Capítulo 5
Fui contratada ese mismo día y empecé a trabajar al día siguiente en recursos humanos. Me realicé los exámenes médicos y aceptaron trabajara mientras lo recibía. El ambiente en casa ha ido mejorando y de apoco mi estado físico también.
Compartía espacio con Dorothy, Beatriz y Neal, nuestro jefe era el señor Harrison. Un simpático personaje que narraba los mejores poemas cuando el ambiente laboral se exaltaba. La mayor parte del tiempo era por enfrentamientos entre Beatriz con alguno de nosotros.
Estaba solo a prueba, con un contrato de seis meses de los cuales llevaba cuatro. Mamá y papá oraban día tras día para que quedara fija y yo me esmeraba en ser buena empleada. Beatriz era la persona que hacía difícil mi labor, era con la única que no me llevaba bien. Cabe aclarar que no hice nada para ganarme su enemistad, suena exagerado dar ese título cuando solo llevamos meses de conocernos, ella misma lo había declarado a boca llena.
Odiaba a la gorda Charlotte, se mofaba no solo de mi gordura, también de mi nombre (su gata se llamaba asi).
Aquel apodo despectivo fue la razón por la cual quise ir al gimnasio. Supe que la empresa tenía el suyo y el señor Harrison me ayudó con ello. Desde el primer día entendí que era serio, te enviaban al nutricionista, organizaban una rutina, también un plan alimenticio y controlaban tu rendimiento cada semana. Estar fija en Ind. Frederick era como ganarse el mega Millons.
Trabaja día tras día por ese sueño.
—¿Segura no la conoces de antes?
Niego a Dorothy mientras espero que el sistema arroje las estadísticas del mes. En la pantalla del ordenador se marcan las enfermedades más comunes de la semana, nombres de los doctores y las horas trabajadas.
—Nadie te odia sin conocerte. —replica Neal.
—Beatriz sí —respondo indiferente.
El debate siempre llegaba a sus labios cuando Beatriz no estaba, la mayor parte del tiempo no era yo quien sacaba ese tema. Contaba con un empleo, mi situación económica y la de mis padres cambió, el resto no importaba.
—¿El pase de cortesía en el gimnasio? —pregunta Neal a Dorothy.
—Lo recibí cinco días después de llegar, ya me había declarado la guerra. —recuerdo.
—Eso me recuerda...—habla mi compañera mordiendo el lápiz y viéndome de arriba abajo con una sonrisa —¿A que peso quieres llegar? Te ves bien asi.
—El ejercicio no es solo para bajar de peso, es por salud. Deberían hablar con el jefe y buscar un pase extra...
Ambos se ríen entre si fingiendo escalofríos y regresamos a nuestras labores cuando la puerta de entrada suena. Beatriz, una rubia alta y de cuerpo esbelto entra en la oficina mirando a cada uno con sospecha. Es la asistente del señor Harrison, el jefe de recursos humanos, la más antigua de todos y es respetada por ello. Su falda se ciñe en su estrecha cintura y caderas. Es hermosa a la vista y podría ser mucho más sino fuera tan ácida en el trato a los demás.
—Ya le dieron alimento a su escaso cerebro, lo nutrieron hablando de mi —habla sin vernos y entrando a la oficina de su jefe.
Hace parte de la nómina directiva y, por ende, no usa uniformes. Ella no tiene que llevar ese horrorosa prenda roja y rosada, diez horas por día, cinco días a la semana. Aun no entiendo como le permitieron decidir sobre ese color si no lo iba a usar.
—Vendrán mejores tiempos Charly —susurra Dorothy viéndome con pesar.
—Cuando acabes tu carrera —sigue Neal —¿Seguirás con la tesis? —me pregunta intentando distraerme.
—No lo se. —confieso.
Lo más triste de todos es que eran buenos tiempos si lo comparo con los de antes. No me gustaban los ambientes hostiles, eran tóxicos e impedían la sana convivencia. Con Beatriz era imposible hacer uno agradable. Regreso a mi labor tomando un folio de la fila y abriéndolo en la primera hoja.
—¿Fuiste a la universidad? —insiste Dorothy y suspiro.
—¿Te ayudó el señor Harrison? —sigue Neal.
—Entregué la documentación, solo debo esperar. Orar por quedar fija y luego que me acepten estudiar.
