Capítulo 5
—¡David, te necesitan en la puerta! —gritó Sandra sin recibir una respuesta por parte de su hijo—. Debe estar durmiendo, si quieres sube, linda.
Helena entró a la casa, limpió sus zapatos con el tapete en forma de huella que había en la entrada y se dirigió corriendo hasta la habitación de David. Estaba cerrada así que tocó suavemente, al ver que el cuarto seguía en silencio y nadie le abría tomó un profundo respiro y giró la perilla.
El lugar era un desastre. Estaba completamente oscuro y desordenado, había tarros de helado vacíos por todas partes, libros, mangas y películas regados en cada rincón y en la cama había un enorme bulto envuelto en cobijas. Helena entró y abrió las ventanas y las cortinas para que entrara algo de aire y el ambiente fuera menos deprimente.
—¿Estás despierto? —preguntó con una mirada de preocupación, el bulto se movió un poco, pero Helena no recibió respuesta alguna—. No me ignores, sé que estás despierto a mí no me engañas. Más bien dime ¿qué ocurre? Has estado muy extraño estos últimos días, no te he visto conectado, no respondes mis mensajes y ahora que vengo a verte veo tu cuarto hecho un desastre ¿pasó algo?
Había transcurrido una semana desde que vio a Allan por última vez, aun podía ver su figura mientras se alejaba lentamente de la parada. Se recordaba quieto, mirándolo sin hacer el mínimo esfuerzo por detenerlo cuando en lo profundo de su corazón lo único que deseaba era correr tras de él, tomarlo de la mano, abrazarlo y decirle que sentía lo mismo.
—David ¿te hizo algo ese tal Allan? Si es así sólo dame su dirección y yo voy y lo arreglo, para que aprenda que con mi David nadie se mete —dijo Helena arremangando los puños de su blusa con enojo.
En ese momento el bulto se movió y una cabeza se asomó, David tenía unas ojeras muy pronunciadas. Helena cogió las cobijas, las tiró al suelo, se lanzó a la cama y se acomodó boca abajo junto a su amigo. Él cerró los ojos y ella suavemente con la yema de sus dedos comenzó a tocar sus cejas.
—¿Te gusta verdad? —Su tono era un tanto triste, le dolía ver cómo su mejor amigo sufría por otra persona, cuando en el fondo ella lo hubiese dado todo por él—. ¿Te rechazó?
David abrió los ojos, se sentó, enseguida cogió su celular de la mesita de noche y se lo mostró a Helena. Mientras ella leía él le contó todo lo que había ocurrido esa tarde.
Allan: Siento mucho lo de hoy, me dejé llevar y te hice sentir incómodo. Espero llegues bien a casa, no olvides escribirme.
David: Ya llegué, fue rápido y no tienes que disculparte la he pasado muy bien hoy.
Allan: Bueno, me alegra mucho. Duerme bien abrigado, no quiero que te enfermes por haber venido. Respecto a lo que te dije, espero tu respuesta. No te molesto más, descansa.
—Yo lo arruiné todo y ni siquiera pude dar la cara después de eso —murmuró haciendo su mayor esfuerzo para no llorar frente a Helena—. ¿Crees que no me hablará más o que me odie por no haberle dicho nada?
Helena se levantó, caminó hacia el armario y comenzó a mirar la ropa de David.
—¿Sabes qué creo? —preguntó sonriente mientras sacaba unas cuantas prendas del armario—. Creo que deberías levantarte, ponerte bien lindo e ir a verlo y no te preocupes, con mi ayuda todo saldrá bien; por lo pronto ve y báñate, cuando salgas te daré la ropa que usarás.
David ni se movió, solo la miró sin poder entender si hablaba en serio.
—A ver, David ¡despierta! Mira la hora ¿quieres que se aleje de ti o qué? —dijo chasqueando los dedos al ver que David seguía inmóvil, luego dejó la ropa a un lado y con una mirada aterradora en sus ojos se acercó al chico y lo jaló del brazo. Cuando lo vio de pie lo llevó a empujones hasta el baño y le entregó bruscamente una toalla, que había tomado de su armario—. ¡No tardes! —agregó antes de cerrar la puerta.
