Días lluviosos [Geno]
Contemplé el atardecer sentado en la cima del Monte Ebott. Esos hermosos colores cálidos y púrpuras descender con el sol me fascinaban por más que lo volviera a ver muchas veces. Estiré mi mano tratando alcanzar aquellas estrellas que se asomaron tímidamente en el ocaso. ¿Siquiera estaba mal soñar con ellas?; no lo sé, mas la aparición de estas me tranquilizaban profundamente. ¿Cuánto tiempo transcurrió desde que salí de ese vacío infernal? Porque yo ya perdí la cuenta.
Deseaba con intensidad que mi hermano estuviera conmigo en ese preciso momento, para que supiera lo hermoso que podía llegar a ser las cosas en la superficie. Llenas de luz, colores y esperanzas... ¡Ahg! Mejor dejo de pensar en ello. Todavía en el fondo ese sentimiento de nostalgia y soledad sigue allí por más que lo niegue. Me levanté, la gélida brisa sacudió mis ropajes dándome una sensación de escalofrío. Junto al dichoso frío, capté el aroma húmedo del ambiente. ¿Tan pronto iba a llover?; dirigí mi vista al cielo nocturno, las estrellas brillaban en su mayor esplendor y la luna se alzó en el cielo. Detallé unas cuantas nubes grises, mas no creí que pudiese llover al instante. Parecían más unas nubes pasajeras. Bajé de la colina, topándome flores doradas, rojizas y moradas a lo largo de esta.
De entre unas rocas vi objetos perdidos, como lentes, latas de comida, etc. Son cosas que los excursionistas solían olvidar al subir al monte. Me acerqué dispuesto a averiguar qué cosas habían, algo podría servirme. Latas... botellas de plástico... Pañuelos usados, uhg... Paraguas... ¡Un paraguas! Supongo que lo necesitaré más tarde por si esas nubes resultan ser una tormenta.
Me dirigí a la gran ciudad. Los altos edificios y las luces blancas se divisaron desde mi ubicación. A medida que bajé de la colina me coloqué mi capucha y me apoyé sobre el paraguas, así podía evitar tropezarme con cualquier piedrita en mi descenso. Cuando llegué y entré, ver tantos humanos ir de aquí a allá me estresaron. Por encima de nosotros ellos son los verdaderos "monstruos", tan despiadados como aquel humano que hice llamar mi "amigo". Mas esa historia la contaré otro día. Caminé entre las calles evitando la cercanía innecesaria hacia ellos. Alcé mis pupilas unas cuantas veces, aquellos humanos parecían regresar a sus casas después de una larga jornada de trabajo. Nadie se exaltó ante mi presencia, pues la recién liberación de los monstruos en Undertale dio más tolerancia. Me hundí en mis pensamientos y una luz incandescente se acercó a mí...
...
Casi me atropellan. Huí de allí escuchando los insultos del enojado chofer. Mi alma latía a mil de los nervios que sentí. El bullicio de los autos me alteraba. ¿Me habré glitcheado ahí mismo?; recordé que Ccino se mudó unos días a este lugar porque su universo fue afectado por la aparición excesiva de fallos. Podría estar un rato allí.
Se me hizo largo el trayecto hasta la cafetería donde trabajaba aquel amante de los gatos. Sin embargo, tan pronto observé la puerta cristalina del local me teletransporté hacia allá. Prefería caminar en muchas ocasiones pero toda esa cantidad gente me aturdió. Los colores pastel pintados en aquella cafetería me relajaron. Combinaban perfectamente los tonos dorados con los marrones, y el olor a café captó mi atención. Entré sin avisar y te encontré limpiando las mesas. Me acerqué amistosamente hacia él sin dejar de analizar lo lindo y cómodo del lugar.
—Buenas noches, Ccino —saludé provocando que dieras un saltito.
—¡B-buenas noches, Geno! —respondiste llevándote una mano al pecho—. ¿Qué te dije sobre aparecerte así?
—¿Que no lo hiciera...? —Lo había olvidado por completo.
