Capítulo 26
Una cena junto a mi insubordinada y provocativa secretaria, mi liante madre y mi antiguo superior en el ejército... y aun así esperaba que fuese una velada tranquila. Una vez que estuve listo, partí hacia el edificio en el que Jade vivía; debido a la cena de aquella noche, y que la carga laboral para ella no era tan pesada, le di el día libre para que pudiera descansar; tampoco quería abusar laboralmente de una mujer embarazada.
Ni quería que el calor de lo ocurrido el día de ayer me afectara, ya que necesitaba estar cien por ciento concentrado. Pero aquello era algo que no le comentaría, por supuesto.
—Buenas noches, señor Sloan. —me saludó con un gesto de cabeza, una vez que abrió la puerta.
—¿Estás lista? —pregunté sin darle mucha importancia a los detalles, y asintió.
Me hice a un lado para darle pasada, y luego de despedirse de su amiga, ella salió al pasillo para caminar hacia el elevador, seguida por mí. Al ir detrás, no se me fue difícil percatarme de que llevaba un vestido que llegaba hasta mitad de sus muslos, no tan ceñido al cuerpo, su cabello iba recogido en un moño bajo que dejaba desnuda su nuca, y sus zapatos altos hacían ver sus piernas más alargadas de lo que eran... se veía muy bien, nada comparado a la mujer que miraba a diario en el trabajo.
Pero, era algo a lo que no le prestaría atención aquella noche, para evitar incómodos incidentes.
Bajamos en completo silencio, y así llegamos hasta el auto. a diferencia de otros días en los que, mientras yo conducía, no paraba de parlotear sobre cosas sin sentido, ella iba en completo silencio, viendo hacia el exterior a través de la ventana y pareciendo estar perdida en sus pensamientos.
No iba a mentir, temí que aquello se debiera a lo ocurrido el día anterior, que al final se hubiese incomodado.
—¿Qué opinas de Alec?
No entendía el motivo por el que necesitaba buscar algún tema de conversación con ella.
—Es un tanto amargado, al igual que usted.
Fruncí el ceño con molestia, ante aquella respuesta... ¡cuánta impertinencia!
Suspiré profundo, intentando mantenerme sereno.
—¿Hice algo que te molestara, Jade? —pregunté serio, viendo fijamente la carretera.
—¿Qué? No —respondió, girándose en el asiento para verme. —. Solo intento bromear... se supone que debería ser gracioso.
«Qué absurdo»
Negué con la cabeza, y volví la mirada al frente. No entendía la clase de humor que ella tenía, pero al menos me sentía un poco aliviado, ya que, si estaba para torpes bromas, significaba que lo del día anterior había quedado en el olvido y todo seguía normal.
Llegamos al restaurante, y luego de entregarle las llaves al joven encargado de estacionar los autos, le ofrecí mi brazo a Jade para que pudiéramos entrar a buscar nuestra reservación; el lugar era sumamente elegante, con candelabros de cristal colgando del techo, y una refinada fuente de agua a mitad del pasillo.
Una vez que estuvimos en la mesa, volteé de reojo hacia la mujer a mi lado, notando como veía con asombro y curiosidad todo a su alrededor; como un pequeño en dulcería, y ladeé un poco la cabeza, mientras contemplaba su rostro de manera distraída.
—C-Caín —murmuró en voz baja, viendo los utensilios en la mesa.
—¿Pasa algo malo? —inquirí, notando la expresión de angustia en su rostro.
Por un momento creí, y temí, que quizás estuviese sintiendo alguna incomodidad en su vientre... que algo anduviera mal con su embarazo.
—No sé si mi vestuario sea el adecuado para este lugar, y tampoco sé utilizar todos estos tenedores y cucharas. —confesó, apenada.
Fruncí el entrecejo, viéndola a ella, luego los utensilios en la mesa.
—No le des importancia. —respondí, alzándome de hombros.
—P-Pero...
—Oh, aquí están —la dulce y melodiosa voz de mi madre resonó en el espacio, una vez que se acercó a Jade para darle un tierno abrazo. Se volteó hacia mí, y acarició mi mejilla. —. Hola, cariño... te ves bien.
—Lo estoy —respondí, tomando su mano para besarle los nudillos. —. Gracias por venir, mamá.
