Capítulo 8

Charlotte

Dos semanas después de quedar fija, la alegría en la casa continuaba. En mis padres iba más allá de que su hija tuviera su primer ascenso (porque me había fijado como meta seguir escalando).

Radicaba también en lo que este reconocimiento ocultaba.

Obtener un título universitario y no tener que vivir en el anonimato. El que mi jefe fuera el hombre que Aryana engañó nos hacía soñar que la persecución del senador hacia nosotros acabó. Después de la felicitaciones, llegaron las lágrimas y más buenas noticias. Owen Joly Lefebvre, mi padre había sido llamado a trabajar como consultor en un banco.

Todo eso en menos de seis días de mi ascenso. Ante la pregunta del porque su currículo fue aceptado, el gerente solo señaló a su experiencia y el buen comportamiento en los más de veinte años en aquella financiera que no quiero ni recordar. Fue mi padre el que tocó el motivo de su renuncia, aunque, hoy día todo se había aclarado a favor de papá, era necesario la entidad lo supiera y de sus labios.

—Saldré con Dorothy y Neal esta noche —comento en la hora del almuerzo aquel sábado. —he estado postergándolo.

Papá deja a un lado los cubiertos y apoya sus ambas manos en la mesa. Tamborilea sus dedos en ella, mientras parece pensar un poco, toma la servilleta limpia la comisura de sus labios y mira a mi madre. Ese intercambio de miradas cómplices que dicen todo sin habla.

Con cincuenta y dos años, la mitad de ellos casados y una hija de veinticinco, papá luce sus años con orgullo. Mis padres parecen hermanos si los vez pasear en el parque tomados de la mano. Ambos rubios de ojos color miel (en mi padre más claro que en mamá), mi padre con su 1,79mts, mamá con 1,67. Natural de Toronto ambos y llegaron a américa tras haberse casado.

Mamá asiente simplemente y mi padre imita su ademán.

—Es hora de quitar ese color de tu cabeza —exige. —te he dado tiempo de hacerlo por tu cuenta, sabes que detesto imponerte las cosas, pero es necesario.

Le sonrío negando y ese gesto no parece agradarle. Mi padre es bastante flexible y de buen humor, pero una vez tiene una idea en la cabeza no hay poder humano que se la saque.

—Me siento bien con este color...

—Pero yo lo odio Charlotte Joly —interrumpe. — tanto como tu enfermedad.

Lanza la servilleta en la mesa e inspira fuerte buscando autocontrol. No es agresivo, en pocas oportunidades lo he visto perder el control, casi todas puedo contarlas con una mano y me sobrarían dedos.

—¿Crees que no sabemos el motivo? —pregunta mi madre dándole chance a papá de calmarse —querías no ser reconocida por los amigos de Hughes. Te culpabas que por tu físico tuviste problemas.

—Subir de peso también fue tu camaleónica solución —sigue mi padre ya bastante calmado—odio que ese hombre y esa mujer te dañaran, pero odio mas no poder defenderte —sigue diciendo —inicialmente no fue adrede, pero descubriste los beneficios a tu nuevo peso y seguiste...aun en contra de tu salud.

Bajo el rostro apenada por ser descubierta y ambos me toman una mano cada uno por su lado. Lo del cabello es totalmente cierto y dio excelentes resultados, lo del peso no fue algo que busqué; aunque, confieso que al ver resultados dejé de cuidarme.

—No me he descuidado, voy a mis controles cardiacos.

—Es peligroso tu alto peso...

Cuando salí de aquel conjunto residencial, lo primero que hice fue inscribirme en la universidad nocturna y poder así trabajar en el día. Hice currículos que repartí por varios lugares, fui llamada en poco tiempo.

El shock por ser engañada por Dick lo superé inversa en mis estudios y trabajando arduamente. Entendí que estuve enamorada sola, él solo correspondió a mis insinuaciones. Encontré la tesis cierto día leyendo la prensa y todo lo demás fue gracias al apoyo de mis papás.

