Laissez le bon temps rouler
Pocas veces el oráculo de la muerte se enfrenta a la idea de su propia destrucción. La experiencia fue suficiente como para hacer que Brigitte del Cementerio se comportara con la sobriedad que ameritaba la ocasión.
Por primera vez en siglos se sintió vieja, cargando el peso de los años de todos aquellos que alguna vez osaron pensar sobrevivir, y ya fuera tras una vida de sufrimiento o a destiempo, en sus años jóvenes, terminaron en su regazo.
Pasó la mañana ordenando la botica, haciendo espacio para nueva y potencialmente oscura magia, y esperando la llegada de su hermano, a quien ya fuera a penas unas horas o tal vez un siglo, había dejado abandonado en la encrucijada. Dos días en el mundo de los mortales pueden ser un respiro, o una eternidad para un oráculo, dependiendo de que tan favorecedores sean dichos días. Y últimamente, el ritmo de la muerte era tan acelerado, tan alejado de la dignidad, fuera por enfermedad o por violencia, que le era difícil encontrar un propósito en su oficio.
Llegada la tarde, se sintió... ¿Sola? Nunca antes se detuvo a considerar lo extraño que le era ese concepto. Por años, la costumbre estableció que en Nueva Orleans la soledad era un ejercicio voluntario, pero esta vez, aunque las casas estuviesen adornadas con colores de carnaval, las calles estaban sumidas en silencio.
En lugar de salir a una ciudad desierta, envío por la guarda de la puerta este. Kendra Leese, la garou, la acompañaba en la soledad de la cripta.
—No te perdiste de mucho, mi niña —le dijo a Kendra, cuando la chica le reclamó el no haberla convocado a la encrucijada—. Necesitaba a alguien aquí, para morir defendiendo la puerta, si fuera necesario. Los demás hubiesen huido y de volver, nadie quedaría para velar por Jax.
Sobre la piedra de la cripta, que doblaba como un altar, se encontraban dos cadáveres. Kendra estaba algo distraída, acomodando el cabello de Jax.
—El tío Jax era un desorden, pero odiaba que su cabello estuviera fuera de lugar —se inclinó sobre él, olisqueando sus manos y no fue hasta ese momento que comenzó a llorar—. No huele a nada, a absolutamente nada. Jamás pensé que llegaría el día en que no oliera a magnolias.
—Ya no lo necesita. Ella pasó del recuerdo a la existencia y maldita sea —confesó Brigitte—; por más que odiara perder, verlos juntos era el precio que estaba dispuesta a pagar. No se lo digas a nadie —advirtió—. Si lo dices voy a negarlo, pero a veces me llaman los finales felices.
Kendra la abrazó y Brigitte no la vio sonreír. Fue mejor así, de esa manera continuará creyendo que la garou la consideraba inescrutable o mejor aún, le temía. La atención del garou se volcó en Magnolia.
—Era tan linda como en sus recuerdos.
—E igual de santa...
—Brigitte...
—Lo lamento linda. Apúntaselo a la ansiedad. No estoy acostumbrada a tener simplemente cuerpos esparcidos en la cripta.
—Dios guarde a los campos santos de servir como tales. Aunque, pensándolo bien, nunca he conocido a alguien que haya puesto un pie en la cripta y termine en el cementerio allá afuera —su voz se apagó—. Siempre hay una primera vez. —Se acercaba la media noche y el garou, tras contenerse por horas, estaba pidiendo correr. Kendra sospechó que pronto tendría que despedirse—. Dama, ¿estás segura de que quieres estar sola?
—Me quedo con la botella, y el café francés. Buenas noches, niña.
Kendra abandonó la cripta, por la salida de la puerta este. Volvería en la mañana, y al día siguiente. Justo antes de cruzar el umbral se detuvo. El viento traía un olor peculiar. Dulce, Frío. Las gotas de rocío que se empezaban a acumular sobre las tumbas tenían un tono iridiscente.
«Mañana será un buen día», pensó, antes de desaparecer...
En la cripta, Brigitte estaba a punto de cerrar las puertas que por costumbre permanecen abiertas, cuando una mano pálida y delgada se posó sobre a suya.
—¿En ssserio, piensas cerrar las puertas de Lafayette, Gigi?
—¡Cuelebrito de mierda, ¿dónde estuviste metido?!? —Abrazó a Wedo con euforia, el deseo de celebrarlo e insultarlo se convirtieron en un mismo sentimiento—. Han pasado dos días. ¡Dos días!
