Cubro mis enormes ojeras con un poco de corrector, aplico un poco de rímel en mis pestañas y gloss en mis labios. Estamos en agosto, así que el clima no es ni tan frio como para usar un abrigo grueso, ni tan caluroso para utilizar lindos pantalones cortos. Así que una simple blusa de manga larga unos jeans básicos y una chaqueta de jean, bastarían.
Escucho un claxon fuera de mi casa, es Mae, mi salvación a que me vaya en el auto con mi madre. Realmente no quería comenzar el día escuchando las noticias en el radio del auto de mi madre, menos cuando no había dormido bien.
—Luces fatal— es lo primero que me dice mi mejor amiga en cuanto entro al auto.
—Gracias— le digo a penas en un susurro.
—Te traje un café bien cargado, supuse que lo necesitarías— me lo pasa y se lo agradezco nuevamente.
Me recuesto contra la ventana de su auto, viendo el mismo camino hacia la preparatoria, que tengo grabado en la memoria. Claro que en unos pocos meses dejaré de tomar el mismo camino que he tomado estos tres años. En junio, seré libre de la escuela preparatoria, por fin. Lo cual tiene sus ventajas y desventajas.
Mae para, y deja pasar a las personas que quieren cruzar la calle. Pero eso no es lo que llama mi atención, sino que, a nuestro lado se para una furgoneta negra, ni una sola ventana está baja, y todas son polarizadas, es raro ver una furgoneta así en el pueblo, pues normalmente la gente se alarma al verlas, según las personas es una mala señal, significa problemas; a mí me recuerda a cuando secuestran a alguien en alguna película de narcotraficantes.
A pesar de que sé que es una estupidez juzgar sin conocer, mi pulso se acelera y una incomodidad se instala en mi cuerpo.
Mae continua conduciendo hacia la escuela, y el sentimiento desaparece.
***
Luego de llegar de la escuela, mi madre y mi padre me avisan que cenaremos todos juntos. Lo cual es raro, pues hoy no es domingo. Los domingos son los únicos días que tenemos para cenar juntos.
—¿Cómo estuvo tu día, Jazmine?— pregunta mi padre, mientras corta un pedazo de su carne.
—Normal, como cualquier otro día en la escuela— me encojo de hombros, y sigo comiendo en silencio. Mis padres no suelen ser muy comunicativos conmigo, siempre hablan de las noticias y de sus trabajos. Mi madre es la secretaria del alcalde del pueblo y mi padre es el sheriff del pueblo.
—Bueno, quiero contarte algo que escuché hoy en el trabajo— me dice mi madre emocionada, me abstengo de entornar los ojos, pues siempre que hablamos ella me cuenta chisme tras chisme que escucha en su trabajo. Ya no sé si va a trabajar o solo a enterarse sobre las novedades más escandalosas del pueblo.
—¿Qué escuchaste, madre?— le digo con falso interés.
—Escuché al alcalde hablando con su asistente, le dijo que un nueva familia acababa de llegar al pueblo— levanto la mirada de mi plato de comida, y veo a mi madre con nuevo interés, esta vez no es fingida. Esperaba que lo que dijera era que alguna adolecente, que probablemente yo no conocía, había quedado embarazada.
—Eso es nuevo, Leesburg no suele ser el pueblo al que toda familia quiere mudarse, solo nos quedamos los que tenemos pasado aquí. — dice mi padre un poco sorprendido. Tenía razón, no siempre habían familias nuevas por aquí.
—Sí, pero eso no es lo más interesante de todo; al parecer no es una familia convencional con cinco niños corriendo de arriba abajo— dice mi madre, para luego meterse un bocado de comida—, al parecer son un grupo de adolescentes que tienen como "madre" a otra chica de menos de 30 años. Según escuché, vivirán en la casa enorme y tenebrosa que está en medio del bosque, la que ha estado deshabitada desde el siglo pasado.
