Capítulo 18
Charlotte
Yo lo veía detrás de la barra de la cocina y creía que preparaba un emparedado. Lo típico. Matthew Frederick en mi pensamiento no sabría ni hervir agua. No supe cuan equivocada estaba hasta que me pidió sentarme a cenar.
Se comportó como todo un caballero, llegué a reír tanto que me dolía la panza. Me contó su niñez al lado de sus hermanos, las travesuras que hacían que llegaron hasta la juventud. Fue su padre el que les puso punto final al exigir casarse. Ese fue el puente para llegar a su fallido matrimonio.
En cuanto a mí, no poseía mucho por contar, pero hice lo que me correspondía. Mi niñez no fue tan activa como la suya, estuve más en un hospital o en algún consultorio médico que en los parques de diversiones; aun así, fui feliz.
Al día siguiente me desperté temprano y coincidí con él en el balcón. Por un momento no supe que hacer o decir. Me limité a sonreír y me devolvió la sonrisa. La lengua se trabó en unos buenos días que jamás vieron la luz.
Estaba apoyado en la baranda, descalzo y cubierto solo por la parte inferior de un pijama azul de seda. El parecía compaginar perfectamente en ese ambiente de lujo. La imagen que reflejaba en el espejo a mi izquierda mía me decía que yo no era de allí. Sacudí mi cabeza con molestia, ocasionando en él risas ¡Y que sonrisa!
No me dijo que le gustaba o que estaba confundido en sus emociones (como lo estaba yo), pero me lo insinuó. En adelante y mientras duró mi convalecencia rememoré cada uno de los minutos que viví a su lado.
Me llevó a desayunar antes de ir a casa, insistió en que debía hablar con mis padres y lo hizo al llegar. Estaba preocupado por lo que ellos pudieran pensar de mí o que él pudo sobrepasarse. Salvo una caricia en mi mejilla o tomar mis manos, no ocurrió mayor cosa.
Y me lamentaba por ello.
—Charlotte —escucho una voz llamarme —¡Charlotte! —la voz es más fuerte y salto asustada.
Mi padre esta frente a mí vestido para ir a trabajar y me mira divertido. Su actitud cambió desde ese día con Mila, con quien tengo entendido había hablado por largo tiempo. "—Le puso límites" fue todo lo que dijo mamá.
—Lo siento ¿Qué decías? —pregunto apenada.
—¿Qué si deseas que te acerque?
¿A dónde? Parece decir mi silencio y lo veo cruzar sus brazos, mira en dirección a mi bolsa sin decir nada y salto de la silla entre risas.
—Mi visita a la señora Julia—recuerdo.
—¿Puedo ir contigo?
La voz de Mila me hace ver a mi padre en búsqueda de ayuda. Últimamente se ha comportado normal y ella no sale sino a mercar con mamá, mientras yo he salido con Dorothy y Neal.
—¿Puede? —pregunto a mi padre, quien tiene la última palabra y asiente.
—Sin darme problemas, ambas —recalca señalándonos.
—Gracias.
Se lanza a los brazos de mi padre que besa una y otra vez. Sale despavorida hacia las escaleras rumbo a su habitación, regresa minutos después con los zapatos en una mano y su bolsa en otra. Supongo cree que la dejaríamos al dar ella media vuelta.
Lo pensé, pero mi padre no me seguiría la corriente.
—Me calzaré dentro del auto —le dice mi padre que con ceja alzada mira sus pies descalzos.
Ella es de esas chicas que esta siempre lista desde temprano, maquillada y peinada como si fuera a recibir visitas o a salir en un evento famoso. Sin importar las fachas en que esté (que rara vez es así) Mila, siempre está lista para la acción.
—Creo que necesitas salir más —comenta mi padre abrazándola para salir con ella.
Se llevan bastante bien, es con mamá que tiene conflictos por lo algo que le hizo a la tía, quien en ultimas es su hermana. Hermana le gana a sobrina.
