un nuevo cambio parte 1


Itadori Yuji x O’c Jayden
     El constante rodar de las ruedas de las maletas y el eco de los anuncios resonando por el pasillo, sumados a las personas que empujan y se abren paso con prisa, empiezan a irritarlo. Todo el bullicio y el movimiento alrededor solo logran que se sienta aún más incómodo y miserable de lo que ya estaba al llegar. La atmósfera del aeropuerto, con su ritmo frenético y rostros desconocidos, le hace sentir el peso de lo que está dejando atrás, de todo lo familiar que pronto quedaría a miles de kilómetros.
      —Jayden, cariño, vamos... el vuelo esta apunto de salir. —le menciona su madre, dejando de mirar la gran pantalla, y acomodándose su bolso en el hombro antes de caminar. 
        Jayden, sin poder oponerse, solo asiente y camina tras ella con su pequeña maleta de mano, esa que podía llevar consigo en el avión. Sin embargo, debía mantener la compostura; después de todo, su viaje apenas había comenzado. 
      Desde su asiento, la vista es sin dudas maravillosa, con las luces de su ciudad natal desapareciendo poco a poco en la distancia. Pero eso hacía que se sintiera atrapado, con un silencio casi incomodo que compartía con su madre al no saber cómo debería abordar los nuevos cambios en sus vidas. Intentó distraerse durante el vuelo con las vistas en su ventana, sus videojuegos, cortas charlas con su madre sobre cómo se sentía, obteniendo de ella una simple sonrisa y una carisias en su cabello, sin embargo, mientras las horas van avanzando lentamente, cada segundo se le hacía más pesado, como si el tiempo quisiese recordarle lo que estaba dejando atrás. 
      El divorcio de sus padres había destrozado su vida familiar, dejándole solo fragmentos de lo que alguna vez fue un hogar dulce. Había intentado mantener algo de estabilidad en su vida, pero el anuncio de la mudanza a Japón termino por derrumbarlo por completo. Con un gran suspiro, se concentró en observar las nubes, sintiendo la tristeza y el miedo presionando su pecho.
      Pensaba en sus amigos, en las tardes de juegos y diversión que compartían en pequeñas rutinas que ahora parecían un lujo inalcanzable. También pensaba en su papá en las charlas que tenían, en los consejos y las bromas que le hacían sentir que todo estaría bien. Sabía que sería difícil mantener contacto con todos, y la idea de perder esos lazos lo llenaba de angustia.
      Jayden apartó la mirada de la ventanilla y se hundió en el respaldo del asiento, cerrando los ojos con fuerza como si pudiera bloquear el dolor que lo invadía. Su madre estaba a su lado, dándole un leve apretón en el hombro, un intento silencioso de consuelo. Pero él sabía que no había palabras ni gestos que pudieran hacer desaparecer la tristeza que sentía.
      Japón era un país desconocido, un idioma, una cultura y una vida que no había elegido. Sabía que tendría que aprender a adaptarse, pero en ese momento, sentado en el avión y dejando atrás todo lo que conocía, el futuro se le antojaba tan extraño y solitario como las nubes que se extendían frente a él.
      El avión aterrizó en Japón en las primeras horas de la mañana. Jayden se sentía cansado, con el cuerpo entumecido y una mezcla de emociones que no dejaban concentrarse del todo. Siguió a su madre entre la multitud, arrastrando su maleta con los ojos abiertos y la mente medio dormida. Todo lo que veía le resultaba ajeno: los carteles llenos de caracteres extraños, las voces hablando en un idioma que apenas había comenzado a estudiar. A cada paso, el murmullo de voces japonesas y los ecos de anuncios en los parlantes lo sumergían en una sensación de desorientación que no había previsto.
      Una vez fuera del aeropuerto, el bullicio de la ciudad lo abrumó. Las calles estaban repletas de personas moviéndose en todas direcciones, motocicletas y bicicletas pasaban a su lado con rapidez, y el aire era un hervidero de olores desconocidos, mezcla de comida callejera y perfumes intensos. Jayden sintió un leve mareo. Intentó concentrarse en seguir los pasos de su madre, pero la multitud parecía empujarlo, atrapándolo en una corriente incesante.