Me pidió ser novios por lastima, a esa conclusión llegué y gracias a ello pude continuar. Meses después del incidente con Aryana Hughes y Dick Murray, empezó nuestra desventura.

Primero fue el suceso con mi padre en la financiera, luego que supuestamente se perdiera una considerable suma de dinero de los registros que el maneja.

Era renunciar o levantar cargos en su contra.

Inicialmente papá buscó limpiar su nombre antes de renunciar, pero le fue imposible. Varias firmas suyas de traslados de dinero a cuentas de dudosa reputación lo señalaron. Firmó la renuncia con el mal sabor en la boca y la certeza que casi treinta años como economista se habían ido a la basura.

No se rindió y siguió investigando, al final y luego de investigaciones fiscales, dieron como resultados su inocencia. Una que llegó por correo, con una excusa estúpida y sin poder volver a su puesto.

Lo segunda mala noticia fue mi despido de la empresa de cosméticos en donde laboraba como asistente de gerencia. A mí me fue un poco mejor que a él, mi jefa había dado la excusa de reducción de personal.

Papá, mamá y yo teníamos ahorros unidos, podíamos sobrevivir un buen tiempo hasta que volviéramos a trabajar. A mi padre nadie lo quiso contratar por el supuesto robo (aun cuando tenía el documento que decía era inocente) y a mí por innumerables excusas.

Amigos de mi padre dentro de la financiera le narraron la verdad. El senador Hughes (muy amigo del dueño), solicitó que mi padre fuera despedido de tal manera que su carrera terminara. Lo mismo ocurrió conmigo, pero mi jefa solo me despidió y se negó a dañar mi carrera.

Entendí por qué todos se negaban con solo verme. Aryana había enviado una foto mía con mi nombre en los lugares que sabía yo podía acudir. Empresas de moda y cosméticos conocidas en mi época de modelaje, bastante amigos suyos por ser la ex esposa de un Frederick y por el padre senador.

Surgió la idea de pintarme el cabello y cubrir un poco mis curvas, también en no acudir a empresas reconocidas sino en aquellas que apenas iniciaban en el medio. Gracias a aquello conseguí trabajar por horas en diversos lugares y no terminar nuestros ahorros.

—Está bien —hablo viéndolo a los ojos —el lunes...

—Hoy mismo —me interrumpe mamá —iras con tus amigos con tu color de cabello y frente en alto Charly.

—No has robado o asesinado —papá habla en con voz calmada y apretando mis manos —son ellos quienes deben tener vergüenza y no nosotros. Aprovecha y pasas por tus medicamentos.

Lo había olvidado, por fortuna, los tengo a ellos quienes están pendientes a todo lo de mi salud. Mama me nota triste y acaricia mi rostro antes de hablar.

—Tu jefe te rectifico en tu puesto luego de saber quién eras. Eso quiere decir que entiende fuiste víctima de esa gente...

—Los enemigos de mis enemigos...

—Son mis amigos —sigue por papá y todos reímos.

Solo aceptarían el arreglo del auto de papá, lo demás se negaron e insistieron en que lo mejor era ahorrarlo. Cuando mi padre recibiera el primer sueldo se encargaría de lo demás. Se sentían en deuda conmigo e incómodo por ser yo quien había sostenido el hogar todo este tiempo.

Yo solo podía sentir hacia ellos amor por darme la vida y amarme. Nada de lo que hiciera económicamente por ellos pagaba la educación recibida, años de sufrimiento por mi salud y mi hermana fallecida.

Le pedí a Dorothy acompañarme al salón y en pago por su compañía le brindaría un nuevo corte (si lo quería). No obtuve respuesta, esperé por ella varios minutos, tampoco contestó las llamadas que le hice.

—Era un buen negocio Dory. —susurro tomando mi bolsa de manos casi media hora después y tras no recibir respuesta—dejaríamos de ser Fiona.

