Capítulo 45
Salí de mi auto e inhalé, dando un profundo suspiro, y arreglando mi traje, en tanto mis ojos contemplaban de manera distraída la estructura que se extendía frente a mí. Cuando mi madre me dijo de reunirme con ella, creí que sería en algún restaurante, para almorzar, más no creí que su intención fuera traerme de regreso a la casa que compartía con Peter.
Mordí mi mejilla interna, guardé las manos en mis bolsillos y comencé a andar para cruzar el portón y llegar al enorme patio delantero, el cual estaba decorado con un camino rodeado de arbustos florales que guiaban hacia la entrada.
No ponía un pie en aquel lugar desde la muerte de Peter, y tampoco estaba muy feliz de volver, si era honesto. No tenía muchos recuerdos felices, nunca lo sentí como un hogar.
—¡Llegaste! —chilló mi madre, emocionada, recibiéndome en la puerta con dos copas de cocteles frutales en sus manos.
—Por favor, dime que eso tiene alcohol. —le pedí, tomando la copa que me ofrecía.
Ella sonrió con ternura, y acarició mi mejilla, en lo que negaba con la cabeza y me invitaba a pasar. Se le veía realmente tranquila, y fresca, utilizando un vestido veraniego de mangas anchas y el largo hasta mitad de las pantorrillas. Su cabello ondulado estaba suelto, cayendo cual cascada por su espalda, e iba descalza.
La mansión Sloan era enorme, y tenía muchos empleados que se encargaban de mantener presentable el lugar. Conocía a la mayoría, ya que eran los mismos que estaban antes de la muerte de Peter, y decidieron quedarse junto a mi madre.
Para ella, más que empleados, eran familia y los trataba con cariño y respeto.
—Ven, amor, siéntate. —tomó mi mano y me guio hacia el sofá pequeño.
Mi mirada viajó en derredor, notando la cantidad exagerada de cuadros que colgaban de las paredes; algunas pinturas, y otras fotografías, de Peter, ella, e incluso mías. Aquel lugar se veía distinto, y podría asegurar que a Sloan no le hubiese gustado en lo absoluto, ya que alegaría que le restaría estilo, así como un baño dentro de la oficina.
—¿Te gusta el cambio? —preguntó mamá, sentándose en el sofá grande, frente a mí,
Me limité a asentir, bebiendo el jugo del coctel.
—¿Por qué esta reunión no se dio en un restaurante? —le pregunté directamente, recargándome en el asiento y apoyando mi tobillo derecho sobre la rodilla izquierda, intentando relajarme un poco.
—Pues —su semblante decayó notoriamente. —. Porque no quería sentir la ausencia de una tercera persona en la mesa.
Fruncí el ceño ante sus palabras, y la observé de reojo con mucha seriedad.
—Amor —suspiró apesarada. —. No puedes pedirme ignorar el hecho de que te encuentras sufriendo.
—Madre —cerré los ojos, sujetándome el puente de la nariz con irritación. —. Si me has hecho venir hasta aquí para hablar de eso...
—Te ves mal —me interrumpió. —. Luces terrible, es muy notorio que no estás durmiendo como se debe; tienes ojeras muy pronunciadas, tus párpados están rojos e hinchados, tu cabello y barba descuidada y es muy notorio que no te estás alimentando bien.
—Estoy bien, madre —posé la mano libre en mi pecho. —. Te aseguro que lo estoy. Solo estoy enfocado en el trabajo.
—Te estás descuidando —me acusó. —. Y no solo a ti, ¿Dónde están Ra, Seth y Anubis?
Fruncí el ceño en confusión.
—Están en casa —respondí seguro.
Ella negó con la cabeza.
—Ni siquiera te das cuenta... los pobres llevan cuatro días aquí, Caín, tu amiga Rebeca los trajo.
—¿Qué? —cuestioné, desconcertado.
«¿Rebeca secuestro a mis perros, y no se dignó en decirme?»
