Tercera flor

Una vida

La noche que morí.

Oh

Esa noche llego después de un día muy agitado, estaba muy emocionado porque sabía que iba a morir.

Era miércoles.

Los miércoles son días aburridos, nada pasa, nadie está atento a nada. Se está pasando la depresión del lunes y casi entrando a la euforia de viernes.

Por eso quise morir un miércoles.

Nada especial pasa miércoles, el final de mi vida tampoco iba a ser algo especial.

Me desperté como de costumbre y el desayuno estaba listo, como cada día.

Mama, papá y mis hermanos desayunaban, mamá se fue primero, como siempre. Y nos Dios a cada uno nuestro beso de despedida y nuestro respectivo "te amo"

Igual que siempre.

Hice mi examen y saqué nota sobresaliente. Nadie sospechaba que esa nocheros iba a morir, porque el día iba igual que cualquier otro.

Con mi sonrisa y mis ganas de morir.

Tenía mucho que preparar para la noche. Pero no me cohibí de que mi día fuera normal. Porque mi muerte no era especial.

Mi novia me dijo por millonésima vez que me amaba. Yo también a ella, la persona más hermosa y pura.

La casa estaba tranquila, llegue un poco tarde y ya casi estaba la cena. Converse con Mamá como cada noche mientras juntos poníamos la mesa.  Su sonrisa iluminaba cualquier lugar.

Ya por fin en la soledad de mi habitación decidí prepararme.

Le llene el plato de comida a mi gato, lo tenía hace años y su nombre era chibi.

Mi único deseo era que nadie me extrañara.

Eso escribí en la carta.

También le pedí a todos que no se culparan, tenía una buena vida, nada estaba mal en ellos, yo simplemente no quería más vida, morir estaba bien, eso necesitaba.

Llevaba mucho tiempo planeando este día, como si fuera algo especial...

Doble la carta y la coloqué en un lugar fácil de encontrar. Mi habitación estaba en el tercer piso. Saltaría de la ventana, simple, sin arrepentimientos, sin ruido y nada muy romántico como veneno o cosas así.

Lo único que iba a lamentar es que arruinaría el patio que a mamá tanto le gustaba.

Estaba de rodillas en la orilla de la ventana.

La caída no era tan alta, pero si fatal. Y no tenía miedo.

La fría brisa en mi rostro.

Inhale.

Entonces mi gato ronroneo cerca de mi pierna, a mi lado...

Salte hacia atrás.

Estaba en el suelo de mi habitación con el gato en mi brazos y lágrimas en los ojos.

No me lance de la ventana, pero se que morí.

Y mi gato me dio una de sus nueve vidas...

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