Capítulo 8
—Iré a la tienda, debo comprar algo de leche y otras cosas para la cena ¿quieres algo en especial? —dijo Allan mientras revisaba el refrigerador, notando que no tenía más que un jarro con agua y unas cuantas verduras.
—Yo voy contigo —respondió David, que se encontraba jugando con el pequeño gato negro—. ¿Podrías prestarme algo de dinero? Necesito comprar algo.
—¡Claro! Vamos pues —Allan cerró el refrigerador, tomó las llaves y un poco de dinero—. ¿Cuánto necesitas?
—No sé, ¿hay alguna tienda de ropa interior cerca? —dijo al recordar las palabras de su madre.
—¿Ropa? Acaso ¿quieres comprar ropa sexy para esta noche? —preguntó el castaño con una sonrisa pervertida en su rostro—. Vamos, yo te ayudo a escoger —añadió dándole una suave palmada en la cola al tímido chico que lo miraba confundido.
David abrió los ojos con desconcierto y enseguida el color rojo estalló en su rostro.
—¡Po-por supuesto que no! ¿Qué rayos pasa contigo? E-eres un completo sucio pervertido, y-yo sólo necesito ropa interior para mañana.
—Bueno si es sólo eso, puedes lavar los que tienes puestos y mañana ya estarán secos ¿no? —Allan no pudo evitar reírse al ver lo nervioso que se había puesto el muchacho—. Además, no los necesitarás más hoy —agregó guiñando el ojo.
¿Eh? Está más que claro que es un pervertido, pero ¿estará hablando en serio? pensó siendo incapaz de decir una palabra, comenzaba a creer que su virginidad estaba en peligro y no era algo que realmente le preocupara, tal vez estaba listo para dar el siguiente paso.
—Sólo bromeaba —dijo Allan al ver que el silencio comenzaba a tomar el lugar—. Vamos rápido, ya quiero estar en casa de nuevo.
—¡Sí! —afirmó David dejando el gatito en el piso con delicadeza—. Ya venimos gato, pórtate bien —el gatito frotó su cuerpo contra su pierna—. No vamos a tardar pequeño, cuando vuelva te acariciaré hasta que te canses de mí.
Allan jaló a David del brazo, si no lo hacía el chico se quedaría toda la noche jugando con el gato. Salieron del apartamento y comenzaron a bajar las escaleras, como era de esperarse David se quejaba por lo menos en cada piso y al llegar abajo parecía que se desplomaría en cualquier momento, y así fue, al llegar al primer piso se dejó caer de rodillas.
—Flojo —Allan clavó su mirada en él, el chico tenía su mano extendida como pidiendo que le ayudara a levantarse, el castaño lo ignoró y continuó caminando—. Te espero afuera.
—¿Qué? O-oye... espera —murmuró a tiempo que se levantaba—. ¿Qué tan difícil era darme la mano? Qué malo eres —salió del edificio y Allan lo recibió con una sonrisa.
Aquella noche, era una noche helada y aunque por fortuna no estaba lloviendo al salir del edificio pudieron sentir el frío golpeando sus rostros fuertemente, incluso podían ver el aire que salía de sus bocas al hablar como si fuese humo. Allan rodeó al chico con su brazo izquierdo y comenzaron a caminar. Con sus cuerpos tan cercanos el frío comenzaba a disminuir lentamente.
—Mira la tienda de ropa está en la esquina, si quieres ve y compra eso mientras yo compro la comida para que nos rinda —Allan le dio un poco de dinero a su acompañante y le sacudió el cabello—. No tardes, te espero aquí —susurró posando sus labios sobre su mejilla.
No tardó más de 15 minutos en volver, Allan seguía haciendo fila para pagar, David iba a esperarlo afuera, pero él le hizo señas de que entrara. El chico entró y al cruzar la puerta sintió el aire cálido que invadía el lugar.
—¿Quieres llevar algo? —inquirió mirando la pequeña canasta que llevaba en sus manos—. Aquí tengo leche, queso y tostadas, ¿quieres algo más?
—No, así está bien. ¡Toma! —exclamó David poniendo en las manos del castaño el dinero que había sobrado—. Gracias, te lo pagaré cuando nos volvamos a ver.
—No te preocupes, cielo.
