Capítulo 4
David se levantó muy temprano, la emoción no le había permitido dormir más. Eran las 4 de la mañana y por más que lo intentaba no podía pegar el ojo.
Creo que me gusta... lo mejor sería que no fuese a verlo. Con el tiempo todo esto sólo me hará daño, así es siempre.
Un sentimiento de vacío y tristeza invadía su pecho, y aunque realmente quería ver a Allan, algo dentro de él le decía que era mejor alejarse.
Hoy le diré que no podemos vernos más, es mejor hacerlo antes de que sea demasiado tarde.
David se enrolló en sus cobijas y tomó su celular.
Mejor le escribo que estoy enfermo y que no podré ir.
Cuando David abrió su whatsapp tenía un mensaje de Allan.
Allan: Estoy ansioso por verte, incluso creo que no voy a poder dormir más hoy ¿qué película te gustaría ver? Tengo una que creo que te va a gustar, ya tengo todo listo :D
¿Por qué tenía que enviarme un mensaje como ese? Ahora me será imposible cancelar, no soporto las ganas de verlo.
David: Yo también quiero verte, hoy será un lindo día :3 trata de dormir un poco, no es que te vayas a quedar dormido mientras vemos la película -_-
Allan no volvió a contestar y David fue cerrando sus ojos poco a poco hasta quedar al fin dormido. Cuando despertó eran las 7:30.
No puede ser dormí mucho, tengo que salir en media hora. Bien, cálmate, David, respira... 20 minutos para bañarme y alistarme, 5 para comer cualquier cosa y los otros 5 para correr a la parada.
Se levantó rápidamente como si su vida dependiera de ello, se quitó la ropa tirándola por todo su cuarto, tomó su toalla y se metió a la ducha. El agua estaba helada pero no podía perder tiempo ajustando la temperatura. Al salir estaba temblando y le dolía la cabeza, realmente odiaba el agua fría, entró al cuarto y se vistió con rapidez. Se miró por última vez en el espejo del baño y bajó las escaleras corriendo, al llegar a la cocina su madre estaba sirviendo el desayuno.
—¡Qué milagro que madrugues tanto! Deberías estar en media noche —dijo su madre en forma burlona pues David siempre dormía toda la mañana los fines de semana.
—Tengo que ir a hacer un trabajo mamá, no me molestes —replicó el chico haciendo un puchero, su rostro se tornaba cada vez más rojo.
—¿Te echaste rubor? O ¿por qué tus mejillas están coloradas? —la señora Sandra encontraba muy divertido hacer sonrojar a su pequeño niño.
—Qué lindo que tu propia madre te haga bullying —bufó, mientras su madre dejaba el plato en la mesa para pellizcar sus cachetes.
—Mi bebé es simplemente adorable, no te enfades, sabes que es con amor. Ah y come por favor antes de salir —Sandra le dio un beso en la frente y se dirigió hacia la puerta principal—. No olvides que te amo y que debes llegar temprano —dijo finalmente antes de cerrarla.
Eran las 8:15 y David ni siquiera había comenzado a comer.
No puede ser, ahora sí llegaré tarde ¿Por qué mamá tiene que tratarme como un bebé? ¿Cuándo entenderá que ya soy grande? Es decir, pronto seré oficialmente un adulto.
Rápidamente tomó su mochila, las llaves, unas cuantas tostadas que su madre le había dejado y salió corriendo. El viaje fue rápido ya que por fortuna era fin de semana y no había mucha gente transportándose a esa hora. Al bajarse no vio a nadie y para rematar comenzó a llover.
Lo que faltaba, no tengo un paraguas y lo que es peor ¿cómo pude olvidar mi chaqueta?
Su cuerpo temblaba como una rama golpeada por el viento y sentía como si sus dedos se estuvieran congelando y se fuesen a quebrar en cualquier momento. Cerró los ojos tratando de pensar en otra cosa y de pronto escuchó una dulce voz pronunciando su nombre.
