Capítulo 9

Narrador

A Dick, se le dificulta entender porque el cambio físicamente en Charly. Había rastros de la chiquilla divertida y extrovertida, pero su cuerpo tuvo grandes cambios. Enormes cambios. Ha subido por lo menos dos tallas logrando una apariencia grotesca.

Le duele solo verla con tanta carne y grasa desbordando por todo su cuerpo. Los ve irse tomados de la mano, sonríe con sorna. El cuerpo tensionado de Charly los puso en evidencia. Ellos no tenían una relación y se colgaría de las pelotas si erraba, pero ambos no se llevaban nada bien.

—Señor Murray, puede irse.

Un oficial abre las rejas de su celda haciéndose a un lado. Se incorpora tomando su chaqueta en cuero. Ella inventó aquella relación, en un intento de mantenerlo lejos de ella.

—Gracias. —comenta al pasar por su lado.

—¿Qué pasó por su cabeza cuando quiso estar cerca de esa demente? —sonríe al oficial deteniéndose a pocos pasos de él —dos horas y estaba volviéndome loco. Siento lastima por ese hombre que tiene la desdicha de verla todo el tiempo.

Sin dejar de reír sale de la estación. Dick solo quería hablar con ella, pedir perdón y finalizar ese capítulo en su vida de una manera decorosa. Necesitaba contarle que no supo que los Hughes la cancelaron sino hasta algunos meses atrás.

No fue participe de esa infamia, desde que lo supo no logró conciliar el sueño. El sentimiento de culpa aumentó con los días y creó un caos en su matrimonio. No esperaba volver con Charly, ella se merecía alguien mejor, pero si necesitaba su perdón.

Se dirige al Audi negro de vidrios oscuros. Las puertas se abren al acercarse e ingresa en el puesto del copiloto. Solo cuando auto arranca y se aleja veloz de la estación, decide hablar.

—¿Tienen las fotos? —pregunta al conductor —¿Joshua? —insiste a su manager.

—¿Por qué Dick? —le reprocha. — ¿Acoso? Sabes más que nadie lo que esto puede traer a tu carrera.

—Para sermones tengo a mi padre Joshua.

Se acomoda en su asiento y contempla la madrugada a través de la ventana de su auto. Poco a poco se le fue cayendo el velo que cubría su matrimonio. Aryana no era la mujer que se mostró en un comienzo. La esposa abandonada por un hombre que solo pensaba en el trabajo y que tuvo que buscar cariño en otros brazos.

Le da los detalles de lo ocurrido. Fue una estupidez pedir bailar con ella y abordarla de esa manera. Cuando la vio entrar con sus dos compañeros supo que era su oportunidad. Da detalles explícitos, desde que dijo estar comprometida hasta que amenazó a los oficiales con su novio.

—Me siento culpable Joshua —confiesa a su manager y amigo —todo cuanto ella sufrió fue por mi culpa.

—Está en una relación...

—Es falsa...

—¿Importa? —detiene el auto en un semáforo y le observa con reproche —Dijo que tener un novio y él se presentó como tal. Sin importar, si es o no cierto. —apunta el dedo índice al cielo antes de seguir y lo ve con severidad —solo por orgullo yo me mantendría lejos de ella.

—Él querrá desquitarse de mi a través de ella. —Joshua pisa el acelerador gruñendo algo ininteligible. —vi su rostro al abrazarla y el comportamiento de ella, todo esto fue fingido.

—Si es asi debes respetar y aceptar que te quiere lejos —le advierte—¿En verdad quieres ayudarla?

—Sabes que si...

—Aléjate de ella, no demuestres interés de ningún tipo. Si lo que sospechas es cierto, eso le restara interés en ella.

Guarda silencio aceptando es un buen consejo, aunque también podría hablar con su padre. Owen Joly es un hombre orgullo y jamás querrá un dólar como indemnización por daños. Por lo menos tendrá el alivio de haberlo intentado y decir la verdad.

—Tengo los documentos del traslado de tus posesiones, cuando lo desees será devuelto.

—No por el momento —le responde distraído.

—¿Crees que ella quiera tu dinero cuando puede tener el de su ex?

—Creo que quiere vengarse y querrá dejarme en la ruina —corrige.

—Le dijiste que sabias lo que hicieron con los Joly May y eso le dijo que tuviste en tus manos aquella investigación.

No pudo evitarlo, al saber todo lo que habían hecho con Charly y sus padres, reaccionó mal. Era el fotógrafo en múltiples revista, estrella en un par de ellas. Una de esas en particular, era política y su principal fin era desenmascarar a su contradictores políticos.

El dueño de esta era un senador bastante conocido, varios políticos sucumbieron tras los escándalos que destaparon. Cuando le tocó el turno a Hughes, encontraron material hasta para hacer un documental. Corrupción era el más leve. Prostitución, proxenetismo y hasta pedofilia, de esto último aseguraban tener fotos.

Y los Frederick le ayudaron en algún momento a ocultar sus pecados. Lo hicieron por conveniencia y la mala publicidad que esto generaba. Ya tenían suficiente con el pasado del dueño de la multinacional.

En medio de esa investigación salió el nombre de Charlotte Joly. Todos sabían que era la modelo que Dick solía representar. De esa manera se enteró de la verdad y le cayó como un baldado de agua hirviendo, porque no fue fría.

Lo enfrentó ignorando que el senador tenía conocimiento de esa investigación periodística, pero aún no sabía el nombre de quien estaba auspiciándola.

—La buena noticia es que no puede hacerme nada —habla cuando ha dejado a un lado sus recuerdos y su amigo suelta el aire fastidiado —no tengo que ver con eso.

