Capítulo 11
Matthew
Apoyo mis manos en el cuello dando círculos saliendo a los pasillos. Han sido días agobiantes, pero envueltos en una calma sin igual. La novedad es la quietud y retraimiento en mi asistente. Pueda que solo sean paranoias, pero la he visto bastante decaída.
—Disculpe.
Doy media vuelta hacia la voz, una chica rubia alta de ojos color miel y muy parecida a Charly es quien me ha hablado. No sé si el parecido lo he buscado de la misma manera que lo he hecho todas estos días o en realidad está allí.
—¿En qué puedo ayudarle? —pregunto de manera cortes y marcando distancia.
La chica es bastante joven, casi una adolescente. Hoy día algunos actos de caballerosidad son visto como acoso y yo puedo estar doblándole la edad.
—Busco a Charlotte, es mi prima.
En sus manos sostiene un pañuelo que aprieta bastante fuerte. Aliviado por que el parecido no lo inventé y es real le sonrío.
—Soy su jefe.
—En ese caso, usted es el dueño de este pañuelo. —me extiende el pañuelo que tomo sin entender — lo encontré en la basura, creo que Charly se le cayó accidental.
Tomo el pañuelo y lo observo sin saber que decirle, si lo ha tirado es que no le ha interesado lo que creí. Alzo la mirada y me encuentro con el rostro de la adolescente pendiente a mis movimientos.
—Le diré que está aquí —habló al fin.
—¿Es posible que suba?
—Lo siento, es zona de uso exclusivo de dueños y personal —me excuso.
Ella podía subir sin problemas, era yo el que no quería que lo hiciera. El enojo por saber a donde fue a parar el pañuelo que le vi atesorar hace una semana me hizo sentir estúpido.
—En ese caso la espero allí —señala la zona de espera.
—Ella debe bajar a almorzar de todas maneras.
Voy directo a los ascensores, entro y presiono el piso correspondiente. Cuando las puertas se están cerrando veo a Neal a Dorothy y la asistente de personal acercarse a la chica sonriente. No tengo motivos para sentir rechazo hacia ella, es hermosa, educada, pero me fue imposible ser cortes.
—Charlotte— la llamo al entrar a la oficina y alza su rostro. —Te buscan, falta una hora para almorzar... puedes irte ahora si lo deseas.
Ella no hace comentarios, tampoco pregunta quien es, no hay una frase divertida o su respuestas fuera de lugar. La veo recoger sus cosas, hombros caídos y su rostro altivo está bajo.
—¿Quién es?
—Dijo ser tu prima, lo siento no pregunté el nombre —me excuso y le muestro el pañuelo —pero me trajo esto, que dejaste tirado en la basura y ella lo rescató.
Lo primero que capto en sus ojos es la sorpresa al ver el objeto, luego la ira que reprime rápidamente y por ultimo decepción. He aprendido en el corto tiempo que llevo con ella, que su rostro es un libro abierto. Me resulta fácil deducir lo que siente, solo con verla.
—Creí haberlo perdido —comenta retraída — supongo que su teoría es más creíble. Lo tiré a la basura porque soy una bruja sin sentimientos.
—¿Estas bien? —me animo a preguntar —¿Es por esto? —señaló el pañuelo —cualquiera comete un error...
—¡No lo tiré! —se defiende con violencia.
Toma su bolsa e intenta rodearme. La tomo por el brazo impidiéndole avanzar y le obligo a retroceder hasta mí.
—¿Qué sucede? —pregunto y niega —algo tienes Charlotte. Lo noto desde hace seis días.
—¡Ha puesto a todos en mi contra! —susurra como si lo que dice fuera un secreto que nadie puede escuchar —mis padres, mis amigos, tíos... todos.
—¿Qué quieres hacer?
No estoy entiendo a quien se refiere, mi deseo es calmarla y que no llore. El llanto de Charlotte mueve una fibra sensible de mi difícil de describir.
—¿Estaría dispuesto a volverme a sacar de la estación? —digiero un poco esa pregunta antes de responder.
—Si me explicas tus motivos y te doy la razón. Sí.
La veo pensarlo un poco y la llevo a una de las sillas. Nos sentamos y espero que ella se calme, para que logre explicar lo que le sucede. Suelta todo el aire antes de empezar y niega molesta.
