Je t'aime en japonés
Su amistad databa desde que tenían memoria, después de todo sus padres eran inseparables desde su época escolar. Incluso cuando eran tan pero tan diferentes habían conseguido forjar un vínculo peculiar que les permitía apreciar su presencia en cada momento de sus vidas. Las bodas, el nacimiento de sus hijos... Era como si planearan hacer todo juntos aun cuando ellos juraban que no era así.
Yuugo estuvo ahí para Peter cuando su esposa falleció producto de un fulminante cáncer que la consumió en poco tiempo, el dolor de perder al amor de su vida lo habría consumido también a él de no ser por la fuerza que la familia de su mejor amigo le infundía. El pequeño Norman era bienvenido en la familia de Yuugo como si fuera un segundo hijo, y su buena relación con Emma era tal que incluso dormían juntos cada vez que él se quedaba a pasar la noche cuando su padre necesitaba estar solo.
Tiempo después, Yuugo perdió a su esposa en un accidente automovilístico, y entonces fue el turno de los Ratri de permanecer al lado de su segunda familia. El vínculo que entre ellos cuatro compartían era tan especial que nuevamente no importaba lo diferente que eran ambas familias, Emma era una segunda hija para Peter tanto como Norman lo era para Yuugo.
– Entonces, ¿Estás seguro que no quieres una lata de cerveza? Hay suficiente en la nevera si es eso lo que te preocupa.
Está bien, pero que lo considerara como a su hijo implicaba el mismo trato.
– Estoy bien, tío Yuugo, recuerda que aún soy menor de edad –respondió un albino de diecisiete años un poco apenado por la situación.
– ¡Ya déjalo en paz, papá! Lo asustas –regañó una pelirroja de igual edad, tomando al chico por la mano y arrastrándolo fuera de la casa.
– ¡SON UNOS ABURRIDOS! –se dejó escuchar justo antes de que ella cerrara la puerta principal.
– No se cansará nunca –sopesó Emma, con sus manos en jarra y negando con la cabeza–. ¿Ya desayunaste? Planeaba pasar por la panadería de Mujika, ¡Hoy es lunes de churros! –exclamó lo último con emoción.
– No estoy seguro de que los churros sean la mejor opción de desayuno, Emma. Recuerda que hoy tienes práctica de fútbol –la mencionada rodó los ojos con ligera molestia–. No me mires así, tengo razón, además estaríamos llegando tarde a clase si hacemos ese desvío.
– ¡No seas un aburrido! –rezongó la pelirroja con un puchero y ojos de cachorro.
Norman rió por lo bajo, esa actitud era tan típica de ella... Aunque era por eso mismo que jamás podía negarle nada a su amiga.
– Tendremos que tomar un atajo a la vuelta y correr...
– Lo tomaré como un sí, ¡Vámonos! –tomó al chico de la mano y comenzó a correr en dirección contraria a la escuela, no importándole las quejas que de él provenían.
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– ¡Dijiste que sería rápido!
– No contaba con que el pequeño Sook estaría despierto. Además todavía no salía la nueva tanda, estos están más calentitos que los otros, ¿Quieres probar?
– No, hay que correr.
– ¡Pero se enfriarán!
– Entonces corre rápido –y dicho eso, fue su turno de tomarla de la mano para correr entre callejones y pasajes hacia la escuela.
– Espéralo... Sólo cinco segundos más... –una moreno observaba de forma alternada su reloj y la entrada del instituto, la situación era tan normal para él que ni siquiera le extrañaba que el chico más aplicado de la escuela casi siempre llegara sobre la hora a clases–. Ahí los tienes –agregó sin más, dándose la vuelta para encaminarse al interior del edificio.
– ¡Emma! ¡Norman! ¿Dónde estaban? –preguntó Gilda con preocupación.
– ¡Es lunes de churros en lo de Mujika! –dijo Emma mostrando su bolsa.
Norman trataba de recuperar el aire antes de entrar.
– ¡Oh, vamos, no fue para tanto!
El albino la miró con cierto reproche, sacando su inhalador del bolsillo de su chaqueta y disparándolo dos veces. De inmediato, su respiración se normalizó.
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Norman caminaba tranquilamente por los pasillos cuando fue tomado por los hombros desde atrás.
– ¿Qué tal todo en el mundo color esmeralda? –bromeó un pelinegro con sonrisa socarrona.
– Ray, ya déjame.
– Asumo por esa respuesta que hoy tampoco se lo has dicho.
– ¿Por qué lo haría?
– ¿Por qué no? Amigo, llevas la mitad de tu vida enamorado en secreto de ella. Lo siento pero debo decirlo, ella no estará allí para siempre. Apresúrate u Oliver, ese chico molesto de su club, te la robará. Incluso yo podría hacerlo si es tan linda como dices –bromeó nuevamente, golpeando con el puño su hombro.
– ¿Podrías hacer qué a quién? –preguntó una voz fémina detrás de ambos.
– Tú camina y haz de cuenta que no escuchaste nada –susurró el pelinegro, siendo de inmediato obedecido por su amigo.
– Te conviene voltearte si no quieres un tatuaje de mi pie en tu espalda –dijo la rubia con esa sonrisa angelical que tan bien había enamorado y engañado a Ray.
– Amigo, te deseo suerte con este interesante problema –bromeó Norman, retirando el brazo del pelinegro de sus hombros y palmeando los de él–. Anna, me alegro de verte pero de verdad tengo que retirarme. Nos vemos en la próxima clase –apresuró sus pasos antes de quedar envuelto en los regaños de la novia de su amigo.
– Sólo bromeaba.
– Por supuesto que lo sé. Tú no dirías algo que sabes que no te conviene, tontito –acarició la mejilla de su novio y le robó un pequeño beso antes de dirigirse a uno de los salones.
Ray sintió ese escalofrío que solía advertirle que Anna estaba enojada. Un movimiento en falso y la estrella del karate de su escuela, alias su fabulosa novia, lo estamparía sin esfuerzo contra el suelo.
