Capítulo 21

Papá y mamá me esperaban en la entrada de la casa, ambos suspiraron al verme bajar de la bici. El mensaje me llegó cuando salía del baño luego de regresar del gimnasio. Me vestí a toda prisa  y bajé en búsqueda de mi madre.

No pude evitar la emoción y corrí a decírselo, gracias a la buena fortuna estaba sola en la cocina. Fue ella la que me dijo que respuesta y se encargaría de sacar un permiso con papá.

—Si la reunión es familiar es que va en serio —comenta mi madre.

—No quiero hacerme ilusiones —sugiero dándole un toque de vainilla a una de las preparaciones.

—Ella tiene razón y no estoy segura de que hacer esos postres sea buena idea. Ellos deben tener los mejores reposteros a su servicio. —mira con menosprecio nuestros postres.

En pocas ocasiones estoy de acuerdo con ella como en ese instante, pero mamá insiste en que es un buen detalle.  No es lo mismo los postres caseros que los realizados a gran escala y los millonarios suelen pagar millones por cosas sencillas.

Mila se ha enterado por casualidad, entró a la cocina justo detrás de mí. Algunas veces me daba la sensación de que estaba siempre detrás de la puerta escuchando lo que hago.

—El tío no te dejara ir...

—¿A dónde? —pregunta el mencionado entrando a la cocina y viendo el desorden a su alrededor —¿Qué es todo esto?

Papá guarda silencio detallando todo con curiosidad, desde que le dieron el ascenso anda de buen humor. Se acerca a mamá toma un trozo de la tarta que ella hacía al yo entrar a la cocina y un vaso con leche. Se queda en silencio viéndonos a todos y enarca una ceja ante nuestro silencio.

—¿Y bien? ¿Quién empieza? —pregunta cortando un trozo de tarta y llevándose la boca.

El buen humor puede acabarse en poco tiempo, debería aprovechar ahora que degusta el dulce sabor en su boca y su buen humor.

—Owen...

—El señor Frederick me invitó a una reunión en casa de su hermana —habló por mamá dejando la masa en un lado. —el baby shower de su hermana menor.

Rodeo el buró y me quedo a pocos pasos de él quien solo se queda viéndome. Ha dejado de masticar y traga de un tajo lo que tiene en la boca, mira a mi madre y deja el plato en el buró.

—¿La chica de la prótesis? —pregunta al fin y asiento, tras un tenso silencio que parece una eternidad sigue —no necesitas de mi consentimiento para salir.

Sonrió al escucharlo decir aquello y mamá lo abraza. Mila no soporta lo que escucha y sale de la habitación. Algunas veces no se realmente lo que pasa por su cabeza miro en dirección a la puerta por donde se ha ido y papá niega al ver que estoy por ir a buscarla.

—Yo iré en unos minutos —me calma —no te preocupes.

Ella no suele tener los mismos privilegios con sus padres. Papá me ha dicho es lo que ocasiona sus ataques hacia mí. Ignora que las restricciones que le han dado son por sus amistades a quien se niega a dejar.

—Gracias papá. —agradezco lanzándome a él y sonríe.

—Con saber dónde estarás y con quién me basta. —toma mi rostro entre sus manos y me hace verle — Si vas a durar más de lo normal, también necesito saberlo.

Ese si es mi padre, el hombre que sabe lo que ha educado. Deja besos en mi rostro que me hacen reír y al alejarse limpia los restos de llanto.

—Dejas uno de cada uno —señala y afirmo —los mejores —recalca — ¿Entiendes? —vuelvo a afirmar y señala a mamá —quiero que sepa primero fuimos nosotros en tu vida.

—La que tengo que saberlo soy yo y nunca podría olvidarlo —les confieso abrazándolos.

—Hablaré con tu prima —comenta tomando de nuevo el plato y saliendo de la cocina.

Al otro día desperté temprano, al reunión era en la tarde, pero yo no había terminado de hacer los postres. Mi padre se fue a trabajar medio día, mamá en búsqueda de algo “elegante” en donde llevar mis creaciones y Mila no había bajado.