—David ¿desde qué hora llegaste? No pensé que fueses tan cumplido —dijo sonrientemente el castaño—. Toma, póntelo —Allan tomó las manos de David, las frotó suavemente mientras las soplaba tratando de calentarlas un poco y le puso uno de sus guantes.
David no podía dejar de mirarlo.
—Vamos corre —dijo Allan agarrándolo de su mano desnuda.
Corrieron entre charcos y cuando llegaron estaban completamente empapados. Allan vivía en un edificio en un conjunto cerrado, su apartamento estaba en el último piso, el piso siete, y no había ascensor.
—¿Por qué no hay ascensor con tantos pisos? —preguntó David, parecía como si estuviera agonizando. No estaba acostumbrado a caminar, ni a correr. En resumen, no hacía ni el mínimo esfuerzo físico.
—Deja de llorar, pareces una princesa ¿quieres que te cargue, su alteza?—Se burló Allan, David lo miró como si quisiera desaparecerlo con sus ojos y él no pudo evitar soltar una carcajada.
—Llegamos. Pero... no puedes entrar si no dejas de mirarme como si quisieras matarme o algo así. Vamos regálame una sonrisa, sólo bromeaba —dijo mientras jugaba con las mejillas del sonrojado David tratando de formar una sonrisa en su rostro.
Estúpido Allan ¿por qué todos se divierten conmigo?
David no pudo evitar dejar salir una sonrisa, agachó su rostro enseguida pues estaba tan colorado que parecía como si su rostro fuese a reventarse. Allan abrió la puerta y lo primero que vio fue un pequeño gato negro.
—Hola gato, te presento a mi amigo David —el gatito se lanzó sobre Allan apenas lo vio, y comenzó a lamerlo—. ¿Me extrañaste? Pero si no llevo ni una hora afuera. Por cierto, no te pongas celoso aunque sea lindo, nadie es más adorable que mi querido gato... ¿Quieres acariciarlo? —preguntó poniendo la bolita negra en los brazos de su compañero.
—Es tan hermoso y suave, creo que me lo robaré —el gatito parecía estar a gusto con David y eso le hacía muy feliz pues realmente amaba los gatos.
—Toma sécate, te traeré ropa calentita.
David se sentó en la sala y cuando se estaba secando el gatito saltó a sus piernas y se enroscó con plena tranquilidad, no pudo evitar acariciarlo y el señor patitas de terciopelo no hacía más que ronronear.
—Pero ¡qué tenemos aquí! Los dejo solos un rato y al volver ¿ya me estás engañando? Ya no te quiero, Gato —David soltó una pequeña carcajada al ver los pucheros que hacía Allan—.Ten, ponte esto. Puedes colgar la ropa mojada en el pequeño cuarto que hay junto al baño.
—Gracias —musitó David, se sentía muy avergonzado de tener que usar la ropa de su amigo. Era incapaz de levantar su rostro pues no quería que Allan notará lo nervioso que lo ponía.
David se levantó y se dirigió al baño. Se puso un buzo que le quedaba exageradamente grande, es decir, si se ponía un cinturón que enmarcara la parte más pequeña de su cintura quedaría el vestido perfecto.
Me queda enorme ¿por qué tengo que ser tan pequeño?
Se miró al espejo, trató de arreglar un poco su cabello, cerró sus ojos y tomó un poco de aire.
¿Debería decirle que hoy es nuestro último encuentro?
David no dejaba de cuestionarse acerca de si debía o no seguir con su extraña relación, la emoción y a la vez el miedo invadían su pecho y sentía que ese revuelto de sentimientos lo estaban llevando al borde de la locura. Pero ¿qué sería del amor sin la locura?
De pronto la puerta se abrió —Así te ves lindo, no te arregles tanto para mí —dijo Allan asomando su cabeza.
David quedó paralizado y poco a poco su rostro se iba tornando rojo y caliente, parecía incluso que comenzaría a echar humo por sus orejas en cualquier momento.
—¡Eres un sucio pervertido! —chilló mientras se cubría la cara con su camisa mojada—. ¿Es una costumbre tuya entrar sin tocar? Pude haber estado desnudo.