– Creí que Norman tomaría esta clase, la próxima semana es uno de nuestros últimos exámenes.
– Mañana viaja a esa prestigiosa universidad, su padre insistió en que era mejor que descansara.
– Guau, ya quisiera yo tener esa oportunidad –sopesó Anna, recostando su rostro en la mesa.
– Estoy seguro de que tú sí la aprovecharías.
– ¿Está completamente seguro de su decisión? Es estúpido desde el punto de vista académico.
– Bueno, Norman es estúpido –rió junto a su novia–. Pero no tanto. No es sólo por ella, su padre está enfermo y él no quiere dejarlo solo. Creo que es una decisión honorable.
– Sí, lo es –dijo Anna con una sonrisa genuina.
– No sonrías así o me pondré celoso –bromeó Ray empujando con su índice la frente de la chica.
– Bueno, tú quieres conocer a su linda amiga –devolvió la broma golpeando de lado al pelinegro, consiguiendo que éste se doblara del dolor.
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Norman terminaba de acomodar sus cosas cuando escuchó tocar la puerta de su habitación.
– ¿Puedo pasar, hijo? –preguntó un hombre de mediana edad con cabello hasta los hombros y un color semejante al del menor–. ¿Ya tienes tus cosas listas? –tomó asiento en una esquina de su cama y observó con tranquilidad sus movimientos.
– Sólo me faltan algunas cosas pero lo tengo todo, papá –interrumpió su actividad y se sentó a su lado–. ¿Tú cómo estás?
– Bien, la nueva medicación cumple su propósito de maravilla –comentó riendo apenas un poco antes de tener un ataque de tos.
Norman se alarmó y trató de ayudar, mas Peter lo detuvo con una mano y trató de controlarse por su cuenta hasta que lo logró.
– El orgullo que siento de ver a mi hijo crecer e ir en busca de sus sueños es tan grande que ni siquiera me molestan los síntomas de mi condición –Norman sonrió con tristeza, no podía ver a su padre a los ojos sin querer llorar–. Hijo, espero no ser un impedimento para que hagas lo que realmente quieres. Sé que tu deseo más grande es convertirte en médico para ayudar a aquellos que más lo necesitan. Sé que fue la situación de tu madre la que te impulsó y que mi condición es la que actualmente te mantiene firme en esa decisión... Pero también es la que te hace dudar de esta gran oportunidad. Nunca estoy solo, hijo. Cuando tú y Emma se vayan, Yuugo y yo nos cuidaremos como esas viejas chismosas que salen por las tardes a tomar té y hablar de la vida de los demás –ambos rieron al imaginar dicha situación.
– ¿Realmente confías en que tío Yuugo pueda cuidarte? Apenas puede cuidarse él mismo. Emma tuvo que cuidarlo el mes pasado luego de que haya dormido con la ropa mojada tras volver del trabajo bajo la lluvia.
– Yuugo no es un mal tipo, sólo un ser demasiado libre y torpe. Pero es un amigo estúpidamente leal –comentó riendo por los recuerdos–. Una vez enfrentó a los brabucones que solían molestarme por llevarme bien con los profesores. Era su primer día en la escuela y ya se había metido en problemas por golpearlos y hacerlos correr en ropa interior por todo el edificio.
– ¿Tío Yuugo enserio hizo eso? –preguntó Norman con gracia–. Supongo que son los genes entonces. Recuerdo que Emma hizo algo similar con los brabucones que me molestaban de pequeño por enfermarme seguido.
– Oh, sí. Ese día también me llamaron porque le rompiste un florero en la cabeza a uno de ellos.
– Iba a atacar a Emma –se defendió como si fuera un niño otra vez.
– El punto es que desde entonces se volvió mi mejor amigo. Siempre me cuidó las espaldas, metiéndose con todo aquel que quisiera burlarse o hacerme daño. Incluso me ayudó a conquistar a tu madre –quiso reír, sin embargo un pequeño ataque de tos lo interrumpió por unos segundos–. Y yo lo cuidé de meterse en problemas con los directivos y la policía, eventualmente, claro, ja, ja, ja. Yuugo... ha estado siempre, al igual que yo para él. Sé que estaré bien. Además, Emma estará cerca, nos vigilará de vez en cuando, estoy seguro –Norman agachó la cabeza y rió con nostalgia al imaginarla.
– Emma será una excelente enfermera –comentó en voz alta sin darse cuenta.
– ¡Claro que lo será! Lo supe desde aquella vez que te devolvió a casa a las dos de la madrugada con una ramita envuelta con un pañuelo alrededor de tu brazo fracturado.
– ¡Papá, ya supéralo! –rezongó el menor riendo de aquella anécdota.
– ¡Tenían doce años! Me volví loco de la angustia y resulta que ustedes andaban como delincuentes entrando a hurtadillas a la escuela y hasta la azotea, ¡Y no me importa si querían ver las estrellas más de cerca! El oficial Jaeger los trajo en la patrulla y con las luces encendidas, los vecinos no dejaron de hablar por semanas –recordó el otro con vergüenza.
– Y tú casi denuncias a tío Yuugo por reírse de la situación.
– Era eso o cometer homicidio culposo –se excusó de inmediato, causando más risa en el menor.
Peter observó con ternura a su hijo, si su esposa estuviera con ellos estaría igual o más orgullosa que él del hombre en el que su pequeño se estaba convirtiendo.
– Basta de tanta charla –dijo de repente, levantándose y observando con detalle el bolso–. ¿Qué es lo que llevas? Espero que no hayas cargado el suéter de lanilla que te regaló la abuela el invierno pasado.
– ¿Qué? Es lindo y abrigado.
– ¿Esos colores estridentes? ¿Enserio? ¿Quieres que digan "Oh, allí va el niño semáforo"? No si puedo evitarlo –Norman se mordió el labio inferior para no reír–. ¡Y estos pantalones son de abuelo! No sé cómo no los he quemado todavía. ¿Cargaste tu ropa interior? Yuugo dijo que le pediría a Emma que te comprara algunos pares en el supermercado.
