10 (L): Los días en palacio ( un poco de+18)

Era todo sencillamente un descontrol, Lucifer caminaba de un lado a otro en su oficina, murmurando maldiciones a la raza humana por darle tanto trabajo, la Segunda Guerra Mundial se avecinaba, lo sabía porque hacía mucho desde que no tenía el escritorio literalmente cubierto de papeles. 

-Van a acabar conmigo antes que con ellos mismos- se quejó tomando el primer informe, cuanto más tardase, más estarían de charla con San Pedro  y sabía lo irritante que podía llegar a ser, se apiadó de los primeros 100, rellenando lo necesario y derivándolos al lugar que creyó oportuno. Al terminar con el centésimo decidió que si iban al infierno era por algo, podían quedarse un día hablando o gritando a San Pedro, la segunda opción hasta resultaba reconfortante.

Salió de su oficina, saturado, malhumorado y hambriento, por el momento el último problema tenía una solución sencilla, los otros dos a saber. 

Se escabulló sin ser visto hacia la cocina, a esa hora los cocineros estaban en un largo descanso de hora y media, bajó los peldaños que separaban los pisos 4 y cinco, dio un leve frenazo sobre la alfombra rojiza, aprovechando la inercia para girar sobre sus talones y seguir bajando. 

Tardó unos pocos minutos en llegar a las cocinas de la primera planta, para ir más seguro, se quedó en las escaleras y envío a la pequeña serpiente que se ocultaba en su sombrero. En ese entonces la llevaba oculta bajo el sombrero ya que el animal tenía la mala costumbre de dormirse sobre su cabeza.

Acercó la cabeza a sus labios y susurró algo en hebreo, lo repitió en griego y luego en latín, por último en inglés.

-Go to the kitchen and take three apples and some cookies for me, you can eat every mouse that you se in the floor- (Ve a la cocina y toma tres manzanas y algunas galletas para mi, tú puedes comer cada ratón que veas por el suelo)

Luego besó con cariño la diminuta y escamosa frente del animal, por último dejó al reptil en el suelo, viendo cómo iba reptando hacia la cocina. Estuvo esperando unos 10 minutos cuando una voz conocida lo sorprendió.

-Hola cariño- saludó ella, tan amable y suave como siempre, era sencillamente perfecta para él, eso lo molestaba.

Pero debía seguir aparentando.

-Hola amor mío- saludó el rey, acercándose a su mujer para besar sus labios suavemente.

Ella rio al separarse, como siempre fue, era y sería si seguían de esa manera, él la quería, no lo negaría porque no le gustaba mentir, pero no de esa forma. No creía poder volver a sentir esa atracción por su mujer, por su una vez amada Lilith, a quien le confió todo en un testamento que, tal vez y solo tal vez, modificaría en algún punto de la eternidad. En el momento estaba centrado en otra cosa, la respuesta que se obtendría de él sería un sencillo "el testamento me importa entre la cantidad de cerebro que tiene el humano promedio que recibo y la del inusual caso de niños que no llegaron a nacer, es decir: entre poquísimo y nada".

Él era así, Lilith lo amaba así, su hija lo quería así, tal vez algún otro demonio lo apreciase siendo como era en algún despiste que tenía de vez en cuando, lo admitía, cuando estaba muy cansado no sabía guardar tan bien las formas, aunque eso no hacía que impusiera menos.

Recordó brevemente la vez en que, cuando uno de los diablillos fue a buscarle a su oficina para aconsejarle que fuera a dormir, se le escapó un pequeño chiste sobre la "gran guerra" (actual Primera Guerra Mundial).

-"me iré a la cama en cuanto el archiduque tenga menos de 8 agujeros en el cuerpo"- fue exactamente lo que dijo, luego se llevó las manos a la cara y escuchó como el sirviente trataba de contener la risa -"...voy en un rato, perdón"- cedió.

Estuvo totalmente seguro de que el diablillo estuvo riendo intensamente un rato después, no tenía claro si era por la broma o por el hecho de que lo había dicho él. No le dio mucha importancia y jamás se la daría, mientras trabajase bien y de forma eficiente le bastaba.