—Tienes razón, debí haber entrado antes. La próxima vez no te daré tanto tiempo de cambiarte —respondió de forma burlona—. No te enojes, sólo comenzaba a preocuparme que tardaras tanto, y como vi que no le habías puesto seguro pues... es tu culpa.
¿Mi culpa? Este chico es un completo cínico pervertido.
—Está bien, lo siento. Vamos a ver la película o ¿te quedaras viéndome con desconfianza el resto del día? —Allan cruzó sus brazos y se recostó en el borde de la puerta.
David tomó su ropa mojada, miró a Allan con sus ojos entrecerrados, era una mirada realmente amenazadora, se dirigió al cuarto de al lado y la colgó. No dejaba de pensar en lo que debía decir y eso no le permitía disfrutar el día.
Volvió a la sala y se echó sobre el sofá, dejó escapar un suspiro y se recostó mientras que Allan se acurrucaba para buscar las películas.
—¿Te gusta el señor de los anillos? —preguntó en tanto escarbaba en un cajón.
—Me he leído los libros, pero me temo que no he visto las películas, aunque dicen que son buenas —respondió David clavando su mirada en el techo.
—¿No las has visto? Pero ¿por qué? —Allan se giró para verlo, al darse cuenta de ello David se sentó.
—No es como que vea muchas películas en casa —contestó sobando su nuca.
—¿Quieres ver la primera hoy? —tenía en sus manos las tres películas—. Si quieres te puedes llevar las otras y las ves luego en tu casa —dijo Allan sonriente.
Su sonrisa es hermosa, siempre que sonríe mi corazón se acelera... !Dios! debo verme como un idiota.
Allan sacó las películas del cajón y se dirigió a la cocina. Antes de ir por David había dejado la comida preparada, crispetas de sal con un poco de mantequilla, salchichas en forma de pulpo y unos cuantos platanitos dulces.
—Espero no esté tan frío —Allan estiró su brazo hacia David amablemente mientras sonreía con sus ojos.
Después de alcanzarle el plato, prendió el televisor, puso la película en la bandeja del dvd y la cerró. Luego tomó su plato y se sentó junto a él. David no pudo evitar agachar la cabeza enseguida, era realmente tímido y más cuando se sentía atraído por alguien.
Está muy cerca, de cerca es aún más lindo...
Allan lo miró de reojo, David trató de disimular, pero fue inútil.
—¿Vas a ver la película o me mirarás a mí? —dijo Allan acercando su rostro y mirándolo directamente a sus ojos, como si lo estuviese retando a algo.
Sus labios se ven tan suaves.
Allan se acercó aún más, David trataba de contener su respiración y evitaba establecer un contacto visual directo.
Esto no terminará bien. Debo alejarlo, pero no quiero hacerlo.
Su corazón latía tan fuerte que incluso sentía que él podía oírlo también. Allan acarició su rostro, levantó su mentón y miró fijamente sus labios mientras los rozaba suavemente con su dedo pulgar.
Esto no puede ser cierto, debe ser otro sueño.
David cerró los ojos y se pellizcó una pierna.
—¡Argh! —chilló de dolor. Allan sólo frunció el ceño y se alejó.
Dio un profundo respiro —¿Tanto te molesta que me acerque a ti? —dijo, tomando un puñado de palomitas.
David no entendía lo que estaba pasando.
—No, es sólo que...
—¿Qué? ¿No te gusto? —interrumpió el castaño cerrando sus ojos y cubriéndolos con una de sus manos.
—Pe-pero, es decir, tú y yo... somos hombres —murmuró David, no dejaba de frotar sus manos y era incapaz de mirarlo.
—¿Y? —interrumpió Allan, parecía decepcionado—. No te hagas el inocente, es obvio que si te invité es porque me interesas, y pensé que me correspondías. Pero... creo que me equivoqué, lo siento.
¿Le gusto? ¿Realmente esto no es un sueño?
David comenzaba a perder el control de sí mismo.
—Allan... —susurró armándose de valor y antes de que Allan terminara de darse la vuelta para verlo sus labios ya se habían juntado.