– ¡¿Que Emma qué?! –preguntó con vergüenza tan pronto comprendió sus palabras.
– Que no te avergüence, ella le compra la ropa interior a su padre, sabrá elegir talla para ti.
– ¡¿Padre, qué demonios...?!
– ¡Oye, que no estás con Emma ni con Yuugo para hablar así! –lo regañó de inmediato.
– ¿Cómo le pides a mi amiga que me compre ropa interior? ¡Pude haberlo hecho yo! –vociferó completamente abochornado.
– No quería que te distrajeras de tus estudios, supe por uno de tu profesores que la semana próxima son tus exámenes –respondió sin comprender su molestia–, y yo estaba ocupado con el trabajo. Yuugo dijo que Emma no tendría problema de hacerlo luego de su práctica de fútbol. No te preocupes, le dije que prefieres esa tela especial, más suave... ¿Cómo se llamaba?
– ¡PAPÁ! –exclamó con exasperación abriendo sus brazos a la altura de sus hombros.
– Recuerda bañarte antes de acostarte –siguió hablando sin prestar atención a las quejas de su hijo–. Ah, y no olvides enviar la tarea de las clases de francés, supe que la tienes atrasada por dos días y no quiero saber por qué. No te atrases, Norman, estás por fin en la recta final del prólogo de tu vida. Lograrás grandes cosas, hijo mío, tu mamá siempre lo decía, así que debes prepararte con esmero.
Tras decir lo último, se retiró a su habitación para descansar. Norman relajó sus hombros y agachó la mirada. Prepararse para grandes cosas... Él no quería lograr nada grande, sólo quería quedarse a su lado y estar con Emma tanto como pudiera.
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– ¿Norman no viene contigo hoy? –preguntó Gilda al no verlo llegar junto a su amiga.
– ¿Eh? No, ¿Por qué?
– Ustedes son un combo, donde está uno está el otro –comentó Don abrazando a su novia–. Enserio, todavía no puedo creer que no confiesen sus sentimientos.
– ¿De qué hablas? –preguntó la pelirroja riendo–. Norman y yo sólo... Somos amigos.
– Estoy seguro de que él no te ve como sólo una amiga. ¿Pero tú qué sientes por él?
– Tsk, ya cierra la boca, Don. Norman no me ve así, nunca lo hizo.
Gilda observó el semblante decaído de su amiga. El estúpido de Don había metido la pata... Otra vez.
– ¿De qué hablas? Recuerdas cuando salía con Bárbara y ella... ¡Auch! –Don quiso objetar por el golpe que su novia le había dado pero se tragó sus palabras al ver su ceño sumamente fruncido.
– ¿Irás a tu entrenamiento de fútbol luego de clases? –preguntó la chica de lentes para cambiar el rumbo de la conversación.
– No, me suspendieron el entrenamiento por el examen de mañana –respondió Emma con pesar. Gilda se mordió la lengua por su intento fallido–. Así que acompañaré a Norman a sus clases preuniversitarias –de repente su humor cambió al de siempre–. Tal vez de camino lo convenza de ir a la panadería de Mujika.
– Pero eso queda del otro lado.
– Shh –indicó Emma de manera traviesa.
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– Demonios... ¿Se fue tan rápido? –refunfuñaba la pelirroja rumbo a la academia donde se preparaba su amigo–. No lo perdonaré hasta que me compre dos docenas de churros. ¡Mph!
Una vez en la entrada del edificio, Emma observó el porte de la mayoría de los que allí asistía. Las chicas la miraban de arriba abajo y murmuraban, mientras los chicos miraban descaradamente sus piernas.
– Babosos estirados –masculló por lo bajo.
Entró como si fuera parte de aquellos ricachones, enderezándose tanto como podía y levantando su mentón de manera un poco exagerada, frunció los labios como veía en la películas viejas que pasaban en la televisión y caminó con sus manos entrelazadas delante de su abdomen, golpeando su portafolio con las piernas a cada paso. "Ya encajo aquí" pensó con orgullo al ver que todos volteaban a verla ya no con desdén.
Pero... ¿Cuál era el salón de Norman?
Emma volteó a ambos lados con todo su torso, intentando no perder la postura, ¿Y ahora cómo lo encontraría?
– Ah, pero es un genio superdotado. Seguro que todos lo conocen –susurró apenas audible.
Giró con todo su cuerpo y caminó en dirección contraria buscando a alguna persona medianamente agradable para preguntar, sin embargo todos se daban la vuelta en cuanto ella les devolvía la mirada. Malditos ricachones estirados...
– ¿Qué haces? –preguntó una voz masculina detrás de ella.
Emma perdió toda la compostura al sobresaltarse por aquella repentina voz.
– ¿Entonces? –volvió a preguntar Ray, mirándola con una ceja elevada.
– Ahh... Yo... Buscaba a Norman –dijo lo último volviendo a su anterior postura de estirada.
– ¿Te duele la espalda?
– ¿Eh? No, ¿Por qué?
– ¿Por qué te paras de esa manera? Pareces maniquí del siglo pasado –bromeó aguantándose la risa.
– ¿Qué, no actúan así los estirados de aquí? –preguntó desarmando su supuesta pose ideal.
– No a menos que quieras ser el tema de conversación de la mayoría –al verla cubrirse la cabeza con su portafolio Ray no pudo evitar reírse.
– Así que buscas a Norman –comentó para sacarla de su ensimismamiento.
– ¡Ah, sí! Es un chico lindo, de ojos celestes como el mar y cabello blanco. Es como un cerebro andante pero con piernas.
Ray soltó la carcajada ante semejante descripción, no podía ser cierto, ¿enserio era ella?
– No me digas que tú eres Emma.
– Pues te digo –respondió confundida por la burla–. ¿Quién eres tú?
El muchacho la observó de pies a cabeza como analizándola. Al final, ese albino sí que tenía buen ojo, aunque Anna lo mataría si pudiera leer su mente.
