Capítulo 23: Emisario.

Ansel.

Una semana después.

Las sombras de la noche se cernían sobre mí, mientras me sentaba en mi amplia biblioteca, con aquel libro inconcluso frente a mis ojos, el cual me recordaba tanto a mi difunta esposa.

Me encontraba rodeado de libros que parecían susurrar promesas de lecciones aprendidas y recuerdos enterrados. La llama de la chimenea brillaba tenuemente, proyectando danzas de luz que se entrelazaban con mis pensamientos. Las palabras de Lysandra aún retumbaban en mi mente, como un eco persistente que me mantenía alerta en mi lucha contra el pasado.

Me alegra que estés avanzando.

¿Qué significaba realmente avanzar?

Este último año, he caminado por la senda de la culpa, con una carga que siento pesar sobre mi pecho, una roca que he aprendido a llevar con resignación. La muerte de Rose es una sombra que me sigue de cerca, recordándome cada día que soy el culpable, y que mi corazón está irremediablemente fracturado.

Me acordé de aquellas noches pasadas en los brazos de Lysandra, cuando la pérdida era reciente. La necesidad de encontrarme con la familiaridad de Rose a través de ella era algo que ansiaba, de ahí venía mi gusto a que Lysandra utilizara una peluca del mismo color del cabello de Rose, incluso la obligué a que perfumara su cuerpo con la misma fragancia de rosas que ella utilizaba. Pero aquella búsqueda de consuelo era efímera; una vez que el placer se desvanecía, la soledad regresaba con más fuerza, como un ladrón que nunca se atrevía a abandonarme.

Ya no quiero eso para mí.

Rose estaba en un lugar que yo no podía seguir. Debía dejarla ir, pero, en mi interior, la culpa aún se retorcía, como una serpiente que no dejaba de morder. Era un ciclo vicioso; enamorarse significaba arriesgarse a perder nuevamente, y esa era una realidad que no estaba dispuesto a afrontar, ese era el único escudo que me quedaba.

Sin embargo, lady Jane había entrado en mi vida como un rayo de luz matutino, iluminando recovecos de mi ser que llevaba meses sumidos en la penumbra. Compartimos momentos insólitos, charlas fugaces que fluían con una naturalidad asombrosa. Cada vez que nos mirábamos, había una chispa que no sabía qué significaba ni cómo manejar. Deseaba besarla; los deseos emergían salvajes, pero los atrapaba en lo más profundo de todo mi ser, consciente de los muros que había construido para proteger mi corazón.

¿En verdad estoy avanzando? ¿O acaso estoy simplemente acudiendo a un terreno inexplorado donde el peligro acecha?

No era amor lo que sentía por lady Jane, sino solamente atracción, una curiosidad que me desnudaba emocionalmente.

A medida que la noche avanzaba, me preguntaba si podría permitirme ser amigo de Jane sin perderme en el abismo del deseo. Mi mente volaba hacia el instante en que casi la besé, ese instante suspendido en el tiempo que había hecho que mi corazón latiera de una forma que creía olvidada. Si el amor era un abismo, el deseo era un eco tentador que resonaba en mi interior.

Enfócate, Ansel.

  No puedo pasar por alto que tuve que dejar el Condado de Fairytale solo porque casi la beso ¿En qué momento una mujer logró casi hacerme perder los estribos?

—¿Ansel? —La voz de James me sacó de esos pensamientos confusos.

—Puedes pasar.

—He venido a traerte un mensaje.

—¿Un mensaje? —Lo miré expectante.

  Mi amigo se acercó para entregarme una carta perfumada con una fragancia frutal, misma que me recordó a alguien específico.

No demoré en detallar el sello, para así corroborar mis sospechas: Era una carta de Jane.

Su excelencia:

Han transcurrido varios días, espero y las cosas en su condado estén bien, y que usted también lo esté. El motivo de este mensaje es para invitarlo a mi cumpleaños, mismo que será celebrado dentro de una semana en la mansión de campo de nuestra familia. Espero no importunar, pero es lo mínimo que puedo hacer por haberme salvado la vida en más de una ocasión, sin más que decir, un saludo cordial.

    Lady Jane Chadburn.

—¿Sucede algo con Theon?

—No, ¿por qué debería sucederle algo? —Respondí sin tan siquiera verlo. Solo estaba concentrado en la sorpresa que me había causado esa carta.

