No eras tú.
Te extraño.
Pero no a ti exactamente.
Extraño a la persona que pinte con oleos en mi cabeza; la afable imagen de tu ser expresado en un arcoíris iridiscente. Eras tan hermosa reflejada en los colores carnavalescos de tu alegría que le daban vida al retrato, rizos dorados, esos disparejos dientes perfectos color marfil, el escarlata de tus labios y sí tu mirada tuviese un color sería como el arrebol mañanero.
Pero no eras tú, era esa persona que imaginé que serías.
Ahora sigues estando ahí pintada pero inerte, tenue, reducida a una triste escala de grises sosteniendo firmemente mi etérea cordura.
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