Capítulo 12
—David, David ¡despierta! —dijo la señora Sandra sacudiéndolo para arrancarlo de sus sueños—. Despierta, hijo. Tu hermana está ansiosa por verte.
El castaño abrió sus ojos lentamente y se sentó, bostezó mientras frotaba sus ojos para quitarse el sueño y estiró los brazos para alejar la pereza.
—Lo haré mañana —susurró dejando caer su cuerpo de nuevo en la cama.
—No, no, no y no —gruñó ella arrancando bruscamente las cobijas del cuerpo de su hijo, el frío le recorrió hasta la última célula de su cuerpo—. Levántate que vamos a cenar juntos —lo tomó del brazo y lo jaló.
—¡Mamá! ¡déjame! —chilló.
Su intento de pataleta fue inútil y en menos de nada se encontraba en el primer piso de la casa, preparándose psicológicamente para ver a su hermana después de aproximadamente cuatro años. Cerró sus ojos y respiró hondo dirigiendo sus pasos al comedor, allí se encontraban ya sentados Sylvia y Victor, al verlos esbozó una sonrisa forzada y se sentó.
—¿No vas a venir a darme un abrazo, hermanito? —preguntó ella con una extraña pero dulce sonrisa en sus labios. Había algo diferente en ella, ya no parecía una bruja a sus ojos, era la Sylvia de muchos años atrás, la Sylvia que tanto había querido en el pasado.
David se levantó dudoso y se acercó a ella, luego la rodeó con sus brazos en un corto abrazo y volvió a su asiento.
—Me alegra que estén esperando un bebé —le dijo a la pareja tratando de ocultar la tristeza que le invadía.
—David —la chica cogió una de las manos de su hermano y la puso en medio de las suyas—. Sé que fui mala contigo en el pasado, pero —tomó un profundo respiro— era sólo una inmadura y quiero disculparme por todo lo que te hice pasar.
David estaba estupefacto ¿Sylvia disculpándose? ¿Qué clase de truco es ese? pensó. Su madre los miró confundida, ella nunca se había enterado de la difícil relación que llevaba el par de hermanos y mucho menos de cómo habían terminado las cosas entre esos tres.
—Bien ¿de qué me perdí? —preguntó la madre con los ojos llenos de preocupación.
Se hizo el silencio, estaban los cuatro en medio de una cena incomoda, incapaces de articular palabras y concentrados cada uno en sus respectivos platos. La única que trataba de establecer contacto visual era la señora Sandra que esperaba algún tipo de explicación.
—No podemos vivir en el pasado —dijo Sylvia acariciando su barriga—. Esas cosas no importan ahora, no te preocupes má, ya hablaremos él y yo de eso.
David se levantó y sin dar un solo bocado a su comida dejó la mesa.
—¡David! —exclamó Victor haciendo que el chico se detuviera por un momento.
El muchacho posó su mirada sobre él y soltó una sonrisa pesarosa, luego miró a su hermana antes de agachar la cabeza.
—Lo siento, pero —mantenía su mirada fija en el piso y las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos—. Yo no puedo perdonarte —añadió haciendo su mayor esfuerzo para mostrarse frío a pesar de que en su interior su corazón lloraba—. No ahora. No a ti —dirigió su mirada a Victor—. Ni a él —dijo finalmente para luego dejar el salón.
La señora Sandra estaba inmóvil, gélida como el hielo ¿Qué había pasado con sus hijos en su ausencia? Ahora comenzaba a entender la razón por la cual su hijo nunca la había acompañado a visitar a Sylvia, a pesar de que según lo que ella recordaba ese par de hermanos era inseparable. ¿Podría ser que David no la perdonaba por haberse ido de un momento a otro? Y además llevándose consigo a uno de sus amigos más cercanos... todo comenzaba a tener sentido para ella, aunque sus conclusiones no fueran del todo acertadas.
—¿Puedo saber qué es lo que está pasando? —inquirió la mujer con el ceño fruncido.
—Mamá, por favor, no te metas en esto —masculló Sylvia poniéndose de pie—. Creo que debo ir a hablar con él —dejó la mesa y caminó hacia las escaleras.