—¿Entonces? —Dejaste el trapo en la mesa y cruzaste tus brazos.
—Perdón por haberte asustado —dije de mala gana, no era para tanto en mi opinión. O quizás eras muy sensible.
—Así está mejor.
Volviste a limpiar las mesas. ¿Qué hora era? Porque ya iban a cerrar, yo estaba aquí parado en silencio y el gerente del local nos observaba de reojo desde el otro extremo.
—¿Qué te trae por aquí, Geno? —preguntaste sonriente—. En diez minutos cerramos.
—Vine para visitarte, saber cómo estabas y charlar un rato. La soledad me está afectando —confesé burlezco quitándome la capucha—. Eres el único que está disponible y que me conoce en este universo.
—Déjame terminar de limpiar las mesas y te acompaño a la salida. —El gerente suavizó sus facciones, se dio cuenta que tú me conocías.
Asentí con la cabeza, te esperé afuera y dirigí mi atención al cielo nocturno. En la ciudad, las potentes luces impedían admirar las estrellas, y el ajetreo de todos los seres que la habitaban provocaba que nadie se detuviera a verlas.
Esperé más de diez minutos. Me impacienté, los empleados salieron y nada que tú aparecías. Estaba preocupado, ¿será que el gerente te estaba regañando por haberte quedado hablando conmigo? La verdad, no los entiendo. Mucho menos entiendo el porqué se molestarían por cosas minúsculas.
—Geno —pronunció el Amante de los Gatos. Te suelo apodar de esa manera.
Reaccioné ante los chasquidos de tus dedos. Cargabas dos vasos de café con leche caliente en tu brazo izquierdo, y con cuidado extendiste uno hacia mí. ¿Por qué te diste el detalle de traérmelo?
—No debiste darte la molestia, Ccino. —Agarré el vaso.
—Claro que sí. Además, sobró bastante café con leche y no quería que se desperdiciara. —Tomaste un sorbo de tu café con leche y añadiste—: Hace bastante frío porque va a llover. Parece que va a ser mucho más que una llovizna.
Caminamos hacia tu departamento, que quedaba cerca del establecimiento. Me explicaste cómo te las arreglaste para conseguir un trabajo y encontrar un apartamento adecuado. Resultaba ser que te habías encontrado a un amigo de casualidad y que este te orientó y ayudó durante unos días. Yo creo que tenías suerte, muy difícilmente podrías orientarte en una ciudad tan grande como esta. En fin, a mitad del trayecto empezaron a caer diminutas gotas de agua para después ser una ráfaga entera sobre nosotros. Salimos corriendo mientras tratábamos de bebernos el café con leche tibio. Abrí el paraguas dispuesto a cubrirnos y el viento se lo llevó lejos. Lo que faltaba...
—¡Corre, corre! —exclamabas usando tu bufanda para cubrirte la cabeza—. ¡Cuidado! ¡No pises el charco! —Y fue lo primero que hice por andar distraído.
¡Uhg! Me asqueó correr con las pantuflas repletas de agua y más ante el agonizante sonido que producían. Te reíste de mí y por venganza te tiré una de mis pantuflas a la cara. Llegamos a tu departamento, mojados de pies a cabeza, y me prestaste ropa. ¡Ni loco iba a estar mojado durante toda la noche y menos en casa ajena!; cambiando de tema, ¿por qué los Sans somos tan parecidos en apariencia?
—Ya puse tu ropa a secar, estará lista ya para mañana. De mientras, podrías hacerme compañía —dijiste alegremente. Dabas ternura y pena a la vez.
—Claro, no me molesta en lo absoluto. ¿Tendrás de casualidad alguna película o libro para leer? —pregunté detallando tu hogar.
Los muebles del departamento te los trajiste desde tu universo porque no te hacía gracia empezar desde cero. Lo único que no tenías era un televisor y una mesa.
—Tengo sólo libros en mi estante, toma el que más te llame la atención.