—¿Mami? —le llamo al no verla por ningún lado.
—En el lavado cariño —escucho su voz al fondo de la casa y corro hacia allá —¡No corras Charly! Te vas a agitar.
Ahora saben por qué nunca hice travesuras, en las veces que me olvidaba de mi condición, mamá me hacía aterrizar. La encuentro doblando la ropa de un enorme canasto y protesto.
—Eso le toca a Mila.
—Mila la lavó y yo la doblo —aclara y junto las cejas —dice que odia arreglar ropa, lo cambió por lavar.
—¿Prefiere recoger ropa por cada habitación? —pregunto incrédula y mamá se encoge de hombros.
—Solo es la nuestra, tú te encargas de la tuya —me recuerda —¿Vas siempre con la señora Julia?
—Mila irá conmigo —le digo y mamá sonríe.
—También quiere ir al gimnasio y Owen aceptó —comenta doblando un short diminuto que se queda viendo un tanto espantada —Quiere estar segura de que iras a allí.
Es una posibilidad, pero no deseo pensar en ello. Me despido de mamá al escuchar el claxon del auto en la entrada y salgo apresurada.
—¡Sin correr! —me advierte y mis pies frenan rápidamente—Te amo.
—Yo también mami.
Al llegar al auto encuentro a Mila en el asiento de al lado de papá y charlando con él bastante animada. No tuve mucho tiempo para verla con el tío Audrey, creo estar segura de que nunca vi ese vínculo. Resultaba extraño que no fuera así, el tío era bastante divertido y dado a los mimos.
—Espero no te sientas celosa o desplazada. —niego mirando por la ventana y despidiéndome de mamá.
—Los celos son hijos bastardos del amor —comento y papá sonríe —sentir celos porque ames a mi padre y él a ti, sería bastante estúpido.
Papá me hace un guiño que yo correspondo sonriendo. No me disgusta que ame a mi padre y que el sentimiento sea reciproco, lo que sí lo hace es que cree discordias para obtener más cariño.
—Te queda una semana en casa —papá rompe el silencio del auto y lo veo a través del retrovisor —¿Algo que desees hacer?
No se me ocurre nada y pocas cosas tengo permitido tras el evento que me llevo al hospital. Temía que un exceso de mi parte me llevara de nuevo a ella y perder mi empleo.
Eso significaba no verle más y aquel pensamiento nubla mi mente en segundos.
—¿Estas bien? —mi padre frena rápidamente y Mila mira en mi dirección.
—Si ¿Por qué?
—Tu rostro dice otra cosa —comenta Mila.
Su comentario es en buen tono; aunque, en su rostro no haya preocupación. Les aseguro que estoy bien y noto hemos llegado al centro comercial. Mila se queda con papá dentro del auto y yo me despido desde lejos.
Cuando sale agitamos las manos como despedida, permaneciendo allí por largos minutos. Esperaba que ella cambiara al quedar sola o que se fuera por su lado y yo por el mio. Tipo nos encontramos a tal hora y en ese lugar, pero no fue asi. Vuelve la mirada a mí, sonríe y dice.
—¿Tu dirás? Te sigo. —afirmo viéndola con sospecha.
La trataré cordial, pero no bajaré la guardia. Señalo el centro comercial y le doy el piso al que vamos. Los bellos de mi cuello se erizan y me detengo viendo a todos lados.
La sensación que hay alguien siguiéndome es tan real que acelera mi corazón. Solo puedo ver familias y parejas de novios o amigos entrando al sitio. Nada fuera de lo común, no soy importante para que alguien pague por seguirme y con esa certeza regreso a la realidad.
—¿Trabajabas aquí?
Afirmo atravesando el salón del centro comercial atiborrados de clientes y curiosos aquel domingo. De vez en cuando regresa la sensación de que hay alguien al acecho.
Dejaré de ver películas y series de asesinos en serie.