En las horas que siguieron tampoco lo hizo. En la mesa de comedor estaba el plato con el desayuno y el almuerzo. Mamá estaba firme en su posición aseguraba que habían sido bastante flexibles con ella y su comportamiento había rallado el absurdo. 

—Llegará y te encontrará en esas fachas —advierte mi madre varias horas después señalando el reloj —vas a espantarlo antes de iniciar, esa vestimenta es de casados.

—Vas demasiado rápido —le digo, pero no puedo evitar emocionarme —¿Quieres deshacerte de mí?

—Jamás —besa mi mejilla y me empuja a las escaleras —simplemente se el tesoro que tengo y si ese hombre no lo ve, es que es ciego.

—Creo que me has sobrevalorado…

—Tú te has menospreciado —corrige señalando el reloj.

Al subir al primer piso encuentro la puerta de mi habitación abierta y estaba segura de que la dejé cerrada. Sin embargo, al entrar no había nada extraño, por lo que me relajé.  La reunión era informal, me había comentado como si entendiera yo tendría problemas con ello. “—Emma y mamá quisieron algo sencillo”.  ¿Qué era algo sencillo para ellos? quizás libre de prensa o solo 100 personas y no 500, ese pensamiento me espanta. Acabo por desnudarme y entrar a la ducha desechando las tonterías de mi cabeza.

La lucha después es con mi armario al no tener algo que ponerme. Lo que me queda no es adecuado y lo adecuado no me queda. En la niñez el armario es el lugar en que se esconden los fantasmas, en la juventud siguen allí y se disfrazan de ropa que no te queda.

—Charly —susurra mi madre dos horas después dando varios golpes en la puerta —linda ya llegaron por ti.

Miro la hora en mi reloj las cuatro exactas y suelto el aire limpiando mis manos con mi pañuelo. No debo hacerme ilusiones que todo me halla salido perfecto con el permiso de papá incluido en nada significa que le gusto. Salgo a la puerta y mi madre me da el visto bueno sonriendo satisfecha.

—Estas hermosa, no debes preocuparte —afirmo con miedo.

Toma mis manos y me ayuda a bajar brindándome con ese gesto seguridad. Al llegar por las escaleras lo veo en el primer piso mirando las fotos familiares y  Mila siguiendo sus pasos desde el sillón.

—Ella parece odiarlo —comento a mi madre.

—Mila odia a todos hoy día —corrige mi madre —sobre todo si es feliz.

Ha retirado la camisa y corbata reemplazándola por un buso blanco cuello alto. No deja de verse elegante y siento que he escogido mal mi traje. Debe sentir mi mirada porque aleja la vista de las fotos y sonríe al vernos bajar.

—Mila es una excelente compañía —señala y la mencionada lo mira sin decir nada —gracias por tu platica, investigaré al respecto.

Mi madre y yo nos miramos en silencio, pero no hay tiempo de reaccionar.

—¿Nos vamos? —niego y se sorprende, pero mi madre sale al paso con los postres. —No era necesario señora…

—Los hizo Charly. —corrige rápidamente.

—En ese caso, los declaro míos —nos advierte ante la mirada divertida de mi madre y la molesta de Mila —les aseguro no he probado nada igual.

(…)

El silencio se instauró en el auto una vez quedamos solos, no sabía que decir o cómo actuar y él se veía sumergido en sus pensamientos.  Al salir de la casa su comportamiento fue distraído, fue amable e hizo los comentarios acostumbrados, pero estaba distante.

Detiene el auto al no poder seguir, una hilera de vehículos le impiden hacerlo. Mira al frente y el silencio es tan molesto que no puedo evitar la tentación de sacar lo que tengo en mi interior.

—Si cree que es mala idea, podemos regresar. Daré cualquier excusa y mamá entenderá.

—¡Mírame! —me pide y obedezco temblorosa —¿Por qué haría algo tan estúpido?

—No se ve feliz.

—No es por ti.

—Soy la única aquí con usted.

—Eso no quiere decir nada.

