpieza, y no quiero importunar. - soltó acomodándose en la litera contraría a él, mientras abría su propia comida.

Pero eso no fue lo que más le sorprendió, si no que la persona frente a él estaba hablando japonés, y también así, todos los libros estaban en el mismo idioma.

- Y que también eras japonés, por eso nos han puesto juntos.

- ¿En que departamento estás? - obvio la luz de emoción que se acercaba a su mente. - No pienso dejar mis prácticas de violín.

- Artes plásticas, y mientras no toques tal cuál gato en celo, poco y nada me interesa que haces aquí.

Nunca en su vida, había imaginado que podría estar tan bendecido frente al compañero que le había tocado, pero cinco días luego, y el comienzo de clases a sus pies, notó que Suna Rintarō era la persona que si no fuera porque a veces dejaba una que otra mancha de pintura en su escritorio, era perfecta para convivir.

"¿Acaso te estás enamorando de Sunarin?"

"No es mi tipo."

"Eso no contesta mi pregunta, ¡Yo soy tu alma gemela!"

Los caprichos de Atsumu podían ser un tanto molestos de aquí para allí, pero Kiyoomi intentaba dejarlas en un segundo plano, ya que eran muy fácil de terminar.

"Además, no me has hablado en casi toda la semana, ¿Has recibido mi carta?"

"Si Atsumu, y se cuanto es 27 por 87, además, eres heterosexual, eso nos hace almas amigas, y por seguro Suna también lo es, todas las noches escucho como ríe, de seguro escucha a su alma gemela."

"Hm, eres insoportable Omi-Omi."

"¿Qué harás con tus prácticas deportivas?"

-Te odio. - jadeó Kiyoomi, pasándose desenfrenadamente una toalla por el rostro.

- Yo no te he obligado a nada, y eres naturalmente bueno. - se rió Suna, saliendo de la ducha.

¿No era obligar llenar su formulario con la asignación sin siquiera preguntarle? Kiyoomi se sentía ultrajando cuando el capitán del equipo de voley lo buscó a él y Suna en la hora del almuerzo, para conocer a los nuevos jugadores de este año.

Y más odio cuando toda la primera semana tuvo que correr como cerdo, saltar como canguro y arrojarse al suelo como soldado en pleno bombardeo, no importaba cuanto alagaran sus movimientos y coordinación a la hora de golpear un balón, y mucho menos las infinitas charlas que le daba Atsumu de como hacerlo de la manera correcta.

- Además, cada día te fuerzas más y más en ser mejor, no puedes decirme que no te gusta.

"Debo ser el mejor en lo que haga."

Quería gritarle en respuesta, pero había aprendido con el pasar del tiempo que Suna tendía a ser una persona odiosa frente a actitudes explosivas, y a final de cuentas era su amigo.

Pero era la realidad, día y noche se esforzaba en tener A en todo, ser el mejor entre los veinte violinistas del colegio y ahora, el número uno a la hora de rematar una estúpida pelota.

"Entonces debes conectar conectar con tu colocador."

-Ya para Atsumu. - se quejó, volviendo a la realidad.

Un Suna con la toalla en el cabello y tan solo boxers lo observaba perdido, como si las palabras que acababan de llegar a sus oídos fueran el tabú más prohibido del universo.

Y Kiyoomi volvió tan rápido a la realidad, dejando de escuchar a Atsumu y recordando el porque no debía hacer dicho en voz alta.

"- ¿Es él?"

"- ¡¿Como que tu alma gemela es un hombre?!"

"- Además de raro, marica."

- Suna yo... Puedo explicarlo. - comenzó a mascullar.

- ¡¿Tú alma gemela también es un chico?! - gritó Rintarō. - El mío se llama Osamu, o no... Espera. ¡Tú eres Omi-Omi!

Si Kiyoomi no tuviera un conjunto de articulaciones, músculos y materia grasa por debajo de la piel, su mandíbula, cual en normalidad estaba sería y en su lugar, hubiese chocado contra el suelo en un abrir y cerrar de ojos.

Aun recordaba el primer día cuando Suna mencionó ser de Hyogō.

Y como las pocas veces que charlaban de el Atsumu parecía por naturaleza saber de quien hablaban, como actuaba y que esperar de él.

"Maldito, siempre lo supiste."

"Prometo que no me ha enviado ni una foto de ti durmiendo, ¡Lo juro!"

- Conocí a Osamu a los once, y desde ahí se la pasa en mi casa, el año anterior fuimos al mismo colegio y estuve obligado a almorzar junto al cerdo de Ats...

- ¡No me hables de él! - Masculló, rompiendo el relato. - Nos hemos prometido que no sabríamos nada del otro.

Y  ahí fue donde Suna encontró su nuevo chiste, ya que finalmente, y luego de meses durmiendo en el mismo cuarto que Kiyoomi, le había detectado por primera vez una debilidad, y al parecer una muy grande.