      En un momento, un hombre mayor con una bandeja llena de dulces coloridos se le acercó, ofreciéndoselos con una sonrisa amplia y gesticulando con entusiasmo. Jayden lo miró confundido, sin entender ni una palabra de lo que el hombre le decía. Se quedó paralizado, sin saber si debía responder o simplemente alejarse. Mientras que otro vendedor, una gran caja de frutas exóticas, se plantó frente a él, mostrándole una de las frutas de forma redondeada y de color brillante. Jayden trató de murmurar un "no”, pero sus palabras salieron temblorosas y apenas audibles. El vendedor, sin entenderlo, continuó hablando con una velocidad que le hizo sentir aún más perdido. La mezcla de gestos rápidos y palabras que no comprendía le provocaron un leve escalofrío.
      Para su alivio, su madre se acercó y, con una sonrisa amable, murmuró un "no, gracias" en japonés. Luego, tomó a Jayden del brazo y lo guió con firmeza para que continuaran su camino, guiándolo a través de aquel laberinto de calles y voces desconocidas. Jayden lanzó una última mirada a los vendedores que los observaban mientras se alejaban, sintiéndose tan perdido como una gota en el mar. Japón era vibrante y lleno de vida, pero en esos primeros instantes, no podía dejar de sentirse como un extraño en un mundo que apenas entendía.
      Sin embargo, con el paso de los días, semanas y meses, Jayden descubrió que cada paso en su nueva vida en Japón era más difícil de sobrellevar de lo que había imaginado. Japón era un país lleno de colores y energía, pero para él, esos colores se fueron apagando conforme enfrentaba el rechazo que ser un extranjero traía consigo.
       Desde su primer día en el instituto, notó que no sería fácil encajar. Sus compañeros de clases lo miraban con curiosidad, algunos con sorpresa y otros con una mezcla de incomodidad y desaprobación. Su acento, aun torpe y marcado, le jugaba en contra cada vez que intentaba hablar en japonés. Las palabras se le enredaban en la boca, y por más que trataba de sonar natural, sus errores le valían miradas burlonas y risitas contenidas.
      Las clases eran un desafío. A menudo, cuando el profesor le pedía leer o participar, su voz temblorosa y su japonés entrecortado provocaban que algunos se rieran o incluso susurraran comentarios entre ellos.
      —¡Lee más despacio, extranjero! ¡No entendemos nada! —murmuró un chico al fondo de la clase, riendo entre dientes con algunos de sus amigos.
      Jayden intentó ignorarlos y concentrarse en lo que hacía. Pero la presión lo abrumaba y prefería no levantar la mano para no ser el blanco de las burlas.
      En la cafetería, la situación no mejoraba. Durante las primeras semanas, intentó sentare con sus compañeros, esperando que algunos le dieran una oportunidad, pero las miradas de incomodidad y el silencio tenso era una constante. Finalmente, se resignó a comer solo en una mesa al fondo, observando a sus compañeros reír y hablar entre ellos.
      A pesar del aislamiento que sentía, Jayden encontró una pequeña pero gran alegría que lograba levantarle el ánimo: el baloncesto. Desde que empezó a entrenar, esa sensación de libertad al moverse por la cancha y el sonido rítmico del balón rebotando en el suelo se convirtieron en sus únicos momentos de verdadera felicidad. Le encantaba la adrenalina que recorría su cuerpo cuando lanzaba la pelota al aire, conteniendo el aliento, y el instante mágico en el que el balón atravesaba el aro. Esos pequeños triunfos en la cancha lo hacían sentir poderoso, aunque fuera solo por unos segundos.
      Con el tiempo, comenzó a destacar en el equipo, sorprendiendo a sus compañeros al encestar a una distancia lejana. Pero en lugar de reconocer su esfuerzo, algunos de ellos se limitaban a restarle importancia, burlándose de él a la menor oportunidad.
      —Eso fue solo suerte, Jayden —Le decían entre risas después de un buen tiro.       —Seguro que ese aro está más bajo de lo normal —comentó otro.