– Ray Field –dijo extendiendo su mano–. Compañero y buen amigo de Norman –Emma estrechó su mano de inmediato al escuchar su presentación, la agitó con energía logrando descolocar al chico por su acción y atropelló todas sus preguntas en un intento de obtener una charla rápida–. Tsk, espera un poco, no puedo entenderte si preguntas todo tan de golpe. Quieres saber dónde está Norman, ¿verdad? –la chica asintió–. ¿De verdad no te lo dijo?
– ¿Decirme qué?
– Oh, vaya que es increíblemente torpe –se quejó como si ella no estuviera enfrente–. Tantos consejos gastados para nada, maldito albino masoquista... –seguía refunfuñando por lo bajo.
– ¿Decirme qué? –volvió a preguntar con insistencia.
Ray se tomó unos segundos para observarla. Tal vez...
– Norman salía en un vuelo rumbo a Francia este día. De hecho, ahora mismo debería estar dirigiéndose hacia el aeropuerto –comentó como si nada, sorprendiendo a la pelirroja–. La prestigiosa Universidad de Sorbona lo convocó hace unos días y por supuesto que fue sin dudarlo.
– ¿Cómo...? ¿Por qué? No me dijo nada –habló Emma, confundida por lo que el desconocido le decía.
– Oh, qué extraño, porque creí que querría despedirse de su mejor amiga ahora que pasará sus últimos meses de preparatoria en aquel lugar. Ah, sin mencionar, por supuesto, que luego comenzará sus estudios universitarios directamente allá. Seis años en una de las mejores universidades, qué envidia.
– ¿Qué? ¿Él no volverá? –preguntó consternada.
– Bueno, tal vez podría volver en el receso por las fiestas pero escuché que durante ese tiempo aprovechan para tomar exámenes finales de algunas materias, así que deberías tenerlo en cuenta –comentó con una pose exageradamente pensativa.
– Pero... ¿Por qué no me dijo nada?
– Tal vez no podía despedirse de ti, me contó que te aprecia mucho y que sería muy difícil para él decirte adiós.
– Voy... Yo... –Ray observó con curiosidad la reacción de la chica, mientras no llorara ni hiciera un escándalo quería llevarla a su límite y descubrir el resultado de aquella travesura–. Yo. Voy. A matarlo. –sentenció con tono de ultratumba, tomando su portafolio con fuerza y corriendo hacia la salida.
– Oh, claro... ¡Adiós! –saludó como despedida sonriendo de lado y esperando que sus acciones dieran frutos pronto.
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Emma llegó agitada al aeropuerto, incluso cuando se había tomado un taxi para llegar hasta allí tuvo que correr el último kilómetro de distancia debido al maldito tráfico. ¿Y ahora adónde debía dirigirse? No perdió tiempo y armó un alboroto en cada una de las oficinas de las distintas empresas de vuelos para que le contestaran cuál llevaba a esa prestigiosa y egoísta Universidad Sobornadora.
Por supuesto nadie sabía a lo que se refería.
Emma sentía la adrenalina en sus venas, no podía perder a Norman, no podía dejarlo ir sin antes decirle... Decirle todo, decirle la verdad. Norman debía saberlo, él tenía que escucharla antes de irse.
– ¡NORMAAAAN! –gritó con todas sus fuerzas, su corazón latía cada vez más fuerte. No, él no podía irse–. ¡NORMAAAAN! –las lágrimas amenazaban con aflorar en sus ojos pero ella no estaba interesada en prestarles atención–. ¡N-NOORMAAAN! –gritó con todas sus fuerzas una vez más. Un guardia de seguridad comenzó a acercarse debido a su alboroto, sin embargo un hombre lo detuvo y le aseguró que era su conocida, logrando que se retirara.
– ¿Emma? –preguntó Peter con confusión–. ¿Qué haces aquí?
– ¡T-tío Peter! –exclamó la pelirroja con un poco de alivio, corriendo a abrazarlo con fuerza–. ¿Y Norman? ¿Dónde está Norman? Él... No se fue, ¿Verdad? ¡Norman no se ha ido!
– Su... vuelo acaba de partir, yo vine a despedirlo –respondió el mayor un poco descolocado por el comportamiento de su segunda hija.
– N-no... Por favor... No –susurró destruida dejando asomar aquellas lágrimas que luchaban por salir–. ¿Por qué...? ¿P-por qué, tío? Él ya no va a volver y yo necesitaba decirle... Tenía que decírselo y nunca lo hice.
– Emma, ¿Pero de qué estás...?
– ¡Perdí mi oportunidad, tío! Ya jamás podré decirle lo que siento y él nunca volverá a mi lado –sollozó con dolor y remordimientos.
– Pero Norman sí volve...
– Espera –interrumpió, de repente dejando de llorar y reorganizando su mente–. No tengo por qué esperar –comentó en un susurro y entrecerrando sus ojos–. ¡Tío! ¿Qué avión es el que tomó Norman para llegar a Sobornadora?
– ¿E-eh?
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– Entonces, ¿Todo bien por allí?
– El lugar es increíble, tuve unos minutos para observar parte del campus mientras nos traían hasta las habitaciones. Mañana por la mañana nos darán un recorrido antes de la primera clase.
– No puedo creer que realmente ni siquiera te haga dudar de tu decisión.
– No me arrepiento, Ray. Mientras tanto disfrutaré esto como unas pequeñas vacaciones.
– ¿Cuándo vuelves?
– ¿Tan rápido me extrañas? Creo que Anna se pondrá celosa de mí –bromeó el albino, arrojándose sobre su cama de espaldas.
– Creo que quiero llorar –le siguió el juego el otro–. Pero recuerda que la semana próxima son los exámenes y no deberías faltar.
– Descuida, sólo serán dos días. Volveré el viernes por la noche y podremos estudiar junto con Anna el fin de semana. Esos exámenes ya están aprobados –aseguró con total confianza, escuchando la risa de su amigo del otro lado del teléfono.