-¿Qué haces por aquí?- inquirió ella, curiosa como siempre

-Sike se ha ido a por comida- resumió -estoy esperando a que vuelva-

-Un día se meterá en líos si sigue robando comida- 

-Ya veré que hago si eso sucede...tú qué haces por aquí?- preguntó, ahora él era el curioso

-Bueno, vi que bajabas a toda prisa...y pensé que podría darte una buena despedida- dijo sonriente.

-Os vais mañana- 

-Lo sé, pero lo suficientemente temprano como para que tú aún duermas, y ya duermes bastante poco como para quitarte más horas de sueño- se excusó

-No me importa levantarme...de todas formas, aún es relativamente temprano-

-Primero, no voy a despertarte para eso- zanjó sin dar posibilidad de discutirlo -segundo, lo sé, por eso quería aprovechar el tiempo- hubo un levísimo tono coqueto en su voz.

Lucifer ocultó su pequeño desagrado de forma exitosa, le sonrió a su mujer un poco más.

-¿Exactamente, cómo tienes pensado aprovecharlo?- le siguió el juego.

La de cuernos sonrió más ampliamente y se acercó al oído de su marido, aprovechando para acariciarle suavemente una mejilla. Lucifer sintió un pequeño escalofrío placentero por la espalda al escuchar las palabras de su mujer.

-Puedes descubrirlo en un rato en la cama~- besó su oído y contempló a su esposo, algo rojo y quieto en el sitio, rio con suavidad -te estaré esperando- se despidió y la oscura tela del vestido que arrastraba levemente por el suelo se perdió con ella escaleras arriba.

Y Lucifer se mantuvo en el sitio por largo rato, cuando Sike volvió con la comida, el rubio apenas comió la manzana y media galleta de un paquete entero que la serpiente le había traído. Esperó un rato antes de ir a la habitación que compartía con su mujer. Era egoísta de su parte pretender que todo estaba bien por su mujer y su hija? Tal vez, pero posiblemente estaría peor visto que fuera junto  a su mujer y la dejase, posiblemente perdiendo así la custodia de Charlie a quién, aunque no confesara demasiadas veces, quería con locura.

Abrió la blanca puerta de su habitación, al encontrarse con la escena aún sostenía el picaporte dorado, tal vez si Lilith se hubiera fijado en la fuerza con la que lo sostenía algo hubiera cambiado, y joder, Lucifer hubiera dado tanto porque algo hubiera sido distinto en ese momento.

Pero no se fijó.

A la mañana siguiente apenas tenía un par de imágenes en la cabeza de lo sucedido la noche anterior. Recordaba el rostro de su mujer con una innumerable cantidad de expresiones indecentes, la dulce forma en que llamaba su nombre una y otra vez, rogando por más...y lo borracho que estuvo para poder hacerlo y aparentar que todo seguía divinamente. 

Miró a su lado y sintió como la presión en su pecho se iba en cuanto vio que su mujer ya se había ido.

Al principio reía con suavidad, luego a carcajadas hasta llorar de la risa, luego la carcajada fue demacrando en un suave llanto, no podía seguir así, ya habían pasado meses y cada día le costaba más. 

"Es una pequeñez, una tontería"

Decía una conciliadora vocecilla en su cabeza, y cuanto la odiaba.

"En algún momento ella se aburrirá y podrás dejar de fingir"

Lo consolaba, o eso intentaba, estuvo aferrándose a esa voz hasta mucho después.

Se levantó de la cama con los ojos rojizos, aunque ya no lloraba ni hacía ruido, fue a lavarse la cara y, al verse en el espejo, llegó a asustarse.

Se pasó los dedos por el rostro, dibujando el contorno de su rostro, subiendo hasta sus labios titubeantes u ascendiendo aún más hasta las marcadas ojeras. Sus ojos eran la peor parte, esos ojos que algún punto fueron resplandecientes, seguros y llenos de una vida que no parecía acabar, ahora sencillamente estaban muertos, muertos y vacíos.