—Espero que no sean una especia de secta satánica, lo que menos necesito es una cacería al estilo Salem en el pueblo— dice mi padre, me río un poco por su comentario y él solo me lanza una mirada fulminante.
Me causaba gracia como se preocupaba más por que fueran satanistas y no que fueran algún tipo de traficantes de drogas o de red de tráfico de niños.
—¿Cómo se enteró el alcalde de eso tan rápido?— pregunto.
—Su esposa, Johana, es agente de bienes raíces, así que ella fue quien les ayudó a conseguir esa casa, al parecer, de todas las bellas y modernas casas que ella les mostró, eligieron esa sucia y antigua casa. De eso ya unas semanas, hoy se mudaron, pero lo que la alarmó a ella y al alcalde fue que llegaron en una furgoneta negra blindada, eran alrededor de seis adolecentes— me sorprendo al escuchar de la furgoneta que había visto esta mañana, ahora sabía de quienes se trataba.
—Solo espero que no causen problemas, el pueblo se ha mantenido al margen con los adolescentes tranquilos de por aquí— dice mi padre, sin abandonar su rostro serio. Lo que él no sabe es que los adolescentes de aquí no estaban ni cerca de ser tranquilos, pero sí sabían cómo, cuándo y dónde hacer sus alocadas reuniones.
—Oh, créeme Fred, por como los describió el alcalde, tienen toda la pinta de ser unos revoltosos. No me sorprendería si los encontraras traficando y consumiendo drogas por las calles, corrompiendo el ambiente ameno que se ha logrado en el pueblo.
Volteo los ojos, al escuchar lo que dice mi madre; nadie aquí era un ángel, ni siquiera yo me salvaba de ser inocente en cosas ilegales.
—Jazmine, si te los topas en la escuela, será mejor que te apartes— me advierte mi padre— Lo digo en serio, no quiero verte metida en problemas.
—Sí, linda— concuerda mi madre— Será mejor que te apartes, para evitar.
—Ni siquiera sé si me los toparé en la escuela— les digo sin importancia— Es más, ni siquiera sé si irán a la escuela.
—Simplemente te lo estamos advirtiendo, hay que saber prevenir cualquier tipo de problema. — repone nuevamente mi padre.
—No juzgaré antes de conocer— me recuesto contra el respaldo de la silla, tratando de ponerle fin a la conversación.
—Bien, mantenme informada de lo que sea que pase esta semana, sabes que me preocupo por ti, Jaz— me dice mi madre, tomándome suavemente de la mano por sobre la mesa. Le sonrío relajadamente. Sé que no es preocupación por mí lo que tiene, sino es sed de rumores, ella se alimenta de los escándalos del pueblo. Pero me quedo callada, no vale la pena revelarme contra mis padres por algo sin sentido. Si me llegara a topar con uno de esos chicos, mis padres ni se enterarían, están tan enfrascados en sus propias cosas que apenas tenemos tiempo en familia.
Dejo de escuchar a mi madre en cuanto se pone a hablar acerca de la asistente del alcalde y de los rumores que circulan, de que ella y el alcalde tienen un romance. Algo que, realmente no me interesa.
***
La semana va pasando normalmente, no hay señales de ningún grupo de adolescentes en toda la escuela, ya me habría enterado, pues formo parte del comité de bienvenida, y la mayoría del tiempo sé cuando alguien nuevo llega a la escuela.
Lo que si me ha sucedido es que tengo fuertesdolores de cabeza, que no se quitan fácilmente con medicamento. Además de quetengo un muy mal presentimiento golpeándome el pecho, el pulso se me acelera ylas manos me tiemblan en el momento en el que menos lo espero. No le comentonada a nadie, pues simplemente espero a que se pase. Deberá ser un simpleataque de ansiedad, he venido manejando mucho estrés últimamente en la escuela.Y sinceramente siento que ese será el más pequeño de mis problemas de ahora en adelante.
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