—Una tienda de ropa tejida a mano —comento señalando mi antiguo empleo—crochet.
—Vi algunas cosas tejidas ¿Las hiciste tu? —me mira de reojo y se sorprende al ver que afirmo.
—Fue una miniempresa que no llegó a nada —confieso —me quedé sin empleo y con un cheque que debía rendir —ambas llegamos a las escaleras eléctricas y recuerdo el día en que bajé por ellas.
Le narró lo que sucedió aquel día, consciente que sabe todo lo demás porque mi padre ya lo ha narrado. Hay hechos que no es necesario repetir, menos recordar.
—Con todo lo vivido ¿Te animas a hacer lo mismo? —sus palabras no son bien recibidas por mi cuerpo que las rechaza dando un paso atrás —me refiero a enamorarte de alguien que no es para ti y que no te ha demostrado te quiere.
—¿Crees saber todo de mí? —le pregunto —¿O del señor Frederick? ¿Te consideras perfecta y experta en el tema?
—No, de ninguna manera —confiesa —pero me duele que mis tíos pasen por lo mismo.
—Así que, según tú ...te duele el sufrimiento de mis padres más que a mi —resumo con una sonrisa y dirigiéndome ya a la tienda.
Le creería si no supiera todo lo que la tía Aaliyah ha llorado por su culpa. Contrario a ella, yo resarcí mi error no hui y les di la cara a mis padres.
—¿No te duele el dolor de tus padres?
—Están mejor sin mí.
—¿Es lo que crees? —me detengo y apoyo una de mis manos en su ante brazo para que ella lo haga —¿Se lo has preguntado?
—Ellos no saben, pero están mejor sin mí.
Finge dureza en esa palabras, pero noto que esa capa es blanda. Su barbilla tiembla al decirlo, al tiempo que sus ojos empiezan a humedecerse. Suspiro largo viéndola a punto de perder aquella estabilidad que he visto siempre.
—Si alguna vez consideras la oportunidad de desahogarte o necesitar de ayuda...cuenta conmigo —se aleja de mí sin responder y empieza a caminar hacia la tienda.
—Mezclar a otros solo empeoraría las cosas.
Es una mocosa malcriada, de mal carácter y ego elevado. Tres cosas pudieron meterla en problemas, pero, como es una Joly May, no va a dar su brazo a torcer.
—Muchas veces hablar de nuestros problemas inunda el camino a soluciones —le digo una última vez —quizás no pueda ayudarte personalmente, pero podemos dar una solución.
Se detienen en mira en mi dirección, sonríe viéndome de arriba abajo y cuando creo no dirá nada. De su boca sale lo que estoy acostumbrada a escucharle, veneno.
—¿No te cansas de fingir ser perfecta? Supongo que no —responde ella misma sonriente —las gordas solo les queda ser buena, porque el físico nunca las acompaña.
—¿Charly? —la voz de la señora Julia nos saca de nuestra conversación. —Pero...maría, Lupe, Diana —empieza a llamar corriendo hacia mi —tienen que ver esto.
El grupo de mujeres que sale apresuradas y se asoma en la puerta se sorprende al verme. Hace seis meses que no he venido a verlas, lamento mucho haber incumplido la promesa, pienso al recibir el abrazo y beso de cada una.
—Estas hermosísima ¿Amores nuevos? —pregunta Lupe alejando su cuerpo del mio y viéndome con admiración. —no tienes que responder, ya esas mejillas lo dijeron todo.
—¿Y esta ángel? —señalan a Mila que espantada está detrás de mí.
—Es mi prima Mila, está pasando una temporada en casa —comento atrayéndola de mala gana y viendo como sus labios siguen apretados.
Regresa a mi aquella sensación de ser vigilada, esta vez estoy segura de que Mila lo ha percibido pues también mira a todos lados nerviosa.
—Pero no nos quedemos aquí, entren —señala mi antigua jefa y ambas lo hacemos, pero viendo hacia atrás.
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