—La vida sssiempre llega a tiempo. Todavía no es media noche. Además, hubiese sssido irresponsable abandonar al ángel en medio de la nada. Aparentemente, sssabía cómo enviar almas a la encrucijada, pero no tenía idea de cómo sssalir de ella y el demonio restaurado no fue de mucha ayuda. La experiencia religiosa de tener que armar su cuerpo hecho jirones despuésss de que esa piel fuera habitada por una autoridad de Luz, lo dejó incapaz de controlar sus palabrasss. Fue de lo mass...
—De seguro fue divertidísimo ver a Gerard con un caso de cagalera verbal, sobre todo para ti que no tienes vida social alguna. Pero permíteme recordarte hermanito, hay muy poco que podamos hacer si pasan las doce.
—¿No te interesa saber cómo conseguí mantener mi promesssa?
Wedo se acercó a Brigitte. Por lo general, el oráculo de la muerte siempre se presentó como una morena de altura promedio, cuya notoriedad no era cuanto se elevaba del suelo, sino la perfección de sus bien distribuidas curvas y la agudeza de su lengua. Wedo siempre iba un par de pasos atrás, reducido, pálido, triste, por siempre agarrado de su cuello y ahora, por alguna razón, parecía más alto, cosa que sorprendió de manera positiva a su hermana. De frente al verano del 2020, cuando todo fuera y dentro de la burbuja espiritual donde se movían dioses, demonios, monstruos y oráculos, parecía ir al infierno en una canasta, la vida decidió hacerse más grande. Sin necesidad de inclinarse, escuchó lo que su hermano le contó, con paciencia, entendiendo cada detalle.
En los últimos días, Brigitte se descubrió haciendo una serie de cosas las cuales jamás pensó. En cuestión de un segundo, se encontró confiando. Salió de la cripta, y camino hacia la calle, excepto que al llegar al portón de hierro, dio la acostumbrada vuelta que suelen dar los mortales, para evitar llevarse consigo la presencias del campo santo. Fue un acto de desprendimiento inesperado. Después de todo, lo que estaba contenido en esas paredes era suyo, atado a seguirla por siempre y para siempre. Y así, en un impulso, Brigitte decidió abandonar su dominio sobre el cementerio por una noche.
—Haz lo que tienes que hacer —dijo a su hermano—. Si hay un precio a pagar, no será la primera vez. No abuses, culebrito. Volveré mañana, a poner mi casa en orden.
En la soledad de la cripta, Wedo se sentó al pie de un altar de piedra. Recostó su cabeza contra la superficie, que a pesar de todo seguía siendo más cálida que su propia piel, y dijo:
—En historia de tresss, siempre sobra uno. Bueno por ti, Gigi. Es hora de renunciar, para que la vida conceda un último regresssar.
***
Si hay algo que la población bendecida por La Dama en Nueva Orleans puede agradecer es, que en los confines del barrio francés, pueden pasar completamente desapercibidos.
En un día regular, un humano cualquiera puede estar caminando por la Calle Royal, distraído por los escaparates de las tiendas o las exposiciones de arte en las galerías ocultas entre exuberantes jardines interiores y ver, si acaso por un instante, un rostro familiar. No se trata simplemente de déjà vu. Son facciones que ha visto en un lugar concreto, en una pintura al óleo, en un museo en Europa, en un daguerrotipo de principios del siglo XIX, o en una foto olvidada, tomadas generaciones atrás, en los pasillos de su propia casa.
Y justo, cuando la curiosidad se convierte en una sensación que se enrosca en el esternón y sube hasta el cuello, provocando un escalofrío involuntario, la imagen se disipa, protegiendo no a uno, sino a dos, de las consecuencias de dar con lo imposible.
Eso fue exactamente lo que le sucedió a una asistente de oficina médica local, cuando buscando un respiro de un turno de horas miserable en las inmediaciones del Cabildo, se cruzó, por un instante, con un joven de cabellera rubia y penetrantes ojos azules.
Jackson Pelman levantó la mano, saludando a la mujer y dando forma a las palabras «gracias por su servicio» mientras una fuerza superior a los dos la obligaba a olvidar haber visto al menos cien veces una foto suya, vistiendo el uniforme azul de la Unión en el libro de historia de bolsillo que cargaba para entretenerse.