—Espera —Victor la detuvo agarrándola del brazo—. Es mejor que yo lo haga, tú ve a descansar ¿sí? —posó sus labios en la frente de su esposa y luego besó su barriga.
—Sólo quiero arreglar las cosas —sollozó ella—. Sé que soy una mala persona, pero estoy intentando cambiar.
—No digas eso —el hombre la abrazó—. Todos cometemos errores. Lo importante es reconocerlos y esforzarse por enmendarlos, o por lo menos ser mejores personas día a día —se alejó un poco para poder ver su rostro y secar sus lágrimas—. David es un chico muy sensible, estoy seguro que hace un momento habló sin pensar, cegado por la rabia, pero cuando se calme todo estará bien.
Sylvia asintió y Victor siguió su rumbo al cuarto del castaño. Este estaba cerrado así que dio unos cuantos golpes a la puerta hasta que la cabeza de David se asomó.
—¿Podemos hablar? —preguntó. David abrió la puerta y en silencio se sentó sobre la cama—. Qué bonita foto —dijo para romper el hielo levantando un portarretratos que se hallaba en el escritorio y que por alguna razón estaba boca abajo—. ¿Quién es ella? ¿Es tu novia? Es muy bonita —sonrió volteando su mirada hacia el chico que se encontraba sentado con una triste expresión en su rostro.
—N-no. Ella era mi mejor amiga —le confió en susurros, se captaba la tristeza en su voz—. Ponla bocabajo, no quiero verla —agregó agachando su cabeza.
—Lo siento, no pensé que... —Victor puso la fotografía bocabajo de nuevo.
—Ve directo al grano —interrumpió mirando fijamente a Victor.
—David... ¿todavía te gusto? —inquirió, el chico apartó su vista con timidez—. ¿Aún sientes algo por mí? —tragó saliva con dificultad.
—¿Por qué? ¿Para irte de nuevo si es así? —replicó David antes de quedarse en silencio un instante—. No. No me gustas, no siento nada por ti, pero no estaba confundido en ese entonces como me dijiste —apretó la mandíbula—. S-soy gay y no me avergüenzo de ello. No me importa lo que ustedes digan. No, no me importa nada ya.
Victor no dudó en acercarse para darle un fuerte abrazo. No sabía lo que pasaba por la mente de su viejo amigo, pero estaba seguro de que lo necesitaba y que tal vez lo había necesitado desde hace mucho, cuando él se había limitado a darle la espalda. David respondió al abrazo, las lágrimas le dejaban un camino rosado en las mejillas.
—Lo siento, David, lo siento tanto —musitó—. Yo debía estar aquí para apoyarte. Dime ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás tan triste?
David no dijo nada, simplemente trató de calmar inútilmente su llanto.
—Realmente lo siento, fui un idiota —dijo Victor mirando hacia la ventana, se mantuvo así por un tiempo como si a través de ella pudiera viajar al pasado y ver todo lo que había ocurrido.
*****
Anos atrás...
—David sigue durmiendo, no sé cómo puede dormir tanto los fines de semana —dijo la señora Sandra en tanto servía un poco de té—. Pero dígannos ¿Cuál es la gran noticia que tienen para nosotros?
—No me digan que van a tener un hijo porque... —replicó su esposo. El padre de Sylvia era un señor muy conservador, era imposible imaginar lo que haría si su hija quedaba embarazada antes del matrimonio.
—E-embarazada —tartamudeó—. ¿C-cómo se les ocurre? No-nosotros s-sólo —el padre ponía a Victor realmente nervioso, en ese momento estaba temblando e incluso unas cuantas gotas de sudor brillaban en su frente.
—Me gustaría esperar a que mi hermanito estuviese aquí —interrumpió Sylvia con una dulce sonrisa en sus labios.
Para Victor resultaba difícil entender por qué Sylvia le daba tanta importancia a su hermano si de cierto modo siempre lo quería fuera de su vista.
—Mujeres —pensó—, a veces es imposible entenderlas.
Victor estaba tan feliz de estar junto a ella, el sólo verla iluminaba sus más oscuros días, era tan hermosa y alegre, su sonrisa se había convertido en la razón de su existencia. La miró sin poder creer que todo eso fuese real, se encontraban frente a los padres de Sylvia para anunciar su boda. Aún le resultaba difícil creer que hace unos días ella hubiese llegado a su casa a decirle que se casaran y en parte sentía que había fallado como hombre al no habérselo propuesto él.
