cinquante.

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Querido George:

Hoy después de mucho tiempo, me armé de valor y volví a casa. Al principio todo fue muy bien, ya que solo mi padre estaba allí. Hablamos de un montón de cosas y nos pusimos al día mientras tomábamos té y una tarta de crepes deliciosa. Me dijo lo orgulloso que se sentía de mí por haber fundado «C'est la vie» y por lo bien que está yendo, a pesar de que ya me lo había dicho antes por carta. Dijo que se alegraba de que hubiese decidido seguir mis sueños en vez de quedarme encerrada en aquella casa y hacer lo que mi madre quería que hiciese. Me sentí muy feliz de escucharle decir eso, de verdad. Casi lloré.

Le hablé de ti también, ¿sabes? De ti, de nosotros y de nuestras cartas. Por alguna razón, me sentí muy nerviosa mientras lo hacía, pero quería hablarle del gran amigo pelirrojo que tengo en Inglaterra y el cual vino no hace mucho aquí por mi cumpleaños. Mencionó que la próxima vez que vengas, le gustaría conocerte y a mí también me gustaría que os conocieseis.

Ah, creo que tu padre y el mío se llevarían estupendamente. Son muy similares. Mi padre siguió insistiendo y preguntando sobre si realmente no éramos pareja. Igual que hizo el tuyo.

Hasta ahí, todo fue bien. Pero entonces llegó mi madre del Ministerio y nada más verme, comenzó a gritarme, diciendo que como me atrevía a volver a poner un pie en su casa después de que me hubiese escapado. También dijo que era una desagradecida y una mala hija... Reconozco que me dolió escucharla decir eso, puede que no haya sido la mejor hija, pero ella tampoco ha sido la mejor madre del mundo.

Pero eso no fue lo peor.

George, se atrevió a reclamarme la muerte de mi hermano, de mi hermano que murió durante el parto. ¿¡Qué culpa tengo yo de eso!? ¡Nadie tiene la culpa de eso! Sólo fue un horrible accidente. Así que, ¿cómo puede tener yo la culpa? A penas tenía unos cinco años cuando eso ocurrió, ni siquiera recuerdo aquella época muy bien. ¡Dice que yo la estresaba! ¿Cómo podría haberla estresado siendo tan joven? Si ni siquiera hacia nada más allá de lo que mi padre y ella decían porque quería ser una buena niña, porque me daba miedo causar problemas en ese entonces... Creo que dijo eso porque ahora sí la estreso.

No supe ni cómo reaccionar ante ello, por una vez me quedé sin palabras y fue mi padre quien tuvo que intervenir. Esa fue la primera vez que he visto a mi padre levantarle la mano. La abofeteó y le dijo que se disculpase inmediatamente porque se había pasado de la raya. Él estaba tratando de aguantar las lágrimas, ¿sabes? Debió dolerle escuchar de nuevo sobre la muerte de su hijo y más cuando mi madre se negó a tener más después de eso.

No esperé a que mi madre se disculpase, pues ni siquiera sabía si iba a hacerlo. Simplemente, cogí mis cosas y me desaparecí de allí a toda prisa, para poder llorar tranquila. Han pasado un par de horas desde que dejé de llorar y Flora me ayudó a calmarme con una tila. Me siento un poco mejor ahora, pero esto me ha hecho ver que reconciliarme con mi madre no va a ser tan fácil como creía y esperaba. Y la verdad es que no sé que hacer.

Ojalá estuvieras aquí. Estoy segura de que me habría calmado inmediatamente si me hubiese refugiado en tu abrazo, si tú me hubieses consolado.

Te extraña y necesita,

Cléa Lacroix. 

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