¿Debería ir a verlo? ¿Y si no quiere verme o ya se olvidó de mí?
David era un chico muy pesimista, siempre imaginaba lo peor y sentía que era imposible que una relación amorosa pudiera funcionar en su vida. En ese momento sólo tomó un poco de aire, miró hacia el techo y cerró sus ojos mientras las gotas de agua golpeaban suavemente su piel.
Helena tiene razón, si me quedo sin hacer nada sólo se irá de mi vida y no podre perdonármelo después. Es hora de que despierte y deje de ver cómo las personas vienen y se van de mi vida sin hacer nada al respecto.
David salió de la ducha y se amarró la toalla en la cintura, luego abrió la puerta lo suficiente para poder sacar su cabeza y llamar a Helena.
—Casi que no —Ella lo había estado esperando frente al baño—. Toma, ponte eso rápido —Helena le tiró la ropa en la cara y volvió a su cuarto. Una camisa blanca a cuadros, manga larga, con cuello americano y un jean azul oscuro entubado era lo que Helena había escogido para él.
Se vistió rápido y cuando fue a su cuarto Helena estaba sentada en su escritorio escribiendo y susurrando cosas sin sentido como loca. David se asustó un poco pues no sabía qué pasaba por la cabeza de su amiga. Cuando se estaba acercando ella lo volteó a ver, abrió sus grandes ojos verdes y sonrió.
—Te ves muy lindo —parecían salir corazones de sus ojos—. Sobre la cama puse los zapatos y una chaqueta, póntelos, péinate y vienes, quiero mostrarte algo —David asintió, sus mejillas se habían enrojecido por el cumplido de Helena.
—Ya está ¿crees que le guste? —preguntó inflando sus cachetes, era simplemente adorable—. Y... ¿Qué se supone que le diga? Ya estoy muy nervioso ¿cómo será cuando lo tenga frente a mí?
—Calma, calma —sonrió alzando la hoja en la que había estado escribiendo—. Mientras te bañabas lo planeé todo, en esta hoja encontrarás paso a paso lo que vas a hacer ¿entendiste?
—¿Ah? Estás bromeando ¿verdad? —David no estaba seguro de que el plan de Helena fuese una buena idea, es decir, si iba a hablar con Allan debía ser sincero y no consideraba correcto seguir lo que dice un papel como si fuera el guion de una obra de teatro o algo así.
—Hablo en serio, David, tú y yo sabemos que sin mi ayuda te bloquearás y no serás capaz de decir una palabra —Helena tomó su mano, la abrió y puso la hoja sobre ella—. En la parte de arriba está lo que se supone vas a decir y abajo consejos para seducirlo.
—¿Se-seducirlo? —susurró nervioso.
"Allan quería disculparme por lo del otro día, sé que fui grosero y la verdad es que me gustas y no he dejado de pensar en ti ni un solo minuto. Los días sin hablarte han sido tan largos y dolorosos que en medio de mi desesperación he venido a pedir tu perdón. Tal vez puedo mentirte sin razón, pero lo que hoy siento es que sin ti estoy muerto pues eres lo que..."
¿Eres lo que más quiero en este mundo eso eres?
—¿Es-esto no es una canción? —preguntó David sin terminar de leer la pequeña hoja que le había dado su amiga.
Helena se sonrojó y lo miró con sorpresa.
—Bueno, pues, esto... —soltó una pequeña carcajada de vergüenza—. Sí, pe-pero tal vez no la conozca —agregó nerviosa frotando su nuca.
David ignoró el resto de la "confesión" y saltó hacia los consejos. Si así fueron las palabras que se supone debía decir no me imagino qué locuras habrá escrito como sugerencias.
¿Hacer pucheros, desabotonar camisa, lamer su oído, meterse bajo las cobijas? Helena es una enferma ¿qué rayos estaba pensando cuando escribió esto?
