Dos horas hasta el fin del mundo

Cargando datos...

Restaurando conciencia del sujeto...

Procesando entorno...

Iniciando cuenta atrás...

H-A-L-L-E-N operativo.

Abraham sintió una especie de chispazo recorriendo su columna vertebral durante un instante, como si el contacto de su puño con el hombro de Eric hubiese generado una gigantesca descarga de energía estática. Ambos se miraron extrañados, aunque ninguno de ellos dijo nada, resumieron todo lo que tenían que decirse en un breve contacto visual antes de seguir cada uno su camino.

Abraham volvió a tratar de dirigirse a la barra a por un nuevo botellín. Quería pillar algo de priva antes de salir fuera a fumar un rato, pero de nuevo fue interceptado, esta vez por un grupo de conocidos que lo invitaron a sentarse con ellos. No era algo que tuviese en sus planes, pero tampoco le importó, así que se hizo un hueco en el sofá y esperó expectante a que le contasen acerca de lo que estaban haciendo. A simple vista no había un ambiente demasiado "festivo", de hecho parecía todo lo contrario. 

—Tienes que probar esta mierda, Abri. La ha traído Reggie. Su primo tiene un par de plantas y le ha pasado un poco. Es una mezcla brutal—dijo uno de los chicos, sentado frente a Abraham, ofreciéndole lo que le quedaba de canuto. El rubio lo aceptó, dando una profunda calada. Mira que estaba acostumbrado a fumar, pero aquello iba tan cargado que le provocó un breve carraspeo.

—Joder, Reggie. No sé cómo te tienes en pie después de fumarte un par de estos—bromeó Abraham, aclarándose un poco la garganta. Estaba claro que aquello no era exactamente lo que buscaba, así que de nuevo, tocó hacer una sutil maniobra de retirada.

Con un sigilo digno del pícaro más experto, comenzó a levantarse lentamente del sofá. Igualmente parecía que tampoco le estaban prestando demasiada atención así que la jugada fue ejecutada con éxito. Segundo intento de salir hasta la puerta a fumarse un cigarro sin demasiado éxito ya que, para su desgracia, apenas había dado un par de pasos más y ya lo estaban interceptando de nuevo. Esta vez un par de chicos, uno de ellos unos cursos superiores al suyo con el cual se había cruzado alguna vez. Al otro no lo había visto nunca, aunque parecía bastante joven (pese a probablemente tener su misma edad). Le recordaba a Eric en cierta medida.

—Abri, ven—dijo el mayor, rodeando al rubio por el hombro de una forma amistosa, aunque en parte agresiva. No lo iba a dejar salir de allí por las buenas—. Le estaba diciendo a este novato que me apostaba veinte pavos a que era incapaz de beberse un cubo de cerveza en menos de un minuto, pero ahora que estás por aquí creo que es más divertido hacer una competición.

—Creo que paso—contestó Abraham de la forma más amable posible. Se moría de ganas de salir afuera a fumar.

—Es que de verdad que pienso que sería increíblemente divertido—insistió el chico, haciendo más fuerte el agarre de su brazo, apretando el cuerpo de Abraham contra el suyo—. ¿De verdad vas a pasar de la petición de un hermano mayor?

Abraham rodó los ojos por un instante, sonriendo de forma forzada. No había nada que odiase más que ese tipo de "novatadas encubiertas" y estaba muy tentado de insistir de "otra forma" sobre el hecho de que pasaba del tema; pero, por otro lado, veía en los ojos del más joven unas increíbles ansias por realizar el reto y poder encajar, y aquello era lo que más importaba en un lugar como aquel: encajar. Una cualidad que Abraham había conseguido pulir finamente con el tiempo. Al fin y al cabo, no le quedaba otra si quería salir de allí con contactos. Había que hacer amigos hasta en el infierno.

—De acuerdo, vamos a ello—contestó Abraham, lo más animadamente que pudo dada la situación.

El mayor sonrió con satisfacción, propinándole un par de palmadas amistosas al rubio. Inmediatamente después, comenzó a llenar una especie de vaso maceta bastante grande con botellas de cerveza, llamando la atención de varias personas para que se parasen a presenciar el concurso. Todos comenzaron a animar a Abraham, el cual parecía tener más posibilidades de ganar dada la complexión del otro chico. Y, entonces, ambos comenzaron a beber, derramando parte de la cerveza por toda su ropa mientras trataban de tragar la mayor cantidad de líquido posible. Finalmente, y para la satisfacción del público, Abraham resultó ser el ganador. El creador del reto entonces le levantó la mano y lo anunció como vencedor, lo cual fue seguido de varios vítores. Abraham trató de no darle demasiada importancia, esperando que aquel espectáculo lamentable terminase lo más rápido posible para poder salir de una maldita vez. El alcohol y las drogas estaban empezando a hacerle efecto y la masa de gente que lo rodeaba le creaba una sensación de agobio que se transmitía como oleadas de calor inundando cada centímetro de su cuerpo. Era un volcán que se había mantenido inactivo todo este tiempo y que ahora estaba apunto de erupcionar y, dado que el bullo seguía clamando porque el espectáculo continuase, ese volcán terminó por estallar.