– ¡Amigo, es Sorbona! No puedes rechazar su propuesta. No recuerdo haber escuchado nunca que esa universidad propusiera por su cuenta la asistencia de un estudiante –se quejó por enésima vez desde que él le contó lo de Sorbona.
– Suficiente, Ray, ya hablamos cientos de veces de lo mismo. Estoy completamente seguro de que no quiero estudiar en el exterior.
– Tsk, ¿Es por esa chica, Emma?
– En parte, pero no lo es todo. Sabes que mi padre está enfermo, y no puedo confiar en que mi tío Yuugo lo cuide mientras no estoy. De hecho, me estoy arriesgando con sólo dos días –ambos chicos rieron por el comentario–. Aprecio a tío Yuugo tanto como a Emma, pero incluso ella es hija de su padre.
– Auch.
– Ja, ja, ja, no me malentiendas. Ambos tienen las mejores intenciones, somos como una familia, pero... La última vez que le encargué mi padre a Emma casi le da la pastilla de su padre porque al mío le faltaban las suyas y esas se parecían.
– ¿Gravedad de la situación?
– Mi padre es hipotenso y esas pastillas eran para la hipertensión.
– Esa chica es un peligro para la humanidad, ¿Qué te gusta de ella? –preguntó alarmado luego de escucharlo.
– Ya déjalo –Norman rió por los comentarios de su amigo y el recuerdo de su Emma.
– Y hablando del peligro potencial para la humanidad, ¿Te ha llamado desde que te fuiste? –preguntó con cautela, jugando con el dobladillo de sus sábanas.
– No, al menos no por ahora. Pero no me preocupa, ella no acostumbra a llamarme, directamente me busca cada vez que quiere. Es probable que recién mañana note mi ausencia.
– ¿Mañana?
– Es miércoles de churros.
– ¿Qué, no eran lunes de churros?
– Para Emma todos los días son de churros pero mañana tiene su examen de recuperación y es probable que esté nerviosa.
– Norman, ¿Por qué no le contaste lo de Sorbona? Estoy seguro de que se enojará contigo por no haberle contado nada.
– Es innecesario, sólo la preocuparía. Quise venir porque es una forma de liberarme de la presión de ser un hijo ejemplar al menos por un rato. Papá hace lo que puede por mí pero es agotador seguir sus exigencias todo el tiempo. ¿Sabías que tiene acceso a todas mis clases de idioma? La semana pasada me regañó por obtener un siete en portugués.
– Qué dura tu vida.
– Lo peor fue escuchar lo siguiente. Dios, es demasiado... Le pidió a Emma que me comprara ropa interior porque no quería desconcentrarme de mis estudios.
– ¡POR DIOS, NO ES POSIBLE! –el pelinegro comenzó a reír a carcajadas hasta llorar, poco importándole la molestia de su amigo del otro lado del teléfono.
– Me alegra saber que mi desgracia te divierte.
– ¡No tienes idea de cuánto! –dijo por fin habiendo recuperado el aire–. ¿Eso la convierte en tu futura esposa o tu potencial sirviente? ¿De qué color son tus nuevos calzones? Espero que no sean negros o rojos, eso sólo podría significar una cosa.
– ¿De qué hablas? Son negros, de hecho.
– ¡Bueeno! Mira que bien escondido se lo tenía ja, ja, ja. Tu linda Emma no es tan inocente como parece –nuevamente comenzó a reír a fuertes carcajadas.
– Oye, no te entiendo –dijo Norman confundido.
– Que te regalen ropa interior negra es sugerente en la intimidad...
– ¡Eso es para las mujeres!
– No, ellas lo aplican a los hombres también –pese al tono despreocupado de su amigo, Norman hervía de la vergüenza y no sabía dónde meterse–. Aunque no te preocupes, a juzgar por su forma de ser estoy seguro de que ni siquiera tiene idea de eso.
– ¿Su forma de ser? ¿Acaso la conoces? –preguntó Norman sospechando de su comentario.
– ¡N-no! –respondió de inmediato–. Es... ¡P-por lo que me cuentas! Ya casi siento que la conozco de toda la vida, sí... ¿Sabes? Anna está por llegar a cenar, debo irme. Hablamos luego.
Norman frunció el ceño ante la actitud sospechosa de su amigo. Más tarde lo contactaría de nuevo.
– ¿Fred, bajarás a cenar? –preguntó el albino al muchacho castaño que se encontraba en la cama de enfrente. Éste tan sólo asintió sin mirarlo–. De acuerdo. Por favor, avisa que yo no me siento bien, me quedaré y dormiré hasta mañana –nuevamente el chico asintió sin mediar palabra y se retiró de la habitación.
Norman volvió a recostarse y suspiró con cansancio y un tanto decepcionado. Si debía ser honesto sí esperaba que Emma lo llamara esa misma tarde, después de todo ella siempre buscaba excusas para escapar del estudio antes de un examen. Creía que tal vez lo buscaría para ir juntos a lo de Mujika.
– Bueno, tal vez comprendió lo importante que es que apruebe su examen de recuperación –intentó consolarse mientras se giraba de costado y finalmente decidía dormir–. Debes pasarlo si el fútbol es tan importante para ti.
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– ¡NORMANDO! –escuchó tras un portazo que lo despertó con el corazón en la boca.
– Es... Norman, pero ¿Qué sucede, Fred? –preguntó tallando sus ojos con letargo.
– Es... La chica... Está loca... Dijo eso y amenazó a todo el personal. Incluso los directivos no pueden con ella, ¡Realmente está loca!
– ¿Qué...? ¿De qué hablas? Por favor, cálmate y trata de explicarte con claridad.
– Una chica ingresó como loca al comedor y comenzó a llamarte a gritos. Le preguntó a varios estudiantes si te conocían pero se ponía cada vez más agresiva cuando ellos negaban. Ni siquiera los celadores pueden atraparla, ¡Es muy salvaje y escurridiza!