—¡Charly! —llama mi madre desde el primer piso. —Dorothy está aquí.

—¡Voy!

Dorothy está en el primer escalón, una pierna apoyada en la otra y limpiando sus uñas. Sonríe al verme cruzada de brazos y en espera de una explicación.

—Jamás rechazo una ida a un salón. Soy una obra de arte que merece ciertos cuidados, pero con poco presupuesto para ello. —me hace un guiño e imita la misma reverencia que ha visto le hago a mi jefe invitándome a bajar —te amé cuando no tenías un céntimo, tengo ciertos privilegios ahora que te codeas con el Dr. Hígado.

Sonrío divertida al bajar por los escalones y recibo su abrazo. Dorothy es menor que yo en un año, pero más alta. La mejor amiga de Neal desde chicos y fue gracias a él que consiguió el empleo en archivos de recursos humanos.

Atrás quedó mi cabello rojo a capas, le di la bienvenida al Bob Long, en capas y rubio. Yo quería un punk, tipo Miley Cyrus, pero el estilista aseguro que no me convenia, mientras que Dorothy me miraba horrorizada.

Cuatro horas después, después de recoger mis salvavidas y muchas horas de salón. Mis dos compañeros y yo usábamos una mesa lejos de la pista y cada uno disfrutaba de coctel sin alcohol. Yo nunca he consumido por cuestiones de salud, Dorothy el día de hoy no tiene permiso de hacerlo y Neal es abstemio (su padre era alcohólico y murió producto de ello).

—Jamás creí que un corte y tinte hicieran milagros —comenta sin dejar de verme y dándole un sorbo a su bebida —interesante. —susurra haciendo ruidos al sorber que me causa risa.

Sus ojos negros brillan divertidos y me hace un guiño. Hace todo esto por despertar el enojo de su amiga y está dando resultados.

—Yo también Neal e hice mi mayor esfuerzo para verme hermosa —se queja Dorothy tomando su rostro y obligándolo a verla.

—Tu siempre te vez hermosa Dorothy.

Su amiga sonríe con ternura y ambos se sostienen la mirada por largo tiempo como si yo no existiera, mientras yo me pregunto cuando se darán cuenta de lo evidente. Están locamente enamorados uno del otro. Serian un matrimonio exitoso, tengo la loca teoría que aquellos amantes que se parecen físicamente acaban por envejecer juntos. Tal cual lo hacen Owen y Audrey, mis padres y Joyce y Aaliyah, mis tíos.

—Debes admitir que el cambio es fenomenal. —comenta señalándome y rompiendo el encanto que los rodeaba con aquella mirada.

Me divierte su incomodidad al ver que le he pillado en aquel gesto privado. Dorothy se nota más apenada que Neal, aquello solo quiere decir que mi amigo ya ha aceptado sus sentimientos y la terca es ella.

—Solo volví a mi color y retiré cabello. Lo demás fue obra del estilista. —comento tomando mi coctel y viendo distraída a la barra.

—Agradéceles a sus padres —señala Dorothy y afirmo sonriente.

—Ahora si te creo que fueras modelo.

Sonrío, aunque un poco incomoda, sigue siendo una época en mi vida que no me gusta rememorar. Todo lo que ha sufrido mi familia es producto de perseguir aquel sueño de ser famosa. Dejo a un lado la bebida y capto el intercambio de miradas de mis amigos, la de Dorothy molesta, la de Neal apenada.

—Lo siento...

—No pasa nada Neal, quizás deba hablar más de ello para poder sanar —confieso apretando la copa en mis manos —fui muy inocente...

—¿Me puedes regalar estar pieza?

Detengo mis palabras al ver una mano que se asoma en mi campo de visión. Brazo izquierdo, palmas arriba bastante bronceado y aquel acento sureño que yo creí jamás volvería a escuchar. Sigo al dueño de ese brazo consciente que sé a quién voy a ver al final.