Obedecí a lo que me dijiste, tomé un libro de solapa azul y me senté en el sofá. Posterior a leer, te miré confuso porque abriste una puerta dejando entrar a muchas bolas de pelos al departamento; eran tus gatos. Te sentaste al otro extremo del sofá, los felinos te siguieron y comenzaron a molestarte mordiendo tus falanges. ¿Cómo hacías para no sentirse tan solo? Cada vez que te veía o visitaba, nadie estaba a tu alrededor. Tenías amigos, mas nunca te visitaban.
—¿Cómo haces para no sentirte tan... solo? —pregunté en voz baja, tuve esa duda desde un inicio.
—Mis gatos me acompañan todos los días, haciéndome pasar tiempo jugando con ellos y cuidándolos —confesaste borrando tu sonrisa—. Hay que apreciar a las pocas personas que te acompañan en ciertos momentos de sus vidas. No estarán día y noche al lado de uno, mas en tu interior sabes que esas personas se preocupan por ti. Por eso no me siento tan solo, porque sé que le importo a alguien, sea animal, monstruo o humano. Y que, en cualquier momento, vendrán a visitarme, como tú hiciste hoy.
Medité en silencio en aquellas palabras, seguía sin entenderlo del todo.
—No es cuestión de tener algún "secreto" para ello —continuaste—. Sólo debes apreciar los momentos de compañía que tienes y no llevar la cuenta de cuántas veces estuviste solo. Nunca estamos solos, siempre estaremos rodeados de cualquier cosa. Uno siente la soledad desde su corazón, por ello olvidar aquellos momentos tristes y solitarios harán que aprecies la poca compañía que tienes. —Acariciaste el lomo de uno de tus gatos.
Yo... No supe qué responder. Quedé pensativo y tuve un revoltijo de emociones allí mismo. Parecía tan fácil decirlo, tan fácil creerlo. Tú entendías mi dolor porque tú pasabas por lo mismo que yo. Me centré demasiado en la soledad que me invadía y te diste cuenta. Suspiré y volví a mi lectura. Ccino, nunca te he entendido...
...
Al día siguiente desperté en el sofá con una manta y un gato idéntico a mí encima. Qué adorable se veía y más con aquella mini bufanda rojiza. Eran como las nueve de la mañana, me siento un perezoso por dormir tanto. Acaricié la cabeza del felino suavemente, sus ronroneos eran tan adorables y relajantes. Los demás felinos pusieron su atención sobre mí, en especial un felino rayado multicolor que traía puestas unas gafas negras con letras escritas. ¿Por qué y cómo hacía para cuidar tantos gatos?
—Buenos días —pronunciaste ubicado en la cocina—. Veo que hiciste nuevos amigos.
—Buenos días —respondí sentándome en el sofá—. Sí, son muy agradables.
—Ten cuidado con Night, ese es el más gruñón entre todos y hace maldades —comentaste sirviendo chocolate caliente en dos tazas—. ¿Quieres?
—¡Claro! —El felino idéntico a mí se marchó hacia la habitación de Ccino. ¡Ah! ¿Tan creído era ese gato como para irse con la cola en alto?—. Lo tomaré en cuenta. Hey, ¿mi ropa ya estará seca?
—Estoy seguro que sí, hace un terrible sol. Está como para fritar un huevo sobre un automóvil. —Entonces, dejó su taza de chocolate caliente y se dirigió a donde había puesto mi ropa. Para nuestra sorpresa, mi ropa desapareció—: ¡Ah! ¡Mis lindos felinos! ¿Quién de ustedes se robó la ropa de mi amigo?
Ellos sólo te miraron fijamente, algunos lamiéndose sus patas y otros ignorando a su cuidador. Buscamos mi ropa por todo el departamento. ¡Incluso debajo de tu cama! Nada nos dio pistas de dónde pudiera estar mi ropa. Pero, para mi suerte, aquel felino de rayas multicolor señaló con su cola cierto lugar de las "casitas" para gatos. Y, si mal no me acuerdo, tú tenías un gato muy travieso.
—Dijiste que tenías un gato que hacía maldades, ¿no? —pregunté captando tu atención. Pensativo, te acordaste de lo que me contaste hacía unos minutos.