—Dice mucho si se tiene en cuenta que dentro de la casa estaba feliz.

—¿Qué intentas insinuar?

Estoy tan concentrada en mis ataques que no me he dado cuenta de que se acerca cada que hace un comentario. Lo hago, cuando sus labios están cerca a los míos. Sonríe al ver que retrocedo, pero la estrechez del auto impide llegar lejos.

—¡Te atrapé! —sus palabras me aturden y ver su rostro tan cerca me dejan sin aliento —¿Cómo saldrás de esta? Mi adorada hechicera.

Su voz sale gruesa y noto sus pupilas están dilatan cuando elimina distancia. Hasta el día de hoy, los besos que he recibido de su parte son castos y algo me dice aquel que voy a recibir, es diferente.

—¿Y si no quiero salir? —logro responder.

Su respuesta es sonreír cuando ya ha capturado mis labios. Soy acorralada por sus labios y manos que ingresan por debajo de mi jersey en búsqueda de uno de mis senos que pellizca de forma suave logrando sacarme un jadeo, que el aprovecha para ingresar su lengua.

Son tantas las emociones que no logro conectar una acción coherente y me limito solo a sentir. Me cuesta seguirle el ritmo y encuentro que mi jefe ¿Aun es jefe? Es mas caliente de lo que aparenta y da los mejores besos.

¡Joder que besos! Nada que ver con los castos que he recibido hasta ahora y ese comentario me hace reír y a él alejarse un poco ¿A dónde va? Si apenas estaba calentando.

—¿De qué te ríes?

—Me preguntaba si aun eras mi jefe —comento acariciando su mentón y sonríe fingiendo pensar —también que eres más caliente de lo que aparentes.

Su cercanía es cómoda y sus dedos dentro de mi blusa jugueteando con mi pezón causan pequeñas descargas que erizan mi piel y endurecen mis pechos. Escucho su risa ronca al ver que cierro los ojos jadeando su nombre.

—¿Me creías frio?

—Tibio —corrijo al ver su indignación y regresa a mis labios.

Unos toques en la ventana de mi lado lo hacen alzar el rostro y a mi cubrirme rápidamente. Quien sea esta viendo gruñe fastidiado.

—Solo hay una manera de demostrar que esas equivocada—comenta ignorando los toques en la puerta.

Acomoda mi blusa mientras muerde mi labio inferior y se aleja lentamente mientras me hace un guiño. El sentido común me impide ver hacia atrás, la vergüenza no, no se debe sentirlo cuando los sentimientos son sinceros.

Niega divertido mientras me ve mordiendo sus labios y apoyando una mano en mi muslo viajando directo a mi sexo. Abro las piernas en un gesto mecánico y cierro los ojos sintiendo sus manos buscar esa parte de mí que anhela sus caricias.

—¿Tibio? —esa pregunta me hace abrir los ojos y verle.

—Eras un tempano de hielo, debes …

Sus dedos hacen a un lado mi braga y trago fuerte al sentir como encuentra mi piel húmeda. El auto avanza y el sigue rosando su dedos en mi humedecida piel. No tengo idea como mierdas logra controlar su vista en el volante, cuando yo tiemblo como gelatina.

—¿Decías? —pero me es imposible responder y el parece entenderlo porque sonríe —Creo que es hora de que me llames Matt o cualquier apelativo que prefirieras —me dice y yo vuelvo a cerrar los ojos —aceptaré el termino jefe, siempre y cuando estemos desnudos.

Aleja sus manos de mi piel dejándome hecha un mar de emociones y lo miro perpleja. ¿Por qué se detuvo? Señala la puerta delante de nosotros y me hace un guiño mordiendo sus labios. Una enorme reja negra esta frente a nosotros, la hilera de autos que hemos visto se dirigía a ella.

—No quiero saber quién nos vio besándonos…

—Papá —me interrumpe y palidezco lo que ocasiona se acerque y deje un beso en mis labios.—No te preocupes, esta acostumbrado a cosas peores.

Y se supone que eso debe calmarme…





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