Capítulo 38


El terror se hizo presente en todos los ambiente, actos tan sencillos como visitar a mis padres o salir al balcón, se convirtieron en una pesadilla. No me sentía segura en ningún lugar y el sonido de las balas permanecía intacto en mi mente.

Los recreaba con cualquier ruido, una taza caer, silla rodarse o una ventana ser azotada por el viento. Lo sucedido ese día pasaba por mi mente como una película dantesca.

El alivio por salir ilesa de ese choque duró poco, un par de manos me sacaron a la fuerza del auto. Después de eso, el sonido de las balas rozar casi mi humanidad y mi verdugo caer a mis pies otro allí y un tercero por allá.

Aquella pesadilla duró un par de minutos, pero para mí fueron una eternidad.

A la policía se les contó una verdad a medias, un intentó de secuestro que fue repelido por los hombres del señor O'hurn. Salvo Felipe, ninguno de mis verdugos tenía documentos y en este instante, siete días después, no se sabia nada de ellos.

Los primeros rayos del sol me encuentran con la mirada puesta en los ventanales y sin poder dormir. Matthew acompaña mis desvelos, me acuna en sus brazos y me da ánimos. Nada parece sacar de mi cuerpo el sentimiento de terror. Deja un beso en mi cuello me aprieta contra él un instante antes de bajar de la cama.

—¿Segura estarás bien? —pregunta preocupado —¿Puedo delegar a Won? —me siento en la cama antes de responder.

Él ha estado cinco días conmigo, mis padres también llegan en las tardes. Mis papás no me lo dicen, pero están preocupados por mi estado de depresivo.

Dorothy y Neal me han llaman en las mañanas y noches. Intentan subirme el animo narrándome los pormenores del hospital y su vida sentimental. Dorothy ya le dio el sí a Neal, son novios desde el día de mi asalto.

Beatriz ha pedido vacaciones por problemas personales y la chica que está en reemplazo es buena compañera, también trabajadora. Ambos esperan que el señor Harrison también lo note y la contrate. Según me han dicho su compañera ha vuelto a ser la de antes.

Sus ocurrencias me distraen y me permiten no recordar lo vivido. Al colgar, los recuerdos se agolpan a mi mente aún más fuerte. No tengo mayor cosa que hacer en esas cuatro paredes, salvo llorar y recordar lo vivido.

Cada ruido por insignificante que sea me hace saltar asustada, imaginándome lo peor. Un pánico que no se va pese a estar en lo más alto de una torre y el acceso por alguien particular es imposible.

Todos han colaborado un poco para que mi ánimo no decaiga y por más que intento retribuirlo me es difícil. Ellos han hecho grandes sacrificios para estar conmigo y apoyarme. Se sienta a mi lado y abraza al ver que guardo silencio.

—No puedo permitir que detengas tu vida, yo también debería hacer lo mismo.

Solo que me es difícil confiar en alguien...

—No es tu culpa. —susurra y me pego a él —son ellos los malos y no tu.

—Gracias por no rendirte —agradezco desde el fondo de mi corazón. —por no dejarme sola, soportarme y entenderme, aun cuando yo no logro hacerlo.

Me alza en brazos dejándome en sus piernas y me acuno en su cuerpo. Se siente horrible no poder controlar el pánico o mis emociones, intento luchar con ellas y ser fuerte.

Es imposible.

—Eres mi mundo y universo ¿Cómo podría dejarte sola? —sonrío pegándome más a él y pasando mis manos por su cuello.

Los músculos de su espalda se tensan ante el roce de mis manos, que dibujo con mis dedos de forma distraída. Le escucho decir que no estaré sola, alguien de los chicos vendrá a hacerme compañía.

—¿Escolta? —pregunto pasando de nuevo mis manos por su espalda y observo como su piel se eriza ante mis caricias.

—No en realidad, tampoco es un empleado. Es de confianza, puedes si lo deseas salir con él. Necesitas distraerte y él se ofreció a darme una mano.

Afirmo levantándome de sus piernas y me dirijo a buscar su ropa. La prensa supo de mi compromiso con Matthew y nuestro embarazo, al mismo tiempo de mi asalto. No sabría definir como me hace sentir tanta popularidad. De lo que estoy segura es que extrañaré mis días de anonimato.