—... ¡Night! —Buscaste al gato pelinegro entre las casitas.
Definitivamente apareció mi ropa allí, bajo él y otro felino idéntico a Dream (con todo y corona)... Dream... ¡Había olvidado que le prometí ir a verlo ese mismo día!; tomé mi ropa nervioso, Night me gruñía molesto mientras que el otro ronroneaba. Fui a la habitación, me cambié, quité los pelos que se adhirieron a mi ropa, salí, me dirigí a la cocina, agarré la taza de chocolate tibio que dejé y me tragué su contenido de una.
—Ccino, debo irme a visitar a Dream. ¿Vienes conmigo? —Acomodé mi bufanda, era lo único que nadie (ni los felinos) llegaron a tocar.
—Lo siento, Geno, pero no puedo ir. Tengo que trabajar desde las una de la tarde hasta las nueve de la noche. Podré ir otro día —Me desilusioné, yo quería compartir más tiempo contigo—. Sin embargo, ¿puedes enviarle un saludo de mi parte? ¡Dile que lo extraño! ¡Y que cuando venga traiga sus deliciosos pasteles de fresa!
—¡Hecho! ¡Hasta luego, Ccino! —Me despedí abriendo un portal.
—Hasta luego, Geno, ¡cuídate mucho! Y recuerda esto, siempre habrá alguien que se preocupa por ti y te aprecia. Nunca estarás solo. Espero que vuelvas pronto, ¡te estaré esperando! —Sonreiste de una manera tan real y sincera que simplemente no pude evitar devolverte la sonrisa.
Abrí un portal hacia Flowerfell, aquel universo que supuestamente debió desaparecer hace muchísimo tiempo. Crucé el portal y éste se cerró. Esa despedida tan corta me hizo entender las palabras de Ccino. Sabía que era algo que tardaría en cambiar, pero ese sentimiento de bienestar y acompañamiento se sentía muy agradable. Caminé por un campo de flores doradas de la superficie de aquel abandonado universo. El cielo azulado, las esponjosas nubes blancas y el césped frío se sentía espléndido. Según lo que veo, llovió hace unos momentos. Descubrí a lo lejos un hermoso bosque. Titubeé en si explorar o no, mas la curiosidad me ganó y fui a ver qué secretos podría tener. La belleza de aquel lugar me dejó impactado, ver los rayos de sol me hicieron sentirme emocionado. Detallé el camino de piedras brillantes inundado de agua reflejando cualquier cosa que estuviera por encima de ella.
Uh... ¿Qué tiene el agua contra mis pantuflas?
Me quité las pantuflas y caminé descalzo por el sendero. Se sentía tan relajante, satisfactorio y desestresante. Divisé algo brillante a la distancia, con curiosidad aceleré el paso y cada vez que me alejaba más del campo de flores el bosque se tornaba oscuro. No oscuro de oscuridad, simplemente ya no era tan brillante. Entonces, allí vi un punto de guardado agrietado. Incrédulo dejé caer mis pantuflas, llevé una mano a mi bufanda, me puse las pantuflas ya mojadas y me acerqué a dicho punto de guardado. Tembloroso, extendí mi mano. ¿Siquiera podría encontrar mi código? ¿Siquiera podría leer mi determinación?
<<*La belleza de la naturaleza te llena de determinación.*>>
<<*Archivo no encontrado*>>
¡¿Por qué no pertenecía a ninguna parte?! ¡¿Por qué mi destino era estar sin un hogar, sin una familia?!; me derrumbé allí mismo.
—¡Paps, no sabes cuánto te necesito ahora mismo! —expresé con mi voz entrecortada.