—No olvides ponerte rojito, estoy segura de que eso le encanta —añadió Helena, sus ojos brillaban y en su rostro se reflejaba la perversión, sólo faltaba que comenzara a salir sangre de su nariz.
David estaba estupefacto, no podía creer que su linda y adorable amiga de infancia hablara en serio ¿cuándo se había vuelto una manzana podrida?
—Es-estás loca, es como si quisieras que me le insinuara de otra forma, yo sólo quiero decirle que me gusta —musitó tímidamente, con su rostro agachado como de costumbre.
—Vaya, vaya, mi David es tan kawaii, todo un bebito. Como sea guarda la hoja, tal vez te pueda servir —dijo mientras arreglaba el cabello de su amigo—. Ahora anda que el tiempo corre y debes volver a casa temprano.
—¿No debería llamarlo primero? Ni siquiera sé con exactitud su dirección y no estoy seguro de recordar el camino —dijo apenado, le avergonzaba ser tan distraído y olvidadizo a veces.
—¿Qué? ¿No tienes ninguna pista de dónde pueda ser? —Helena estaba sorprendida de que él fuera tan despistado, ese tal Allan debía ponerlo muy nervioso.
—Pues... Su conjunto se llamaba santa Lucia según recuerdo —contestó mientras trataba de visualizar el camino inútilmente pues solo recordaba la parada—. Bueno, no importa, ya me las arreglaré para llegar —El repentino cambio en la seguridad de David asombraba a Helena, se sentía feliz de que su amigo hubiese encontrado a alguien que revolviera los sentimientos de esa forma.
David tomó su mochila, empacó las películas que le había prestado, se miró en el espejo y después de dejar escapar una enorme sonrisa salió. Helena lo acompañó hasta la parada, podía ver lo emocionado que se encontraba y aunque se sentía feliz su corazón se sentía pesado.
—Ya viene el bus, gracias, Lena te quiero —David la abrazó y se subió al bus, Helena lo siguió con su mirada hasta que desapareció en el horizonte.
Mi querido David ¿Por qué tuviste que fijarte en ese idiota? Pensó Helena mientras limpiaba con su pañuelo el rabillo de sus ojos.
*****
Según las indicaciones que me dio esa mujer debería ser por esta cuadra.
Era un día hermoso, un color azul celeste pintaba el cielo, entretanto unas cuantas nubes parecían recorrerlo como barcos de papel, la luz del sol penetraba cada edificio, cada calle y cada rincón de la ciudad. Era un día completamente opuesto al de aquella vez y eso le hacía sentir seguridad, por alguna razón pensaba que todo había terminado mal porque ese día el cielo era gris y triste, pero ahora que todo estaba a su favor podía ser capaz de sacar a flote sus sentimientos y tener a Allan a su lado.
David llegó a la parada con facilidad y para su suerte en el bus había conocido a una amable mujer que parecía conocer el lugar. Ella se bajó en la misma parada así que caminaron juntos parte del camino hasta el punto en el que ella debía tomar otro rumbo. David le había ayudado a cargar unas cuantas bolsas y por su amabilidad la mujer sacó un pequeño papel y escribió las indicaciones para llegar al conjunto santa Lucia.
Es aquí, pensé que nunca llegaría... un momento... no sé el número del apartamento cómo se supone que entre ahora. Lo mejor será que le escriba.
Cuando estaba a punto de enviar un mensaje unas manos cubrieron repentinamente sus ojos. David pegó un salto, lo había tomado por sorpresa y las manos estaban realmente heladas.
—Miren quién se dignó a aparecer —susurró Allan a su oído haciendo que a David se le erizara la piel—. Te di tres días ¿a qué has venido?
Allan lo soltó, sacó las llaves de su bolsillo y caminó hacia la puerta principal de su edificio, entró sin decir una sola palabra y comenzó a subir las escaleras. David lo siguió, incapaz de producir algún sonido; era tal cual como lo había predicho Helena.