Dick Murray, sigue siendo un hombre atractivo aun con los años encima, pero su físico se afea al recordar todo lo que he vivido. Debajo de la mesa golpeo los tobillos de ambos que están atentos a mi reacción y al desconocido.

—Gracias, pero para sufrir ya acudo a un gimnasio, Dick —respondo volviendo la mirada a mis amigos.

Regreso mis pies a mi lugar. Ambos lo miran con sospecha al reconocerlo como el protagonista de mi historia. Hace unas horas atrás en nuestro primer coctel le he narrado mi encuentro del viernes con Aryana y todo que ha sido mi vida hasta hoy.

—Charly, tenemos que hablar...

—Ya te dijo que no —responde Neal levantándose de la silla.

Dick afirma abriendo las manos y alejándose con rostro divertido. Junto las cejas al reconocer ese gesto burlón, Dick no era de los que se rendía fácilmente.

—Será mejor si me voy —les digo y ambos afirman.

—Nos mudamos —aclara Dorothy —la noche es joven y no la vamos a dañar por ese idiota.

Salí de la disco con mis dos amigos a lado y lado, Neal no dejaba de ver atrás en todo momento. En mis delirantes teorías saldríamos, pediríamos un huber y seguiríamos nuestra noche en otro sitio tranquilos.

—¿Nos sigue? —pregunta Dorothy y Neal niega.

—Se quedó en la barra.

Me alivia saber aquello, lo último que pensaba al aceptar salir con ellos ese sábado es que sería yo quien dañara la noche. Fueron muchas las veces que me negué a salir con ellos, por no querer dar detalles de mi vida privada.

—Sabes que están investigando quien dejó entrar a esa mujer.

—Algo he escuchado Dorothy, pero de momento no hay nadie a quien señalar —respondo.

Mi jefe ha disminuido su subida a dirección, creo que trabaja desde casa pues me envía correos con lo que debo hacer. Uno de sus escoltas recoge lo que debe firmar o revisar y lo regresa en las horas de la tarde.

—¿Sigue sin subir? —niego a Neal quien guarda el móvil y sonríe —ha llegado a trabajar, solo que no sube.

—Antes también era asi, no sientas mal —me calma Dorothy.

La sorpresa por aquellas palabras es interrumpida cuando soy halada hacia atrás. Lanzo un grito de protesta al tiempo que Neal y Dorothy reaccionan.

En segundos estamos inmersos en una batalla de bolsos y puños. Dick reduce a Neal rápidamente y se lanza encima de él dándole golpes. Mi compañera y yo usamos nuestros bolsos o tiramos de su cabello y cuando eso no da resultado. Recurro a aquel truco de mi niñez muy efectivo.

Le mordí y eso hizo que lo dejara quieto, pero no duró mucho tiempo. La seguridad de la disco llamó a una patrulla y fuimos conducido a la estación.

(...)

—Tengo derecho a una llamada—le exijo al oficial ignorando al hombre que ve en la celda de al lado —los sacaré de aquí. —prometo a mis compañeros.

—¿A quién llamarás? —pregunta Neal con la cabeza apoyada en la pared y sentado en el suelo —mamá no vendrá a sacarme, me dejara dormir aquí. —sonríe viendo a Dorothy que también lo hace y los veo con sospecha.

—¿No es su primera vez?

—Contigo si —responde Neal tranquilamente.

Tiene el labio partido sangrando, cabello revuelto y su camisa hecha un caos; aun asi, sonríe viendo a Dick como si le hubiera dado una paliza. Este se la devuelve como si fuera cierto.

—Una sola llamada —advierte el oficial que nos abre las puertas —para los tres —corrige.

—Llamaré a mi novio y le aseguro que estarán en problemas cuando se entere que en lugar de protegerme me lanzaron tras las rejas —amenazo pasando por su lado con la frente en alto. —No les dará más ayuda... ya verán.

—Aparte de escandalosa, mitómana. —le tuerzo los ojos al uniformado y veo a mis amigos.

