Capítulo 14
—Felicidades, hijo —dijo su padre acercándose a él y dándole un abrazo—. Estoy muy —se detuvo, sus ojos se llenaban de lágrimas—. Muy orgulloso, David —Lo abrazó—. Siento no haber estado contigo el tiempo que hubiese querido, yo...
—Papá —El chico respondió a su abrazo con sentimiento—. No tienes que disculparte, me alegra que estés aquí hoy.
—No es verdad hijo, sé que no he sido el mejor padre y que ya no tengo mucho tiempo para serlo —Se separó de su hijo para mirarlo a la cara—. Pronto te irás de casa...
—No eres un mal padre —dijo David con una leve sonrisa en sus labios—. Todo lo que has hecho ha sido por nosotros y te lo agradezco.
La señora Sandra no pudo evitar llorar al ver tan emotiva escena. Sin decir una palabra se acercó a los hombres de su vida y los abrazó.
—La familia se reúne de nuevo después de tantos años —susurró la mujer mirando a su hija quien enseguida se unió al abrazo familiar.
Después de separarse de su familia, David giró su mirada a donde se suponía estaba Nicolás, al no encontrarlo comenzó a recorrer el lugar con sus ojos.
—¿A quién buscas hijo? —preguntó su padre.
—Nicolás dijo que iría a buscar a su familia —dijo Sylvia señalando el lugar en el que se encontraban.
—Y-yo no buscaba a nadie —replicó David con el rostro rojo como un tomate—. S-sólo que él se fue y no se despidió, eso es todo.
—Pero lo estabas buscando —contestó Sylvia.
—Por supuesto que no —gruñó el castaño cruzándose de brazos—. ¿P-por qué tendría que buscarlo si hemos estado todo el rato juntos?
—No sé, dime tú ¿por qué lo buscabas? —la chica hacía lo posible por no reírse, le divertía mucho la forma en la que su hermano reaccionaba—. Mira cómo te has puesto de colorado.
—No sé de qué hablas —rodó los ojos.
—¿Luego no iría a comer con nosotros? —preguntó la señora Sandra—. Vamos a saludar a su familia David.
—N-no, espera mamá.
—Vamos —respondió la mujer jalando a su hijo del brazo.
Caminaron hacia donde se encontraba la familia de Nicolás, ellos estaban tomando algunas fotos, el pelinegro estaba de espaldas junto con su madre y su hermana mientras que su padre se encargaba de disparar.
—Buenas tardes —saludó la señora Sandra, los tres se giraron—. Felicidades, Nicolás —dijo acercándose para darle un abrazo—. Sigue así de juicioso —Le sonrió.
—G-gracias, señora Sandra —respondió el pelinegro—. Madre, padre, ella es la mamá de David, la señora Sandra.
—Mucho gusto, yo soy Emilia —respondió estirando su mano.
Después de que todos se presentaran y que terminaran de felicitar al par de recién graduados, Nicolás pidió permiso para ir con la familia de David un rato.
—Sólo si David promete ir después a nuestra casa —dijo la señora Emilia—. Puede quedarse esta noche, si no hay problema —dirigió su mirada a la madre de David.
*****
—Ya está la cena lista —gritó la señora Sandra.
La familia se encontraba en la sala viendo una película, no habían hecho una gran fiesta o reunión debido a que a David no le gustaban esas cosas. Él prefería pasar las fechas especiales en familia, con personas importantes que realmente hacían parte de su vida y no con gente que sólo iría a comer o por cortesía.
—¿Tenemos que pausar la película? —preguntó el padre—. No nos harás comer en el comedor o ¿sí?
—Por supuesto que sí —respondió la madre parándose frente al televisor con las manos en su cintura—. Las cenas especiales son en la mesa.
Todos se miraron y soltaron una carcajada.
—Vamos, la película puede esperar —dijo Sylvia levantándose del sofá.
—No me quiero levantar —Se quejó David.
—No seas perezoso —Nicolás, quien ya se encontraba de pie, tendió su mano hacia él para ayudarlo—. Vamos —sonrió.
Se dirigieron a la mesa y tomaron asiento, sus estómagos rugieron al sentir el olor de la comida recién preparada. La señora Sandra comenzó a servir y los ojos de David se iluminaron al ver lo que comería esa noche.
—Lasaña —dijo David, se le hacía agua la boca—. Hace años no hacías lasaña mamá.
—Lo sé, fue desde la última vez que la familia estuvo reunida —respondió a tiempo que ponía los platos en la mesa—. Hoy es un día realmente especial así que no podía decepcionarlos con la comida.