      —Si, mejor disfruta mientras puedas, porque no creo que puedas competir en serio con tu estatura. —añadió otro, haciendo un gesto de burla
      Cada comentario lo hería profundamente, hasta el punto de hacerle cuestionar sus propias habilidades. Se enojaba consigo mismo por no ser tan alto como el resto de los jugadores. Cada comentario hiriente llenaba su cabeza de pensamientos negativos, creando nuevas y más dolorosas inseguridades.
      Sin embargo, él rehúsa a caer. Respirando profundo, volvió a la cancha, recuperando esa atmósfera de motivación genuina que ningún otro lugar podría darle. En ese momento, se sentía libre, fuerte y casi invencible mientras corría con el balón en las manos. Pero, cuando fijo la vista en el aro y se preparaba para lanzar, recibió un empujón fuerte que lo hizo  tambalear y soltar el balón, que rebotó  varias veces hasta salir de la cancha.
     —Oh, lo siento, Jayden… soy un torpe —Se burló uno de los chicos.
      No faltaron las risas ante su pequeño accidente, lo que hizo que Jayden apretara la mandíbula en disgusto y enojo.
      El balón rodó hasta detenerse junto a unos pies que recién ingresaba a la cancha. Jayden levantó la mirada, recorriendo con la vista el cuerpo que se encontraba allí. Reconoció el uniforme de su equipo y, por su cabello y la expresión alegre en su rostro, supo de quien se trataba. A pesar de ser un recién llegado, Yuji Itadori había ganado rápidamente popularidad en el instituto; su aspecto guapo,  su altura, carácter alegre y optimismo natural hacían que todos lo apreciaran.
      Mientras Yuji se agachaba para recoger el balón, los demás miembros del equipo lo saludaron con entusiasmo, llamándolo por su nombre. Aquello provocó un ligero disgusto en Jayden, especialmente por la forma en que lo mencionaban.
      Yuji era popular y querido por todos, y aunque una parte de Jayden también pensaba que era la persona más genial que había visto, no podía evitar sentir algo de resentimiento.
      Después de saludar a varios miembros del equipo, chocando sus palmas con fuerza, Yuji giró la cabeza, atraído por la presencia de Jayden, que seguía parado con expresión de descontento. Al notar la mirada de Yuji sobre él, Jayden se quedó quieto, con la mandíbula apretada, sabiendo que pronto una nueva oleada de insultos vendrían a por él por parte de ese nuevo chico popular.
      Sin embargo, Yuji, sin decir nada, llevó el balón a su pecho y, con un movimiento rápido,  lo lanzó hacia Jayden, quien reaccionó instantáneamente, atrapando el balón con sorpresa, mientras su expresión cambiaba de inmediato.
      —¿Qué haces…? —preguntó Jayden, pero sus palabras se quedaron atoradas en su garganta al ver la enorme sonrisa que Yuji le dedicaba.
      En ese momento, una extraña sensación recorrió su cuerpo; una electricidad que lo puso nervioso y lo llenó de curiosidad, una emoción que lo descolocó por completo.
      —Tienes buenos reflejos. No me sorprende que hayas encestado muchas más canastas que estos tontos —dijo Yuji con una amplia sonrisa, lo que provocó quejas entre los chicos que lo rodeaban.
      Ese comentario hizo que el corazón de Jayden se acelerara, y se sintiera aún más nervioso, sin saber cómo responder. Hasta ese momento jamás había recibido un cumplido por sus habilidades, y no sabía cómo reaccionar. Justo cuando iba a decir un simple “gracias”, el sonido del silbato interrumpió a todo el equipo, que fruncen el ceño al unísono.
      —¡Vamos, chicos! ¿Quién les ha dicho que pueden descansar? ¡A entrenar! — gritó el entrenador —. ¡Itadori! Llegas tarde. Da diez vueltas a la cancha antes de unirte.