Si pasan por Dorothy primero le diré adiós, en el remoto caso que llegue a manos del señor Harrison, ella se encargará de que no me acepten esos horarios. Trabajar es más importante que estudiar. Si me ponen a escoger entre quedar fija y seguir mi carrera.
Escogería la primera, sin dudarlo.
Tendría estabilidad económica y mis padres mejor sistema de salud. Un carraspeo en la entrada de la oficina principal nos hace alzar el rostro y vemos al señor Harrison viéndonos serio.
—El gran jefe está por entrar.
Todos palidecen menos yo, no tengo idea de a quien se refieren, si al CEO de la compañía, al del hospital o al dueño. Al primero de ellos lo conozco, a los otros dos no he tenido la oportunidad. De hecho, solo conozco a las hermanas y madre de los Frederick, de lejos obviamente. La menor de ellas esta recluida en la clínica y no se sabe mayor cosa de su estadía, al parecer, es reservado y nadie puede o debe saberlo.
—¿El señor Matt? —Dorothy pregunta en un hilo de voz.
¿Por qué le temen? Nuestro jefe no responde pues en ese instante las puertas se abren. Un hombre mayor entra en escena cabello rubio y líneas de expresión consistente con alguien que siempre sonríe. Puede verse a grandes rasgos similitudes con su hijo y la chica rubia que me señaló Neal como la menor de sus hijas. Ojos color esmeralda, más fuertes que el de Gregory Frederick y una sonrisa en sus labios que jamás vi en su hijo mayor.
—No se incorporen—nos dice al vernos apoyar las manos en el escritorio para hacerlo —tampoco se detengan por mí. —sigue diciendo y nos invita a seguir en nuestra labor —necesito hablar contigo —mira al señor Harrison quien afirma —a solas —corrige al ver a Beatriz en el interior de la oficina.
Todos sonreímos cuando la vemos salir mentón alto y andar sexy. No tuve oportunidad de ver a la esposa del jefe de cerca, pero todos aseguran es hermosa y de buena familia.
Jamás la dejaria por un adefesio como Beatriz. Que no es fea, pero su comportamiento de ver a todos por encima del hombro la hace ver como esas villanas de los cuentos de hadas.
Regresamos a nuestras labores, o por lo menos, lo intentamos. Beatriz se sienta en una de las sillas de espera, pero no deja de ver al interior, Neal dura más de cinco minutos ingresando tres hojas a la carpeta de la nómina del mes, mientras que Dorothy y yo solo nos vemos en silencio.
Cinco minutos después ingresa un segundo hombre mucho más joven, detengo mis dedos al ver la poderosa similitud entre él y el hombre que acaba de entrar. Sin dudas es como estar viendo al anciano, pero, de unos 30 años. Bastante sexy había que decir. Sonríe haciéndome un guiño, mis mejilla arden y su sonrisa se amplía al ver lo que ha causado.
La silla de Dorothy cruje al rodar hacia mí, toma mi rostro y me hace verla. Mis mejillas siguen ardiendo, mis manos tiemblan y agradezco estar sentada cuando ese hombre hizo aquello.
—¿De dónde conoces a Jason Jr.? —me pregunta.
Encojo mis hombros y extiendo mis manos hacia ella al no saber que responder. No lo conozco, jamás lo había visto más que en la prensa o algún medio de Tv.
—¡No mientas Charly! —se queja y sigo en silencio viendo la puerta cerrada.
—Lo conozco tanto como tu...
— ¿En serio creen que la historia que fue modelo? ¿Cómo creen que llegó aquí recomendada por uno de ellos? —señala la puerta y sonríe —estoy segura era la dama de compañía de alguno de los jefes, pueda que de todos.
Aquellas palabras las dice en un murmullo, siendo escuchadas por todos. Cuando nota capta la atención se incorpora de la silla y avanza hacia el escritorio de Neal. No alcanza a sentarse en el borde pues la puerta se abre nuevamente y todos salen apresurados del lugar. Detrás de ellos y con pasos más lentos sale nuestro jefe que se queda viéndome serio antes de decir.
—Necesito que me ayudes —me dice y afirmo —Gerencia requiere los servicios de una asistente, tu currículo es perfecto. Te falta solo un año para terminar leyes y se requiere de alguien con experiencia en ese tema.
