sixty-five.

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Querido Georgie:

Ayer volví a intentar por enésima vez solucionar las cosas con mi madre.

Nada más llegar a la casa, empezó a gritarme y decirme que marchara. Y aunque no me siento muy orgullosa de ello, tuve que abofetearla para que se callase y me escuchase de una vez. Mi padre le pidió que hablase conmigo, que escuchase lo que su hija tenía que decirle y que dejase de actuar como una niña cabezota y enfadona.

Estuvimos hablando un buen rato. Le pregunté porque se había comportado así conmigo, porque le molestaba tanto que no hubiese seguido sus pasos... Le pregunté que si realmente no se sentía orgullosa de mí por todo lo que había conseguido al hacer lo que yo quería y no lo que ella quería. Le pregunté si realmente hubiera preferido que la hubiese obedecido en todo sin rechistar, sin oponerme, convirtiéndome así en una muñeca vacía y sin voluntad, porque solo haría lo que ella quisiera que hiciera. Le pregunté si era esa la clase de vida que quería para su única hija; una vida vacía, monótona, aburrida, sin ambiciones, sin sueños, sin nada por lo que luchar, ni nada en lo que creer...

No contestó a ninguna de esas preguntas. Simplemente dijo que tenía miedo. Miedo a que me pasase algo. Miedo a que cometiese errores. Miedo a que fuese imprudente y me metiese en alguna situación peligrosa. Miedo a que mi devoción por escribir la verdad en «C'est la vie» atrajese a los Mortífagos hasta aquí y fuesen a por mí. Miedo a que yo fuese a por ellos.

Saqué dos conclusiones de eso: La primera que aún no ha superado la muerte de mi hermano el día del parto y por eso siente tanto miedo de que a mí me pase algo. Y la segunda que lee «C'est la vie», pensé que no lo hacía, porque las veces anteriores que he discutido con ella me había dicho que era una estupidez y nunca leería algo así. Ahora sé que mentía. Ha comprado y leído todos los números de la revista, mi padre me lo confesó después. Eso me hizo un poco feliz.

Le dije que entendía su miedo, pero que era mi vida y yo tenía derecho a hacer con ella lo que quisiera. Le dije que no podía interferir en ella ni mucho menos podía controlarla. Le dije que la vida estaba para cometer errores y aprender de ellos. Y le dije que, cuando el momento llegase o vosotros necesitaseis ayuda, realmente iría a por los Mortífagos, porque no iba a dejar a mi novio, su familia y a mis amigos pelear solos. Sí, le confesé tanto a ella como a mi padre que estaba saliendo contigo. Por un momento, ambos se quedaron anonados. Mi madre ni siquiera sabía de ti, porque al estar peleadas, no había tenido ocasión de mencionarte. Mi padre me felicitó, parecía feliz ante la noticia, e insistió aún más de lo que ya había insistido en conocerte.

Estuvimos un largo rato en silencio hasta que finalmente me decidí a preguntarle algo más a mi madre. Le pregunté: ¿Realmente quieres que nos pasemos la vida peleadas? ¿Realmente quieres que todo acabe así entre nosotras? ¿Quieres que si de verdad algo me llega a suceder, muera guardándote rencor? ¿Quieres perderme sabiendo que las últimas palabras que me llevaré de ti fueron de odio? ¿Quieres... que acabemos con papá con sus padres? Creo que fue ahí cuando reaccionó, cuando se dio cuenta de su estupidez, cuando fue verdaderamente consciente de lo que podía pasar. Creo que le aterró todavía más que yo muriese odiándola o la echase de mi vida para siempre y ya no pudiera participar en mis momentos más importantes y felices, a que me pasase algo por hacer lo que quería hacer.

Empezó a llorar después de eso. Fue la primera vez que la vi llorar desde la muerte de mi hermano y de eso ya han pasado más de quince años. Fue bastante triste verla así, pues normalmente hace todo lo posible para verse fuerte, para no dejar salir sus sentimientos.

Al rato, después de que mi padre la consolase, se disculpó. Me pidió perdón por todos los errores que había cometido conmigo, por las palabras crueles, por haber sido mala madre y por haberme hecho creer que yo era mala hija. Por todo, en general. La abracé, nos abrazamos, y se podría decir que nos hemos reconciliado. Pero ella sabe tan bien como yo que va a costar que volvamos a ser una familia unida como antes, que durante un tiempo seguirá habiendo tensión y seguirá siendo incomodo, porque yo no puedo olvidar tan fácilmente el comportamiento que ha tenido conmigo estos últimos años, aun le guardo rencor. Pero me esforzaré, nos esforzaremos, para recuperar nuestra relación de madre e hija, poco a poco.

Ha costado, pero por fin conseguí solucionar uno de los problemas de mi vida. Ahora siento que me he quitado un peso de encima y que puedo avanzar adelante con paso firme. Sin embargo, todavía hay otras cosas que debo solucionar y otras que me preocupan. Por ejemplo, me preocupas tú, Georgie, me preocupa que te pase algo y yo no esté allí para intentar evitarlo. Así que, por favor, te lo vuelvo a pedir, cuídate muchísimo y no seas demasiado imprudente, porque me daría un ataque si termino escuchando por «Pottervigilancia» la información de tu muerte o de tu desaparición. Por favor, procura mantenerte a salvo.

Preocupada por ti y queriéndote verte, como cada día,

Cléa Lacroix. 

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Mi intención era que lo sucedido con la madre fuera un capítulo narrado, pero cuando lo he tratado de escribir me estaba quedando súper aburrido y no muy bien, así que he preferido simplemente hacer una carta contándolo. 

Quizás para compensar que no ha sido un capítulo narrado y que llevo varios días sin publicar porque estaba ocupada, más tarde publique la contestación de Georgie. 

Marie Weasley.

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