Norman no podía creer lo que escuchaba. Si no fuera por el hecho de que se encontraba a casi diez mil kilómetros de distancia de Japón de verdad se creería que esa "loca" era Emma. No obstante, le pidió a su compañero de cuarto que lo guiara hasta el comedor principal, pues algo en su interior le decía que era realmente necesario corroborar.
Su corazón comenzó a palpitar fuerte y no podía evitar mantener su boca abierta frente a la escena que ante él se presentaba.
Emma gritaba a todo pulmón su nombre, cuidándose en todo momento de no ser atrapada por aquellos adultos que insistentemente intentaban atraparla. Incluso los altos directivos discutían con ella en vano, observando con indignación cómo la chica caminaba con descuido sobre una larga mesa mientras los estudiantes alejaban las fuentes y bandejas de comida a punto de ser arruinadas por esa loca.
–...Y no crean que me quedaré callada mientras observo cómo la Universidad Sobornadora secuestra a estudiantes de preparatoria y los priva de crear sus últimos valiosos recuerdos de su paso por la escuela. ¡Me llevaré a Norman conmigo y ustedes no podrán evitarlo! ¡NORMAAAN!
Seguía con su uniforme puesto, incluso llevaba su portafolio en mano. ¿Eso significaba que había tomado un vuelo inmediatamente luego de la escuela? ¿Realmente había hecho todo ese viaje hasta allí?
– ¡Emma! –habló con voz fuerte y clara, lo suficiente como para que todos escucharan y ella finalmente se calmara.
La pelirroja, al verlo, de inmediato bajó de un salto de la mesa y corrió todo el trecho hasta lanzarse a los brazos de su amigo.
– ¡Norman! –vociferó entre llantos, abrazándolo con todas sus fuerzas. Él le devolvió el abrazó con la misma intensidad.
De inmediato, todos los estudiantes que observaban la escena comenzaron a murmurar, algunos a favor y otros en contra de semejante show. El director, sumamente enojado, carraspeó fuerte para llamar la atención de aquellos dos adolescentes insolentes.
– Una falta total de respeto todo el circo montado por su amiguita, señor Ratri –indicó el aquel hombre de baja estatura y poco pelo en su idioma natal.
Emma no comprendió ni una palabra, pero intuía por el tono utilizado y la mirada despectiva que le daba que no era nada bueno. Estuvo a punto de confrontarlo, claramente con su orgulloso idioma japonés, sin embargo Norman la tomó por los hombros y negó sutilmente mientras sonreía con tranquilidad mirando al tipo.
– Lo siento mucho, señor director –habló formalmente en francés–. Le pido que por favor disculpe el comportamiento de mi amiga, pero si me lo permite hablaré con usted y con todo el plantel directivo más tarde –el hombre se enderezó incuso más de lo que ya estaba y lo miró con su ceño y labios fruncidos–. Prometo que no tardaré –con una formal reverencia tomó el portafolio de la chica y su mano, llevándola fuera del edificio.
Emma se dio la vuelta y miró con sus ojos entrecerrados a todos aquellos adultos estirados, haciendo un gesto claro de "los estaré observando".
– ¿Qué... demonios haces aquí, Emma?
– No me hables de ese modo cuando yo debería ser la que esté molesta. SalgohoydelaescuelaesperandosorprenderteparairjuntosalodeMujikaytúnoestásyluegomeenteroportuamigoRayquetútefuisteparasiempreaunlugarquesobornachicosdepreparatoriayquenotevolveréavernuncamás...
– E-espera, ¿Qué? –Norman trataba de comprender todas aquellas palabras atropelladas que su amiga pronunció en menos de cinco segundos–. Trata de calmarte y respirar para hablar, lo único que te entendí fue... ¿Ray? ¿Conoces a Ray?
– Sí, tu amigo de la academia. Él me dijo que tú te habías ido a la universidad que soborna y que terminarías tus estudios allí, luego comenzarías a estudiar Medicina y ya no te vería nunca más porque presentarías exámenes incluso en Navidad...
– Voy a matar a ese desgraciado –masculló entre dientes observando a ningún lado en particular.
–...Así que no podía permitir que te fueras sin siquiera despedirte de mí. ¡¿Acaso te volviste loco?! –exclamó ahora enojada, golpeando al albino con su portafolio.
– Oye, tranquila –pidió el otro cubriéndose de su repentino ataque.
– Soy una egoísta, ¿Sí? Lo entiendo pero... Por favor no te vayas. No todavía al menos. No... Estoy lista para dejarte ir –habló con su voz entrecortada, agachando la cabeza y hundiendo sus hombros–. Me estaba mentalizando para esto en cuanto acabara la preparatoria. Sabía que tú más que nadie lograrías entrar a una prestigiosa universidad y que eventualmente deberíamos separarnos. Pero... Si tú te vas ahora yo no podría soportarlo. Norman... Yo... No sabía cómo decir esto, quisenegarlodesdesiempreporqueséqueseríaimposiblequemevierascomootracosaquenofueratumejoramigaoinclusotuhermana...
– Emma, Emma... M-más despacio, no te entiendo –pidió Norman interponiendo sus manos frente a ella como gesto de calma. Respiró profundo a la par de ella y luego la instó a continuar.
– Te amo –confesó sin tiempo de pensarlo. Era decirlo sin anestesia o acobardarse otra vez y como siempre–. De hecho, lo sé desde hace algunos años, desde que Bárbara se te había acercado la primera vez. Pero me reprimí porque no tenía comparación alguna con ella. Alta, linda, cabello largo y cuidado, y sobretodo inteligente. ¿Cómo competir contra eso? –bromeó con risa amarga–. Tío Peter estaba tan contento que me pidió que yo los cuidara en su relación, pues serían una pareja grande dentro de unos años –tomó su brazo por delante de su pecho, hundiendo su cabeza como si de repente se hiciera pequeña ante él–. Y egoístamente no hice nada cuando ustedes terminaron, incluso me avergüenza decir que no tan en el fondo me alegré. No quiero que te vayas, no quiero separarme de tu lado porque te amo, pero estaba lista para aceptarlo cuando nos dieras la noticia a fines de nuestro último curso.