—Pues porque es una carta con su sello, algo debe haber ocurrido para que llegara a estas horas de la noche.

—Es de su hermana, Jane.

Pronunciar ese nombre en voz alta me causó una sensación extraña, y como el observador de mi amigo es muy bueno con esos detalles, no dudó en hablar:

—Claro, recuerdo que Theon me comentó que la traería para esta temporada. Cuéntame, ¿es tan hermosa como Margaret? —Su mirada era expectante, como si quisiera sacarme cualquier palabra prometedora con solo verme.

—No tengo porqué responder, soy tu duque.

—No te exasperes, solo era una pregunta. Igual, me da curiosidad que te enviara una carta. No sabía que se conocieran tan bien.

—Solo es una invitación a su cumpleaños.

—¿Misma invitación que recibimos hace unos días de Theon, o se trata de otro evento que desconozco?

Tensé mi mandíbula e inspiré profundo. Con James tenía que contar hasta el cien para no explotar.

—A veces creo que tienes setenta años y no veintiocho —Lo miré con los ojos entrecerrados.

—¿Me estás llamando anciano aficionado a la rumorología?

No pude contener la risa.

—Lo has dicho tú, no yo.

James no es partidario de los chismes, pero cuando caí en esa depresión, su interés en mi bienestar se convirtió en una de sus prioridades. No es chismoso, solo es un buen y molesto amigo preocupado, aunque yo nunca se lo diré porque me gusta molestarlo.

—¿Me culpas por querer llegar al fondo de este misterio?

—No hay misterio, James. —Exhalé con pesadez, frustrado porque lo conozco bien y sé a donde quiere llegar.

—Sí lo hay, porque algo me dice que es Lady Jane la responsable de los golpes con los que llegaste, y de tus noches incesantes de juerga durante toda esta semana.

—¿Qué te hace pensar eso? Siempre tengo golpes y siempre salgo de juerga.

—Pero no con tanta frecuencia, lo que me lleva a una pregunta ¿a quién quieres olvidar?

Lo miré furioso.

—Sabes a quien quiero olvidar, James, no te hagas el detective.

—Claramente Rose aún ocupa un gran espacio en tu corazón, pero Jane, y corrígeme si me equivoco, Jane se está adueñando de una pequeña parte de él ¿No es cierto?

—Te equivocas.

—Muy bien.

—Solo es la hermana de nuestro amigo.

—La hermana de nuestro amigo que envía una invitación especial para usted a altas horas de la noche —Él, cuando no me está aconsejando, me está llevando al límite de mi paciencia.

—¡Eres...! —Lo apunté con mi dedo, frustrando la sarta de insultos que se quedaron atorados en mi lengua, porque de una cosa estaba seguro, y era que si explotaba frente a él le daría más razones para seguir molestándome —¡Eres imposible, James!

  Fui hacia uno de los archiveros, y saqué de uno de los cajones empolvados el dibujo de un objeto muy valioso y especial para mí.

—Quiero que mandes a buscar esto al salón de tesoros, y manda a hacer un colgante de platino para que lo cuelgue en él sin mancillar su naturalidad.

—Es una de las prendas más costosas del ducado, tú mismo la encontraste en uno de tus viajes, ¿qué harás con ella?

—Es mi obsequio para Jane.

—Un obsequio tan especial solo para la hermana de nuestro amigo —Su tono de voz me irrita, juro que si no fuera mi amigo lo hubiese desterrado de Whingbury.

—Planeo pedirle que seamos amigos, hemos compartido bastantes anécdotas juntos para hacerla merecedora de ese título. Además de que es menos molesta que tú.

—Me insultas, Ansel.

Reí a carcajadas, vengándome por la paciencia que me hizo perder.

—No, no lo hago, solo digo la verdad. Tú eres una molesta piedra en mi bota, de la cual no puedo deshacerme.

  Tal vez eso es lo que mi corazón me pide; que seamos amigos. Tal vez es simple curiosidad por ella, por aquella niña que una vez vi celebrando su libertad, y que años después sigue igual de resplandeciente. Tal vez cuando sacie mi curiosidad, ese fuego que ella logra encender en mí se disipe.

¿Qué puede salir mal?

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Hola, hola.

¿Qué puede salir mal? ¿Ustedes pueden adivinar?

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