Les hago un quiño a mis compañeros y estos responden con rostro confundido. Una última mirada a Dick lo muestra sorprendido por mi revelación.

—Todo por no aceptar no quería un puto baile —le digo apuntándole con el dedo—soy una mujer comprometida ¡Idiota!

—Andando... —habla el oficial empujándome —llame al que debemos tenerle miedo.

Matthew

No había diferencia entre los días de semana y los finales de esta. Por lo menos, no en mi vida. Llevaba trabajo a casa y me encerraba las cuarenta y ocho horas. La soledad del penhouse y el silencio que me rodeaba contribuía a concentrarme, logrando adelantar trabajos.

Ese fin de semana es diferente, traje un grupo de demandas en que debía trabajar, pero no logré levantar cabeza. Esos quince días he tenido que trabajar en turnos por la escasez de personal. Dos de los cinco cardiólogos están de vacaciones y no hemos logrado encontrar quien los reemplace. No porque no exista personal (que los hay), se trata más que ninguno llena mis expectativas.

He tenido que trasladar mi oficina a uno de los consultorios, temo que al subir el demonio que tengo por asistente haya hecho un desastre, pero no he tenido otra opción. Como si en verdad se tratara de uno y lo estuviera invocando levanto la llamada entrante y escucho su dulce, pero perturbadora voz.

—¡jefe! —saluda y lo siguiente no lo escucho.

—¿Qué sucede Charlotte? problemas con los hechizos o necesitas alas de murciélago. —sonrío al escuchar que bufa y decido seguir —debo tener algunos en la azotea.

—Mi escoba zozobró y acabé en la estación de policía.

—Insultaste a un oficial y te las cobró —comento divertido. —y no quieres llamar a casa o se enteraran de la problemática hija que tiene.

—¿Me va a ayudar o debo seguir escuchando sus bromas? —comenta de mal humor —si viene le prometo va a disfrutar de la vista y haremos travesuras.

—Estoy en mi mejor momento del fin de semana y temo que tu idea de hacer travesuras es distinta a la mía —comento viendo los documentos dispersos y burlo antes de seguir —¿Por qué debería dejar a mi cita por ir a sacarla de allí?

—Porque no hay tal cita, es usted tan aburrido que imagino se encierra esos dos días para no ver a nadie...

—NO es una llamada social... —se escucha a alguien decir.

—Tengo los minutos míos y los de mi compañeros —le reprende con voz enfadada. —déjeme tranquila.

—¿No dijo que su novio se enojaría por nosotros tenerla en la celda? —agudizo el oído y se me dificulta a ratos, ella parece haber cubierto la bocina —debe colgar, el señor Dick Hughes debe hacer también su llamada.

—¿Dick esta allí? —escuchó su Ajam y sigo —¿Por qué?

La mención de ese nombre me hace retirar los lentes y escuchar más atento. Sigo escuchando las burlas del oficial hacia ella, pero no se queda callada y ataca. Me alegra al escucharla defenderse, sin saber el motivo.

Puede que por que esta vez no soy yo la victima de esa lengua.

—Debería dejarlo aquí, todo esto fue por su culpa. Les dije que me asaltó dentro de la disco y luego a la salida, golpeó a Neal. Soy la novia de un Frederick y usted está en problemas...

—Y yo soy Madonna...

—¡jefe! —esta vez ruega en un hilo de voz que acaba por rendirme.

—Dame unos minutos...

Cuelgo la llamada recogiendo la americana y las llaves del vehículo entrando al ascensor. Con varios interrogantes saltando a mi alrededor ingreso al auto haciéndole señas al grupo de seguridad en turno que me sigan.

Aryana aseguró que su esposo resultó enamorado de Charlotte y que ella descubrió también lo estaba de mí. Lo primero es creíble, más allá de lo loca que puede llegar a ser o ese horrible tono de cabello, la chica era hermosa detrás de ese rojo escándalo. Piso el acelerador aprovechando el poco tráfico con mil ideas en mi cabeza. Dick pudo dejar a su esposa al descubrir lo frívola que era o al no poder costear sus lujos, pero también por saber a amaba era a Charly.