—Se ve realmente deliciosa —dijo Nicolás tomando los cubiertos.
—Es la especialidad de mamá —confesó Sylvia—. No he probado mejor lasaña, ni siquiera en la ciudad.
La cena transcurría con tranquilidad entre charla y charla, hablaban de todo, contaban historias, algunas hacían avergonzar a David pues eran sobre su infancia.
De repente el timbre sonó.
—Ve a ver quién es David, debe ser para ti —le pidió su madre.
—¡Voy! —respondió el castaño a tiempo que se levantaba, ya había terminado de comer.
El único que faltaba por terminar era el papá, quien se caracterizaba por comer muy, muy despacio. David se asomó por la ventana pero la persona del otro lado estaba muy pegada a la puerta por lo que no podía verla. El chico la abrió lentamente, su sonrisa se desvaneció y su corazón casi se detuvo al ver a la persona que se encontraba frente a él.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con la voz temblorosa.
—Quería verte.
—Pues yo a ti no —sintió cómo su corazón se arrugaba—. Vete —trató de cerrar la puerta.
—No lo haré —la persona del otro lado la detuvo—. Hablemos David.
Victor se preocupó al girarse y ver a David tan nervioso, su familia no lo había notado pero él lo conocía perfectamente, iba a pararse para ver qué ocurría, pero Nicolás se le adelantó.
—Iré a acompañar a David. Probablemente sea alguien del colegio.
Rápidamente caminó hacia su amigo, quien estaba pálido y parecía como si se fuese a desmayar en cualquier momento.
—Vete —las lágrimas comenzaban a asomarse por el rabillo de sus ojos.
—¿Qué está pasando, David? —preguntó el pelinegro, al acercarse vio a un chico del otro lado de la puerta—. ¿Pasa algo? —clavó su mirada en el desconocido—. ¿Quién eres?
—N-no es nadie —respondió David secando sus lágrimas y tratando de calmarse.
—¿No soy nadie? —preguntó el otro furioso—. Hace poco decías amarme, ¿lo olvidaste?
Las palabras habían sido como una puñalada en el corazón de David, estaba en shock, sólo quería desaparecer y estar lejos de la persona que le había hecho tanto daño.
—¿Ya encontraste a otro? —inquirió con una risita—. Qué fácil eres David, pero bueno, no importa —dirigió su mirada hacia Nicolás—. Yo fui el primero, yo lo tuve primero, fue mío prime...
—Basta —el pelinegro lo interrumpió con un puñetazo. Allan fue a dar en el piso—. ¿Quién te crees que eres? ¿Cómo te atreves a venir después de todo el daño que hiciste? —preguntó incrédulo—. ¿No fue ya suficiente? ¿Qué es lo que quieres?
—A usted ¿qué le importa? —se sobó el labio—. Esto es entre David y yo.
—Lo que tenga que ver con David me importa —dijo Nicolás con la voz fría y afilada como el acero—. Él ya no quiere saber nada de ti, no te ha olvidado, pero estoy seguro que su mayor deseo es borrar a un ser tan repugnante de sus recuerdos.
—El primer amor no se olvida —respondió Allan poniéndose en pie—. Aunque esté con usted siempre estará pensando en mí ¿verdad? —clavó su mirada en David.
David mantenía su mirada fija en el piso y era incapaz de responder a las palabras de Allan, parecía incluso no estar escuchando, era como si su mente hubiese dejado el lugar.
—¿No vas a decir nada? —preguntó sin desviar su mirada del castaño—. Deja de engañarte David. Tú y yo sabemos que me extrañas, extrañas mis besos, mis caricias, mis palabras... esta es tu última oportunidad.
Nicolás lo miró con preocupación.
—David —susurró al ver que el castaño parecía querer ceder—. Vamos adentro —le pidió con una voz triste.
—Está bien —dijo David levantando la mirada—. Vamos a hablar —agregó sin poder mirar a Nicolás.
El pelinegro lo miró con tristeza y sin decir una palabra entró de nuevo a la casa. David salió y dejó la puerta entrecerrada.
—¿Qué es lo que quieres? —inquirió David con seriedad.
—A ver, sé que lo que hice estuvo mal y no tiene justificación valida —tomó un profundo respiro—. Por eso quería primero que todo disculparme, aunque también sé que una disculpa no cambiará ni reparará nada.
—No es necesario que te disculpes —respondió cortante—. Ya no importa, tú mismo lo has dicho, no sirve de nada. Hubieses hecho más al no venir a verme.