¿Cielo? Esa palabra nunca había sonado tan dulce, cuando estaba con Allan todo era más hermoso, las calles eran bellos paraísos, el cielo era más azul, las estrellas más brillantes, el pasto más verde... él era más feliz y su corazón no se sentía tan vacío...
—Hola, Allan ¿cómo estás? ¿Cómo está tu mami? —La cajera lo bombardeó con preguntas.
—Bien, Julia, ahí vamos. Tú sabes cómo es ella, es mejor portarse bien —Julia era una mujer joven, de unos 25 años. Ella había sido su vecina desde que tenía memoria y siempre había estado, aunque a lo lejos, pendiente de él.
—¿Y quién es tu amigo? No estarás pensando en hacer una fiesta en su ausencia ¿o sí? —se podía notar que ambos le temían a la misteriosa madre de Allan—. Yo sólo espero que no la hagas enojar, no quiero que pase lo de la última vez.
La expresión de Allan cambió completamente, parecía tenso y molesto.
—Él es David y es mi novio —susurró—. Te pido que no le digas nada a mi madre, no es como que yo esté haciendo algo malo, pero...—Allan tomó un profundo respiro—. Tú sabes que con ella no se puede, ojalá todas las noches se quedara en la casa de alguno de sus noviecitos.
—No seas tan duro con tu madre, ella trata de hacer lo mejor pue...
—¿Lo mejor? —interrumpió Allan—. Lo único que hace es recordarme que le arruiné la vida, yo ya estaría muerto si no fuese por mi tía —bufó apretando sus puños con fuerza—. Como sea Julia, por favor no le digas nada.
David no entendía nada más que el hecho de que la relación que tenía Allan con su madre no era para nada buena. Muchas preguntas invadían su cabeza, preguntas que temía formular y más al ver la forma en la que se había puesto.
—Tranquilo, ahora vete que la fila se hace más larga —dijo finalmente ella después de entregarle la bolsa de comida.
Al salir del lugar el rostro de Allan no reflejaba más que ira, David trató de acercarse poniendo su mano sobre el hombro del castaño pero este sólo la quitó bruscamente y comenzó a caminar.
¿Qué debería decir? No sé nada sobre su relación con su madre, pero es peor de lo que imaginaba...
El camino parecía eterno, un silencio sepulcral se apoderaba de la noche y David se sentía triste e impotente al ver que no era capaz de hacer algo por la persona que quería. Cuando llegaron al fin, Allan entró directo a la cocina, David cerró la puerta y lo siguió.
—¿Quieres hablar? —preguntó David tomándolo del brazo.
—Ya no tengo hambre, si quieres comer algo prepáralo, aquí dejo todo —respondió ignorando la pregunta y caminando hacia su cuarto.
Cuando David se asomó al cuarto Allan estaba bajo las cobijas completamente cubierto.
—¿Puedo entrar? —preguntó tímidamente—. Si no quieres hablar de ello lo entenderé, pero yo estoy aquí para escucharte ¿puedo darte un abrazo?
Allan se sentó, su rostro reflejaba la rabia que hervía en su interior. ¿Qué tan mala podría ser su madre para que hubiese tanto odio guardado en su corazón?
—¿Puedes dejarme solo un momento? No quiero terminar desquitándome contigo —murmuró mirando al chico con sus ojos fríos, vacíos de cualquier buen sentimiento. Era como si se hubiese transformado en otra persona, en una persona sin corazón, llena de odio y rencor.
Aunque David estaba asustado no podía sólo salir y dejarlo solo, como su novio tenía el deber de ayudarlo. Dejando el miedo a un lado, tomó un respiro, se armó de valor y se lanzó sobre Allan tumbándolo de nuevo en la cama. Este abrió los ojos con sorpresa al verlo besándolo dulcemente, como tratando de despertar al Allan que se ocultaba tras esos ojos aterradores.
David no respiraba, pero su corazón latía como nunca, tal vez el latido de su corazón era lo que realmente había traído a Allan de vuelta, ese hermoso tambor de batalla lo había ayudado a ganar la guerra en su interior. El dulce castaño se alejó y lo miró, Allan estaba inmóvil, pero sus ojos habían vuelto a ser los mismos, al fin parpadeó y dejó escapar una sonrisa.