No me hubiese dolido de no ser por todas las cosas que me habían sucedido. ¿Es que acaso estaba condenado a ni siquiera ser recordado? Esto me afectaba de sobremanera, demasiado. Huí de ahí, no quería saber nada más de aquel punto de guardado. Me maldije a mí mismo, ¿por qué era tan débil?; lloré unas cuantas lágrimas hasta sentir una tranquilidad invadirme de nuevo. Este universo creaba esa sensación de paz apesar de cualquier cosa. Quizás, solo quizás, por el fallecido amor de aquel Sans. Ya cansado me acosté sobre las flores que adornaban aquel gran campo abierto. Le busqué forma a las nubes, incluso se las inventaba. ¡Oh! Creo que vi una nave espacial. Y cuando me aburrí, cerré mis cuencas para descansar y esperar a Dream.
...
—Llegas tarde —dije sin dignarme en abrir mis cuencas—. Una hora tarde.
—¡P... perdóname! —jadeaste apoyándote sobre tus propias rodillas—. ¡T-tuve que proteger un universo contra mi hermano! —Te acostaste boca abajo a mi lado con la respiración agitada.
Oh Dream, ¿por qué arriesgas tu vida por gente que incluso te desprecia?; abrí mis cuencas, estiré mis brazos y recogí mis piernas sentándome de una vez.
—Lo importante es que estás aquí en una sola pieza. —Te sonreí. Tú sólo volteaste la cabeza para verme.
—Sí... eso es lo bueno.
—Oye, Ccino te manda saludos, dice que te extraña y que cuando vayas a visitarlo quiere que traigas tus pasteles de fresa. —Para esos entonces, hacías pasteles de fresas que un buen amigo suyo te enseñó a hacer. He de admitirlo, eran exquisitos.
—¡Aww! ¡Qué tierno de su parte! ¡Con gusto lo haré! —Y tus pupilas se volvieron destellantes estrellas doradas.
Te envidiaba, mucho más que a cualquiera, eras feliz, bondadoso, amable y adorable. Eras... perfecto ante mí, y quería ser como tú. A ti muchos te odiaban, te despreciaban, no poseías universo y aún así eras feliz.
—Dream —llamé desviando mi mirar.
—¿Qué sucede, Geno? —Te sentaste a mi lado.
—¿Has sentido alguna vez esa sensación de que no perteneces ni encajas en ningún lugar? —inquirí dudoso. Tú no debías saber cuánto te envidiaba. No, no debías.
—Por supuesto que sí, Geno —respondiste con dulzor—. Muchas veces me sentí incomprendido, divagando de un lado a otro sin rumbo fijo. Pero, un amigo mío me dijo que, sin importar cuándo y cómo, encontraríamos a personas que nos comprenderían. Lo que quiero decir, es que, no necesariamente debes encajar en algún lugar. Lo que sí encontrarás es a una persona, o muchas, que te acompañarán en tu búsqueda de algún al cuál decir "yo encajo aquí".
—¿Y tú ya conseguiste ese lugar?
—Todavía no, pero sé que algún día lo conseguiré. Hasta entonces, ayudo a todas esas personas para que sean felices y consigan ese lugar —dijiste emocionado—. Sin embargo, sé que no podré ayudarlos a todos. Mas a los pocos que yo llegue a ayudar, quiero lo mejor para ellos. Es más, ¡quiero lo mejor para todos!
Tú y yo no éramos tan diferentes. Perdimos nuestros universos, nuestros hermanos, divagamos por todos lados siendo incomprendidos y entendemos el dolor del otro. Mas tú, con tu dulce carisma, eras tan positivo y feliz. Y yo incomprendía esa felicidad tuya. Nos divertimos en aquel campo charlando, haciendo coronas de flores, contando chistes malos y buscándole formas a las nubes. ¡Tú incluso viste un alienígena en una nube mientras que yo lo que vi fue una cosa deforme!
Lamentablemente no sé qué ocurrió, pero ciertos recuerdos contigo se veían borrosos. Lo único que sé es que nos divertimos de esas formas. Y que tú en un momento viniste y me dijiste: "Rodemos por las colinas", y gustoso acepté la invitación. Recuerdo que te fuiste por una muy alta y que al bajarla rodando no pudiste parar. Tuve que salir corriendo tras tuyo para atraparte, mas nos fuimos los dos rodando. Lo que nos detuvo fue el tronco de un árbol, y yo fui quien recibió el impacto. Nos reímos cuan idiotas. Eso sí que no lo voy a olvidar. Regresamos al campo de flores doradas, hicimos más coronas de flores y hablamos de anécdotas graciosas que hemos tenido a lo largo de los años. Tú tenías demasiadas a comparación de mí, y todas eran tan felices.