      El equipo entero respondió con un cansado "¡Sí!", pero Yuji se quedó inmóvil un instante más. Antes de alejarse, le dedicó a Jayden una última sonrisa, cálida y casi cómplice, que hizo que el corazón de Jayden se acelerara. Había algo en esa expresión que parecía cargar más significado del que debería, algo que Jayden no supo cómo interpretar pero que lo dejó inquieto.
      Sin decir nada más, Yuji se giró y comenzó a correr alrededor de la cancha, mientras Jayden permanecía en su lugar, sintiendo el eco de aquella sonrisa grabarse en su mente y una extraña calidez en su pecho que no lograba entender.
      Desde ese extraño comienzo, Yuji había sido amable y genuino con él, convirtiéndose en la primera persona que no lo juzgaba. Siempre encontraba la manera de acercarse a Jayden durante los entrenamientos, ya fuera para ayudarlo a entender alguna instrucción del entrenador o simplemente para compartir un comentario alentador. Sin embargo, cuando escuchaba las burlas de los demás, era Jayden quien solía apartarse o ignorarlo, dejando a Yuji visiblemente confundido. 
      Un día, durante el almuerzo, Jayden estaba sentado solo en su mesa habitual, absorto en sus pensamientos mientras removía su comida. De pronto, una bandeja se posó frente a él, y al levantar la vista, vio a Yuji sentándose con una amplia sonrisa en el rostro. 
      —¿Qué estás haciendo? —preguntó Jayden, con el ceño fruncido por la sorpresa. 
      —¿Qué parece? Estoy comiendo contigo —respondió Yuji con naturalidad mientras abría su bebida. 
      Jayden apretó los labios, sintiendo cómo su pecho se tensaba entre incomodidad y algo que no lograba identificar. 
      —No tienes que hacer esto —dijo finalmente, bajando la voz. 
      —¿Hacer qué? —Yuji inclinó la cabeza con una expresión inocente. 
      —Sentarte conmigo. No tienes por qué... no te metas en esto —insistió Jayden, mientras echaba una rápida mirada al resto de la cafetería. 
      Yuji iba a responder, pero en ese momento, varios de los compañeros del equipo se acercaron a su mesa. 
      —¡Vaya, Itadori! ¿Desde cuándo te sientas con los raros? —dijo uno de ellos, riendo mientras señalaba la comida de Jayden—. ¿Qué es eso? ¿Sobras de ayer? 
Las risas de los demás lo acompañaron, pero antes de que Jayden pudiera procesarlo, ya estaba levantándose de su asiento. 
      —Déjenme en paz —murmuró, tomando su bandeja con movimientos tensos. Sin mirar a nadie más, se dirigió a una mesa vacía al otro lado de la cafetería, ignorando las miradas de los presentes. 
      Yuji lo siguió con la vista, y por un momento, sus ojos reflejaron algo que Jayden no pudo ver: tristeza y frustración. 
      —¿Qué les pasa? —Yuji giró hacia sus compañeros, su tono repentinamente firme—. ¿Por qué siempre tienen que ser así? 
      Uno de los chicos intentó bromear, pero Yuji no estaba para juegos. 
      —Déjenlo en paz. ¿De verdad eso los hace sentir mejor? —dijo, esta vez con dureza, logrando que el grupo se quedara en silencio. 
      Aunque Yuji no fue tras Jayden, su mirada seguía clavada en él, esperando quizá que algún día Jayden pudiera aceptar que no estaba solo, y que no todos lo veían como alguien insignificante.
      A pesar de que Jayden intentaba mantener las distancias, Yuji no se dio por vencido. Día tras día, encontraba formas de acercarse a él, ya fuera sentándose a su lado en los almuerzos, siguiendo ofreciéndole su ayuda o simplemente compartiendo pequeños comentarios para aliviar las tensiones, e incluso defendiéndole de sus compañeros. Aunque al principio Jayden respondía con monosílabos o trataba de ignorarlo, con el tiempo comenzó a acostumbrarse a su presencia.
      Un día, durante el descanso de un entrenamiento, Yuji apareció junto a él, con una sonrisa y dos botellas de agua en las manos.
      —Toma, seguro estás sediento —dijo, lanzándole una de las botellas con una precisión que hizo que Jayden tuviera que atraparla al vuelo.