Rápidamente, Abraham comenzó a apartar a la gente dejando de lado ese lado más calmado y amable que había estado manteniendo hasta el momento. Arremetió con la furia de un toro rabioso con todo aquel que se cruzaba en su camino, sin disculparse ni dar explicaciones. Muchos de los asistentes lo miraron sorprendidos; entre ellos, el chico con el cual acababa de batirse en duelo, quien, además, se había llevado el primer empujón. Su destino estaba claro y no iba a dejar que nada ni nadie interrumpiese de nuevo su trayectoria.

Todo parecía transcurrir a cámara lenta: cada insulto por sus modales, cada amenaza, cada empujón... Todo parecía quedarse atrás, como si resonase en la distancia y aquello no estuviese ocurriéndole a él. Veía la puerta de salida como una luz al final del túnel hacia la que correr lo más rápido posible. Era la línea de meta tras una larga carrera de desgaste y, cuando finalmente la cruzó, se sintió liberado. De hecho, había seguido avanzando lentamente hasta el final del patio delantero, siguiendo el camino hacia la carretera peatonal que cruzaba el campus donde, inclinando bruscamente su costado, vomitó. A su lado, el chico de antes le ofrecía un pañuelo para limpiarse. Al parecer, lo había seguido.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado. Ahora que lo tenía más cerca, el parecido con Eric era incluso más asombroso. Tenían la misma constitución, el mismo color de pelo e incluso unas gafas parecidas. Podría decir que era su hermano y se lo creería sin rechistar.

—Supongo... Solo quería salir a fumar un rato—contestó Abraham, mientras usaba el pañuelo para adecentarse la cara. 

—Ya veo... Soy Daniel, por cierto. Estudio filología francesa al otro lado del campus. Es mi primera vez por esta zona.

Abraham lo observó suspicaz. Notaba cierto aire de nerviosismo en su voz, un aire al que ya estaba acostumbrado con cierto tipo de interacciones bastante concretas. Se sonrió ligeramente, aquella era la primera vez que trataba de ligar con él un chico; una novedad que no le incomodó, simplemente le pareció divertida.

—Un placer, Daniel. Yo soy Abraham. Esta es mi hermandad, supongo que estoy bastante acostumbrado a rondar por esta zona—contestó el rubio, incorporándose por completo. Su constitución corpulenta y atlética destacaban por encima del cuerpo más pequeño y delgado del contrario, imponiéndose de cierta manera. Eso, unido a la tonalidad musical de su voz grave y masculina, de la cual emergía cierta energía picaresca, hicieron que Daniel se estremeciese ligeramente. Nunca se había visto en una situación parecida; que un chico tan guapo y popular como era Abraham le prestase un mínimo de atención no había ocurrido ni en sus mejores sueños.

—Bueno, supongo que me verás hoy rondar por aquí entonces—respondió, tratando de bromear ignorando el nerviosismo inocultable que brotaba de sus palabras.

—Eso espero—concluyó Abraham con una sonrisa y un guiño mientras se sacaba un cigarro de su cajetilla y avanzaba hacia una posición más "solitaria"; concretamente un banco desocupado donde por fin poder dar esa calada que tanto había estado esperando. Daniel se dirigió en otra dirección, totalmente sonrojado. ¿Aquello realmente había pasado?

Mientras tanto, en el interior de la hermandad, Eric había decidido que iba a tratar de divertirse por su cuenta. Obviamente, Abraham parecía no tener intenciones de volver demasiado rápido de fumarse ese cigarrillo ya que lo había visto pararse con un grupo de personas a fumarse otra cosa. Cómo no, debería habérselo visto venir. ¿Por qué iba a perder el tiempo Abraham con alguien como él en una fiesta? Obviamente era mucho más divertido irse con su grupo de colegas a meterse a saber qué. Eric no podía evitar sentir cierta decepción, contaba con su compañía para que aquello se le hiciese más liviano. Aunque, por otro lado, debería estar tratando de entablar algún tipo de comunicación con Sarah, razón por la que Abraham había decidido dejarlo a solas en un primer momento. Tampoco es que lo necesitase para poder hacer eso, ¿no?

Aunque se lo pensó un poco, dando varios sorbos a aquel botellín que su amigo le había dejado sobre la mesa, finalmente decidió levantarse en un arrebato de valentía y acercarse. Estaba totalmente decidido: la saludaría de forma casual, matizaría la coincidencia de haberse encontrado en la fiesta y soltaría un par de halagos sobre su camiseta para entablar una amena conversación sobre Star Wars. Tenía que aprovechar el momento ya que sus amigas la habían dejado sola un instante para ir a por cerveza.

—Ho-hola—saludó tímidamente Eric.