En un instante, la chica pareció desviar su mirada a un punto más allá del puerto, mientras continuaba caminando hacia su destino.
—¿Estás seguro de que no vas a extrañar esto, tío Jax? —La adolescente que lo acompañaba, quien en realidad tenía ciento cuarenta y tantos encima, le entrego una barquilla de mantecado artesanal—. Wedo consiguió que regresaras, solo para que optaras por irte de Nueva Orleans... ¿A dónde? Estamos en medio de una pandemia. No es como que puedas andar libre por las calles. Las restricciones están en aumento, y no es el momento para meterse en problemas.
Jackson lamió el helado. El sentir el verdadero sabor del caramelo salado era una experiencia religiosa en sí misma. Su regreso a la humanidad iba a requerir una membresía al gimnasio.
—No voy a preguntar ni de dónde sacaste esto, Kendra, cuando todo está cerrado.
—No me obligues a hacer un chiste sobre Influencia en el más allá. La Dama odia esa canción.
La mención de Brigitte le hizo pausar y respirar profundo. Sentir sus pulmones llenos de aire todavía se le hacía una sensación extraña.
—¿La has visto en estos días?
—Una o dos veces. La cripta está abierta, pero ella anda desaparecida. Aparentemente, hubo un par de cosas que quedaron fuera de lugar tras el velo, cuando se gestionó tu definitivo regresar. —Kendra achicó los ojos y probó su propio helado—. Jackson, ¿qué se sintió al regresar?
Jax consideró lo que iba a decir. No quería sonar desagradecido. Pero si algo le ganó el volver, era la oportunidad de expresar lo que sentía, sin miramientos e iba a aprovecharla.
—Como cuando a un pájaro le cortan las alas. Por ciento cincuenta y tantos años estuve atado a mi cuerpo, soñando con volver, con poder perdonarme a mí mismo, repasando cada instante de mi vida en el que una palabra, una decisión mejor pensada, un sentimiento menos intenso pudo haber cambiado el curso de mi vida... El agua se llevó todo y lo reemplazó por paz total. Ahora entiendo por qué Brigitte es así, manipuladora y caprichosa. Es lo único que le queda. En el momento de la muerte, su abrazo es tan puro que deja lo mejor de sí, aquí. —Tocó su pecho, donde ya no quedaba ni la sombra de la cicatriz—. Y, justo cuando pensé que era imposible que fuera más bondadosa, dejó que despertara para verla a ella...
Magnolia se acercaba a ellos, cruzando la plaza desde el lado de la catedral, tenía puesto un traje de verano blanco acentuado por suaves colores pastel.
—Te cortaron las alas, pero la jaula de oro no está nada mal.
Muchas cosas se comentaron en el mundo sobrenatural sobre el regreso de Jackson y Magnolia. Incluso hubo uno que otro que, en conversaciones íntimas, se atrevió a apostar a que Brigitte no dejó a Pelman libre del todo, que la razón por la cual evitaba verlo era para que Jax no notara que esa irresistible atracción todavía permanencia anclada en su pecho, aunque ya no se viera una marca.
A Kendra solo le bastó acercarse para conocer la verdad. La bruja nunca fue de La Dama, cuando las aguas del olvido los arrastraron a la verdadera muerte, el alma de Magnolia se destruyó, por no pertenecer al lugar donde fue designada. Así que Brigitte y Wedo tomaron en sus manos hacer algo de imprevisto: dividieron el alma de Pelman. La Magnolia que caminaba hacia ellos seguía siendo Magnolia Devereaux, pero dentro de ella residían solo los más hermosos recuerdos. Eran uno, creados a la sombra de la dulce incertidumbre de la vida, y unidos hasta la última determinación de la muerte.
—¡Es increíble! El mantecado es lo suficientemente grande para compartir y en cinco minutos, voy a la esquina, vuelvo y encuentro nada.
Jackson la miró con ojos de inocencia. Kendra humildemente sacrificó parte de su mantecado, implorado la paz.
—¿Qué vas a hacer cuando tu sobrina de la vida no este aquí para salvarte? —Magnolia se sentó en medio de los dos, y Jackson se inclinó para dejar un beso en la comisura de sus labios.
—Buscar la forma de convencerte de que no te perdiste de mucho, y pedirte que me ayudes a quemar las calorías.