Detengo el auto frente a la estación con quién una sonrisa en mis labios. Si mis sospechas son ciertas, tengo en mis manos la mejor manera de desquitarme de ese hijo de puta.

Juno me sale al paso cuando me bajo del vehículo y me pregunta que hago allí. No es grato tener que dar explicación de tus actos, pero he aprendido que hacen su labor y aunque no me guste admitirlo.

Mi vida depende de lo bien que haga su trabajo.

—Mi prometida esta allí dentro —respondo haciéndolo a un lado y sonriendo ante su rostro de espanto.

Con Juno a mi lado y dos detrás ingreso a la estación. Saludo a varios oficiales y pregunto con quién debo hablar para sacar a un detenido.

—¿Familiar señor Frederick? —me pregunta y afirmo.

—Se podría decir. Es mi novia —comento recordando su discusión con un uniformado de hace unos minutos.

Por el rostro de sorpresa que ha puesto imagino era con él con quien discutía.

—No me diga que es la rubia...

—Pelirroja —corrijo y lo noto soltar aire aliviado, mientras agradece en medio de murmullos.

—Doctor ¿A qué se debe el honor? —comenta el capitán que sale en el momento.

—Viene por su novia. —explica el uniformado.

Por alguna razón todos están sorprendidos por ello. De ser en verdad que mi novia es esa lunática, mi reputación estaría por los suelos.

—No necesita hablar con nadie señor Frederick —explica el capitán que sale en el momento —solo deme el nombre.

—No deseo saltar las reglas, si hay una fianza que debo pagar por Charlotte, sólo dígalo. —comento y el oficial palidece —¿Con usted discutía?

—Lo siento señor...

—Se cómo es, también he sido víctima de su lengua.

Sonriente acaricio mi mentón por el doble sentido que encierra aquellas palabras y me dejo conducir hasta el sitio en el que la tienen. Esta encerrada con una pareja, el hombre tiene su camisa llena de sangre, labio partido y la chica le limpia en este instante.

Ella está apoyada en las rejas, ahora es rubia y lleva un corte de cabello que resalta su rostro. Se ve más joven o quizás aparenta la edad que en verdad tiene. Hay que admitir el rubio le queda perfecto.

—¿Qué le pasó al rojo? —pregunto.

—Odiabas el rojo al igual que todos —responde y le doy la razón con una leve inclinación de mi cabeza.

—¿Qué hiciste para enojar a un oficial? — señala con el pulgar a su izquierda sin mirar en respuesta.

Sigo la dirección de su dedo y me encuentro con quien imagino es el tal Dick. El hombre que me ayudó a librarme de un mal matrimonio, a quien debo agradecer por ello, pero no olvidar que me hizo pasar por imbécil cuernudo.

—Alteración y escándalos en vía pública ... —alzo una ceja al escuchar aquello y mi mirada regresa a Murray.

El tipo solo sostiene mi mirada serio, que abandona para ver en dirección a Charlotte. Pueden verse muchos sentimientos pasar por su rostro, el principal es el que más me importa en este instante. Esperé encontrar a alguien diferente, debo confesar que no me he hecho una imagen mental de él en años.

La sorpresa la verme no es solo de él, también de sus compañeros. Que, en silencio, se van al final de la celda y ven lo que ocurre asustados.

Murray, de piel bronceada, cabello castaño oscuro, porte y cuerpo latino. Creo haber escuchado a Gregory decir que era de puerto rico o sus padres. Hoy puedo verlo sin sentirme inferior por haberme ganado el amor de mi esposa; aun asi, conservo el orgullo herido y es ese quien exige desquite.

—Fui asaltada —corrige ella y regreso la mirada a su rostro molesto.