Podía sentir la tensión latente entre nosotros, luego de lo que pasó antes de que me marchara. Estar peleado con mi madre era lo peor que podía pasar, ya que ella no se enojaba, ni gritaba, al contrario, era cariñosa y amable, lo que me hacía sentir peor.
—Familia Sloan —saludó Alec, al llegar a la mesa luciendo un elegante traje de etiqueta. Aquella en serio debía ser una ocasión especial. —. Waleska, bendito los ojos que la ven. —dijo, tomando su mano para besarle los nudillos.
—Un placer volver a verlo, Teniente Coronel Marston.
Él asintió con la cabeza como saludo, mientras tomaba su lugar a la mesa, de frente a mí.
Luego de pedir la especialidad del Chef, nos sumergimos en una conversación con Alec que más bien parecía un interrogatorio, el cual tomó un tono un tanto hostil luego de que le mencionara que Jade se encontraba embarazada. Odiaba tener que mentirle a un amigo, la verdad, pero igual sentía que era lo mejor, en especial luego de ya haberle mencionado que era mi novia.
Los meseros sirvieron un aperitivo, y noté como Jade se quedó paralizada, viendo todos los utensilios sobre la mesa, sin saber cuál usar. ¡Por un carajo! No sabía porqué le daba tanta importancia a aquello. Hasta me resultaba un tanto incómodo de ver la angustia que reflejaba por algo tan insignificante.
—Jade, cariño. —me incliné un poco hacia ella, posando la mano en su pierna y dándole un ligero apretón, en un intento por ganar su atención.
Aquello causó que se sobresaltara, pero supo recuperar la postura al instante.
Me tomé el tiempo para sujetar el tenedor correcto, permitiéndole percatarse de cual se trataba, y vi como sus labios formulaban un "gracias", antes de tomar el suyo y comenzar a degustar el platillo.
—Ahora, señor Marston, ¿de qué quería hablar? —inquirí.
Él dejó de comer en el segundo en que aquellas palabras abandonaron mis labios, y alzó la mirada para verme fijamente, dejando de lado su tenedor.
—Bueno, esperaba decirlo hasta después del platillo fuerte —frotó sus manos. —. Sé lo mucho que te has esforzado por apoyarme desde que regresamos de Afganistán, y te lo agradezco, Mayor. Pero, volveré a combate, y me asignaran allá.
Fruncí el ceño en confusión, mientras posaba la mirada en él, consternado.
—Pero, señor, se dio de baja...
—Me aceptaron de regreso.
—¡¿Y por qué diablos querría volver a ese maldito lugar?!
Sin darme cuenta, había alzado la voz y llamado la atención de quienes se encontraban a escasas mesas de distancia. Tanto Jade, como mamá, me observaron pasmadas, mientras Alec ni siquiera se había inmutado ante mi reacción, porque era más que seguro que ya la esperaba.
—Mayor Sloan, a diferencia de usted, que tenía a qué volver... su madre —se giró para verla. —. Sus empresas, y ahora una novia y un bebé en camino, yo no tengo nada, vivo como un maldito pensionado a mis cuarenta y cinco años, dado de baja del ejército sin pena ni gloria. No es esta la vida que yo quería, el ejército lo era todo para mí.
—Ellos mismos lo destituyeron. —gruñí, presionando las manos en puños sobre la mesa.
Al igual que hice minutos atrás, Jade decidió posar la mano en mi pierna y darme un ligero apretón, en un intento por hacerme volver en razón. Inhalé hondo, y contuve la respiración por segundos, tratando de aclarar los pensamientos que cruzaban mi cabeza.
«Era una maldita locura, apenas salimos de ahí la última vez»
—Y hablando de eso, ¿cómo consiguió que lo aceptaran de regreso?
Él chasqueó la lengua, y se removió en el asiento, un tanto incómodo. No hacía falta que lo expresara con palabras, ya lo sabía.
—¿Los chantajeó con mi historia?
—No es solo su historia, Mayor, es nuestra historia —respondió, viéndome a los ojos con el ceño fruncido. —. Ellos lo abandonaron, yo fui a rescatarlo, ¡y me destituyeron injustamente! Solo les advertí que si no me aceptaban de regreso contaría todo a la prensa... ¡por dios! Aún me quedaban veinte años de servicio, años que estoy desperdiciando sentado en mi sala de estar.