—Gracias —dijo Allan abrazándolo fuertemente como si quisiera mantenerlo a salvo para siempre entre sus brazos—. Siento haberte asustado de esa manera, es sólo que no me gusta hablar de mi madre. Ella siempre me ha culpado por haber arruinado su carrera en el modelaje pues me tuvo muy joven y ni siquiera supo quién era mi padre— relató con tristeza—. Ella se acostaba con cualquiera, se la pasaba de fiesta en fiesta o eso era lo que me decía mi tía. Cuando nací mi madre ni siquiera quiso verme, intentó abandonarme en el hospital, pero mi tía no lo permitió —El tono de Allan reflejaba lo envenenado que estaba en su interior, cada palabra era escupida con ira y rencor—. Mi tía vivía con nosotros y era genial pero cuando quedó embarazada y se casó se fue de la ciudad. Aún me manda dinero porque sabe que mi madre me dejaría morir de hambre y ni le importaría, también paga mi escuela y demás gastos.
Aquella confesión dejó a David helado. No sabía qué decir para que Allan pudiese sentirse mejor. Solo pensaba en cómo podría sentirse si su madre lo tratase así, su madre en la que siempre había hallado amor y comprensión. Se preguntaba qué sería de él si su madre hubiese sido como la de Alla.
—Yo... no sé qué decir —respondió con tristeza—. Yo...
—No tienes que decir nada, que me escuches y estés aquí es suficiente —musitó con una leve sonrisa en sus labios—. ¿Puedo... tocarte...?
David sonrió y asintió tímidamente con sus mejillas pintadas de un rojo tenue. Se acostaron mirándose cara a cara, Allan comenzó a acariciar sus labios, eran realmente suaves, sus miradas se cruzaban y sus corazones comenzaban a acelerarse. El silencio reinaba en la habitación, lo único que se podía oír era la respiración y el palpitar del otro. Allan comenzó a pasar su lengua por los labios del sonrojado chico inundándolos de brillo, su corazón latía cada vez más rápido y poco a poco el par de amantes comenzaba a ruborizarse.
Creo que estoy perdiendo el control...
Allan lamió su labio inferior y luego lo mordió, David estaba quieto, no sabía qué hacer. El castaño se puso sobre él y comenzó a besar suavemente sus labios, después comenzó a recorrerle el cuello a besos y el cuerpo lentamente con sus manos.
—Y-yo...
—Shhh —Allan lo interrumpió poniendo su dedo índice en los labios del nervioso chico—. No tengas miedo, no te haré daño —agregó mirándolo con deseo mientras en sus labios bailaba una sonrisa.
David cerró sus ojos y Allan continuó besando su cuello mientras desabotonaba su camisa. Su piel era blanca, era tan delgado que podía notar sus costillas. Al lado derecho, junto a la tetilla tenía un pequeño lunar perfectamente circular. Allan siguió recorriendo su cuerpo, pasando del cuello lentamente a su pecho, David no pudo evitar dejar escapar un gemido cuando el castaño pasó sus labios alrededor de sus pezones que ahora se encontraban endurecidos.
—Te quiero... —susurró dulcemente Allan al oído del sonrojado chico que lo miraba con sus ojos llenos de ilusión—. Gracias por estar aquí...—agregó, su voz era un murmullo caliente en su oído y sus respiraciones se hacían cada vez más rápidas y superficiales.
Allan paseó sus labios toda la noche por el cuello de David, exploró su pequeño cuerpo con sus manos con ternura y lentitud, su rostro con sus húmedos labios... Estuvieron horas y horas besándose sin aliento y jugando con sus figuras desnudas hasta quedar profundamente dormidos.
*****
No puedo ver nada, en dónde estoy... todo está borroso... ¿Qué es eso? ¿Una luz...?
–¡Anda ya! ¿Cuánto piensas dormir? —gruñó Allan abriendo bruscamente las cortinas—. Llegaré tarde a la escuela y eso si es que voy, ya me está dando pereza.
En dónde estoy, pensó David desconcertado, incapaz de abrir sus ojos por completo, le pesaban y no podía ver con claridad, lo único que veía era una sombra que le hablaba. Sus ojos comenzaban a cerrarse lentamente de nuevo cuando de pronto sintió un bulto sobre él, en ese momento abrió sus ojos con sorpresa, el castaño se había lanzado bruscamente sobre su cuerpo para arrancarlo de sus sueños.