Ambos se quedaron en silencio por un par de segundos. Emma no conseguía levantar la vista y mirar a Norman a los ojos, esos ojos como el mar en los que se cuidaba de no perderse cada vez que los miraba directamente. Dios, ¿Podía estar más loca?
– N-no... No es para condicionarte. Oh, por Dios... Yo... Y-yo no quise decir realmente que no te vayas. De hecho ya estás aquí y tío Peter nos mataría si se entera de que por mi culpa tú te metes en problemas en tu nuevo, ahh... ¿Instituto? ¿Universidad? Ni siquiera sé cómo llamarlo –masculló confundida–. Como sea, no tuve que haber venido y armar tanto alboroto, ¿Sabes? Olvida lo primero que dije. De hecho, no vuelvas, no debes volver, conviértete en el increíble doctor que siempre quisiste ser y vive orgulloso de tu vida. Yo... Yo siempre te estaré apoyando junto a mi padre y el tuyo. Así que ve y...
Norman la tomó por los hombros y la acercó por completo a él besándola de repente. Un beso bruto y de principiante.
– ¿Por qué siempre tienes que enredarte tanto en tus palabras? –preguntó fastidiado pero con diversión.
A Emma le costó comprender lo que había sucedido pero pronto se aferró a él por su camisa y cerró los ojos siguiendo el beso que él había comenzado, con tristeza y desesperación.
No quería separarse de él. No quería despedirse tan pronto. Lo quería cerca. Para siempre. ¿Por qué debía irse así de repente?
– ¿Por qué tenía que suceder esto para que finalmente comprendiera lo que estaba perdiendo? –sollozó abatida abrazándolo con fuerza y escondiendo su rostro en el cuello del albino. Aprovechó para memorizar el olor de su colonia, esa fragancia tan Norman que siempre estaba a su alrededor pero que nunca antes le había prestado verdadera atención.
– Lo siento, Emma, por favor perdóname –le susurró en el oído abrazándola tan fuerte como ella lo hacía–. No quería decírtelo, no quería preocuparte.
Emma se separó de repente y lo volvió a golpear de nueva cuenta con su portafolio, sorprendiendo al muchacho.
– ¿Que no querías preocuparme? ¡¿No querías preocuparme?! –volvió a golpearlo–. ¿Cómo diablos ves que estoy ahora? –nuevo golpe.
Pero Norman, lejos de molestarse, comenzó a reír.
– Lo sé, lo sé. Por favor, escúchame antes de seguir golpeándome.
Ambos se sentaron en una banca elegantemente posicionada frente al paisaje que el enorme e iluminado campus ofrecía. Norman le explicó todo el malentendido y sus verdaderas intenciones de estudiar en Japón, cerca de ella y de su padre. Jamás había siquiera barajado la posibilidad de estudiar en el exterior, no le interesaba. En cuanto a Ray, éste la había engañado y, aunque no entendía la razón, hablaría seriamente con él una vez regresara a Japón.
– Sí, bueno, eso si es que todavía sigue vivo cuando vuelvas. Lo mataré y donaré su cadáver a la facultad de medicina, así podrás estudiar anatomía con él.
El peliblanco soltó una sonora carcajada ante el comentario abochornado pero sumamente serio de su amiga. Ray la tendría difícil ahora que conocía a su... Su Emma.
Ella observó su perfil mientras reía, analizó cada una de sus facciones con amor genuino. Tanto tiempo perdido y hoy había estado a punto de perderlo a él, tal vez para siempre. Sonrió desde el fondo de su corazón en cuanto él le devolvió la mirada.
Norman tomó su mejilla con delicadeza y la acarició suavemente, apreciando cada detalle de su rostro. Sus ojos color esmeralda, sus mejillas levemente sonrosadas y sus labios finos siempre sonrientes.
– ¿Por qué esperamos tanto tiempo por esto? –se le escapó del subconsciente a la pelirroja.
Tomó aquella mano que descansaba sobre su mejilla, cerrando sus ojos para grabar en su mente esas caricias. Norman volvió besarla, esta vez de una forma más lenta y delicada. Sus labios parecían estar pidiéndole permiso con cada movimiento y ella tan sólo le permitía lo que quisiera, disfrutando cada instante como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor.
Al separarse, ambos pegaron sus frentes y se miraron a los ojos, riendo como dos niños.
– A propósito... ¿Vas a contarme cómo has llegado hasta aquí? Porque según recuerdo, tío Yuugo estaba quejándose la otra noche de estar cortos de dinero –de inmediato, Emma se separó de él y se sentó rígida dirigiendo su vista al frente–. Emma, ¿Qué hiciste? –preguntó con cautela el chico.
– Ahh... Bueno, verás... Mira, yo te explico... –habló cautelosa volteando nuevamente hacia él y juntando sus manos sobre su regazo.
– ¡Señor Ratri! –se dejó escuchar detrás de ellos.
– Oh, por favor... –balbució Emma enfurruñada.
– Ya ha pasado su tiempo de "más tarde". El comité directivo lo espera.
Norman suspiró hundiendo sus hombros. Había olvidado el asunto de los directivos.
– Emma, vuelvo en un rato, ¿Está bien? Si quieres puedes acompañarme y esperar en el comedor o el pasillo de la oficina.
Emma iba a responder pero el sonido de su teléfono captó su atención desde el interior de su portafolio.
– C-c-creo que te alcanzo en un momento. Ve tranquilo –animó con una falsa sonrisa mientras intentaba contener sus nervios y el temblequeo de sus manos.
El albino la observó sospechosamente, sin embargo, el carraspeo del director lo obligó a acompañarlo de inmediato al interior del edificio.
Bueno, era hora de enfrentar su sentencia. Respirar hondo y exhalar con calma.
– Ho-hola, papá...
– ¡EMMAAAA! –fue lo primero que escuchó con el teléfono a medio metro de distancia.