«¡Por todos los cielos! Era tan terco»
—No —gruñí. —. No tiene nada a qué volver a ese lugar, Teniente.
—A partir de este momento los cheques que me envías rebotarán y regresarán a ti, porque no pienso cobrarlos más.
—¡Esto es una mierda! —exclamé, frustrado.
—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó mamá, un tanto conmocionada por la tensión que se sentía en el aire.
—Mayor Sloan...
—No, por un demonio —volví a gruñir. —. Solo irá a morir.
La furia que corría por mis venas era cada vez más difícil de contener. ¡Por un carajo! ¿Para qué quería volver a ese mundo de mierda?
—Prefiero morir por mi patria —respondió, presionando los dientes. Era claro que también estaba enojado. —. ¡Además, no sé qué tanto reprochas cuando todo lo que pasó fue tu culpa, por no poder mantener tu pene dentro de tus malditos pantalones!
La manera tan súbita en que me puse de pie provocó que la silla chirriara al ser empujada por mis pantorrillas, al mismo tiempo en que mis manos aterrizaban de manera violenta sobre la mesa, llamando la atención de todos en el restaurante y haciendo sobresaltar a las mujeres que nos acompañaban, más no a él, que tenía los nervios de acero.
—Hijo, por favor —suplico mi madre. —. No hagas esto, Jade está junto a ti, no la hagas pasar por esta angustia.
Aquella no era mi intención, pero simplemente no podía contenerme. Mi cuerpo temblaba de impotencia, mis ojos ardían y un enorme nudo se había formado en mi garganta.
—Entonces —pregunté entre dientes. —. ¿Usted insinúa que ella se lo merecería? ¿qué yo lo merecía?
—No he dicho eso —respondió, manteniendo su semblante frío. —. Si lo creyera también te hubiera abandonado.
—Bien —contesté, conteniéndome lo más que podía. —. No pienso asistir a su funeral. "Quien por su gusto muere, que se le entierre de pie", ¿no? Eso fue lo que respondió el comandante, cuando se le presentó mi caso.
—Mayor, no estoy aquí para pelear... pero el viaje que hicimos a Escocia me ayudó a abrir los ojos, y saber qué era lo que en realidad quería.
Aparté las manos de la mesa, incorporándome en el proceso mientras veía fijamente aquellos ojos verdes, con la misma suspicacia con la que ellos me observaban cuando había convicción de que estaba por cometer un maldito error. Volver al ejército le sería un trago amargo, más aún si la manera en que consiguió lograrlo fue mediante chantaje, ya que por venganza eran capaces de ponerlo en primera línea y dejarlo morir.
—Hay que irnos, Jade. —tomé su mano, obligándola a levantarse.
—Caín...
—Madre, que tu chófer te llevé a casa, ahora mismo. —ordené, mientras nos retirábamos del lugar.
Mi sistema era una combinación de frustración y estrés, mientras salíamos de aquel restaurante. Soltaba incesantes maldiciones, y solo me contenía para no darle un puñetazo a la pare en busca de aliviarme.
—Caín...
—Te llevaré a casa, sube al auto. —ordené, en un tono de severidad.
Todo se había ido al caño, y lo que comenzó siendo planeado como una cita para que fuésemos vistos juntos, como pareja, terminó siendo un maldito drama familiar. Trataba de mantenerme enfocado en la carretera, y no pensar en nada más, pero entre más lo evitaba, los recuerdos cobraban más fuerza, atormentándome.
—Señor Sloan —me habló, con un hilo de voz, una vez que me estacioné frente a su edificio. —. ¿No piensa llevarme hasta la puerta?
—Ahora no, Jade...
Ella frunció el ceño, luciendo un tanto molesta, antes de inclinarse hasta alcanzar las llaves del auto y quitarlas de su lugar.
—No me toques los cojones, Jade —advertí con frustración.
—Insisto en que me acompañe. —respondió, sin siquiera inmutarse ante mi molestia, y sin más salió del auto.
Solté una maldición, mientras me quitaba el cinturón de seguridad para seguirla, una vez que me di cuenta de que aquello iba en serio y no me devolvería mis llaves.
—Jade —le hablé, cruzando la puerta de la entrada. —. Si esto es por lo ocurrido en la cena, lo siento, sé que no es lo que esperabas. Pero ahora tengo que irme.