David abrió sus ojos con sorpresa, no podía creer lo que él mismo estaba haciendo.
Sus labios son realmente suaves.
En ese momento cerró sus ojos con fuerza y sus mejillas se tornaron de un color rojo muy tenue. Era su primer beso, así que sólo estuvo así sin moverse por unos segundos.
Cuando se separaron David se encorvó y puso sus manos tímidamente sobre sus piernas apretando sus puños; Allan lo abrazó fuertemente, su corazón latía tan rápido y tan fuerte que además de escucharlo Allan podía sentirlo. Después de un rato lo soltó y sonrió de nuevo con sus ojos.
*****
Se encontraban en el sofá, Allan estaba acostado sobre las piernas de David, el cual no dejaba de pensar que se hallaba en medio de un sueño.
—Frodo no me agrada, es decir, al final Sam hace todo el trabajo y él se queda con el crédito —opinó Allan con su boca llena de palomitas.
—¡No te han enseñado que hablar con la boca llena es un acto de mala educación! —reclamó David—. Y deja de contarme la película, eso es cruel. Cuando lo vea ya no sentiré la misma emoción.
—Igual ya leíste los libros así que no importa —respondió Allan tranquilamente—. ¡No! Ya casi matan a Boromir —agregó con un fuerte tono.
David tomó un cojín que había sobre el sofá y lo puso sobre el rostro de Allan.
—¿Van a matar a Boromir? ¡El que va a morir es otro! —masculló sin quitar el cojín de su cara.
Allan colocó sus manos alrededor de la cintura del enojado chico y en un abrir y cerrar de ojos se giró poniéndose sobre él.
—¿Me amenazabas a mí? Por dios, eres sólo un niño débil —dijo agarrando sus manos para que no pudiera defenderse.
David se quedó inmóvil y su rostro estaba al rojo vivo.
—Ya déjame, quiero seguir viendo la película —susurró sin aliento, le costaba respirar, respiraba tan agitado como si hubiese corrido una maratón.
—¿Cómo puedes producir tanta ternura? —preguntó Allan después de pellizcar un rato los cachetes del tímido chico—. Nunca había conocido alguien tan dulce como tú—añadió finalmente.
Allan se levantó, dejó que David se sentara y volvió a poner su cabeza sobre sus piernas. David no pudo evitar jugar con su cabello mientras terminaban de ver la película haciendo que el castaño se quedara dormido. Cuando la película terminó, David se levantó lentamente para no despertarlo y puso un cojín debajo de su cabeza.
Se ve tan tranquilo ¿qué estará soñando?
David lo contempló por unos cuantos minutos, dibujó el perfil de su rostro con la yema de sus dedos y acarició sus labios suavemente. Un sentimiento de tristeza irrumpía en su pecho.
Así que este fue nuestro último encuentro...
Caminó hacia el baño para cambiarse, su ropa no estaba del todo seca pero no podía quedarse más tiempo cerca de la persona que desataba el caos en su interior. Alegría, amor, temor, tristeza, angustia... una infinidad de sentimientos al mismo tiempo, en un mismo lugar.
Esta es la despedida. Tal vez hubiese sido mejor que sólo fuese un sueño porque, aunque no fuese real, podía ser feliz en la ficción.
—Hasta nunca —susurró. Después de besar su frente se levantó, fue hacia la entrada, tomó la perilla fuertemente, observó por última vez al chico que yacía en el sofá y golpeo su cabeza suavemente contra la puerta.
¿Es esto lo correcto?...
Cuando estaba a punto de salir escuchó un fuerte bostezo. Allan había despertado y no dejaba de mirarlo sin poder entender lo que ocurría.
—¿Hasta nunca? ¿Terminaras con todo antes de que siquiera comience? —preguntó Allan frotando suavemente sus ojos.
David no sabía qué decir, en lo único que pensaba era en dejar el lugar lo más pronto posible.
¿Cómo se puede ver tan guapo al despertar? Sus pensamientos sobre Allan sólo empeoraban todo, le hacían desear quedarse y olvidar sus miedos. Pero no podía hacerlo, no podía arriesgarse a ser roto de nuevo.