—Pero sabes quién lo tiene...

—Él también lo sabrá a su debido tiempo, por eso envió a la hija con su ex. La última vez fue él a través de cierto grupo que lograron recuperar esas fotos.

En aquel entonces fue su padre quien ayudó a conseguirla y porque su hijo le rogó. Hoy, las cosas son un poco distintas. Ninguno de ellos quiere saber de los Hughes Shelby.

—Te dejaron cuando fuiste despedido de varias revistas —explica su manager y sonríe —debes agradecerme que te diera esa solución.

Después de ese descubrimiento, solo había una manera de que su matrimonio acabara y fuera decisión de Aryana. Su matrimonio iba en picada y sin paracaídas. Con su suegro estaba en problemas serios y podría llevárselo por delante. Eso sin mencionar en la pesadilla que se convirtió vivir con su mujer.

Se declaró en bancarrota, reunió a su suegro y esposa narrándole lo sucedido antes de hacerlo público. Meses después Aryana deja en su escritorio los documentos del divorcio, en medio de lágrimas. Le confiesa que sigue enamorada de su ex y que fue un error casarse.

—Hughes se declaró en bancarrota—comenta Joshua — hay rumores que no va más en la candidatura.

—No está en bancarrota, solo pasó todo su dinero a nombre de terceros.

—Él puede que no tenga la suerte de tener a un excelente amigo como tú. —replica Joshua.

Puede acabar de verdad en la ruina, si la persona que le quitó todo por supuestas deudas le juega sucio. Esa persona podría también ser Aryana, ella lo adora a su padre y jamás le traicionaría.

(...)

Jason esperaba a su esposa cerca de los rosales con una copa en sus manos. Disfruta del silencio que le brinda la mansión a esa hora de la noche.

—Señor. —la voz lo saca de su pensamiento y busca a quien ha interrumpido —alguien lo busca. Un periodista.

Ha dado órdenes precisas que ningún personal de la prensa ingrese a su hogar. No se lleva bien con ellos, desde su juventud cuando solían acecharlo todos lados solo por ser el nieto de Epson.

—Asegura es importante y estar aquí por órdenes suyas.

El chico señala las rejas y él sigue la mirada. No se molesta en forzar la vista, desde donde esta y en la oscuridad es imposible ver algo. Deja la bebida encima de la mesa y lo piensa un poco.

—Usted dirá que procede señor.

—Yo llego hasta él —responde empezado a levantarse.

Hay una largo trayecto que recorrer desde el rosal, hasta el portón. Le molesta que ser molestado a horas, la noche es suya para disfrutarla con su familia. Detiene sus pasos detrás de la rejas y mira con desdén al hombre que ha pedido verlo.

—¿Jason Frederick? —pregunta el hombre.

—Depende —responde indiferente —¿Quién pregunta?

Está rodeado de hombres de seguridad, con la calma que solo le dan los años y la seguridad de no tener enemigos. Se ha esforzado mucho por ello, ha dedicado su vida a ser útil a la sociedad y ha inculcado lo mismo a sus hijos.

El joven solo alarga la mano empuñada y la abre cerca de él, mostrando un objeto plano, cuadrado, de color negro. Mira la mano del hombre y luego a él antes de tomarla.

—Esto es para usted —una vez la retira el chico se instala la gorra con el logo de la revista, acomoda el saco y sonríe.

Camina en reversa, como si temiera ser asaltado por algunos de los diez hombres que rodean al hombre mayor. Mira la tarjeta en sus manos y camina al interior de su casa.

Al avanzar no deja de ver las piezas en sus manos, la acaricia con sus dedos preguntándose que puede ser esta vez. En sus años de juventud y mucho antes de casarse, Epson Frederick pagaba por cada foto suya comprometedora que cayera en manos de la prensa. Una costumbre que él no ha querido seguir, porque sabe que ello les da libertad a sus hijos para hacer y deshacer.

No obstante, cuando tiene que ver con la reputación de sus hijos, nietos o parejas es diferentes. Se encuentra a medio camino con Fiorella y le pide seguirle en silencio mostrándole los dos objetos.

—¿Qué es? —Pregunta.

—No tengo idea.

Solo hay una manera de descubrirlo. La duda está en que no se presentó, no pidió dinero por ello y tampoco mencionó a su jefe. Ingresa la tarjeta al PC, se sienta y recibe en sus piernas a su esposa mientras espera.

Varios minutos después ambos se encuentran observando varias fotografías de su hijo entrando a una estación, en otras saliendo con su asistente. Lo que sea le ha dicho su acompañante lo hace sonreír.

—¿Hace cuanto no lo veías sonreír asi?

—Tanto que no recuerdo —confiesa y abraza a su esposa —¿Crees que hice mal en intervenir?

—No has hecho más que unir a dos polos opuestos —le calma ella tomando el rostro de su esposo entre sus manos —necesita un poco de color a su vida y ella lo tiene. No era necesario insinuar que te gustaba. —le reprende dejando un beso en sus labios que corresponde sin dejar de sonreír.

Su gesto molesto intentando llamar su atención le divirtió mucho. Por eso reía ese día y no por la chica; aunque divertida, no lograba el mismo nivel que ver a su hijo molesto.

—Me recordó a cuando eran chicos y se enojaban cuando veía a una mujer de más —confiesa divertido y se queda serio —¿Por qué tenían que crecer?

—Y convertirse en un dolor de muelas —acepta su esposa y sonríe —¿Qué haremos con esto?

Dejarlo para emergencias futuras...

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