—Se llama Mila y es la chica que acaba de darte ese pañuelo. Llegó de visita, sus padres pasaron por aquí y ella quiso quedarse. —inspira antes de seguir y señala el pañuelo. —lo lavé el día que llegué, sequé y planché. Desapareció de mi habitación mientras estaba en el baño.
—Es solo un pañuelo, tengo más —hablo —te daré una docena...
—Iba a devolvérselo —aclara entre dientes y viéndome disimuladamente. —Salí de casa enojada con mamá y no me despedí de ella por primera vez en mi vida.
Tomo una de sus manos; si bien, a mi entender no es importante lo que dice, es notorio que a ella le afecta. Regresó a casa aquella noche, su madre le había narrado lo sucedido a su padre y este no le dirigió la palabra.
—Ya se le pasaran Charlotte, son tus padres—paso una mano por sus hombros y la atraigo hacia mí, besando su frente —es solo una adolescente, mi hermana gastaba bromas horribles a todos. No lo entiendes porque no tienes hermanos.
—¿Si lo tuviera lo entendiera?
—No, pero sabrías cómo reaccionar—en respuesta sonríe apoyando su cabeza en mi pecho. —asi está mejor. Ahora ve con tu prima y tus amigos y disfruta esa comida...
—¿Amigos? —pregunta alejándose de mí, dejando un vacío enorme y afirmo.
Le digo que la dejé hablando con sus excompañeros y abre los ojos asustada. No creo que sea para tanto, recuerdo que mis hermanas solían solucionar sus conflictos a los golpes. Luego de lo cual, mamá las encerraba en ropa interior sin comida, ni tv, internet o móvil por varias horas.
—No debe ser peor que Emma e Isabella —la acompaño al ascensor y sonrío por su confusión —tendrías que verla en acción para entenderlo.
Me despido de ella dirigiéndome a mi oficina, me detengo en seco al ver lo que hay ante mí. Tres globos de helio, blanco, dorado y negro flotan en el aire justo encima de mi escritorio. Este último sin un documento y solo lo adornan, el porta retrato familiar y una bandeja con varios Petit four de diferentes sabores.
Curioso porque no es mi cumpleaños o una fiesta parecida me acerco a la tarjeta y la tomo en mis manos. Sonrío primero en voz baja y luego fuerte al leer la dedicatoria.
"Hoy es el día internacional del amargado, no podía dejarlo pasar sin festejarlo con el más gruñón de todos"
—Charlotte...
Charlotte
No sé si aliviarme o preocuparme al bajar y verla sola. Es probable que este siendo exagerada o injusta con ella. Sin embargo, entró a mi habitación, tomo algo que no era suyo y luego lo negó. Encima de todo y como si eso no fuera suficiente, puso a mis padres en mi contra.
—Hola...—saludo al verla. —¿Qué haces aquí?
He actuado de forma infantil e impetuosa y ella se ha aprovechado de eso. Es hora de cambiar de táctica. Si le sorprende mi amabilidad cuando hasta hace unas horas no le dirigía la palabra, no lo demuestra, devolviendo el saludo y beso.
—La tía Joyce me mandó por unas cosas y quise ver tu lugar de trabajo. Conocí a tu jefe, es más lindo en persona.
—Que no te deslumbre ese rostro, es malhumorado —le digo fingiendo indiferencia cuando lo que tengo son hormigas invadiendo mis venas.
—¿En serio? no lo parece, fue bastante lindo conmigo e incluso insistió en que subiera —dice siguiendo mis pasos —imaginé que no iba a gustar asi que decidí quedarme.
—¿Quieres almorzar? —pregunto deteniéndome en mitad de lobby —te advierto que no es como la de mamá.
—¿Te molesta que llegara verdad? —habla con voz pesarosa y aprieto las manos —mamá y papá insisten en que soy yo la que tengo este ambiente en tu casa...
—Escondiste el pañuelo del señor Frederick, me acusaste de culparte injustamente, lloraste y ahora mis padres no me hablan—le recuerdo —Digamos que voy donde mis padres y le digo que entraste al hospital, buscaste a mi jefe y le entregaste el pañuelo en cuestión. ¿Soy yo la del problema Mila? —le cuestiono sonriente.
El ruido de mi móvil me hace buscarlo en el interior y al ver la pantalla sonrió divertida. Leo el mensaje que ha enviado varias veces mientras niego.
