II. Juego del escondite

El primer día siempre es complicado, demasiados rostros nuevos y nombres que olvidarás; normalmente no sería un problema para Marina, si no fuera por las extrañas reglas que debía recordar.

La chica corrió por el pasillo tan rápido como los jeans ajustados le permitían, primer día y ya había llegado tarde. En su defensa, le fue imposible dormir tras leer el extenso correo que la directora había enviado y que apenas recordó leer la noche anterior.

Marina Hirsch era esa clase de chica que tiene mala suerte: torpe, olvidadiza, su TDAH le dificultaba sacar buenas notas e incluso podía perderse si solo debía caminar al salón de enfrente. Cambiar de escuela parecía una buena opción.

Abrió de golpe la puerta, con la esperanza de que su profesora no hubiera llegado aún.

Claramente no tuvo suerte.

Disculpándose y buscando un asiento con la mirada, Marina finalmente se relajó al tomar su lugar. Cuando la maestra retomó el tema, la mente de la niña se alejó tanto como le fue posible: recordó el correo y comenzó a anotar las normas que pudo recordar.

"Regla 12. La directora rara vez sale del despacho, si por alguna razón la encuentras no hables con ella..."

—¡Señorita Hirsch! —un grito agudo se escuchó.

—¡Presente! —grito Marina.

La clase comenzó a reír, haciendo que la niña se encogiera en su asiento e intentará cubrir su rostro con su flequillo. La profesora negó con la cabeza antes de repetir lo que había dicho.

—Señorita Hirsch, ¿sería tan amable de traer el equipo de deportes del patio?

"Regla no. 5: si un profesor te indica que salgas, hazlo. Puedes estar en peligro"

Asintió antes de tomar su mochila y salir del salón. Nadie la miró extraño ni dijo nada, lo que de cierta forma confirmo sus temores: no era una broma la lista de reglas.

Anduvo por el pasillo con la mirada en el suelo, como la regla 8 indicaba. Durante el camino al patio el insistente murmullo de voces distorsionadas le hizo estremecerse.

Soltó un suspiro de alivio cuando estuvo frente a la puerta, sonrió antes de abrir.

Su sonrisa se desvaneció y una lágrima cayó por su mejilla.

El patio techado, ¿cómo había podido llegar ahí? La maldita lista de reglas decía que si seguía las instrucciones podría evitar terminar en la tumba del profesor Olivera.

El estruendoso ruido de lluvia golpeando contra el techo hacía que la chica tuviera la impresión de que en cualquier momento se derrumbaría sobre ella, con el viento enfriando el ambiente agradeció haber escogido una sudadera en la mañana.

—Ma...ri...na...

Escuchó una voz aguda llamándole, entendió lo que debía hacer: esconderse.

Miró a todos lados, encontrando un casillero cubierto de telarañas en el que se metió rápidamente. Sacó su celular y, con sus manos temblorosas, comenzó a buscar el correo.

Regla 11. Si tu mala suerte te conduce al patio del profesor Olivera, es hora de jugar al escondite, abras ganado si la campana suena y nadie te ha encontrado. Si él o alguno de los niños que ha atrapado te encuentra no podrás salir de la oscuridad.

—Ma...ri...na... —la voz del profesor continúo canturreando mientras la buscaba.

Cerró sus ojos y apretó con fuerza la mochila contra su pecho, podía sentir la garganta cerrada y las mejillas empapadas. Rasguños y risitas se escuchaban a su alrededor, asustándola más.

"Ring"

El sonido de la campana retumbo en sus oídos antes de que todo quedará en silencio.

Espero unos segundos antes de salir, sus piernas adormecidas casi la hicieron caer. Una voz la sobresalto cuando tocó la puerta.

—¿Día difícil?

—Bastante...

Marina volteo a ver a la mujer con una enorme sonrisa en el rostro sin facciones, a quien reconoció rápidamente de su foto en el correo: la directora.

Cubrió con fuerza su boca.

No lo logró.



Esta semana realmente sería larga, asumió Jasper preparándose para limpiar el desastre del patio techado. Realmente el profesor es el que más miedo le da.

Los alumnos cuentan que el profesor Olivera es tranquilo pero miedoso, en especial cuando está en la oscuridad. Murió durante las reparaciones en el patio, cuando durante una discusión con su esposa, la mujer le golpearía el rostro con una pala y, una vez que murió, le arrastró hacía una fosa que al día siguiente llenarían con cemento sin que alguno de los constructores notará que estaba metido ahí.

Lo que ninguno sabe es lo que pasa si rompes una regla, el profesor está seguro de que no lo sacan ya que su rostro quedó irreconocible, por lo que arranca el de los niños y sale de ahí.

Jasper odia tener que arrojarle de nuevo a la fosa junto a los cuerpos sin rostro, el pobre profesor queda cada día más en la oscuridad. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top