—¿Por qué eres tan feliz? —Susurré, mas tú lo llegaste a escuchar.
—¿A qué te refieres con "feliz"? —Al parecer no me entendiste.
—Feliz en el sentido de que nunca estás triste. En el sentido de que tú disfrutas todos los buenos momentos que tienes sin sentirte nostálgico. Tú ... eres perfecto y amado... —confesé apenado encogiéndome de hombros y escondiendo medio rostro en mi bufanda.
—¿Quién dijo eso? —respondiste con una tímida sonrisa—. ¿Quién dijo que era amado? ¿Quién dijo que era perfecto?
Tomaste una flor, acariciaste sus pétalos y me la regalaste.
—Geno, yo no soy perfecto ni amado por todos —continuaste diciendo—. Mi felicidad es causada gracias a ustedes, por compartir tiempo conmigo y de enseñarme nuevas cosas sobre la vida. La calidez que todos me transmiten me hace sentirme alegre, y los recuerdos y lecciones que me dejan acompañan mi vida. Aun cuando esté totalmente solo, todas esas cosas buenas vendrán a mí a devolverme esa felicidad que llegué a perder.
¿Por qué no logro comprenderlo? ¿Por qué me cuesta tanto aceptar esas lindas palabras?; me sentí extraño y perdido en el mundo.
—La vida no es para vivirla en una constante tristeza y agonía. Hay que sonreír, divertirse, gritar y bailar en su debido tiempo. Ayudar a la gente a sonreír también me hace ser feliz. —Llevaste tus manos tus costados—: Cada uno encuentra su felicidad. La mía es causada por todo aquello que te dije. Tú debes encontrar el largo sendero que te guiará a ella, a tu felicidad.
—¿Y cómo puedo encontrarla? —Al principio no entendí, ¿por qué la felicidad no me la podían dar y yo debía buscarla?
—Por medio de algún don, tus valores, tus momentos alegres y el cariño de los que te quieren. Geno, mi amigo, ¿tú crees que Papyrus habrá querido que estés triste?
Respondí que no, mi hermano siempre intentó sacarme una sonrisa. Era muy animoso, alegre y enérgico, y cuando se enojaba conmigo sus gritos eran chistosos. Caí en cuenta de eso hasta ese día, desaproveché aquellos días por mi flojera. Dormía, me la pasaba acostado o sentado... Uhg, mejor ni recordar mi vieja actitud. Sigo siendo perezoso pero sin llegar a ese extremo.
—Entonces debes hacer lo posible para hacer a un lado los recuerdos amargos. Yo te apoyaré y te ayudaré siempre que lo necesites, Geno. —Un "gracias" no basta para agradecerte todo el esfuerzo que haces para ayudarme, Dream.
Tú antes no asimilabas el porqué eras infeliz, y te centrabas en la tristeza que te invadía por las cosas negativas que te sucedían. Sin embargo, tu mejor amigo, Neil, fue quien te ayudó a entenderlo con paciencia y amabilidad. Observamos las nubes volviendo a buscarles formas extrañas. ¿Por qué ahora tú viste una vaca y yo un pez en la misma nube?; gracias... Gracias por estar conmigo cuando lo necesito.
...
Días después me encontré en Reapertale explorando los lugares nuevos del bosque. Seguía pensativo por aquellas conversaciones con ambos. Todavía buscaba aquel "algo" que pudiera motivarme a ser feliz, encontrando pistas de ese algo que estoy buscando a lo largo del buscando tiempo. Ya no me sentía solo, al contrario, me fijaba en todo lo que me rodeaba. Caminé por un sendero roto con huecos por todos lados; la vegetación lo había reclamado. Las nubes grises taparon el cielo, el gélido viento vino con ellas y pequeñas gotas de rocío comenzaron a caer. Encontré el final del sendero que concluía en los bordes de un riachuelo.