Por fin la tenía frente a él, cara a cara, como una musa salida de las más bellas poesías.

—Hola, ¿nos conocemos? —preguntó ella, un poco extrañada por la repentina intromisión de aquel desconocido.

Auch. Aquello había dolido, ni siquiera se había quedado con su cara de haberse visto por clase.

—Eh, sí. Soy Eric, vamos juntos a Fundamentos de Física.

Sarah volvió a dirigirle una mirada confusa, aunque esta vez puso algo más de detenimiento en observarlo de arriba abajo para tratar de recordar quién era. Entonces sí que le sonó un poco más su cara. Aunque no tuviese un rostro demasiado memorable, al menos las pecas eran algo a destacar así que más o menos pudo recordarle.

—Ah, vale, perdón. No me acordaba de ti. No hablamos mucho en clase.— Y de nuevo, otra puñalada directa al corazón, recordándole una vez más que su amor era meramente platónico.

—Sí, bueno. Es que soy un poco tímido y como siempre estás con tus amigas me daba un poco de vergüenza hablarte.— Primera baza lanzada. Sarah lo miró intrigada.

—Pues aquí me tienes. Hoy mis amigas tienen otros planes pensados—comentó bromista, mirando a su alrededor hasta localizar a una de las chicas con las que había venido, la cual estaba firtreando con otro de los asistentes de la fiesta.

—¿Y tú qué planes tienes para hoy? Por cierto, bonita camiseta.— Directo al grano, tal y como había ensayado con Abraham. Con un ligero toque de picardía haciendo alusión a la broma que ella misma había lanzado.

Sarah sonrió halagada, llevándose una mano a un mechón de pelo para juguetear con él. No es que quisiese nada en realidad, pero le gustaba que le prestasen atención y ligasen un poco con ella. Le subía la autoestima.

—Supongo que pasar un buen rato, como todos. La camiseta... bueno, no se lo digas a nadie, pero fue un regalo de mi ex. Ni siquiera me he visto la peli, pero me gusta cómo me queda.

Vale, aquel nuevo golpe no se lo esperaba. Había asumido muy rápido que Sarah era tan friki como él por su forma de vestir. Eso explicaría que tuviese aquel grupo de amigas, a lo mejor tenían más cosas en común de las que él pensaba. Igualmente, y pensando puramente en el lado positivo de la situación, acababa de soltarle indirectamente un dato acerca de su soltería. Además, estaba siendo tan maja como esperaba, lo cual volvía a sumar muchos puntos a su favor.

—Ciertamente te queda muy bien—respondió Eric amablemente, pensando que las cosas no podían ir mejor.

Sarah volvió a sonreír. Si aquella no era la primera vez que Eric ligaba con una chica, claramente era la segunda. Obviamente el que le regalaran los oídos hacía que se sintiese halagada, pero al mismo tiempo, el hecho de que la conversación derivase en aquellos derroteros marcó a Eric como un simp a ojos de Sarah y, pese a que pudiese parecerle en cierto modo adorable, ella venía buscando algo bastante diferente en aquella fiesta, algo mucho más loco. Quería emborracharse, probar alguna droga y terminar en la cama con algún deportista cachas que hiciese que le temblasen las piernas al día siguiente. Así que, muy educadamente, trató de salir de aquel lamentable intento de ligoteo lo mejor que pudo.

—Gracias. En fin, ya nos veremos por aquí, voy a salir a fumar un rato.

Eric se quedó un poco confuso ante aquella respuesta. ¿Había algo que había hecho mal? ¿De nuevo habían puesto la escusa de fumar para no seguir hablando con él? En fin, todo estaba yendo como la seda. ¿En qué momento se había torcido la conversación para que Sarah quisiese huir de allí de aquella manera? Se sentía totalmente derrotado y humillado. Por algún motivo, había visto esperanza cuando sabía perfectamente desde un principio el final que iba a tener aquello. Se volvió a sentar en el sofá, quedaban un par de horas hasta la llegada del cometa según su móvil, aún había tiempo así que Eric decidió navegar un rato por internet.

Una posibilidad imprevisible. ¿Podría colisionar el cometa Hallen contra el planeta? Varios observatorios meteorológicos creen que, de alguna forma, los datos que han recogido han sido viciados por ciertas anomalías recientes en la trayectoria del cometa. Si dicha trayectoria se desviase lo suficiente, el cuerpo celeste podría no desintegrase por completo y convertirse en un meteorito de aproximadamente doce kilómetros de diámetro (un kilómetro mayor que el meteorito que provocó la extinción de los dinosaurios). Dado su comportamiento totalmente anómalo, esta es una posibilidad que tiene aterrada a toda la comunidad científica.

Alguien de Reddit acaba de enlazar esta noticia. No hay nada más en internet acerca de esto, así que podría haberlo escrito él mismo perfectamente. Hay algunos comentarios en el hilo: Rajah Kumar tenía razón. Vamos a morir LOL. Es el auténtico fin del mundo, hijos de puta.




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