—Si no te levantas me harás faltar a la escuela —susurró mientras pasaba delicadamente sus dedos por el rostro del chico, dibujando su perfil—. Aunque bueno, ahora que lo pienso, no me molestaría quedarme en casa contigo —guiñó el ojo y sonrió de forma coqueta.
—¿Ah? ¡Estás loco! —replicó alejando a Allan con sus manos y levantándose rápidamente de la cama—. Por cierto, ¿qué hora es? —preguntó recorriendo desesperadamente el lugar buscando su ropa que estaba regada por todo el cuarto.
—Pareces bastante afanado —sonrió Allan—. Si pretendes ir a la escuela lamento decirte que ya está muy tarde, son las nueve, creo que sale mejor que no vayas —agregó burlándose del chico que lo miraba incrédulo.
—¿Estás bromeando verdad? —David infló sus cachetes y corrió al baño a cambiarse—. Debo volver rápido. Puedo llegar al menos a las últimas horas y así no llamarían a mi casa.
—Espera, espera —dijo el castaño agarrando a David del brazo—. No te afanes, no creo que llamen a tu casa, eso sólo lo hacen cuando has faltado mucho —El castaño sonrió de nuevo al ver a David asintiendo tímidamente—. Mejor dime ¿cómo amaneciste? ¿Dormiste bien?
—Sí —asintió sonrojado e incapaz de mirarlo a la cara.
—¿Te quedarás a desayunar? —preguntó clavándole sus enormes ojos inundados de cariño—. Puedo prepararte mis deliciosos huevos con queso ¿eh? ¿Qué dices? —Se acercó y puso sus brazos rodeando la cintura del pequeño.
Un color carmesí se asomaba en sus mejillas, era claro que lo único que deseaba era estar con su adorado Allan. Él se había convertido en su sueño hecho realidad y las dudas y los miedos que vagaban en lo más profundo de su corazón, que le habían acompañado por años, al fin se desvanecían lentamente.
—Bu-bueno —tartamudeó—. ¿Puedo tomar un baño?
—¿Un baño? —preguntó Allan pensativo—. Puedes, sí... ¿por qué no? —respondió—. Pero... hay una condición —añadió con una sonrisa perversa en sus labios.
David no soltó ni una sola palabra, sólo lo miró con los ojos entrecerrados haciéndole entender que no cedería ante sus posibles sucias ideas. Allan suspiró y en medio de una sonrisa sacó su lengua.
—No me mires como si fuese un pervertido o algo así, no es como que quiera bañarme contigo no seas tan iluso —dijo arqueando las cejas—. Pero ya sabes, eso del calentamiento global, la sequía... no podemos andar por ahí derrochando agua como si fuese inagotable ¿no crees? —agregó mirándolo fijamente. David no pudo evitar soltar una sonrisa al ver la seriedad que pintaba sus palabras.
—Está bien, siendo esa la razón tú ganas —contestó. Allan celebró su supuesta victoria—. Pero entonces supongo que ni siquiera te atreverás a tocarme ¿verdad? —David esbozó una sonrisa al ver la expresión del castaño cambiar completamente, ahora era él quien lo miraba con los ojos entrecerrados—. ¿Vamos? —preguntó intimidado, Allan no le quitaba su fría mirada de encima y eso lo ponía nervioso.
—Vamos. Déjame traerte una toalla.
Mientras Allan buscaba entre los cajones de su armario, David se quitó la ropa y entró a la ducha. No dejaré que ese pervertido se salga con la suya otra vez, pensó. El agua estaba tibia, exactamente en el punto que le gustaba, cerró la llave y buscó el shampoo "Baby soft, realmente huele delicioso" su corazón comenzaba acelerarse, en su cabeza sólo habían imágenes de la noche anterior, podía recordar el olor de su cabello cuando Allan estaba sobre él, sentía sus labios explorándolo como si su cuerpo fuese un misterio que quisiera descubrir, recordaba el ruido, su voz, su respiración, sus palabras "te quiero"...
—Te quiero... —susurró cerrando sus ojos como si quisiera volver a esa noche y vivir en el recuerdo.
—¿Dijiste algo? —preguntó el castaño corriendo la cortina que los separaba—. Pensé que ya terminarías de bañarte, pero ¿estás oliendo el shampoo? ¿No te gusta? puedes usar el de mi madre si quieres.
—No... es sólo que huele muy rico —respondió tímidamente.