Mis dos compañeros no disimulan el terror que aquellas palabras les causa y Beatriz sonríe escondiéndose detrás de nuestro jefe. No desea exigirme que lo haga, pues le gustaría que acepte sin que me dé la orden.
—Llevo cinco días buscando a alguien para ese cargo y nadie desea trabajar con él. No me defraudes cariño... —ruega y afirmo segura —sin importar lo difícil que sea la labor...
—Puede confiar en mí. —prometo con solemnidad.
Una que se disipa cuando Beatriz niega divertida mientras pasa el dedo índice a lado y lado de su cuello. Sin dejar de sonreír entra a la oficina, no conozco al tal Matthew, pero no tengo buenas referencias de él. Es arrogante, autoritario, malhumorado y es mellizo del CEO.
Esto último es suficiente para temerle, debe ser un verdadero cólico, al igual que su hermano.
Neal y Dorothy me mostraron fotos de la familia, en las dos horas que me dieron para organizar mis cosas usé la mitad para recordar nombres y rostros. Matthew Frederick era un dolor de muelas como jefe y la gran mayoría de empleados cercanos dimitían a solo días de estar con él. Conocí a su mellizo, por lo que dudo pueda superarlo en arrogancia y despotismo.
De camino a mi sitio me topé con uno de los esposos de sus dos hermanas, un hombre de comportamiento agradable y rostro amigable. Hubiera dado la mitad de mi vida, porque él fuera mi jefe, algo que desechó con una sonrisa y me lanzó la amenaza que todos me han dicho hasta ahora.
"Me gustaría decirte que es mejor que Gregory, pero en realidad, es peor".
Avanzo por el solitario pasillo, me planto frente a la puerta de vidrios oscuros, inspiro y respiro varias veces antes de tocar.
—¡Adelante! —ordena una voz grave.
Empujo la puerta lentamente asomando solo la cabeza. El dueño de voz grave, sexy y varonil es una réplica exacta de su hermano, con un rostro un poco más delgado. Sostiene en una de sus manos una bolsa negra y lanza al interior varias cosas de su desordenado escritorio.
—¿Se quedará allí o me ayudará? —aquella pregunta me hace alejar la vista de sus bíceps.
Ha hecho esa pregunta sin verme, está concentrado limpiando el desorden a su alrededor. La impresión que da la oficina es que pasa allí las veinticuatro horas del día. Recipientes de comida, botellas vacías de refrescos, agua, etc. Adornan su desordenado sitio de trabajo.
—Disculpe señor —hablo al fin.
Su cuerpo se tensa, puedo tonarlo en sus hombros y en la mano que sostiene la lata, la aprieta con tanta fuerza que acaba por sucumbir a su fuerza y es aplastada. Alza el rostro hacia mí y se queda viendo el mío, sus ojos bajan por todo mi cuerpo en un escaneo que incomoda. No hay interés en sus ojos verdes o alguna muestra que lo que ve le gusta, algo me veo anhelando.
—Mi nombre es Charlotte Joly May, su asistente por los próximos dos meses.
—¿Qué le hace pensar que se quedará tanto tiempo? —pregunta regresando a su labor.
Dejo en una silla mi bolsa y parte de mis cosas. Tomo una de las bolsas vacías que ha dejado tirada en el suelo y empiezo a recoger la basura. Al igual que Beatriz no le caigo bien y como ella no tiene un motivo.
—Tengo un contrato por seis meses de los cuales llevo cuatro, el señor Harrison me dijo que terminaría mi contrato aquí. Si sabe sumar sabrá que seis menos cuatro, dos —respondo al fin.
—¿Por qué usted?
Lanza la pregunta con voz exasperada y me muerdo la lengua. Puedo sentir sus ojos en mi cuerpo y aquel gesto de asco al verme.
—¿No había alguien mejor? —insiste —si debo tener una inútil asistente, que por lo menos sea agradable a la vista y no el desorden que es usted.
—La respuesta es fácil de lo que se cree y estoy segura usted tiene una idea —respondo dando media vuelta y enfrentándolo —nadie quiere trabajar con usted, a mí se me ordenó, nunca me lo dieron como opción.
Aprieta la mandíbula y empuña sus manos con violencia. Todo él es hostilidad, asco e ira contenida.