Regresé mis pasos a la mitad del sendero, había visto algo que quería corroborar. Quedé esperando durante un rato, podría asegurar que sentí la presencia de la muerte muy aproximada a este lugar.
—¿Qué haces aquí? —interrogó una voz familiar.
Volteé a ver de quién se trataba. Eras tú, Reaper, el Dios de la Muerte, mi amigo. Disimulé mi nerviosismo, tú me habías dicho que estaba prohibido el paso a los mortales en este sagrado lugar.
—Yo estaba paseando... nada más —te contesté y tú acercaste lo que traías entre tus manos a mi rostro.
—Hace tiempo te advertí que los mortales no pueden ingresar a estas tierras sagradas. ¿Cómo lograste entrar? —Me empujaste con tu guadaña. Vaya manera en que me recibiste.
—Teletransportación. —Tu semblante dejó de ser serio a uno sonriente.
—Olvidé que podías hacer eso. —Diste un suspiro cansino, dejaste de levitar y colocaste tus pies en el suelo—: ¿Qué te trae por aquí?
—Como dije antes, pasear un rato. ¿No deberías estar recolectando y cosechando almas en los universos y sembrando miedo en los mortales que están cerca? —Gruñiste molesto.
—¿Sabes? Yo también me canso. Deja que tome un reposo de todo mi arduo trabajo, ¿o acaso mi presencia te asusta? —Acercaste tu rostro burlón, poniendo tus manos a tus costados dispuesto a burlarte de mí como solías hacer en cada oportunidad que tenías.
—Eres la muerte, irradias agonía y temor.
—Y sin embargo, eres mi amigo. —Me dejaste con las palabras en la boca, odiaba cuando me ganabas en cualquier discusión—: ¿Ahora ves que eres tú el amargado?
—Ya quisieras, Sr. Seriedad.
Conversamos de cómo nos había ido esos días. Tu serenidad al hablar me sorprendía. Pude notar una pregunta que te surgía cada vez que terminabas una anécdota, "¿por qué los mortales amaban tanto la vida?". Y, aunque tú podías morir, incomprendías ese deseo tan intenso de nosotros de vivir. Al momento de terminar de contar tus anécdotas quise responderte, y en ese preciso momento exclamaste.
—¡Míralos! ¿Por qué tanto dilema en irlo a buscar si sabe que morirá? —preguntaste fastidiado observando como una ave buscaba a su polluelo caído.
—Porque no quiere perderlo —expresé levantándome—. Nadie quiere perder a las personas que ama. Nosotros amamos cada momento alegre que tenemos, amamos la compañía que tenemos y la alegría de saber que estamos vivos.
Me acerqué al pequeño pajarito caído, lo tomé entre mis manos con suavidad, busqué el nido y lo volví a colocar allí junto a sus hermanos. La madre del polluelo se metió al nido y yo me giré hacia ti.
—Para nosotros la muerte es nuestro final, y la idea de quedarnos solos y tristes nos asusta —confesé acercándome—. Por eso amamos la vida, porque podemos disfrutar de la alegría de las cosas simples que ofrece esta.
—¿Pero por qué? ¿Por qué disfrutan de las cosas que les ofrece la vida? ¿Por qué quieren sentirse amados todo el tiempo? —Tu voz sonó algo quebradiza.
—Porque son deseos que todos nosotros tenemos. Sentirnos alegres, felices, completos y tranquilos en la vida son cosas que queremos.
—¿Y por qué yo no puedo disfrutar de aquellas cosas de las que hablas?
Me quedé callado, no sabía qué responderte. Tu rostro se volvió sombrío, tu capucha cubrió la mitad de este y asiste tu guadaña entre tus manos. ¿Qué sucedía? ¿Por qué estabas así?; te levantaste y te fuiste sin avisar, traté de seguirte pero fue en vano: ya tú te habías ido. ¿Acaso dije algo malo? ¿Acaso esas verdades te sentaron mal?; nunca te entendí, así como a los otros. Lo único que puedo suponer es que tú sufres de soledad... que a ti nadie te quiere por ser la representación de a lo que muchos temen. ¿Así te sentías? ¿Por qué no me lo habías dicho?