—Ella y su esposo aparecieron en mi puerta de la nada, trayéndolos consigo. Me pidieron cuidarlos y acepté sin dudar, de haber sabido que los estabas descuidando yo misma habría ido por ellos; están decaídos, apenas comen.
Joder, estaba ocupado para lidiar con ellos. No me di cuenta.
—Es claro que extrañan a Jade, y tú también.
—Por favor, mamá —bufé. —. No morirán por alguien con quien convivieron poco tiempo. ¡Y-Yo no moriré por alguien con quien conviví poco tiempo!
—No es la cantidad de tiempo, amor —rebatió. —. Sino lo que significó. Y es claro que ella significó mucho para ti. En estos últimos meses, te vi más feliz que en muchos años, tu semblante era distinto, parecías estar en paz, y...
—¡Por Dios, mamá! —la interrumpí. Dejé los pies sobre el suelo y tallé mi rostro con ambas manos, suspirando con frustración. —. ¿Para esto me querías aquí? ¿Para hablar de Jade? —aparté las manos de mi rostro, y las cerré en puños. —. No tengo tiempo para hablar de ella, estoy ocupado intentando corregir todo el desorden que causó con sus mentiras... intento sacar adelante las empresas, cuidar el legado, y tú capital.
Ella me observó con desapruebo y tristeza, gesto que me hizo exasperar en gran manera. Dejé la copa sobre la mesa de centro, y me puse de pie.
—Caín...
—No tengo tiempo para esto —señalé con enojo. —. No tengo tiempo de sentarme a hablar de algo que solo fue una vil mentira, como todo lo que salía de sus labios.
—Jade no es una mentirosa —rebatió. Dejó su copa sobre la mesa de centro, y se sentó erguida. —. Si hay algo que entendí de ella, es que es demasiado leal con las personas que le importan. Fue leal con su hermano y su amiga al ocultarte la verdad, y si te soy sincera, cualquiera lo habría hecho en su lugar porque tú no hacías más que comportarte como un desgraciado hijo de puta.
Abrí los ojos de una manera tan amplia, que parecía que saldrían de mis orbes, mientras la observaba, perplejo.
«¡¿Qué carajo?!» ¿Desde cuándo mi madre se expresaba de aquella manera?
—Eras cruel, despiadado, y no tienes idea de cuantas veces me culpé a mí misma, preguntándome qué había hecho mal para que fueses así. ¿Qué clase de mala madre fui para que mi propio hijo me ocultara cosas? —dijo con dolor. —. Y no tienes idea de cómo me sentí cuando Jade me mintió, diciéndome no saber nada del nombre que llevas tatuado en tu piel.
El corazón se me encogió al ver la aflicción en sus ojos.
—Le pedí investigar sobre tu tatuaje, así que imagina como me sentí cuando le pregunté si había descubierto algo y me respondió que no, cuando podía notar en el pesar que destellaban sus ojos que ya lo sabía todo. Una respuesta positiva de su parte habría aliviado mi atormentada alma como no tienes idea, y me dolió que me mintiera, más, sin embargo, pude perdonarla porque comprendí que ella estaba siendo leal a ti... que no quería traicionar tu confianza.
Aparté la mirada hacia una esquina, manteniendo el ceño fruncido.
—No había tal confianza —respondí, manteniéndome serio y frío. —. Solo estaba ebrio.
Ella soltó una risa cargada de ironía, como nunca había escuchado brotar de sus labios antes, y negó con la cabeza al mismo tiempo que lo hacía con el dedo anular, moviéndolo de un lado a otro.
—No pongas de excusa el alcohol, hijo mío. Porque no tienes idea de cuantas veces intenté sacarte la verdad mientras estabas ebrio, y nunca soltaste ni una sola palabra de Afganistán —una sonrisa apesarada se extendió en sus labios. —. Tú confiaste en ella, aun inconscientemente, algo que nunca hiciste conmigo... y no sabes cuánto me duele no saber qué pasó contigo.