No importaba cuando, si se encontraba en una videollamada con Osamu, Kiyoomi corría fuera del cuarto, maldiciendo a sus adentros por no haber sido avisado con antelación, o se negaba a acercarse al móvil y computadora de su compañero, ya que tal vez podría ver una foto del gemelo de su alma gemela, y así romper la tela de misterio que ambos dos habían prometido como niños mantener, hasta el día que se conocieran en persona. 

Los días empezaron a correr y con ello sus responsabilidades, las entregas de trabajos se hacían más extenuantes y con ellas también las pruebas especificas de su departamento, lo que les robaba hasta el último aliento, sin contar que debían tres veces a la semana hacer aparición en entrenamientos matutinos que solo generaban mayor molestia en sus atareados días. 

- Kiyoomi, - habló Suna a sus espaldas. - si sigues practicando, mañana no tendrás fuerza en tus dedos. 

Tal vez, y sin que Sakusa lo aceptara a voces, tenía razón, habían sido por lo menos seis horas seguidas sin bajar el arco y el mentón hundido en el cabezal, no dejando segundo a un respiro, pero los nervios que atravesaban el cuerpo de Kiyoomi eran más grandes que cualquier dolor o cansancio, y más aún con menos de veinte horas restantes para la prueba de su vida.

Las pruebas para las continuidades de las becas estaban a la vuelta de la esquina, y tanto Sakusa como Kiyoomi no podían perder el ritmo de los ensayos y practicas de cada uno, como tambien así todos los otros alumnos que dependian de que tan buenos podían ser, o esos que anhelaban entrar pero ellos ya ocupaban su lugar.

No importaba por cuanto tiempo los hubieses becado, cada año debían ser renovados y tambien así demostrar su avances  con el tiempo. 

''Omi-Omi, mucha suerte.''

''¡No me hables! Eso será peor, y estoy a punto de entrar.''

''Serás el mejor en la prueba, y lo sabes.''

No estaba seguro, no importa cuanta practica uno pusiera en algo, las cosas nunca salían como uno lo quería, y eso era casi el lema de la vida de Kiyoomi Sakusa.

Pero al momento de comenzar a tocar, y con un último aliento, algo inoportuno de Atsumu, saludo a los examinadores frente a él y dio su último suspiro, dejando todo lo que tenía que demostrar frente a ellos, dejando que los miedos fueran arrastrados por las notas que creaban poco a poco sus manos.

No quería perder, ni mucho menos sentir que no era suficiente.

Se lo repitió al día siguiente, cuando poco a poco todos fueron citados, también cuando Suna apareció en el cuarto sin decir nada, y sin mayores esfuerzos, comenzó a arrojar toda su ropa en la maleta, y por último, caminando por los largos pasillos al escuchar su nombre por el alto parlante, de camino a la oficina del director de su departamento.

''No quiero fallar Tsumu, tengo miedo.''

''No lo harás, aunque ellos te digan lo contrario.''

Pero el ambiente al interior de la sala se sentía como si Kiyoomi tuviera toda la razón, no era por la cara de pocos amigos de su director, sabía bien que tenía el mismo ceño fruncido todo el tiempo, si no, la presencia de su entrenador del equipo de voley en el lugar.

- Sakusa, sentimos decirte que no has aprobado la extensión de beca pero... - Comenzó a hablar sin vueltas, haciendo que Kiyoomi no llegara ni al asiento. 

''Te lo dije.''

- Park Jiho propuso ofrecerte una beca deportiva para tu tercer año... Podrías terminar la preparatoria en clases normales y asistir a algún taller musical del departamento.

''Solo quieren darme sus sobras.''

-Eres un jugador destacado, no puedo creer que no te hayas acercado antes al voley, sería un honor para nosotros tenerte en nuestro equipo.

''Me quieren por algo que no es mío.''

- Park-nim, Chung-nim, les agradezco su propuesta, pero yo...

''Yo debía ser violinista.''

- Prefiero volver a Tokio.

''¿Omi-Omi?''

- Muchas gracias por todo. - se reverenció. - Ha sido una experiencia única. 

''¿Qué ocurre?''

Salió tan rápido como entró, sin cerrar la puerta a sus espaldas, imitando a Suna, quien ya tenía medio cuarto empacado, en total silencio, la ropa comenzaba a apilarse doblada como también las partituras y adornos que habían llenado el cuarto durante dos años, el incomodo uniforme del equipo y la laptop junto a la vieja grabadora de cassettes que lo había acompañado durante todas sus practicas.

Ya no quedaba nada.

- ¿Deberíamos pedir un vuelo juntos?



me colgué viendo naruto dos días seguidos y llegué tarde a actualizar.

Perdón.

Alto capitulo introducción fast years, pero bueno.


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