Allan soltó un suspiro al ver que su amigo no decía ni una sola palabra.
—¡Deja de mirarme entonces y vete ya! —gritó el castaño—. Debiste divertirte viendo cómo me hacía falsas ilusiones contigo ¿verdad?
David soltó la perilla y le miró con el rostro nublado por la tristeza y la preocupación. Sin poder decir algo dejó caer su cuerpo al piso, quedando de rodillas.
—Tengo miedo —sollozó con una voz cansada y llena de melancolía—. Tú no lo entiendes, las cosas siempre terminan mal —un brillo húmedo brotaba del rabillo de sus ojos, las lágrimas comenzaban a caer y era incapaz de controlarlas.
Allan se levantó y caminó hacia él. Le tendió la mano y al ver que David no respondió a su gesto se agachó. Las palabras aún resonaban en su cabeza y azotaban como un viento helado su corazón.
—Sé cómo se siente, también me han lastimado en el pasado y por eso sería incapaz de hacerte daño —dijo Allan tomándolo de las manos, el recuerdo de una frase que había escuchado llegó a sus pensamientos—. Dos personas heridas siempre se sabrán cuidar mutuamente pues no le desearán ese sufrimiento a nadie.
David no pudo evitar llorar descontroladamente al escuchar las palabras de Allan, quería lanzarse sobre él, abrazarlo y no soltarlo jamás.
No puedo hacerlo, simplemente no puedo...
El miedo parecía ser el vencedor, aunque su deseo por quedarse era enorme, el miedo siempre era mayor y huir era la opción más viable.
—Lo siento, yo... yo debo pensar —musitó, era incapaz de mirar a Allan, pues sabía que si lo hacía caería de nuevo y sería su perdición.
—Te daré tres días —enunció Allan—. Si en tres días no has aclarado tus sentimientos no volverás a saber de mí.
Esperará por mí...
David se levantó y salió del apartamento, Allan lo miró fijamente y sonrió.
—Te veo en tres días —dijo finalmente antes de cerrar la puerta.
¡Soy un completo estúpido!
David no dejaba de lamentarse por la actitud que había tenido, llevaba unos cuantos minutos frente al apartamento pensando si debía o no tocar el timbre para disculparse y arreglar las cosas.
¿Realmente puede existir algo entre nosotros?
Una infinidad de preguntas invadían su cabeza. Allan había confesado sus sentimientos hacia él, pero ¿por qué no podía sólo aceptarlos si sentía lo mismo? ¿Por qué le temía tanto al amor y a las personas?
"Las cosas siempre terminan mal" Recordó. El pasado siempre está presente, si tan sólo pudiera borrarlo...
Su llanto no cesaba y sentía como sus lágrimas comenzaban a quemar sus mejillas, tenía que calmarse así que tomó un profundo respiro y secó su rostro suavemente con la manga de su buzo. Tomó otro respiro, cerró sus ojos con fuerza y acercó su dedo índice lentamente al timbre; cuando estaba a punto de oprimirlo se detuvo.
¿Qué haces, David? Vete ya, a este paso terminaras cayendo en sus redes y no habrá marcha atrás.
En ese momento escuchó unos pasos acercándose del otro lado, nervioso se giró y bajó las escaleras corriendo sin parar. Al llegar al primer piso estaba exhausto, parecía como si él fuese el que tuviese asma y no su madre.
Es absurdo que no haya ascensor teniendo siete pisos.
En la recepción del edificio había una pequeña sala de estar, David se sentó en el sofá junto a una gran ventana para tratar de componerse y poder irse. El día era gris, no había parado de llover y esta vez no tenía con quien compartir un paraguas.
Mi mamá va a matarme... Un momento... ¿Cómo se supone que llegue a casa si ni siquiera sé llegar a la parada? No puede ser posible, por estar corriendo con Allan no puse cuidado al camino ¿debería devolverme y preguntarle? Pero... no quiero molestarlo y además tendría que subir ese montón de escaleras de nuevo, no creo que llegue vivo esta vez.