Cerré los ojos con fuerza, deseando poder decirle que no había hecho nada mal, y que la única razón por la que le ocultaba la verdad, era para protegerla del dolor y la culpa, tal como Peter me ordenó hacerlo.
—Caín —la tristeza en su voz me sacó de mi ensimismamiento. —. Muy en el fondo sabes que todo lo que pasó entre ustedes fue real, no una simple ilusión, o una mentira. Sé que la extrañas, todo en ti lo confirma.
Era claro que lo hacía, la extrañaba como no tenía la maldita idea. La echaba tanto de menos que intentaba evitar cualquier cosa que me recordara a ella, pero era imposible, estaba en todos lados, impregnada hasta lo más profundo de mi ser.
—N-No puedo dejar todo lo ocurrido atrás, ni ceder ante los sentimientos —logré formular. —. Tengo un legado que proteger —inhalé hondo al sentir que me faltaba el aire. Y, aunque intentaba darle una explicación razonable a mi madre, lo que en realidad hacía era tratar de convencerme a mí mismo de que estaba haciendo lo correcto al alejar a aquel fastidioso rayo de luz. —. Tengo que cuidar de ti. Tú eres, y siempre serás mi prioridad...se lo prometí a Peter, y pienso cumplirlo.
Ella torció sus labios, haciendo las comisuras hacia abajo, mientras me veía con una expresión conmovida.
—Mi amor, ven aquí. —me pidió, sentándose de lado en el sofá.
Fruncí el ceño en confusión, ante aquel giro tan drástico en nuestra conversación.
—Por favor, ven aquí.
Pese a no comprender a que se debía su petición, me puse de pie para rodear la mesa de centro e ir hasta ella, viendo como daba un par de palmadas sobre la superficie de aquel sofá, invitándome a sentarme a su lado.
—Quítate el blazer, y los zapatos, luego recuéstate en el sofá, apoyándote en mi torso.
—Mamá...
—¡Obedece, Caín Sloan! —ordenó con voz severa, frunciendo el ceño.
Estaba a punto de reprocharle su acción, pero en lugar de eso me limité a suspirar rendido, y la obedecí, sentándome de lado frente a ella, y estirando las piernas a lo largo del sofá. Volví a suspirar, murmurando con descontento, y me fui recostando hasta que mi cabeza quedó apoyada en su pecho, y ella me rodeó con sus brazos.
—Esto es incómodo. —confesé al sentirme extraño.
Una risa suave brotó de sus labios.
—Deja de ser tan gruñón. Quizás es porque no te abrazo así desde que cumpliste doce años, cuando aún eras mi bebé —dijo, besando mi frente. —. ¿Sabes, mi amor? Eres lo mejor que me ha pasado. Cuando decidí tenerte, quizás perdí amigos, y familia, pero gané al compañero de vida más leal y hermoso que pude haber deseado. Sé que soy tu prioridad, siempre me has puesto primero, aún por encima de tu felicidad, y no sabes lo mal que eso me hace sentir...
—Madre... —suspiré, tratando de calmar la creciente ansiedad que me invadía.
—Yo solo quiero que seas feliz, Caín, es lo que toda madre quiere... y nunca te vi más feliz que con Jade a tu lado.
¡Santos cielos! Ella no paraba de insistir con aquello.
—¡¿Y a donde me llevó eso?! —respondí sobresaltado. —. ¿A dónde me llevo dicha felicidad? Casi pierdo todo... no puedo estar con ella sin poner en riesgo todo por lo que tanto he luchado. Me hace bajar la guardia, y me vuelve débil.
La opresión en mi pecho se volvía cada vez más aguda, y sus brazos comenzaban a sentirse pesados alrededor de mi cuerpo.
—Amor, Jade no te hace débil —dijo, acariciando mi mejilla con ternura. —. Te vuelve humano, te hace sentir las emociones a flor de piel, y eso es lo que te asusta... a ti te asusta intentar ser feliz, y terminar sufriendo. Estás tan roto que crees que un minuto de felicidad representaría el fin del mundo, y no es así.