—Iré a levantarlo —la señora Sandra se puso de pie y cuando estaba a punto de llamar a su hijo, el chico ya se encontraba frente a todos, mirándonos entre dormido.
—Al fin despiertas, muchacho ¿Qué te he dicho de acostarte tarde por estar pegado a ese computador? —gruñó su padre. El chico se veía desubicado y parecía como si fuese a desplomarse en cualquier momento.
—¿Qué ocurre? —preguntó frotando sus ojos y dando unas cuantas palmadas en sus mejillas para espantar el sueño—. ¿Pasa algo? —Se sentó junto a su madre.
—Te estábamos esperando —Sylvia tomó la palabra—. Victor y yo tenemos un anuncio —clavó sus enormes ojos en el castaño—. Nosotros nos casaremos el mes que viene y nos iremos de la ciudad —terminó esbozando una sonrisa.
Sus padres se miraron y se abrazaron, después se levantaron para felicitarlos, pero David ni se movió. Se limitó a mirarlos con una extraña expresión en su rostro, una expresión que jamás habían visto en él. Enseguida se levantó y se fue para su cuarto. En ese momento Victor pensó que debía dejarlo solo, que era muy probable que le afectara el hecho de que se iría y que no se verían todos los días como estaban acostumbrados.
—Ya se le pasará —dijo Victor—. Sylvia y yo podemos venir cada fin de semana o ustedes pueden ir a visitarnos cuando quieran.
—Déjalo, amor. Es solo una de sus pataletas —murmuró Sylvia rodeando su cuello con sus brazos para darle un beso.
—S-sí, ya se le pasará —respondió mirando hacia las escaleras.
Después de unas horas Victor decidió subir a hablar con David. Estaba preocupado, llevaba horas en su cuarto sin salir, ni siquiera había almorzado con ellos. Cuando entró a su cuarto él estaba sentado en su cama, abrazando sus rodillas contra su pecho, y ocultando su rostro bajo sus brazos.
—No estés triste —dijo a tiempo que se sentaba a su lado—. Podemos vernos cada semana, no es como que no nos volvamos a ver en años.
—T-tú no lo entiendes —respondió David aún oculto en sí mismo.
—¿Qué es lo que ocurre? —le preguntó poniendo su mano sobre su hombro.
—¿Por qué se van? ¿Por qué no pueden seguir viviendo aquí? —inquirió en medio del llanto—. ¿Fue idea de Sylvia?
—No es así, David. Entiende que a veces es necesario cambiar de aires, Sylvia y yo coincidimos en que estamos aburridos de vivir en un pueblo tan pequeño, a ella le gustan las grandes ciudades.
El chico levantó su cabeza y lo miró soltando una risa que, muy lejos de ser amable, demostraba lo molesto que se encontraba.
—Ella quiere alejarte de mí —soltó con su rostro nublado por la ira.
—¿Eh? No digas estupideces. Ya te dije que vendré a visitarte cada semana ¿no estás contento con eso? —comenzaba a enojarle que David siempre quisiera ponerlo en contra de su hermana.
—¿Lo prometes? ¿Vendrás cada semana?
—Es una promesa —dijo Victor alzando su dedo meñique, esperando a que David lo enlazara con el suyo para hacer aquella promesa oficial.
David le dedicó una sonrisa y después de unir su dedo con el suyo, pasó suavemente su mano entre los dos para separarlos.
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"Estaba esperando a alguien para dar vuelta a mi mundo. Viniste en el verano y el tiempo se estaba acabando."
(Flora Cash - For somebody)
Hola a todos. Sé que ha pasado mucho tiempo y por ellos me disculpo. Ayer entré a Wattpad y encontré unos mensajes tan lindos por parte de ustedes que me hicieron sentir que debía volver a escribir. Les agradezco mucho a quienes siguen pendientes de mis historias. Volveré a escribir y espero publicar capítulos más seguido. <3 Gracias a todos, ustedes son quienes me dan ánimo y fuerza para seguir escribiendo.
Gracias, gracias y mil gracias por leerme.
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