David sabía que lo más sabio era buscar la ayuda de Allan porque de lo contrario podía terminar en un lugar completamente desconocido y no tenía dinero para pedir un taxi o algo así. A pesar de su situación se levantó y cruzó la puerta principal; parecía congelado como una escultura de hielo, el frío y los nervios no le dejaban pensar con claridad así que, sin importarle la lluvia y su desconocimiento del lugar, lentamente dio sus primeros pasos con inseguridad y luego sólo comenzó a correr.
Al salir sintió como el viento azotaba su cuerpo, algunas gotas de lluvia caían fuertemente, incluso sentía como si alguien le estuviese disparando desde el cielo y cuando iba llegando a la esquina algo lo detuvo.
—¿Para dónde crees que vas? —preguntó mientras jalaba a David del brazo, Allan lo había estado observando por el visor de la puerta y cuando vio que al fin se había ido, esperó uno o dos minutos, tomó su paraguas y corrió tras él—. ¿Prefieres perderte y mojarte que pedir mí ayuda? —añadió con amargura.
—No necesito tu ayuda, unas gotas más unas gotas menos, de cualquier modo, ya estaba mojado y sé por dónde voy así que no tienes que preocuparte por mí —respondió en tanto cruzaba sus brazos como muestra de orgullo.
—¿Seguro? ¿entonces por qué vas en el sentido contrario? —sonrió mientras el pobre David agachaba su cabeza y frotaba sus manos tímidamente—. Déjame acompañarte a la parada, no diré nada en el camino si es lo que quieres, es más haz como si no estuviera si eso te hace sentir a gusto —agregó con voz fría.
David no fue capaz de alzar su mirada y sólo asintió con timidez. Allan lo acercó a él, tomándolo de la mano para que el paraguas los cubriera a los dos; la mano de David estaba congelada y podía sentir como temblaba así que se detuvo, sacó una bufanda y un par de guantes de su maleta y se los puso antes de que él pudiera decir una palabra.
—Creo que debí traer un saco también, a este paso terminaras sin poder levantarte de la cama —dijo con el rostro lleno de preocupación—. Sigamos, se está haciendo muy tarde y no quiero que tus padres te regañen —continuaron caminando rápidamente, el camino había sido muy incómodo, el silencio era el dueño del lugar y ninguno era capaz de romperlo.
—Hemos llegado, por suerte tu bus es el que viene en la esquina —dijo Allan con una sombra de tristeza en su voz—. Adiós, David, espero tengas un lindo regreso a casa, avísame cuando llegues para poder estar tranquilo.
—Gracias por lo de hoy —susurró sin poder mirarlo a los ojos, Allan había sido muy amable y él sólo lo había arruinado todo por sus dudas e inseguridades—. Despídete de Gato por mí, olvidé acariciarlo antes de salir —añadió tratando de hacer el ambiente más agradable.
Sin decir más David se dio la vuelta y caminó hacia el bus.
—Espera —dijo Allan tomándolo de la mano mientras escarbaba en su mochila—. Casi lo olvido, ten —sacó unas películas de su mochila y las puso entre las manos de David.
—El señor de los anillos —murmuró dejando escapar una sonrisa—. Gracias, te las devolveré pronto —David guardó las películas en su mochila y cuando alzó su rostro Allan ya se había ido.
Creo que ya es tarde, es decir, mis sentimientos no se desvanecerán como por arte magia, pero tengo miedo... Aunque exista la posibilidad de que las cosas funcionen y viva una historia de amor hermosa, también hay una gran probabilidad de que todo termine en mi contra. Y yo... no quiero perderlo como perdí a Victor.
https://youtu.be/bYcny-2x_48
"Besa mientras sus labios estén rojos, mientras él esté en silencio. Descansa mientras su pecho esté intacto, descubierto. Sostén su otra mano mientas ellas estén sin un objeto. Ahógate en sus ojos mientras estén ciegos. Ama mientras la noche esté escondida en el fulminante amanecer."
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