      Jayden soltó un leve suspiro, pero aceptó la botella, sintiendo que por primera vez no necesitaba una excusa para agradecerle.
      —Gracias... —respondió, apartando la mirada para disimular su incomodidad.
      —¿Ves? Hablas más cuando no hay un grupo mirándote —bromeó Yuji, dándole un leve empujón en el brazo.
      Jayden no pudo evitar una sonrisa, aunque hizo lo posible por ocultarla.
      El de cabello rosa, al notar su reacción, sonrió aún más. Pero poco después, como si acabará de recordar algo, chasqueó los dedos.
      —Oye, ¿qué te parece si sales conmigo? —preguntó de forma casual.
      Jayden, sin embargo, parpadeó claramente confundido. Su mente comenzó a llenarse de pensamientos apresurados, cada uno más absurdo que el anterior. ¿Habla de una cita? ¿Yuji estaba insinuando algo? Su corazón empezó a latir más rápido, su boca tembló antes de hablar.
      —¿Salir? ¿Tú y yo? —preguntó Jayden con incredulidad.
      Yuji lo miró por un segundo antes de estallar en una carcajada. Jayden sintió cómo su cara se calentaba al darse cuenta de su malentendido. 
      —¡No es lo que piensas, tranquilo! —respondió Yuji, entre risas —. Es solo una salida como amigos. Mis amigos suelen ir a comer ramen después de las clases, y pensé que podrías unirte. 
      Jayden se llevó una mano a la nuca, mostrándose avergonzado por el malentendido, pero al mismo tiempo se sentía extrañamente aliviado. Aunque seguía sin estar completamente convencido de ser parte del grupo, algo en la forma relajada de Yuji lo invitaba y hacia que negarse le sea difícil.
      —Está bien… pero solo porque tengo hambre —murmuró Jayden, tratando de sonar indiferente.
      —Perfecto. Vamos, los demás seguro ya están allí.
      Con el sol casi ocultándose, Jayden y Yuji caminaban juntos después del agotador entrenamiento. Aún sudorosos y con sus mochilas al hombro, charlan animadamente mientras ríen como unos buenos colegas durante el trayecto. Cuando llegaron al restaurante, un pequeño local iluminado por lámparas de papel, fueron recibidos por risas y el aroma delicioso del caldo hirviendo, que hacía rugir el estómago de cualquier hambriento. Jayden observó con cautela a los compañeros de Yuji, quienes lo saludaron de manera más o menos cordiales, aunque claramente estaban intrigados por su presencia.
      Yuji sin perder su entusiasmo, tomó por los hombros a Jayden y lo sentó junto al él en la mesa, y le entregó el menú para que él escogiera que comer.
      —Este es el mejor ramen de la ciudad —afirmó Yuji con orgullo, pero su estado burlesco y sabiendo que Jayden no estaba familiarizado con la cultura, este señaló un apartado con llamas dibujadas en los bordes—. Y este es el ramen extra picante. Es un verdadero reto comerte todo el tazón. ¿Te atreves?
      Jayden arqueó una ceja, observando las advertencia exagerada del menú.
      —¿Reto? —repitió con tono incrédulo, aunque una leve sonrisa comenzaba a formarse en su rostro —. No parece tan malo.
      Yuji se acercó más hacia el, alzando las cejas con expresión retadora.
      —Vamos, ¿tienes miedo? —Intentó provocarlo, adoptando un tono juguetón —. Si termina tu tazón antes que yo, yo invito. Pero si pierdes… pagaras por todos.
      Jayden quiso reír, pero fingió pensarlo mientras cerraba el menú. Sabía que su tolerancia al picante era infinitamente superior, pero la ilusión en los ojos de Yuji era evidente, y no quería arruinar la diversión.
      —Está bien —dijo Jayden finalmente —. Pero te advierto que no voy a contenerme.
      Cuando llegaron los tazones, el caldo rojo brillante parecía más una broma que algo comestible. Yuji tomó los palillos con entusiasmo, mientras sus amigos lo alentaba a comer.