Se enfureció ante esto, tanto que de un puñetazo rompió el espejo, no le dio importancia alguna a los cristales que se le incrustaron en la mano y el brazo. Es más, por un segundo se sintió...bien.

Sintió aquella adrenalina que llevaba tanto necesitando.

Se sintió tan bien que en cuanto la sensación se detuvo lo hizo de nuevo, una y otra vez.

Tardó un rato largo en darse cuenta de que había llegado a un límite, debía seguir fingiendo, pero no podía aguantarlo. Miró sus manos, estaban ensangrentadas, la pared rota y algunos de sus huesos estaban en extrañas posiciones. 

Se sentó en el suelo, mirando el estropicio que había hecho mientras sus huesos volvían a su posición, haciendo ruidos desagradables. 

-...no soy así- murmuró, trató de echar la vista atrás, cuanto hacía que no se sentía libre?

Demasiados siglos, de eso estaba seguro, suspiró.

Sintió algo en la mano, un toque suave, al girar la vista vio a su serpiente mirándolo, si bien no era un animal muy expresivo, se notó perfectamente el sentimiento de preocupación reflejado en los profundos ojos negros. Lucifer sonrió un poco de nuevo, ahora de verdad, dejó que Sike reptase por su brazo hasta que la cabeza escamosa y morada de este reposaba sobre su hombro, frotándola cariñosamente contra el cuello del monarca. Jamás había hecho nada similar, no a ojos de los demás, pero con el monarca dejaba a un lado su sangre fría.

Porque para el animal, Lucifer era familia, era hoyo, jerarquía, cama y todos los sinónimos de familia que podría pensar un reptil.

Lucifer acarició la cabeza de la pitón real, que se mantuvo con él hasta que su mano estuvo recuperada, luego de eso ascendió por su cabeza hasta esconderse en su cabello, no era muy grande aún, así que se permitía el lujo de hacerlo.

El monarca se levantó con calma, decidió que no quería ser feliz de ese modo, no si implicaba preocupar a su querida serpiente, secretamente no la consideraba una mascota, si no un compañero.

Se levantó y pensó por un largo rato, quería adrenalina, pero de forma relativamente sensata. Cuando su estómago rugió, hambriento, decidió que de momento sería buena idea ir a comer algo primero.

No abrió la boca en todo el día ni en toda la noche, tan solo pensó que se sentía bastante mejor sin tener que ver a su mujer a la cara, porque no se lo merecía. Ella era alguien maravilloso, la quiso con locura por mucho tiempo, pero eso ya había terminado.

Tal vez fue por eso que, en el cúmulo de demonios invitados al castillo unos días después, no le desagradó que hubiera una mujer mirándolo de forma coqueta.

Tal vez por eso permitió que lo siguiese por los pasillos más recónditos del pasillo.

Tal vez fue por eso que no le molestó cuando lo acorraló contra una pared y lo beso. Y él correspondió.

Tal vez fue por eso que terminaron en una habitación de invitados, follando como conejos.

Y tal vez y tan solo tal vez, fue por todo lo anterior que, al despertar, Lucifer se sintió tan libre como cuando sus alas aún no se habían separado de su cuerpo.

Miró a su lado, la mujer fumaba, apoyando un antebrazo sobre el rellano de la ventana y el codo del otro brazo próximo a la mano. Estaba desnuda, no le importó realmente.

El monarca se incorporó con una expresión serena, el sonido de la cama hizo que la demonio mirase sobre su hombro, sonrió suavemente viéndolo.

-Buenos días majestad, durmió usted bien?- inquirió con calma

El rubio se limitó a asentir y estirarse en el sitio. Buscó su ropa con la vista, desperdigada junto a la de la mujer por el suelo de madera de la habitación, suspiró al notar su dolor de cabeza, un poco de karma por haber engañado a su mujer, no le pareció del todo mal.

-...qué hora es?- preguntó con la garganta algo seca, carraspeó un poco

-Temprano...las 8 y algo- notó la mirada del rubio en su nuca -descuide, no me conviene que se sepa así que no diré nada...siempre que podamos repetir- lo último lo añadió como una broma, pero al ver como el de tez pálida asentía decidió que no sería broma.