– ¿Qué... cuentas? –preguntó estúpidamente.
– ¿Que qué cuento? ¡LOS NÚMEROS DEL COSTO DE ESE PASAJE DE PRIMERA CLASE QUE COMPRASTE ESTA MISMA TARDE! ¡ESO ES LO QUE CUENTO UNA Y OTRA VEZ! ¡¿QUÉ DIABLOS, EMMA?! –exclamó dejando sus cuerdas vocales en dichos reclamos.
– Es que ya no había lugares para ningún otro vuelo el día de hoy.
– ¿Qué...? ¡¿Esa es tu excusa?! Te mataré y donaré tu cadáver para que responsables estudiantes que no desafían a sus padres puedan estudiar anatomía contigo.
– V-vamos... No es para tanto...
– ¿No es para tanto? ¡¿No es para tanto?! ¡VEO MI SUELDO DE UN MES EN EL GASTO DE ESE PASAJE! Ay, Dios... Ay, Dios, que me agarra algo –dramatizó con su antebrazo sobre su frente. Peter lo ayudó a reponerse de su casi colapso mientras se aguantaba la risa por la situación.
– Papá, lo siento, ¡De verdad! Pero al final todo fue un malentendido, creí que estaba perdiendo a Norman pero él me aseguró que no se iría a ningún lado, la universidad que soborna no está dentro de sus planes en lo absoluto –ahora era Yuugo el que ayudaba a Peter a reponerse de su dramático casi colapso–. Papá, prometo que trabajaré duro una vez regrese a casa. Fue muy impulsivo de mi parte, lo siento. Te lo pagaré todo.
– Diablos, Emma –se quejó el adulto suspirando sonoramente y masajeando el puente de su nariz–. ¿Qué, no podías esperar a que Norman volviera? Incluso pudiste haberle llamado o mandado un mensaje –la chica abrió la boca sorprendida. Pequeño detalle que siempre pasaba por alto cada vez que se trataba de ver y/o hablar con Norman–. Vuelve a casa sana y salva, luego hablaremos largo y tendido sobre tu castigo. Adiós.
– Adiós, papá. Te amo.
– Sí, claro, si yo no te amara te habría dado en adopción a los monos Carayá desde hace años –masculló entre dientes antes de cortar la llamada.
Emma rió aliviada luego de hablar con su padre. Todo estaría bien... Relativamente hablando.
Antes de poder siquiera dar un paso hacia el edificio, Emma observó a Norman caminar hacia ella con su característica sonrisa apacible.
– ¿Qué...? ¿La reunión ya acabó? –preguntó confundida.
– No era algo que requiriera demasiado tiempo, no te preocupes –respondió él tomando su mano.
– ¿Pero qué sucedió? ¿Estás en problemas?
– Mmh... No realmente. Sólo me echaron.
Emma abrió y cerró la boca un par de veces sin comprender. ¿Cómo estaba tan calmado diciendo algo así?
– Mi habitación es del otro lado, Emma –se atajó de inmediato, tomando a la chica del brazo al ver que se dirigía a las oficinas del director.
– Claramente no pensaba ir a tu habitación, Norman. Ese viejo calvo me va a escuchar...
– No habla japonés.
–...¿Quién se cree para echarte así como si nada de este lugar sobornador?
– Emma...
– Le aclararé punto por punto que está en un gran error...
– Emma...
– ...y luego le sugeriré que se compre una peluca o un antídoto anticalvicie...
– ¡Emma! –exclamó mirándola con regaño. La susodicha lo miró con pena y preocupación–. No quiero que hagas nada.
– Pero es mi culpa. No tienes por qué irte de aquí si todo lo que sucedió fue sólo mi culpa.
– De todos modos no me gusta mucho este lugar. Lleno de gente ricachona y estirada. Parecen jirafas con bigote y traje francés –ambos rieron por su ocurrencia.
– No insultes a las jirafas. Incluso con bigote y traje ellas se verían mucho mejor.
Norman le robó un beso mientras ella reía distraída.
– Acompáñame a buscar mis cosas para salir de aquí y volver a casa.
– Sí pero déjame por lo menos decirle a ese viejo que...
– No harás nada –contestó con diversión mientras la abrazaba por la cintura para impedir que se escapara–. Prefiero volver a casa contigo y con papá... Y con tío Yuugo, claro.
– Y Ray.
– Oh, claro. Y Ray, el futuro cadáver de mi comediante amigo.
– ¿Crees que muera él primero o nosotros?
– Buena pregunta –la soltó de su abrazo para posteriormente tomarle la mano y conducirla hacia su habitación–. Lo más probable es que mi padre me desherede y me haga dormir debajo de un puente. Pero sólo eso.
– ¿Hay suficiente espacio para mí en tu puente? –Norman la observó con la duda escrita en su cara–. Papá me esperará con las maletas en la puerta luego de mi pequeña travesura.
– Será un honor compartir mi puente contigo –respondió el peliblanco dándole un beso en la mano, logrando sonrojar a Emma.
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Esa noche, ambos volvían a su ciudad en el último vuelo, Dormían apoyando sus cabezas entre ellos y entrelazando sus manos. El día siguiente sería un caos pero nada importaba si ahora tenían la seguridad de que el otro estaría a su lado.
– ¡NO ESTUDIÉ PARA MI EXAMEN DE MAÑANA! –exclamó la pelirroja de repente, despertando sobresaltado al albino.
– Emma... –sopesó el otro tallando sus ojos.
Definitivamente la amaba a pesar de lo despistada que llegaba a ser.
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Notas de Autor:
Aquí Kía reportándose con otro one shot a las casi 4am en su país.
Dedicado a una nueva amiga que cumplió años el primero de mayo (día del trabajador en mi país)
FELIZ CUMPLEAÑOS KIARAAA!!! Trabaja duro por tus sueños y que la vida te colme de felicidad y éxito en la vida.
Gracias a todos por leer y espero que les haya gustado.
Nos leemos pronto!! O.-/
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