—¿Olvida quién soy? —pregunta casi a los gritos —puedo con solo chasquear los dedos despedirla y hacer que no sea contratada en ningún lugar.
—¿Por qué? ¿Por no ser lo que esperaba en una asistente o no tener las medidas perfectas? —niego con incredulidad y suelto la bolsa de basura para enfrentarlo —Nadie quiere trabajar con usted, porque no es un líder señor, es un jefe. El hijo del dueño exactamente y solo por ese detalle pretende ser respetado....
Abandona su labor, rodea el escritorio y avanza en mi dirección. He olvidado cuanto necesito este trabajo, que es mi jefe y merece respeto. Solo soy consciente en su rostro de asco hacia mí y reacciono a ello.
¡Es absurdo esta disputa Charlotte!
Pero, no puedo parar.
—Acaba usted de sepultar su carrera —amenaza con una sonrisa en los labios —conozco a las mujeres de su calaña.
—Yo también conozco a los tipos como usted, que por su posición social creen poder pisotear al más débil. Es su empresa señor, pero sin personas como yo no tendría nada.... —replico fastidiada tomando mi bolsa viéndolo con desprecio —Se equivoca si espera que me humillaré por este cargo.
—No he acabado con usted...
Doy media vuelta con la cabeza en alto y salgo a los pasillos. Solo en soledad me permito soltar el aire y dejar que mis emociones salgan. Doblo hasta llegar a los ascensores y apoyo mi espalda en la pared.
—¿Qué hiciste Charlotte? —me reprendo a mí misma en voz alta —no tienes nada desde que Dick y Aryana te condenaron injustamente, prometiste al señor Harrison ser amable con esa bestia bípeda.
Me siento en una silla derrotada narrando a la nada mi desventura. Toda esta mierda de vida empezó cuando Dick entró a mi vida y quiso que fuera modelo. Yo solo debía acabar mis estudios, hacer una maestría y buscar trabajo.
—Quisiste ser super mujer y hacer las dos cosas al tiempo, modelo, estudiante hija, pero acabaste graduándote en estúpida —me reprendo señalando a uno y otro lado —Dick te vio la cara de, lo descubriste con esa golfa y no hiciste escandalo ¡Debiste sacarles los ojos a ambos! —hablo apretando los dientes y manos con fuerza— por lo menos hoy tendrías ese alivio.—alzo las manos molesta he decidido sacar el rencor de mi interior al no poder hacerlo en contra de mi ex jefe— ¡Ah! estaba embarazada y tú pretendiste ser buena samaritana. Asi que no solo te graduase en estúpida también en obesa...ahora estas aquí, sin un empleo y aparte de Aryana tienes que sortear la ira de ese animal —finalizo señalando detrás de mí.
Una risa profunda me hace saltar y al ver a un lado veo a mi exjefe sonriendo apoyado en la pared y escuchando todo. De nuevo el color llega a mis mejillas esta vez por la rabia y me levanto de un salto.
—Ya desocupo su espacio... —antes de irme decido disculparme.
Suspiro lentamente porque debo confesar me excedí. No puedo controlar mi lengua en algunos momentos y la desconecto del cerebro. Necesito de esa referencia para conseguir otro empleo o que por lo menos no me declare la guerra.
—Le debo una disculpa señor—empiezo a decir— no debí faltarle el respeto —confieso —menos señalar sus defectos, cuando yo tengo tantos.
Me mira en silencio por largos minutos que parecen una eternidad. Hasta que lo veo alejarse de pared y sacar el móvil, lee algo en la pantalla y sale apresurado hacia los ascensores.
Antes que este se cierre me dice...
—Espero no me arrepienta de darle otra oportunidad señorita Joly. La veo mañana a las siete en punto, sin excusas de ningún tipo... y por favor quítese ese funesto traje—señala mi atuendo con asco antes que las puertas se cierren del todo.
¡Tengo mi empleo!
El alivio da paso al terror toda vez que he desatado la furia de ese hombre y el quizás quiera recontratarme para vengarse.
—Serán los dos meses más largos de mi vida...
Y miro detrás de mí, mi horario de trabajo no acaba y esa oficina era un desastre. Me dirijo a su oficina, en medio de un ambiente de alivio y miedo por lo que pasará con ese hombre. No puedo negar que saca lo peor de mí...
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