—Puede que tengas razón, aunque no es lo único por lo que he venido —confesó Allan sobando su propia frente—. He pensado mucho en ti todo este tiempo y siento que voy a enloquecer.
—Ese no es problema mío, te pido por favor que te vayas y no vuelvas a buscarme.
—David, sé que tal vez ya no me creas, soy un mentiroso, un egoísta, una mala persona, un ser repugnante, un maldito que juega con los demás —se detuvo para pensar—. No te pido que me creas, pero me siento muy mal.
Cada palabra le hacía sentir como si alguien moviera de lado a lado el puñal que él había clavado en su pecho. Le dolía, es que ¿cómo podía ser tan cruel como para aparecerse y decirle todas esas cosas después de todo lo que había hecho? ¿Cómo podía tener el descaro de decir esas palabras después de que lo había enamorado como parte de un simple juego? Con el amor no se juega, con las personas no se juega, ¿quién se creía para ir por ahí haciendo con las personas lo que se le venía en gana?
—¿Sientes culpa? —Allan no era capaz de mirarlo a los ojos—. No me importa lo que pienses, sientas o quieras —susurró David con la mirada pérdida—. Puedes divertirte con muchas otras personas, para ti es fácil mentir, eres un buen actor ¿no? —dejó escapar una sonrisa pesarosa—. Ve a sentirte mal a otro lado.
—Espera —el rostro de Allan reflejaba que no había dormido en días—. ¿Me odias? —preguntó mirando a David directamente a los ojos—. Mírame a los ojos y dime si me odias —insistió. David agachó su rostro—. ¿Me odias? —Lo sacudió tomándolo de los hombros.
—N-no, no te odio —sollozó—. Pero no quiero volver a verte —las lágrimas se apoderaron de sus ojos—. No te odio, pero dueles. Mi corazón se hace pedazos cada vez que recuerdo tu nombre —las lágrimas dejaban un camino rosado al recorrerle las mejillas—. Tal vez hayas sido mi primer amor, tal vez nunca llegue a amar a alguien más como te amé y probablemente nadie te vuelva a amar a ti como yo lo hice —agregó con la voz cargada de melancolía—. Así que tú eres el que más perdió, a mí me amarán mucho más de lo que tú lo hiciste —suspiró—. Porque tú ni siquiera me amaste.
Allan lo interrumpió con un beso. Nicolás los miraba desde el otro lado de la ventana, no podía escucharlos pero había visto lo necesario, enseguida se alejó, el dolor le recorría cada célula de su cuerpo. ¿Cómo puede permitirlo? ¿Cómo puede no alejarlo si se supone que ya no lo quiere en su vida? Él no hizo nada, ni se movió, juraría incluso que su corazón se aceleró de nuevo. Pensó Nicolás apretando sus puños con fuerza. A pesar de que todo este tiempo había sido consciente de que él quería a alguien, de que no sería tan fácil hacer que sólo me viera a mí, creí que él quería dejarlo ir, creí que estaba preparado para olvidar sus sentimientos por esa persona.
—¿Está todo bien? —inquirió Victor desde el comedor.
Nicolás volvió a la sala.
—Creo que aún tardará —dijo a tiempo que se sentaba de nuevo.
—¿Con quién está hablando? —preguntó Victor todavía preocupado—. Se ha demorado un buen rato ¿por qué no le invita a pasar?
—No lo sé, no era del colegio —respondió el pelinegro con tristeza—. Pero parece ser alguien muy importante.
—Yo pensé que era su amiga Helena —dijo la señora Sandra con el ceño fruncido—. Hace mucho que no la veo por aquí, ¿se habrán peleado?
El pelinegro negó con la cabeza, tenía su mirada clavada en la mesa.
—Iré a ver quién es —la mujer se levantó.
—No, parece que hablan de algo importante, lo mejor es dejar que arreglen sus cosas—sugirió Nicolás tratando de sonreír.
¿Qué es esto? Mi corazón late con fuerza, pero al mismo tiempo duele... Siento como si cada latido fuese una espada haciendo pequeños cortes en él, llenado mi corazón de heridas que no sangran pero arden... Tengo miedo, mis sentimientos me asustan, no quiero ceder, no quiero caer de nuevo ante él. No quiero que vea que aún le amo, que mi corazón aún late con su cercanía, que sus besos aún erizan mi piel, que su voz sigue siendo como el canto de un ángel para mis oídos... No quiero que vea lo idiota que soy, no quiero que vea que este idiota sigue sintiendo amor por la persona que jugó con él, no quiero... y no puedo darle el poder de destruirme de nuevo. Aunque lo extrañe, aunque una parte de mí me diga que no está mintiendo, no puedo arriesgarme a perderme de nuevo en sus ojos, no puedo dejar que mis sentimientos me arrastren otra vez porque sé que al final caeré a un abismo sin fondo.