—¡Ew! No olviden que son humanos ahora, ¡pónganse un barbijo y circulen! —Kendra odiaba la idea de no verlos por un tiempo, pero no le fue difícil entender que para ella sobraba el tiempo, y para ellos, a penas empezaba. Se despidió de ambos con un abrazo antes de advertir—: Cuídense allá afuera, Maggie sigue siendo una bruja y Jax, tú sigues siendo su conducto al mundo espiritual. Mientras dure este encierro, no habrá mucho de que preocuparse, pero una vez las cosas vuelvan a la normalidad, recuerden que no les van a faltar enemigos allá afuera. Siempre pueden volver a Nueva Orleans...
Antes de salir de la ciudad, Jax no pudo evitar pasar frente al Cementerio Lafayette. El camposanto permanencia cerrado, como era el caso con muchos cementerios históricos durante la pandemia, ver esos portones de hierro bajo candado fue un shock al sistema. Por décadas, sin importar lo que mostrara el hierro desde afuera, siempre hubo una puerta abierta para él.
—Pensé que odiabas las despedidas —Magnolia puso una mano sobre su rodilla antes de voltearse para darle un beso. No uno acaparador, más bien suave, delicado, de esos que obligan a un encuentro entre miradas antes de unir los labios y se ven interrumpidos por amagos de sonrisas. Besos que prometen felicidad plena, y más que nada, tiempo—. Algo me dice que hablarán cuando sea necesario.
—Supongo que sí. Mientras tanto, tenemos lugares a dónde ir, gente a quien fastidiar. Cosas por el estilo. Tú solo di dónde empezamos, pero hazlo una vez salgamos de los confines de la ciudad. No se puede tentar tanto la suerte...
Jackson no le dijo nada, pero tenía la certeza de que los oráculos estaban allí. Los percibió por un instante, como le es concedido a todos los que tienen visión. Fue suficiente para inclinar su cabeza en un gesto de hasta luego, antes de doblar por la avenida hacia la salida más cercada.
—¿A dónde crees que irán, Wedo? —preguntó Brigitte, mientras jugaba con el vuelo de su falda.
—A donde nosotros no podemosss, Brigitte. A sorprender a la vida misma. A hacer lo posssible en afectar un cambio en medio de ciclos que atentan con repetirse.
—Hablando de gente que va y viene, ¿has oído algo del barman y el cliente?
—El bar de la Calle Liberty está cerrado. Abrieron un nuevo establecimiento de nombre Olga, en Kiev.
—No voy a preguntar. Ese lugar del mundo es de blancos, que ellos se entiendan...
Un Mustang convertible se alejaba, cruzando el puente que conecta la ciudad de Nueva Orleans con la Interestatal 10. ¿Su destino? Algún lugar del sur, donde, los que nada conocen juran que nada ha cambiado en los últimos ciento cincuenta y cuatro años.
Sin embargo, por cada persona que se aferra a un pasado de violencia y espacios donde no cabe el perdón, hay uno, dos, tres o cien que han vivido lo suficiente para saber que la tierra que pisan se renueva cada vez que reconocen una experiencia compartida o un momento que sus elecciones hacen único en el tiempo. Hay quienes, con solo ser, crean un mejor futuro y mueven a las deidades a misericordia.
Wedo lo dijo y el ángel también, con una declaración al unísono que hizo detener la mano del universo. Mientras exista un corazón humano dispuesto a latir, contra las más adversas circunstancias, el mundo estará obligado a girar.
Glosario:
Laissez le bon temps rouler es la frase emblemática de la ciudad de Nueva Orleans, originaria del francés cajun, que se extiende al estado de Louisiana durante tiempos de carnaval. El inglés, "let the good times roll" no tiene el mismo peso y es poco usado. Ese "déjate llevar hacia buenos momentos" habla de la increíble resiliencia y amor a la vida en Nueva Orleans, e históricamente, ha ayudado a Louisiana a entender que "todo pasa". En otras palabras, es cuestión de esperar a donde nos va a llevar la vida. En este caso, nos trajo al último capítulo. ¿Qué nos resta? El epílogo... ¿O es que se creen que no vamos a saber qué hacía Brigitte encerrada en la cripta?
Este capítulo queda dedicado a ArkangelValeria Eata santa mujer ha esperado con toda paciencia que Jax se coma algo que no sea puerco. 🤣🤣🤣 Aquí le dejo el mantecado de caramelito salado de Kilwins.
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