Lucifer se levantó para recoger, por lo menos, su ropa interior, aunque fue interrumpido por la contraria, que se puso en frente. Había apagado el cigarrillo en el rellano de la ventana.

(Advertencia, breve escena sexual, finalizará en la línea de puntos, así que si no te gusta el contenido salta hasta que veas la línea)

Lucifer la miró con algo de excepticismo, que no fue suficiente para ocultar los rastros de lujuria en su mirada, la mujer abrazó su cuello con descaro y apegó sus cuerpos, sus pechos presionaron en su abdomen, algo más abajo del pecho del monarca. La demonio tuvo que ponerse de puntillas para atrapar los labios del monarca, en un acto que ambos sabían que no significaba nada, y era maravilloso de esa manera. 

Lentamente el beso fue subiendo de tono, sus lenguas fueron irrumpiendo en el acto, haciéndolo más apasionado aún, hasta algo más salvaje. 

Ella acarició lentamente la virilidad del monarca, quien respondió con gruñidos de satisfacción, acariciando suavemente su trasero y pasando de este a la vagina de la contraria, acariciándola con calma.

Al poco rato él ya estaba erecto y ella mojada, por un breve instante, Lucifer pensó que se veían como animales, meros animales en época de celo, no le molestó la verdad que había en aquel pensamiento. 

Jadeó entre el beso al notar como la contraria comenzaba a masturbar su falo, era buena, tanto e incluso un poco más que la noche anterior. 

Él no la permitió seguir, la empujó con brusquedad hacia la cama y él se puso encima, dominante, fiero y digno como solo él podía ser, quería ir directo al grano, pero tampoco quería parecer desesperado.

Lentamente fue acariciando el cuerpo de la contraria hasta que llegó a su entrepierna, descendió hasta que su rostro quedó a la misma altura, besó la zona repetidas veces y la lamió por encima. Escuchó un gemido cuando separó de golpe sus labios exteriores y comenzó a succionar su clítoris.

La contraria apartó brevemente un mechón azabache de su rostro, luego llevó sus manos a la cabeza del monarca, quien se detuvo repentinamente para disgusto de la mujer.

-Tengo cosas que hacer en 30 minutos o menos, prefiero ir al grano- explicó, en su mano apareció un condón que abrió con algo de prisa.

Ella se giró, dándole la espalda y alzando las caderas, mientras el monarca se colocaba el condón la tentación le pudo y dio un golpe suave en la nalga derecha de la mujer, quien dio un jadeo pegajoso, algo deleitoso para los oídos en su mayoría.

Frotó la punta del glande, cubierta por el condón, contra la vagina de la chica, entrando lentamente.

No pudo entrar del todo, luego ya pensaría en si era la contraria la que tenía pequeño el interior o si era él quien tenía el pene muy grande, por el momento se centró en moverse. Lo único que sonaba en la habitación eran los gemidos de la pelinegra, los gruñidos del monarca y el sonido que hacían sus cuerpos al golpearse entre sí.

La pelinegra, en un intento de darse más placer, alzó un poco el torso y manoseó sus pechos, sintiendo como el grueso miembro del mayor llenaba su interior, gemía intensamente, no podía evitarlo.

No duró demasiado, 20 minutos justos, el de tez blanca podía llegar a ser sumamente calculador de vez en cuando. 

El condón se llenó dentro de la contraria mientras esta alcanzaba el orgasmo, arqueando la espalda y apretando las sábanas con una expresión que excitaría a cualquiera.

.........................................................

Una vez finalizado el acto carnal, cada uno siguió por su lado, se encontraron unas cuantas veces más después de eso, siempre que su mujer no estaba. Era la forma de liberación que había elegido y se sentía bien con esta.

El secreto acabó pasando a ser unos cuantos, hombres y mujeres, muy diferentes entre sí, pero que no negaba por lo general.

Una mañana, desayunando y bebiendo una manzanilla, leyó en el periódico que habían asesinado a la chica de cabello azabache. No consiguió recordar su nombre y eso le provocó una mueca de desagrado.

No habló demasiado en tres días.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top