Debo aparentar un novio ofendido o dolido por el asalto a mi novia, pero admito que me divierte el rostro de estúpido de ese miserable. Sus amigos continúan en silencio, mi presencia que los pone nervioso y hasta mudos.

—Usted mordió a ese hombre...

—Porque golpeó a mi amigo —se defiende y yo sigo con la vista fija en Dick.

—Solo quería hablar contigo y en segundos tenia a todos encima —recoge la manga de su camisa y muestra la mordedura en su brazo.

—¡Yo no! —le interrumpe molesta. — tenías a Neal debajo golpeándolo. Dorothy y yo solo queríamos que lo soltaras.

—Te sacaré de allí cariño, solo no discutas —guarda silencio abruptamente y achina los ojos con sospecha —¿Qué debo hacer para sacarlos? —pregunto viendo al capitán. —Charly nunca ha estado en una estación...

—¿Al señor Hughes también...? —el oficial parece sorprendido y niego.

—Estoy seguro de que usted no lo dice enserio —hablo con fingida indignación—¿Por qué sacar al hombre que le faltó el respeto a mi novia y asalto a la persona que la defendió?

Le brindo la mejor de mis sonrisas a Charlotte que le dice me debes una y te la pienso cobrar.

—No hay nada que pagar señor Frederick, reciba usted mil disculpas por el inconveniente —comenta con solemnidad.

—Le agradezco la confianza. ¿Se encuentran bien?

—Si señor, gracias. —responde la chica, su compañero sigue viendo a Dick sonriente.

—¿Y usted, necesita asistencia médica? —niega y le observo el ojo que ya empieza a mostrar hematomas —¿Seguro? ese ojo no se ve bien.

—Estoy bien señor, gracias por la preocupación...

—Te estaré eternamente agradecido por lo que has hecho —respondo sin dejar de verla a ella.

Esta peligrosamente en silencio, no deja de ver en mi dirección mientras espera por salir. Ella y sus amigos solo se hacen a un lado mientras un oficial les abre las puertas. Elimino distancia al ver que sale y se queda a pocos pasos detrás de las rejas.

—Juno, asegúrate que Neal y Dorothy lleguen sanos a casa.

—Como ordene señor.

Charlotte se nota contrariada cuando sus amigos son sacados de la estación y ella se queda conmigo. Se tensa cuando la tomo por cintura y la atraigo hacia mí y abrazo. Estoy disfrutando de su incomodidad y tensión, no puedo ni imaginar lo que su traviesa mente está pensando.

No lo sabe, pero al hacerme pasar como su novio delante de Murray ya me ha pagado.

—Salgamos de aquí.

Susurro viendo por encima de ella al hombre que nos ve detrás de las rejas sentando en una maloliente cama. Obedece en medio de un tenso silencio. Sus ojos brillan y su cuerpo se tensa cada vez más. Viste un vaquero ajustado que marca su trasero y resalta sus torneadas piernas. La veo por primera vez con otros ojos, mientras ella se ve perturbada por mi escrutinio.

Intento imaginar lo que esa cabecita hermosa está pensando hasta que disipa mis dudas al despotricar una vez estamos solos y en la calle.

—¡No me acostaré con usted! y no puede forzarme. —ruge sacudiéndose de mi abrazo y me cruzo de brazos divertido por su reacción —Le pagaré con trabajo veinticuatro horas si es posible, no con eso que su sucia mente piensa —señala y molesta.

—Como digas. Pero, es hora de ir a casa.

Le abro la puerta del auto y me mira con los brazos cruzados, mentón en alto y toda una tormenta de contradicciones pasan por su rostro. Mira detrás de ella como el auto que lleva sus amigos se aleja y regresa la mirada a mí.

—Charlotte no voy a hacerte nada—le digo en calma y avanza a pasos lentos, antes de entrar le prometo—tú me rogaras para que te posea—prometo cerca de su oído y ríe de manera sarcástica —te lo aseguro.

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