      —Bien. ¡Uno, dos… tres! —dijo Yuji, iniciando la carrera.
      Jayden comió a un ritmo constante, casi despreocupado, mientras Yuji comenzaba a sudar tras los primeros bocados. Aunque fingía esfuerzo, Jayden se sentía como con el picante, recordando su tierra natal. Yuji, por otro lado, seguía luchando con cada cucharada, pero su determinación lo mantenía en la competencia.
      —¡Esto es peor de lo que imaginé! —mencionó Yuji entre jadeos, con los ojos ligeramente llorosos.
      —¿De verdad? —preguntó Jayden, manteniendo un tono neutral, aunque por dentro estaba disfrutando el momento.
      El grupo de compañeros de Yuji observaban entre risas cómo el reto se desarrollaba. Finalmente ambos termina sus tazones casi al mismo tiempo pero el contraste era evidente. Jayden lucía tranquilo, mientras que Yuji jadeaba con el rostro rojo.
      —Empate —declaró Yuji con una sonrisa entrecortada —. Pero admito que aguantaste más de lo que esperaba.
      Jayden no pudo evitar sonreír  suavemente.
      —Bueno… creo que tuve suerte —admitió con modestia, aunque sabía que había ganado por mucho.
      Yuji pago la cuenta con resignación, pero su entusiasmo no decayó. Mientras salían del restaurante, con el aire fresco ayudando a disipar el calor del picante, Yuji no paraba de hablar sobre sus próximas salidas dejando a Jayden con cierto entusiasmo en su corazón.
      Con el paso de los meses, Yuji seguía siendo el mismo chico optimista y despreocupado, pero Jayden comenzó a darse cuenta de que su presencia lo hacía sentir más relajado. Ya no evitaba tanto sus intentos de conversación y, en algunos casos, incluso esperaba esos momentos.
      En una ocasión, cuando la lluvia los atrapó en el camino de regreso a casa después de un entrenamiento, Yuji simplemente se rió mientras ambos corrían bajo el aguacero.
      —¡Espera, Yuji! No todos corremos como tú —se quejó Jayden, jadeando mientras intentaba seguirle el ritmo.
      Yuji se detuvo y volvió sobre sus pasos, colocándose junto a él con una sonrisa que iluminaba incluso el día más gris.
      —Está bien, vamos juntos. No te dejaré atrás —dijo con un tono sincero que hizo que Jayden lo mirara con sorpresa.
      Fue en momentos como ese cuando Jayden comenzó a bajar sus defensas, permitiendo que Yuji se convirtiera en una constante en su vida.
      En la cancha, también empezaron a complementarse. Donde antes Jayden era tímido para tomar la iniciativa, Yuji lo alentaba con gestos y palabras que lo hacían sentir capaz.
      —Tienes el mejor salto del equipo. Solo confía en eso —le decía Yuji antes de pasarle el balón durante un juego amistoso.
      Jayden comenzó a encontrar en Yuji algo más que un compañero o un amigo: era alguien que lo entendía y lo aceptaba como nadie más lo había hecho.
      El tiempo seguía pasando, y con cada entrenamiento, almuerzo compartido y charla bajo las estrellas después de un día largo, su relación evolucionó. Jayden, quien antes se sentía incómodo con la presencia constante de Yuji, ahora no podía imaginar sus días sin él. Aunque ninguno lo decía en voz alta, ambos sabían que su amistad se había convertido en algo esencial, un vínculo que iba más allá de las palabras y los momentos compartidos.
      Por primera vez en mucho tiempo, Jayden sentía que había encontrado un lugar donde pertenecía, y eso se debía, en gran medida, a Yuji.
      Y todos esos nuevos sentimientos que comenzaron a florecer en el corazón de Jayden, que él intentaba racionalizar como una simple amistad, poco a poco fueron transformándose en algo más profundo. Cada vez que Yuji se acercaba y lo tocaba de manera casual —limpiando el sudor de su frente después de un entrenamiento, abrazándolo con fuerza tras ganar un partido o despidiéndose con una sonrisa después de caminar juntos desde la escuela hasta donde sus caminos se separaban—, el corazón de Jayden latía más rápido de lo que quería admitir.