El castaño se acercó, cerró la cortina, le quitó el tarro y comenzó a aplicarle shampoo.
—¿Puedo ayudarte o tampoco? —preguntó Allan.
David se limitó a agachar su cabeza y sonreír tímidamente. Después de ubicarse detrás de David, Allan se agachó un poco y lo abrazó haciendo que juntos cayeran al piso. Allan comenzó a besar su cuello mientras lo rodeaba con sus brazos "es tan dulce y frágil" pensó con el rostro cargado de tristeza.
—¿Pasa algo? —preguntó David al ver que el silencio trataba de apoderarse del lugar.
—N-no —suspiró—. Eres tan dulce, a veces siento que mereces estar con alguien mejor que yo —agregó mordiendo su labio inferior.
David no entendía el repentino cambio de su amado ¿por qué estaba diciendo esas cosas? ¿Y por qué su tono era tan triste? El chico se giró lentamente para quedar cara a cara con él, Allan tenía el rostro agachado e inexpresivo, al ver a David frente a él levantó su mirada y sin poder mantenerla fija enseguida la desvió.
—Yo... yo te amo a ti —murmuró David entre dientes—. No me importa la clase de gente que esté allí afuera, para mí sólo existes tú, sólo puedo verte a ti —agregó acariciando suavemente el rostro de Allan.
—Perdóname —masculló el castaño aferrándose fuertemente a él—. Perdóname si algún día te hago daño —agregó rompiendo en llanto.
David lo acogió entre sus brazos, estuvieron allí, con sus cuerpos desnudos, en medio del silencio por minutos e incluso horas. David se sentía extraño, nunca había visto a Allan de esa forma, parecía que la seguridad que lo caracterizaba había desaparecido como por arte de magia, ahora sólo veía a un niño asustado ¿de qué? Le era imposible saberlo.
*****
—¡Me escribes cuando llegues! —exclamó Allan agitando su mano de lado a lado al ver a David subiendo al bus, el chico asintió con su cabeza y se subió.
—Perdón —dijo en voz baja a una mujer para que le dejara pasar al asiento junto a la ventana—. Gracias —agregó con una sonrisa forzada en su rostro, luego se sentó y soltó un suspiro después de acomodarse.
¿Debería contarle a Helena? Ella es mi mejor amiga, pero...
Cansado de pensar en ello sacó sus auriculares, los conectó a su celular y se perdió en el lado oscuro de la luna. Cuando estaba a punto de quedarse dormido su celular vibró, con esfuerzo abrió sus ojos y contestó.
—¿Diga?
—David, ¿ya saliste? llevo esperándote un buen rato frente al colegio.
—L-Lena esto... yo... yo no fui a estudiar hoy.
—¿Qué? ¿Por qué? ya voy para tu casa.
—No, yo voy para allá, espérame, hablamos ahora.
Ahora qué le digo...
Cuando David llegó al colegio la calle estaba desértica, todos se habían ido, todos menos Helena.
—¿Por qué tienes el uniforme puesto? No me digas que te escapaste —refunfuñó la rubia, regañándole como si fuese su madre y no su amiga— ¿Dónde estabas? ¿Estabas con Allan?
—Yo... tengo muchas cosas que contarte Lena ¿puedes ir a mi casa o tienes afán? —inquirió sacando una chocolatina de su bolsillo y poniéndola en las manos de la rubia. Ella soltó una corta carcajada y la tomó.
—No querrás comprarme con esto, Pulido —destapó la pequeña tableta y le dio un mordisco—. Y no, no tengo afán, ya fui a mi casa. La ventaja de estudiar en un colegio público y salir más temprano —dijo haciendo una mueca.
—Sí, aunque tardes hasta 40 minutos para llegar ¿no? —respondió esbozando una sonrisa irónica. Helena estudiaba en un colegio en la ciudad de Highland, la misma ciudad en la que vivía Allan, por lo que tardaba a veces hasta una hora en llegar a su escuela.
Helena lo miró para luego girar su rostro bruscamente hacia un lado.
—Vamos —agregó aun mascando el delicioso chocolate.
Al llegar, la señora Sandra lo estaba esperando preocupada, su hijo nunca había pasado la noche fuera de casa y menos en la ciudad. Su corazón estaba al borde de salir de su pecho al ver que no le había llamado en todo el día y que estaba tardando en llegar a casa, se encontraba a punto de llamarle cuando escuchó que alguien abría la puerta. David entraba junto con Helena como si nada, sonriendo tranquilamente mientras ella había estado toda la mañana con camándula en mano rezando por el bienestar de su ingrato hijo.