—Puedes ir a la universidad.

Doy media vuelta y lo encuentro en pie con solo la parte inferior de su pijama puesta. Hay anhelo en su rostro, también miedo y desesperación. Debo hacerlo, por mis hijos, Matt y mis padres, mi sufrimiento es el suyo.

—Es una gran idea —respondo y lo observo sonreír genuinamente por primera vez en días.

—Se que te sientes segura aquí y temes por los niños, yo también —habla y su voz se ahoga pues entra al baño —Debemos seguir y no demostrar miedo.

Ingreso al cuarto closet y voy sacando todo lo que usará hoy. Aplazo su agenda cinco días y hoy, tiene todo apresado. No es correcto, ni lógico que siga sacrificándose por mí, muy a pesar del miedo que me genera volver a la calle. Es momento de hacerlo.

Afuera aun hay alguien oculto que está pasando información haciéndose pasar por amigo.

—Debo darle la cara al Decano, la forma que tuve de aceptar no fue la correcta.

No tuve de otra más que aceptar la propuesta. Lo hice cuando recibí la sorpresa de su llamada a preguntar por mi salud y la de mis bebés. Desconocía en ese momento que la prensa ya sabia que era la nueva integrante de la familia.

—Cuando conozcas a Riley sabrás que no exageraba. Es un gran chico, bastante entrenado y tan divertido como tú. —asoma la cabeza por la puerta del baño en el momento en que yo salgo con su atuendo. —lastimosamente esto es más común de lo que me gustaría. No quiero que pienses que normalizo la violencia, pero es una realidad con la que vivimos.

Lo imagino, pero una cosa es leerla en la prensa de los intentos de secuestros o falsas amenazas de bomba, otra muy distinta es ser protagonista de ellas.

—¿Has estado en una situación asi antes?

Él parece pensar la respuesta mientras se seca el cabello y parte de su dorso. Niega siguiendo en su labor y ajeno a todas las emociones que despierta su imagen.

—No de esa manera. Jason y Gregory son más propensos a ataques de ese tipo. Lo mio es más de insultos y uno que otro problemático en las calles.

Varias gotas de agua se deslizan por su cuerpo y acaban perdiéndose en la toalla enredada en sus caderas.

¿En realidad es mio? ¿Qué lotería jugué para ser merecedora de tanto? Sabrá Aryana todo lo que dejó atrás ¿Se habrá arrepentido de no darle un hijo?

Nota mi mirad a de tonta enamorada y sonríe mientras me lanza besos. Se acerca a mí y me abraza por la espalda acariciando mi vientre.

—¿Puedo saber en qué pensabas? Tenias una mirada de chica pervertida y lujuriosa.

Hace cosquillas en mi cuello lo que ocasiona risas y que nuestros hijos se muevan casi al instante. Un momento intimo entre los cuatro, que nadie por más odio y ganas puede quitárnoslo. Permanecemos en silencio contemplando maravillados como parecen danzar en mi vientre.

Están vivos y eso debe motivarme a seguir, a no rendirme. Acaricio mi vientre desnudo y Matthew apoya su mano encima de la mia.

—Viviré toda mi vida con sentimientos encontrados. Será recordado como el hombre que dañó a Des y a las niñas, pero también el que te protegió a ti y a nuestros hijos.

Guardo silencio al escuchar aquello, yo no puedo recordarlo más que con agradecimiento, mis padres han confeso lo mismo. Mamá incluso llegó a orar por él, pidiendo que llegara a salvo a casa. Papá aseguró que sin importar sus errores pasados. Respeta a quien hace su ego a un lado, acepta su error, pide disculpas y quiere enmendarlo.

—Llegó a la casa solicitando apoyo de papá, empleo. Fue acogido como un hijo por él, para nosotros siempre fue un empleado. De confianza, pero empleado. —narra —quería alejarse de su padre adoptivo, al enterarse que tuvo que ver con la muerte de sus padres.