Cuando llegaron al fin al séptimo piso, Allan se detuvo y miró al agotado chico que trataba de seguirle el paso, no pudo evitar romper su seriedad y dejar escapar una leve sonrisa de sus labios. ¿Cómo puede ser tan flojo? Se preguntó.
—No has contestado mi pregunta ¿qué haces aquí? —preguntó Allan con una voz fría como el hielo—. Creo haber sido claro al decir que después de tres días no sabrías nada de mí.
—Bueno yo... —una sombra de nerviosismo invadía su voz, por alguna razón sólo trataba de recordar las palabras de Helena a pesar de haberlas considerado extrañas e inútiles—. Yo... quiero disculparme y quisiera hablar contigo sobre nosotros.
—Bien, hablemos entonces —Allan abrió la puerta, se limpió los zapatos y entró, la pequeña bolita de pelos negra no esperó a que se acomodara para lanzarse sobre él; David se quedó mirándolos desde afuera—. ¿No vas a entrar? Sigue y siéntate.
David dio unos cuantos pasos tímidamente, cerró la puerta con suavidad y caminó mirando al piso hasta llegar al sofá.
—Te escucho —dijo, su rostro estaba cargado de seriedad y eso hacía sentir a David muy intranquilo—. Dime, David ¿qué quieres de mí? Llevo una semana esperando tu respuesta y sigues sin decir nada ¿te gusto o no?
Al escuchar esa pregunta su rostro se prendió enseguida como un fósforo, estaba completamente rojo y caliente, y que Allan no le quitara la vista de encima no le ayudaba en nada.
—Me gustas mucho Allan —balbuceó, su cuerpo comenzaba a temblar y sentía que iba a colapsar en cualquier momento—. No podía decirlo porque tenía miedo de salir herido, pero ahora sé que duele más tenerte lejos, no quiero perderte —confesó dulcemente.
Allan se levantó, lo tomó del brazo y lo llevo a su cuarto. Estando allí lo abrazó y se lanzó a la cama junto a él; David estaba petrificado pues no podía entender las intenciones del castaño. Cuando vio que su amigo no intentaría nada extraño abrió los ojos, Allan tenía sus ojos cerrados con suavidad, una de sus manos acariciaba el rostro de David y su hermosa sonrisa iluminaba la habitación.
—¿Quieres intentarlo? —preguntó Allan con una dulce voz—. Me refiero a si te gustaría salir conmigo, ya sabes como una pareja o algo así.
Le gusto...
Su corazón latía cada vez más y más rápido, podía escucharlo y sentía que se saldría de su pecho en cualquier momento. Allan era ese rayo de luz que había llegado a salvarlo de la oscuridad, que le devolvía poco a poco la esperanza y la fe en eso a lo que llamamos "amor".
David sonrió con las mejillas coloreadas de un rojo muy sutil, abrió su boca tratando de dar una respuesta, pero la voz no le salía.
—¿Debo tomar eso como un sí? —Allan se acercó a él como buscando acceder a sus tiernos labios. David se limitó a cerrar sus ojos y asentir con la cabeza.
Sentía la respiración de Allan cada vez más cerca y de un momento a otro sus labios estaban sobre los suyos, su cuerpo estaba tan cerca que podía sentir el palpitar de su corazón haciendo juego con el suyo.
Una melodía de amor...
Después de aquel hermoso beso, Allan suspiró y se acostó mirando hacia el techo. David seguía observándolo, con un brillo en sus ojos y una pequeña pero coqueta sonrisa que dejaba ver los huequitos que se marcaban en sus mejillas.
—Gracias por venir hoy —dijo sin desviar sus ojos del techo—. Pensé que no volvería a verte y eso me hacía sentir muy triste.
Sus palabras dibujaron una sonrisa en su rostro, ambos cerraron sus ojos. Allan rodeo a David con sus brazos, le dio un beso en la coronilla y se quedaron así, juntos hasta quedar finalmente dormidos.