—No se disculpe, son asuntos personales y los respeto —respondió, posándose frente al ascensor y presionando el botón. —. ¿Cómo está usted?
Solté un ligero bufido, mientras observaba en dirección a la salida y negaba con la cabeza. De verdad necesitaba marcharme, y no estaba de humor para sus cosas.
—Jade...
—¿Caín? —respondió, ladeando un poco la cabeza.
Volví la mirada hacia su rostro; tenía una ceja arqueada mientras me observaba de manera interrogante. Mi pulso comenzó a acelerarse, tanto por el estrés, como por la extraña sensación que nuevamente me provocaba el tenerla tan cerca.
Justo en aquel momento, las puertas del elevador se abrieron.
—Devuélveme mis llaves.
—No mientras siga así de alterado —respondió, adentrándose en el elevador, caminando en retroceso. —. No permitiré que conduzca en ese estado, podría tener un accidente, y no quiero que muera. ¿Sabe lo que me costará encontrar otro trabajo?
Antes de poder contenerme a mí mismo, me adentré en aquel espacio, invadiendo su espacio personal, hasta acorralarla contra la pared metálica, golpeando mis manos en puños a los costados de su cabeza, mi expresión era acalorada, y mantenía el ceño fruncido y los labios apretados.
—No me toques los cojones, Jade, no ahora —pedí.
Pero lejos de sentirse intimidada, alzó el rostro, y sus ojos me observaban desafiantes, mostrándose renuente a dar marcha atrás en sus planes de impedirme marcharme.
—Estás jugando con fuego, Jade. —dije entre dientes.
Mi mirada bajó hacia sus labios, y sentí un ligero escalofrío recorrer mi cuerpo al verla humedecerlos con su lengua, un gesto inocente, para ella necesario, pero para mí, un jodido detonante al ardiente deseo que sentía de volver a probarlos.
—No olvide que tengo tendencias pirómanas, señor Sloan.
Mi mano fue a parar en el botón que detenía el ascensor a mitad de camino. Joder, ella estaba acabando con mi poco autocontrol.
—Jade... —dije con advertencia.
—¿Caín?
¡Al diablo el autocontrol!
Sin previo aviso, me incliné hacia ella, cubriendo sus labios con los míos en un beso de furia. Años y años de abstinencia emocional se habían ido al carajo en solo una fracción de segundo, en donde era yo quien tomaba la iniciativa y me dejaba llevar por el deseo... porque mentiría de decir que no lo deseaba en aquel momento.
Posé una mano en su nuca, impidiéndole apartarse, mientras la otra envolvía su cintura, pegándola más a mi cuerpo, y provocando que un profundo gemido brotara de sus labios, permitiéndome aprovechar el momento para profundizar aquel beso, mientras sus manos se aferraban con fuerza a mis hombros, haciendo puños con la tela de mi blazer.
Me estaba perdiendo en la calidez de su boca, y su sabor con un ligero toque a vino tinto, mientras respiraba su aroma y la sentía temblar bajo mi tacto, y por primera vez, quería que aquello pasara, quería perderme en el momento y dejar de pensar, aunque fuese un minuto en todo lo demás.
Pero entonces, el nombre que llevaba tatuado en mi piel resonó en mi cabeza, haciéndome estremecer, al mismo tiempo en que las puertas del elevador se abrían. Ni siquiera me había percatado de que se encontraba en movimiento.
Me aparté finalmente para dejarla recuperar el aliento, quedando mi rostro a centímetros del suyo. Ambos estábamos con las respiraciones agitadas, así que la miré a los ojos, y en esa ocasión era yo quien la veía de manera desafiante, incitándola a hacer algún comentario. ¿Era aquello lo que buscaba al no dejarme marchar o realmente le preocupaba que fuese a matarme en un jodido accidente? De mi parte, lo había disfrutado.
—¡Pero ¿qué carajo?!
Una voz masculina terminó con aquella atmósfera, y al voltear hacia la puerta, me encontré con la desconcertada, y furiosa mirada azuleja del supuesto amigo de Jade. Su ceño se frunció, al mismo tiempo en que cruzaba los brazos sobre su pecho, adoptando una posición firme y reflejando todo el odio que seguramente sentía por mí.
«Con un demonio»
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