Todo lo que sigue me asquea, eriza mi piel y me hace sentir pesar por él. Hizo cosas atroces e imperdonables a los ojos de todos, pero desde la perspectiva de Jedrek, lo hizo en búsqueda de venganza.

—De haber sido educado en un ambiente sano, buscaría justicia en lugar de venganza — me animo a decir alejándome de Matt que me observa en silencio y un poco sorprendido —se que lo que te diré no podré decírselo a tus hermanos o a Des...pero oraré por él y estaré siempre agradecida por lo que hizo.

Solo yo sé la magnitud de su ayuda, nadie tiene idea de mi destino luego de ser llevada por eso hombres. Pero, sin dudas, no me llevarían a felicitarme. El anuló el riesgo quizás no fue delicado, pero ahora que me entero de como ha sido su vida...lo entiendo.

—Te comprendo—responde acariciando mi mejilla y apoyando una mano en mi vientre —me devolvió a mi familia y mi libertad ¿Cómo no sentirme agradecido?

Falta mucho para que sea perdonado, quizás nunca llegue. Sin embargo, estoy segura de que lo que hizo ha abonado el camino para estar más cerca.

(...)

Aproximadamente una hora después que Matthew se fue, seguía sin conocer al tal Riley. La trágica experiencia con Felipe me hacia estar predispuesta. Matthew aseguró era de confianza, pero seguía dudando.

—Vamos Charly, que no puedes huir toda tu vida —murmuro tomando el morral y dirigiéndome a la puerta.

No duré mucho en hallarlo, estaba en el balcón en traje oscuro. Alto, de contextura atlética, aunque delgado, el cabello castaño oscuro le llegaba debajo de los hombros recogido con una coleta a la altura de su cuello.

—Creí que no iba a aparecer y tendría que aceptar fui derrotado por Jason —comenta sin girar.

Su distinguido acento Londinense me sorprende, no tanto como que notara mi presencia sin verme. Estaba convencida no había hecho ruido y él estaba muy lejos en caso de que asi fuera. Me da el frente y lo observo sin recato. Piel bronceada, nariz respingada, ojos oscuros y dueño de una sonrisa que contagiaba.

—¿Charlotte Joly? —asiento muda ante el cosquilleo de tranquilidad que produce su sonrisa. —Es un verdadero placer.

Viste en traje, sin corbata y en nada parece un escolta. Su caminar hacia mi es lento y seguro estira una mano que sostiene un instante y cubre con la otra sin dejar de verme o sonreír.

—Soy Riley Bradford y explicar quien soy resultará un poco confuso para usted. También hacerme entender, sin que le venga la idea de dejar a Matt. — confiesa divertido retirando la mano —digamos que soy —alza su mano derecha con el dedo índice extendido cual escultura griega —hijo de un viejo amigo del pluma blanca de esta empresa.

Sonrío divertida ante ese apodo y él guarda silencio. Ingresa una mano en su bolsillo, vigilando mi rostro o mi respuesta a su presentación.

—Charlotte Joly, prometida y madre de los hijos de Matthew. Me gustaría tener una presentación a la altura de la suya —me animo a decir y se encoje de hombros.

—Practicaremos un poco, cuando me vaya sabrá muchas maneras de hacerlo. Le daré un magister en ello... —responde restándole importancia a mi inquietud —¿A dónde iremos? —pregunta señalando mi bolso.

—A la universidad ¿Puede? —afirma y miro su cinturón.

—¿Sucede algo? —se mira su traje y alza su chaqueta viéndose por todos lados.

—No lleva arma...

—La llevo —responde rápidamente.

¿Dónde? Parece decirle mi mirada inquisitiva viéndolo sonreír.

—¿Pueda que mi arma sea mi sonrisa? —dice con fingida inocencia y mostrando sus puños que mira con curiosidad mientras niega —o mis puños. —se encoje de hombros regresando a su comportamiento relajado—quizás tenga una mirada fulminante o vista de rayos láser. —me los muestra y vuelvo a reír.

Dos veces en menos de diez minutos, mucho más fuerte. Matthew tenía razón, era muy divertido. Lo de bien entrenado, esperaba no llegar a verlo o necesitarlo.

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