Cerré los ojos con fuerza, presionando los dientes y exhalando, en un intento por aliviar la opresión; me sentía trastornado, estaba tan abrumado por aquella situación y el sentimiento de impotencia, que se me imposibilitaba pensar con claridad, y todo lo que quería era salir de ahí, y volver a mi zona de confort.
—Sea lo que sea que haya pasado, tienes que enfrentarlo, mi amor —la oí decir, antes de sentir su cálida y suave mejilla apoyada en mi frente. —. Para poder avanzar tienes que soltar esa carga.
Mi respiración comenzaba agitarse, y sentía una sensación de entumecimiento en mi cara, debido a la forma en que prensaba la mandíbula. Mis manos se aferraron más a sus antebrazos hasta el punto en que los dedos se me hundían en su piel.
—Suéltame —exigí entre dientes, al sentir que me asfixiaba. Quería marcharme de aquel lugar lo más antes posible. —. ¡Madre, suéltame!
—No, cariño —respondió con firmeza. —. No volveré a abandonarte, ya lo hice una vez cuando volviste de Afganistán y permití que te cerraras por completo en tu dolor. Debí indagar un poco más, debí ser una mejor madre para ti.
Un sollozo involuntario brotó de mis labios. Escucharla decir eso me lastimaba el alma, porque ella no tenía la culpa de nada. Fue la mejor madre que pude haber tenido, una que luchó por darme una mejor vida.
—Lo siento.
Me quebré.
—Lo lamento mucho, mamá —dije con voz quebrada. —. De verdad lo siento, perdón.
Era una sensación horrible, asfixiante y dolorosa, tan fuerte que se extendía por cada fibra de mi cuerpo, abrumándome en gran manera.
Ella me abrazó con fuerza, mientras yo me aferraba de sus antebrazos. En aquel momento, todos los sentimientos que había encapsulado a lo largo de los años salieron a relucir, y todo lo que pude hacer fue llorar pidiendo perdón, sintiéndome como un niño pequeño que buscaba consuelo en brazos de su madre.
—Todo va estar bien, mi amor. Vamos, desahógate, lo necesitas.
Gruñí, sintiendo el llanto quemar en mi garganta. Odiaba en gran manera el sentirme así, tan patético, cohibido e indefenso. Mi cabeza era un maldito caos, pero escuchar su voz, y sentir las tiernas caricias que me daba mientras me mantenía aferrado entre sus brazos... de alguna u otra manera me traían alivio.
Quizás, solo quizás, era eso lo que necesitaba desde un principio, y Peter estaba equivocado. Así que, una vez que pude calmarme, le conté a mi madre absolutamente todo lo ocurrido, desde el momento en que conocí a Amira. Y ella me escuchó con atención, y supo entenderme.
—No puedo creer que hayas permitido que las palabras de Peter se metieran en tu cabeza —me dijo, tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos. —. Él ya no era el mismo, tesoro, tenía un tumor, y estaba asustado por lo que le pasaría. Se guiaba por el miedo. Tampoco te odiaba, Caín, ni creía que eras destructivo. No tienes idea de cómo le afectó, al igual que a mí, cuando nos avisaron que estabas perdido en batalla.
Bajé la mirada hacia nuestras manos entrelazadas, y las guie hacia mis labios para besar sus nudillos con ternura.
—Además, no es verdad que tienes que ser frío y distante para ser un gran empresario, eso ni él lo creía, o de lo contrario no se hubiera casado conmigo —la sentí reír. —. Mi amor, luego de tantas tormentas te mereces encontrar un arcoíris, y sé que eso es lo que representa Jade en tu vida. No te cierres a la oportunidad de tener algo hermoso, solo por miedo a que pasen cosas malas. Y, si tienes que decidir entre el trabajo, y tu felicidad, prefiero que elijas lo segundo... solo ten en cuenta, que siempre te apoyaré en lo que hagas.
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