No te volví a ver durante días, te buscaba y nada que te encontraba. Le pregunté incluso a la Señorita Vida y ella me confesó que no te volvió a ver. Sé que amas la vida, solo que nunca la entendías. Espero volverte ver para tratar de consolarte. Por favor, deja de encerrarte, solo quiero ayudarte.
...
A día de hoy vivo en una casita cerca de las montañas. Hace un montón de frío estos meses. Aquí no hay tanto ruido y tengo vecinos. Sí, no soy el único con mi casita en estos lugares y he de admitir que mis vecinos son agradables. Puedo ver las imponentes estrellas con claridad y disfrutar de andar corriendo de aquí a allá. Traigo a mis amigos y ellos me visitan. Ya se volvió una rutina de que al menos tres veces por semana alguien venga a visitarme. Llueve aquí una vez por semana, ahora me pregunto porqué la lluvia es un símbolo de tristeza. Para mí, es paz y tranquilidad, y que puedo enrrollarme en mis sábanas tranquilo.
Estoy considerando en adoptar a una mascota para que me acompañe. Ya me siento como Ccino, solo que yo no pienso tener veinte gatos. ¡A propósito! Dream y Ccino acaban de llegar, están en la sala mientras termino de preparar unas galletas que mis vecinos me enseñaron a hacer. Escucho que alguien toca la puerta, Ccino se levanta y la abre. ¿Quién será? Está lloviendo fuertemente.
—¿Hay espacio para uno más? —inquirió una voz familiar. ¡Reaper!
—¡Claro! ¡Entren que caben cien! —Se adelantó Dream a decir con una sonrisa.
—Gracias...
Cuando entró, su túnica, que estaba empapada, mojó la alfombra. Nos tocó pedirle prestado a los vecinos una secadora para secarlo antes de que terminar de mojar cualquier otra cosa. Lo regañé por desaparecer durante meses y él bajó la cabeza avergonzado para disculparse conmigo. No lo culpo, yo hasta me hubiera ido de esa manera... Pero me preocupó. No, nos preocupó a todos.
—Reaper, ven, siéntate aquí —expresó Ccino poniendo una silla a su lado.
—¿No me tienes miedo...?
—¿Por qué debería tenerte miedo? Con tal de que no me amenaces o trates de tocarme, todo bien.
Se sentó a su lado comenzando a hablar con ellos sumamente nervioso. Mientras conversaban yo iba sirviendo las galletas que hice, el café que trajo Ccino y el pastel que trajo Dream. Me senté junto a ellos dispuestos a comer. Nos reímos con las locuras que Reaper inventa. Contamos nuestros problemas pasados y de cómo los solucionamos, compartiendo así nuestros sentimientos de alegría y paz interior. Pude ser feliz, soy feliz. Descubrí la razón del porqué estoy aquí, del porqué la vida es tan distinta a sólo tristeza y agonía. Y sólo hay una cosa que puedo decir...
<<...Gracias...>>
~✧~------------~☆~--------------~✧~
☆Dedicado a Ichi72, ¡gracias por la ayuda con los datos de Geno!
☆Esta "pequeña" historia que me llegó a la cabeza fue gracias al dibujo que le regalé a mi amigo Ichi72, alguien muy agradable, carismático e inteligente apesar de todo, y a quien aprecio bastante. Me costó demasiado organizar las ideas, nunca me decidía en el tipo de narración que iba a utilizar y perdía el hilo de la historia. Sin embargo, el resultado salió mejor de lo que creía. ¡Solo espero que hayan disfrutado de la lectura!; puede que en un futuro lo ilustre.
☆Aftertale!Sans (Geno): Crayon Queen/LoverOfpiggies.
☆Ccino: black-nyanko
☆Dream: Jokublog/Joku Live/Joku Moreno.
☆Reapertale: Renrink.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top