—¡Qué bonito! —replicó cruzada de brazos—. Te doy permiso de quedarte afuera y ¿ya crees que eres lo suficientemente mayor como para hacer lo que se te viene en gana? ¿Para qué tienes ese celular? —gritó, la preocupación se reflejaba en sus ojos.
—¿Te quedaste afuera? —preguntó Helena con sorpresa ¿en dónde había pasado la noche y con quién? Comenzaba a sentirse molesta, el simple hecho de pensar en que había estado con Allan le hacía hervir la sangre.
—Lo siento má, no volverá a pasar, lo prometo —respondió ignorando la pregunta de Helena—. Perdón por hacerte preocupar —Le dio un beso en la mejilla a su madre y puso sus cosas sobre el sofá.
—Ya veremos —gruñó Sandra—. Hola linda, que pena contigo por estar peleando con el bebé no te saludé —añadió haciendo que Helena soltara una carcajada y que David la mirara molesto.
—Iremos a jugar un rato —dijo tirando a Helena del brazo para que no se aliara con su madre para molestarlo—. No tengo hambre má, comeré más tarde.
—Haz lo que quieras —refunfuñó ella dirigiéndose a la cocina.
Helena entró al cuarto y se tiró en la cama, David cerró la puerta con seguro y se acostó junto a ella.
—¿Te quedaste en su casa? —preguntó Helena, su tono reflejaba el disgusto y la preocupación que aquella idea le generaba.
—No... o bueno sí pero no podía volver aquí —respondió frotando sus manos como solía hacerlo cuando se ponía muy nervioso.
—¿Qué tienes en el rostro? No me digas que te... golpeó —dijo sorprendida—. Por eso no querías comer con tu madre...
—N-n-no es lo que piensas Helena, déjame hablar —tomó un profundo respiro y le contó lo que había pasado con la bestia pelirroja—. Por eso no podía volver a casa, no quería que mi madre se preocupara y no quiero más problemas.
—Y ¿por qué no fuiste a mi casa? —Helena se sentía muy triste al ver que su mejor amigo la iba desplazando tan rápido en tan poco tiempo—. Bueno no importa, sólo dime que no pasó nada entre ustedes —añadió con la voz temblorosa.
¿Pasó algo entre nosotros?... ¿Debería contarle?...
—N-no Lena, sólo hablamos y luego me fui a dormir —mintió con su mirada fija en el techo, mientras que Helena tenía sus ojos clavados sobre él.
—¿Seguro? —Helena se sentó y abrazó sus rodillas contra su pecho, él se levantó y la miró fijamente—. Sólo ten cuidado, no quiero que salgas herido por ir tan rápido —Le advirtió en un suspiro, sus palabras estaban cargadas de cierto toque de miedo y David no entendía la razón.
—¿Por qué saldría herido? —comenzaba a sentirse molesto, primero Carlos, luego Allan "a veces siento que mereces estar con alguien mejor que yo" y ahora Helena... sólo le hacían pensar que todos querían hacer que desconfiara de él—. Tú sólo estás celosa, te es imposible verme feliz sólo porque te rechacé ¿verdad? —no entendía por qué estaba actuando de esa manera, era como si la rabia controlara hasta sus palabras.
—¡Imbécil! —gruñó Helena volteándole el rostro de una cachetada—. Eres un completo imbécil, ¿sabes qué? Quédate con tu noviecito, no me importa más, pero luego no vengas llorando a mí, no busques consuelo en mí cuando te decepcione y te haga pedazos —tomó un respiro lleno de ira—. Vete a la mierda.
David se quedó inmóvil viendo como su mejor amiga se alejaba lentamente, escuchando sus pasos y al final la puerta golpeándose fuertemente al cerrarla.
¿Qué acabo de hacer?...
https://youtu.be/jTwdGRHl5Mw
"Él sostiene mi cuerpo en sus brazos, no quiso hacer ningún daño y me sostiene fuertemente."
Aurora - Murder song
Hola a todos <3 Aquí dejo nuevo capítulo. ¿Qué les parece? Espero les haya gustado y mil gracias por el apoyo que dan a mis historias :3
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