Allan separó sus labios para encontrarse con la imagen de un chico asustado, David tenía los ojos completamente abiertos y llenos de lágrimas, su mirada estaba perdida y su cuerpo temblaba levemente. Allan suspiró y trató de secar sus lágrimas con su dedo pulgar.
—L-lo siento David, no pensé que te pondrías así —susurró paseando su dedo por las mejillas del pequeño—. David.
David movió su cabeza con brusquedad y con una de sus manos alejó a Allan.
—P-por favor vete —sollozó con la voz cansada y llena de melancolía—. ¿P-por qué haces esto? ¿Qué error sigo pagando? No lo entiendo. ¿Qué maldito error estoy pagando?
—David —Allan lo tomó de los hombros—. Yo...
—Debo volver —dijo David tratando de tranquilizarse—. Espero tu amistad con Helena no se haya dañado, también que las cosas con tu madre y en el estudio estén bien, cuida a gato —soltó una sonrisa al verse invadido por los buenos recuerdos—. Hasta nunca.
—Espera —Allan lo detuvo, agarrándolo del brazo—. Sólo una cosa más, una pregunta más y me iré y no volverás a saber de mí.
—¿Qué? —inquirió con la mirada clavada en el piso.
—¿Aún sientes algo por mí? —Allan levantó el rostro de David para que lo mirara—. Mírame y dime si ese beso significó algo para ti.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar, David era incapaz de mirarlo a los ojos y entonces se armó de valor y fijando su mirada en los ojos de Allan le respondió.
—Sí, significó algo —dijo con una mirada penetrante como si con ella quisiera llegar hasta el interior de Allan—. Ese beso representa el fin, lo que había entre tú y yo murió hace rato y aunque los sentimientos seguían vivos en mi interior, con ese beso he decidido dejarlos ir. Lo que siento por ti se desvanecerá poco a poco a partir de hoy y llegará el punto en el que no serás más que una mancha que quisiera borrar.
—¿Una mancha?
David y Allan se habían tardado demasiado. Nicolás estaba muy preocupado, cuando la señora Sandra se dio cuenta de su preocupación, le pidió que fuese a llamarlo. Nicolás se levantó y caminó hacia la puerta otra vez, el miedo invadía cada partícula de su cuerpo. Y si al abrir la puerta me encuentro con otra escena cursi, si me encuentro con David diciéndole que aún lo ama o algo así, pensó tragando saliva con dificultad.
—No... David no es tan idiota —se dijo en voz baja cuando se encontraba ya frente a la puerta.
Abrió un poco la puerta y pudo escuchar lo que hablaban.
—No sé quién te crees que eres. ¿Te crees tan importante como para pensar que no podré olvidarte? Ya hay alguien que me gusta, sabes —dijo David dejando escapar una sonrisa de sus labios—. Tal vez el sentimiento no sea el mismo, pero sé que con el tiempo se hará más y más fuerte.
—¿Un clavo saca otro clavo? —bufó Allan—. ¿No es eso egoísta? Si no has eliminado lo que sientes por mí por completo no deberías estar con alguien más.
—¿Hablas de egoísmo? —lanzó una mirada desafiante—. No te preocupes, yo no soy como tú, no pienso lastimar a nadie.
—Estás lastimando a tu amigo ¿no viste cómo se fue? —soltó una risita—. Estaba a punto de llorar. Claro, el tipo pensó que irías con él, pero te quedaste conmigo. De seguro ahora piensa que tú sólo lo estabas usando y eso es lo que haces ¿no?
—No, yo no soy esa clase de persona —respondió asqueado—. Deja de creer que lo sabes todo. Y si esta era tu forma de disculparte, de verdad tienes un problema. Eres una mala persona. No tengo nada más que decir sobre ti.
—Bien, entonces adiós. Vete a consolar a tu amiguito, ve a ver qué te inventas para hacerle creer que no es solo una pieza en tu juego —miró hacia la puerta.
—No es necesario que lo diga —interrumpió Nicolás—. Y no es necesario que escuchemos una palabra más, David —dirigió su mirada hacia su amigo—. Volvamos, tenemos mucho que hacer —agregó a tiempo que agarraba el brazo del chico y lo arrastraba adentro de la casa.
