IV. Las traes
Las ronchas continuaron apareciendo. Una desapareció y en su lugar habían dos más. Ronchas y más ronchas cubriendo los brazos y piernas de Owynn.
Los remedios no parecían ayudar, el dolor y comezón que le daban era cada vez más constante. Después de un mes en que sin falta una nueva roncha apareciera llegó a su límite.
—¿Ya probaste...?
—Ya.
—¿Y qué tal...?
—Dos veces.
—¿Y si...?
—¡Necesito algo nuevo, Cami!—grito Owynn sin dejar de rascarse.
La chica le miró molesta antes de seguir buscando, un reportaje en el periódico llamó su atención.
—¿Jugo de dulcamara? Aquí dice que en el 2003 en la escuela San Gabriel, actualmente conocida como Quarr Rose fue su último sitio de plantación. Se cree que la ingesta fue la que ocasionó el fallecimiento de cuatro integrantes quienes, debido a las alucinaciones provocadas por la planta, derribarian una viga que les aplastó...
—Muy interesante y todo pero ¡¿Dónde encuentro esa maldita planta?!
Owynn no tenía tiempo para clase de historia, nadie parecía entender.
—Aquí dice que Lydia Sigertem, puso bajo llave el contenido del salón. El club sigue activo...
—Perfecto, nos vemos. —fue lo último que la chica escuchó antes de ver a su amigo correr.
Tras llenar un formulario de inscripción, Owynn se convirtió en el único integrante del club de botánica y, por ende, tenía acceso a todo ahí. Ese remedio debía ser suyo.
Ahí estaba: el club de botánica.
Un fuerte aroma a podredumbre emanaba sin siquiera abrir la puerta; en cuanto la abrió, tuvo que cubrir su nariz con la mano para entrar. El sitio se conservaba bien: las herramientas acomodadas, las plantas crecían saludables como si el tiempo no hubiera pasado, lo único que destacaba eran las cortinas cerradas.
Avanzó con cuidado hasta encontrar un armario de madera envuelto en cinta amarilla. Importandole poco, Owynn arranco la cinta y empezó a buscar aquella planta.
Su mente gritaba que no debía haber ido solo, después de todo no conocía de flores y apenas recordaba el nombre de la planta ¿En serio creía que la encontraría? La verdad ya no le importaba, su cuerpo ardía y la comezón era insoportable, con cada movimiento en su búsqueda debía detenerse a rascarse. Solo importaba a encontrar esa maldita cura.
Pudo sentir como las lágrimas salían de sus ojos una vez que sostuvo un frasco en cuya etiqueta se leía: Dulcamara. Sin importarle nada empezó a untarlo en su piel y pudo sentir el alivió que no había sentido en semanas.
Una vez que terminó, se dispuso a salir. Tomando otro frasco por si acaso, cerró el armario y emprendió su salida.
Un crujido lo detuvo.
Volteó a ver sus pies, encontrando algo similar a una rama quebrada. Casi gritó al encontrarle forma: era un brazo humano, apenas lo bastante grande como para que fuera de un niño. Buscando a tientas tiro de las cortinas hasta arrancarlas.
La vista ante él era grotesca, las enormes y hermosas plantas contrastan con los cuerpos marchitos y podridos que les sirven de macetas.
—Pensamos que nunca vendrías. —una voz suave y cantarina resuena en las paredes.
Deseando no ser tan curioso, el chico vuelve su rostro hacia donde la voz venía encontrando a una de aquellas macetas humanas de cabello rubio, levantando lentamente el rostro sin expresiones hacía él.
Owynn no iba a esperar a que la chica se levantará, salió corriendo. Pisando y haciendo crujir cada parte que estuviera en su camino; cerró la puerta rápidamente una vez que estuvo afuera.
Suspiró aliviado. Esa alegría se desvaneció rápidamente, la comenzón volvió y cada vez era peor. Se rasco con tanta fuerza que estaba seguro de que dejaría agujeros en su piel pero no importaba, todo lo que quería era que parará.
Mirando con cuidado, de aquellas ronchas reventadas salían montones de insectos y gusanos, que de a poco se abrían paso por nuevos huecos en su piel. Sin importar cuánto gritará o se rascará pronto todo su cuerpo quedaría infestado de insectos.
Finalmente, viernes. Jasper no podía estar más feliz por ello, solo un día más y podría dejar el empleo de conserje.
Comenzó a silvar un poco mientras se dirigía a su bodega junto al salón de botánica, aquel salón traía a su mente malos recuerdos pero pronto podría dejarlo ir; sin embargo, encontrar el cadáver cubierto de agujeros sangrentes de un niño frente al salón no ayudó a mejorar su semana.
Aquel niño apestaba a dulcamara y rápidamente se hizo a la idea de lo que ocurrió; la razón por la que todos los conserjes renuncian y mueren al entrar ahí es por el nivel de toxicidad del aire, las alucinaciones no son bonitas y es tan sencillo creer que algo está en tu piel que ellos mismos terminan con su vida.
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