Parpadeo rápidamente tratando de acostumbrar su vista a la luz que había en la habitación, por un momento llegó a creer que había muerto y ahora estaba en el otro mundo... junto a Yusaku...

Pero el dolor que sentía en casi todo su cuerpo le devolvió a la realidad, estaba vivo. Desgraciadamente seguía vivo y respirando.

Quería llorar, pero no lograría nada con eso, además dudaba que le quedara alguna lágrima por derramar; ya había llorado demasiado cuando perdió a Yusaku.

— ¿Por qué sufres? —Se sobresaltó aterrado ante aquella voz, se quejo del dolor por lo mismo mientras sentía que alguien acariciaba su brazo con extremo cariño— Aún estás vivo, ¿por qué sufres entonces?

Giro con esfuerzo su cabeza en dirección a esa misma voz, era esa chica; la misma chica con capullos de flor en los ojos, cuello, brazos y piernas que le regaló un ramo de violetas a los pocos de que llegó a ese lugar...

— ... ¿Q... Qué...?

— Si preguntas dónde estás, estás en el hospital; si preguntas que te pasó, tuviste un accidente y al parecer saliste casi ileso; si preguntas qué hago aquí... simplemente no me parece correcto dejar a alguien en luto solo —La chica sonrió con clara amabilidad, no parecía tener otra intención oculta que hacerle compañía—. No creo que nos hayamos presentado antes... ¿Cual es tu nombre?

— ... Kogami... Kogami Ryoken...

— Eso suena a nombre japonés... eso explica tu extraño acento, aunque tu ingles es muy bueno —El albino gruño molesto sin alejar su brazo del contacto de la castaña, no tenía fuerzas como para hacerlo— Yo soy María, pero muchos me dicen Mary.

Ese fue, tal vez, el inicio de una extraña amistad.