Cuando abrió sus ojos Allan estaba sobre él desabotonando su camisa, David pegó un brinco y se tapó avergonzado.
—¿Qué se supone que haces? —preguntó aterrado alejando las manos de Allan de su cuerpo.
—¿Ah? Hago lo que querías que hiciera ¿no? —respondió el castaño haciendo un puchero—. No me mires así sólo sigo lo que dice tu lista —agregó lamiendo su oído.
—Mi-mi-mi-mi ¿qué? —David era incapaz de hallar sentido a la situación—. Eres un sucio pervertido —añadió tratando de alejarlo de él.
—La lista que agarrabas fuertemente con tu mano, no la soltaste ni un segundo y cuando miré lo que decía pues...—Allan jaló las cobijas por encima de su cabeza, cubriéndolos a ambos y luego se acercó su oído—. ¿Lo estoy haciendo bien?
David tenía una extraña sensación en su cuerpo, su corazón latía muy rápido y sentía que le costaba un poco respirar. Pero en medio de todo, la cercanía de Allan era como un sueño, en ese momento sólo rodeó el cuello de Allan con sus brazos y lo acercó suavemente para besarlo. De repente sintió la vibración de su celular, reaccionó y notó que se estaba haciendo de noche.
—¿Ya te tienes que ir? —Allan se levantó y miró su reloj—. Vaya, creo que tendrás problemas en casa son las 6:15 hace quince minutos debías haber llegado.
Cuando David miró su celular abrió sus ojos con sorpresa y preocupación, tenía 10 llamadas perdidas de su madre. Debía estar furiosa y no precisamente porque su hijo no llegara a la hora estipulada, si iba a tardar lo mínimo que podía hacer era avisar y ni siquiera había contestado sus llamadas.
—¿Por qué he puesto el celular en silencio? —Se lamentó con la mirada clavada en el aparato—. Mi madre va a matarme ¡debo irme ya! —exclamó tomando sus cosas y dirigiéndose a la puerta junto con Allan.
—Si quieres puedo llevarte en mi bici —sugirió Allan, sentía afán porque David llegara a su casa pues no quería que tuviese problemas con sus padres por su culpa—. Quieras o no te llevaré, vamos rápido —agarró el brazo del chico y lo jaló.
Bajaron corriendo las escaleras hasta el garaje del edificio, en donde Allan guardaba su bicicleta. David debía ir de pie en la parte de atrás, se sentía un poco nervioso de que su pie pudiese enredarse con la rueda y hacerlos caer; cuando se subió se agarró fuertemente del castaño que manejaba con velocidad.
Su cabello huele rico, a shampoo de bebé...
El viento agitaba con fuerza su cabello y le hacía sentir que se lo llevaría volando. David se aferró cada vez con más fuerza al cuerpo de Allan cerrando sus ojos durante todo el camino. Cuando al fin se detuvo el chico bajó de la bicicleta, su compañero que estaba aún en el vehículo le regaló una sonrisa y agitó sus cabellos.
—Vamos corre, me avisas cuando llegues. Ya viene el bus —Allan besó sus labios tomándolo por sorpresa. La gente alrededor los miraba, pero eso no parecía importarle—. Ten cuidado —dijo finalmente.
Él es un sueño, definitivamente debe ser un sueño...
https://youtu.be/8YReW5Ex8eU
Mi fishy: Ha llegado el momento para reunirnos y estás delante de mí llorando con nerviosismo. Siwon: Sequé tus manos y sostuve fuertemente tu mano. Teukie: y pongo en ti, quien ha estado conmigo, la felicidad... <3
Recordando ando. Super junior hace parte de mi infancia y parte de mi adolescencia :') recordar sus adorables canciones me saca muchas sonrisas :3 Mi favorito y mi amor eterno siempre ha sido y será mi fishy <3 Donghae
¿Hay alguien aquí que escuche kpop de la vieja escuela?
Espero les haya gustado el capítulo. ¿Qué piensan de la historia? Espero leer sus opiniones, gracias por el apoyo <3
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