      Intentaba convencerse de que era solo agradecimiento, que Yuji era simplemente el mejor amigo que jamás había tenido. Sin embargo, las emociones eran incontrolables, y en los momentos de soledad, su mente solo podía pensar en lo feliz que era al estar a su lado, en cómo deseaba que esos instantes nunca terminaran.
      Lo que Jayden estaba sintiendo no era simplemente amistad, aunque intentara negarlo. Ese calor en su pecho, esa necesidad de verlo, de escucharlo reír y de estar cerca de él... era amor. Un amor tan puro e incondicional que lo aterraba.
      Pero Jayden no era el único que lidiaba con estos sentimientos. Yuji, aunque siempre se mostraba alegre y seguro, también estaba en conflicto. Con el paso del tiempo, había comenzado a ver a Jayden de una manera diferente. Había algo en su forma de ser, en su determinación, incluso en las veces que intentaba mantenerlo a distancia, que lo hacía sentir fascinado. A pesar de que Yuji era popular y tenía a muchos amigos alrededor, nadie lo hacía sentir tan auténtico y completo como Jayden.
      Ambos comenzaron a experimentar sentimientos que iban más allá de la amistad, pero el miedo a arruinar lo que tenían los mantenía atrapados en un círculo de silencio. Jayden, marcado por el rechazo que había enfrentado en el pasado, temía que confesar lo que sentía hiciera que Yuji lo alejara, que ese vínculo tan especial se rompiera. Por su parte, Yuji también tenía sus dudas. Aunque siempre había sido valiente, el temor de perder a Jayden lo hacía contenerse.
      A pesar de sus intentos de esconder lo que sentían, sus emociones se delataban en los pequeños momentos: en las miradas que se alargaban más de lo necesario, en las sonrisas nerviosas, en la forma en que sus manos a veces parecían buscar el roce de la otra sin querer.
      Había ocasiones en las que se quedaban en silencio, mirándose, atrapados en un torbellino de emociones que ninguno de los dos sabía cómo expresar. Era como si el mundo se detuviera, dejando solo el latido acelerado de sus corazones y la certeza de que lo que compartían era único. Y aunque ninguno se atrevía a dar el primer paso, ambos sabían, en lo más profundo, que sus sentimientos eran correspondidos.
      Una noche tranquila y con el aire fresco del parque acompañando sus pasos después de un largo entrenamiento, Jayden caminaba al lado de Yuji, con su mente luchando por encontrar las palabras adecuadas. Ese día se había levantado con un ánimo inusual, una determinación que lo impulsaba a confesar lo que llevaba tanto tiempo guardando, incapaz de seguir reprimiendo sus sentimientos. Sabía que tenía que decir algo, que lo que sentía no podía seguir enterrado por más tiempo. A pesar de ello, cada vez que intentaba abrir la boca, el nerviosismo lo invadía. Pero no se dejaría ganar, era ahora o nunca. Jayden se detuvo, dejando que Yuji avanzara unos pasos hasta notar que caminaba solo.
      —¿Jayden? —preguntó Yuji, girandose con el ceño ligeramente fruncido.
      Jayden apretó los puños y respiró hondo, sintiendo como su corazón latía con fuerza.
      —Yuji... —comenzó, su voz apenas un susurro—. Yo… hay algo que quiero decirte, pero no sé cómo...
      Yuji lo miró con curiosidad, inclinándo la cabeza mientras daba  un paso más cerca, reduciendo la distancia entre ellos.
      —¿Qué pasa? Puedes decirme lo que sea.
      Jayden abrió la boca, pero las palabras simplemente no salían. Sentía que todo su cuerpo se bloqueaba, como si el miedo lo tuviera atrapado. Bajó la mirada, jugando nerviosamente con el borde de su sudadera, mientras una ola de frustración lo recorría.
      —Olvídalo, no importa —murmuró, dando un paso hacia atrás.
Yuji soltó una risa suave y negó con la cabeza.