Estando adentro, cerró la puerta en la cara de Allan, sin darle la oportunidad de decir algo más. David estaba en shock, se sentía avergonzado al ver que aquella persona tenía razón, él había preferido a Allan sobre Nicolás y eso lo había lastimado. Había sido tan egoísta que no lo había notado en ese momento, luego recordó la triste expresión que el pelinegro tenía antes de dejarlo a solas con él y se sintió culpable.
—Nicolás yo...
—No digas nada —murmuró cortante—. Más bien ve por tus cosas que ya va ser hora de irnos, mamá insistió para que estuviéramos antes de las diez en mi casa.
Al ver su expresión de tristeza Nicolás deseó correr y abrazarlo, besar su frente y decirle que todo estaría bien, pero estaba herido, no podía perdonarlo tan fácil, probablemente no disfrutaría más de aquella noche y de su compañía.
—¿Están listos? —preguntó la señora Sandra.
David bajaba por las escaleras y mantenía su mirada fija en el piso. Tenía su rostro agachado, se notaba que no quería que su madre viera que había llorado, ella se acercó con la intención de levantar su rostro, así que Nicolás corrió y lo jaló del brazo.
—David, quiero mostrarte algo —dijo, la madre los miró extrañada—. Los esperamos afuera —agregó Nicolás un poco avergonzado—. ¿Estás bien? —inquirió pasando su mano con suavidad debajo de sus ojos—. Quisiera estar molesto contigo pero no puedo.
David dejó escapar un dulce sonrisa y el pito del auto los asustó. Subieron al vehículo, se sentían cansados. Había sido un día muy agotador y todavía no terminaba.
Cuando llegaron a casa de Nicolás, las luces estaban apagadas, lo cual era muy extraño, se supone que los estarían esperando. Se bajaron del auto y la madre de David se despidió y dejó el lugar enseguida.
—Parece que no hay nadie —murmuró David tratando de ver por la ventana.
—Tal vez salieron a comprar algo —dijo a tiempo que sacaba sus llaves—. Podemos ver una peli mientras —agregó abriendo la puerta.
Cuando entraron las luces se prendieron y una lluvia de confeti cayó sobre ellos. Cerraron los ojos para evitar que el confeti los lastimara y al abrirlos se encontraron con familia y algunos amigos reunidos.
—Felicidades —gritaron todos al unísono.
La reunión comenzó con una de las tías diciendo la programación como era de costumbre en sus reuniones. Ella era profesora y hacía que cada reunión pareciera una especie de izada de bandera. Comenzaba con un pequeño discurso de introducción, luego pasaba a las palabras de las personas más importantes del día, para después comenzar con los juegos y al final de un cierto número de actividades terminaban todos bebiendo y hablando de política.
Era un revuelto de todo.
—Nicolás —Una voz femenina se hizo presente, cuando el pelinegro se giró, se encontró con Sara.
—S-Sara, hola —no podía creer que ella se encontrar allí—. Te ves muy guapo —dijo en un tono coqueto.
—Sí —Nicolás recordó que había utilizado a Sara para ocultar que se sentía interesado por David. Había sido una fortuna que la chica resultara con novio—. Estoy algo cansado, creo que iré a dormir.
—Espera —tomó su mano—. Quería disculparme por lo del otro día, sé que yo te gustaba y pues tú me parecías muy lindo y por eso acepté. Si te lastimé, perdóname, yo iba a terminar con él en serio y lo hice.
—¿Que hiciste qué? —ahora sí que se sentía culpable—. ¿Por qué hiciste eso? No me lastimaste ni nada, solo me pareces linda. Eso es todo, no tenías que terminar con tu novio.
—Pero dijiste que yo te gustaba.
—P-pero —la culpa se hacía cada vez más grande—. Todo fue un mal entendido, como te digo, me parecías linda, quería ir al baile contigo, pero ni te conozco en realidad.
—¿Es en serio?
—T-tengo que irme.
Ella se quedó petrificada ante mis palabras, sin mirar atrás seguí caminando hacia David.
—¿Estás cansado? —le pregunté, él seguía mirando al piso.
—¿Eh? —levantó su rostro y al verme sus mejillas se tornaron de un color rojo muy sutil—. Un poco.
—¿Quieres ir a dormir?
El chico asintió con su cabeza.
https://youtu.be/YglZ5BzPbYs
"Ha pasado más de un año y vos no estás, ¿Por qué habría de creerte? Hubiera dado la vida y mucho más por sólo volver a verte. No podría darme el lujo de ceder ante tu llanto, no pienso abrir las heridas de haberte querido tanto."
No te va gustar - Chau
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top