"Me has puesto en una deuda contigo. Festejaré honrado este día, pero en honor mi hechicera favorita. M.F"
La buena noticia es que he dejado de ser bruja. Sin darle respuesta guardo el móvil y enfrento a Mila. Mira en varias ocasiones a mi móvil y luego mi rostro sonriente.
—Hemos empezado con el pie izquierdo —habla al fin y extiende una mano —y fue toda mi culpa ¿Hacemos las pases?
—No te pases de lista—le advierto tomando sus manos, apretándolas con fuerza tirando su cuerpo hacia mi —tendrás a mis padres ciegos, pero no a mí. Algo te trajo aquí y voy a averiguarlo.
Retira su mano y las acaricia da media vuelta sonriente alejándose. Paso mis manos por mi cabello varias veces. No logro conectar con ella, por más que me esfuerce me es imposible. Papá se queja que es mi egoísmo de hija única que siente que estoy siendo desplazada, pero no es asi.
Regreso sobre mis pies y subo a la oficina he decidido comer allí. Hablar con Dorothy y Neal, es que me digan lo hermosa, linda que es Mila. Lo exagerada que estoy siendo con ella y bla, bla, bla.
—¿Y ese almuerzo? —me pregunta mi jefe en la entrada degustando uno de los postres —Están buenos ¿Tienes el dato de la repostería?
Sonrío al verle comer a gusto, poco a poco deja de comer y mira la pequeña pieza en sus manos.
—¿Lo hiciste tu?
—Ajam...
—¿Debo preocuparme? —lo veo sin parpadear y palidece ante mi silencio.
—Fue mi manera de agradecerle todo lo que hizo por mí en la estación y aquí —le digo al fin y suspira aliviado —la repostería me relaja y dado que era un día especial...
—Sabes Charly, he conocido a muchas mujeres sádicas a lo largo de mi vida —comenta llevándose el resto del pudin a sus labios y me señala —tú las superas a todas...Estoy muy enfadado contigo.
—¿Puedo ser perdonada por otras de esas? me quedaron varias en casa —no me responde y cierra la puerta tras él.
He notado una sonrisa en sus labios antes de hacerlo. He pasado de bruja a hechicera y de Charlotte a Charly...
—Y en menos de veinticuatro horas...
(...)
—¿Mami? —la llamo al entrar —¿Papá?
Me sorprende el silencio de la casa, no suena la vieja radio en la cocina o la tv con el beisbol en la salita. Escucho los murmullos en el comedor y niego derrotada.
—Puedo estar sin ustedes —les digo en voz alta dirigiéndome a las escaleras.
—Y te creo—habla mi padre detrás de mí —de otra manera no se entiende que fueras arrestada y llamaras a tu jefe, a quien dijiste a boca llena era tu amante en la delegación.
No me doy la vuelta a quien necesito ver está a un costado con fingid pena. Si algo he aprendido en estos días, es que nada de lo que diga lograba convencerlos. Mila ha hecho un buen trabajo, tuvo más de seis horas para lograrlo.
—¿Es lo crees papá? —pregunto en un susurro y ante su silencio decido subir sin verlos. — no habría nada de malo de haber una relación entre los dos. Ambos somos adultos, solteros e independientes.
—Lo es, cuando es tu jefe y te lleva tantos años. —sigo mi camino porque no tiene sentido una discusión sobre una relación que no existe.
—Charly, cielo...
Mamá me ruega no acostarme sin comer y solo niego en silencio. No tengo apetito y últimamente, ni vida o deseos de continuar.
—Buenas noches... —les digo al llegar al último escalón.
Duele saber que no te dan el beneficio de la duda, que todos los sacrificios que has hechos sean opacados por un rumor estúpido. Paso seguro en mi habitación, subo el volumen en el estéreo y entro al baño duchándome con la ropa puesta.
Media hora después y cuando el agua tibia se ha llevado todas mis lagrimas entró a la cama. Lo hago desnuda, porque deseo sentirme rebelde y libre.
—Charly —habla mi madre detrás de la puerta —te deje la comida en el micro, por si deseas comer. —silencio y doy media vuelta a la puerta como si ella pudiera verme —Solo tu madre puede saber por qué lo hiciste, te amo...
—Y yo a ti mamá...
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