      —¿De verdad crees que voy a dejarte ir sin decirme que sucede? —preguntó acercándose aun más.
      El rubor en las mejillas de Jayden no pasó desapercibido para Yuji, y fue entonces cuando todo encajo en su cabeza. El nerviosismo, las miradas furtivas y las palabras a medias. Yuji sonrió, con ese aire despreocupado que siempre lo caracterizaba, mostrando esa calidez que parecía envolver el momento.
      —Eres tan terco a veces, ¿sabes? —dijo Yuji con suavidad.
      Jayden levantó la cabeza, sorprendido, y antes de que pudiera decir algo, Yuji dió un paso más hacia él, acortando distancia entre ambos. Pronto, la sensación del ambiente cambió a algo mucho más serio y que hacia temer a Jayden.
      —Escucha, Jayden… yo también lo siento. Todo esto, todo lo que no quieres decir… yo también lo siento. 
    Jayden se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos mientras las palabras de Yuji lo golpeaban como una ráfaga de aire fresco.
      —¿De qué… hablas?—logró murmurar, aunque su voz tiembla por su inseguridad.
       Yuji soltó una risa suave, esta vez más nervioso, mientras pasaba una mano por su cabello.
      —Hablo de cómo me haces sentir cada vez que estamos juntos. De cómo me siento más completo contigo que con cualquier otra persona. Y de cómo me vuelve loco verte atorado al tratar de decir lo que yo también quiero decirte desde hace tiempo.
      Jayden sintió cómo su rostro se encendía por completo. No podía creer lo que estaba escuchando, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse increíblemente aliviado.
      —Yuji… yo…
      —No digas nada —lo interrumpió sonriéndole con tranquilidad —. Solo dime que estoy equivocado.
      Jayden negó con la cabeza, incapaz de encontrar las palabras más adecuadas para confesarse, pero su mirada lo decía todo. Y por un momento, sintió que el mundo a su alrededor desaparecía, y sin pensarlo, se cerró las distancia y lo abrazó, envolviéndolo con sus brazos, sin importarle donde se encontraba.
      Yuji, sorprendido al principio, tardó solo un segundo en corresponder al abrazo con la misma calidez. Jayden escondió el rostro en su hombro, tratando de ocultar las lágrimas que comenzaban a formarse. 
      —¿De verdad? —murmuró, su voz quebrada por la emoción. 
      —De verdad —respondió Yuji con suavidad, apoyando la barbilla en el cabello de Jayden—. Si no te lo dije antes, fue porque tenía miedo... miedo de que no quisieras saberlo, de que esto arruinara lo que teníamos. 
       Jayden dejó escapar una pequeña risa, llena de alivio, y se separó un poco para mirarlo a los ojos. 
      —Yo también tenía miedo... pero ahora, no puedo imaginar mi vida sin esto, sin ti. 
      Yuji sonrió, esa sonrisa radiante que siempre lograba derretir a Jayden, y levantó una mano para limpiar una lágrima que se escapaba por la mejilla de su ahora amor de su vida. 
      —Entonces, ¿amigos que ahora se gustan? —bromeó Yuji.
      Jayden negó con la cabeza, rodando los ojos mientras intentaba contener una sonrisa. 
      —Idiota —murmuró, aunque su tono estaba lleno de ternura. 
      Desde ese momento, algo cambió entre ellos. Las barreras que habían construido alrededor de sus sentimientos desaparecieron, dando paso a una relación que se sentía natural y sincera. Jayden, con su lado protector y tierno, encontró en Yuji la aceptación y el amor que siempre había anhelado. Juntos enfrentaron los desafíos de la vida y en la escuela y la cancha, sabiendo que, pase lo que pase, siempre se tendrían el uno al otro.

Gracias por leer este piloto de mi OC con Yuji Itadori en un mundo paralelo, junto con el personaje original que inventé, Jayden. Espero que esta historia les haya gustado, y si desean saber más sobre la evolución de estos personajes, eso me motivará a seguir escribiendo. El amor es un viaje, y este es solo el comienzo de una larga aventura entre Jayden y Yuji. Aún tengo mucho que contar
     

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