Capítulo 21: Caballero de las sombras.
Jane:
La temporada sigue, y con ella, un nuevo baile me espera.
Estoy en un baile con temática de cuento de fantasías. Sus anfitriones son: El conde Luis Lemarks, y la condesa Franchesca Lemarks.
Es una noche perfecta con un clima agradable, y eso es de suma importancia, pues la pista de baile es al aire libre. Con el cielo estrellado como espectador del ambiente romántico y delicado que quisieron ofrecer los anfitriones.
Unas columnas de madera con enredaderas verdes sostienen una enorme pérgola blanca, la cual está adornada con unas rosas blancas con un olor exquisito. Unos faroles redondos sujetos entre las flores, quedan suspendidos en el aire, permitiendo iluminar todo el espacio con una cálida y romántica luz.
—¿Me concede el primer baile, milady? —Su voz varonil me sorprendió, y al alzar mi vista, una sonrisa que no pude ocultar se dibujó en mis labios.
Era él…
Había vuelto…
Jamás me imaginé que fuera a extrañar tanto su cabello negro como la noche, el cual caía en suaves ondas, con algunos mechones rebeldes descansando sobre su frente. O sus hermosos ojos grises, cuyo brillo especial parecía iluminar cualquier espacio en el que se encontrara.
—Volviste… —Hablé en apenas un susurro, y él sonrió a boca cerrada.
—Veo que usted también me extrañó, milady.
—No se haga ilusiones, su excelencia —Le extendí mi tarjeta de baile y él colocó su peculiar nombre en la primera línea.
Ansel Dagger…
El duque me extendió su brazo para que me aferrara a él, y caminamos junto a otras parejas hacia el centro de la pista. Una suave y delicada melodía comenzó a sonar, dándole inicio al baile… a nuestro primer baile juntos.
Al compás de la música, comenzamos a movernos en círculos alrededor de nuestros cuerpos. Nuestras miradas se encontraban a cada instante, y no podía evitar sentir una profunda conexión entre nosotros. Y como si la melodía lo ordenara, con un gesto delicado, extendí mi mano hacia él para que la tomara con firmeza. Luego llevó su mano libre hacia mi espalda, donde sus dedos dieron suaves caricias en el pequeño pero notorio espacio desnudo que mi vestido le otrogaba, ocasionándome una repentina corriente helada, que luego le dio paso a un inevitable calor en todo mi cuerpo.
—¿Por qué se fue así… tan repentinamente? —No pude evitar preguntarle en un susurro.
—Habían unos problemas en mi Condado que exigían mi presencia.
—Pensé que…
—¿Qué me había ido por su culpa? —Terminó de formular mi pregunta.
—Usted siempre formulando erróneamente mis respuestas.
—No creo que sean tan erróneas, milady. —Él sonrió orgulloso.
—Eres un creído.
Dimos un giro delicado y volvimos a la posición.
—La verdad es que pensé que no lo volvería a ver… —Esa confesión salió de mis labios sin previo aviso.
No...
Qué ilusa.
Dios mío, ahora si será un creído.
—No creí que me tenía en tan buena estima. —Sonrió con sutileza.
—Me he acostumbrado a nuestros encuentros.
—Los cuales se están volviendo una extraña y letal costumbre entre nosotros.
—Usted se ha convertido en mi caballero de las sombras. —Dejé escapar sin pensarlo.
—¿De las sombras? —Inclinó la cabeza a un lado, viéndome desde su altura evidente .
—Sí, porque su llegada es siempre súbita y misteriosa, y luego desaparece sin dejar rastro, fundiéndose entre las sombras como si éstas le pertenecieran. —Él esbozó una leve sonrisa casi imperceptible, y sin dejar de mirarme, acercó sus labios un poco más a mí.
—¿Y eso le asusta, milady? —Su repentina cercanía me dejó sin aliento, ocasionando temblores en todo mi cuerpo. Pero aún así batallé para que él no lo notara.
—Una vez le dije que está bien sentir miedo, lo que está mal es permitir que éste se interponga en nuestro camino.
—Muy bien… —Curvó sus labios hacia arriba —Entonces disfrute bailando con el miedo, milady.
La melodía era delicada, permitiendo expresar claramente el ambiente romántico que había a nuestro alrededor. Ambos, continuamos moviéndonos con suaves pasos, tan presisos como si hubiéramos practicado tantas veces aquel baile, y no que fuera ésta la primera vez que bailabamos juntos. Mientras nos desplazabamos por la pista, sus ojos se mantenían fijos sobre los míos, y no podía explicar el mar de emociones que estaba sintiendo al tenerlo bailando junto a mí.
La música envolvía nuestros cuerpos en una danza lenta y elegante, mientras las luces tenues y las sombras creaban un ambiente íntimo a nuestro alrededor, y justo en ese instante, separé la vista de sus ojos para encontrarme con que no había nadie más a nuestro alrededor, solo estábamos los dos en medio de aquella pista de baile.
—¿A dónde fueron todos? —Susurré con desconcierto, y él sonrió con dulzura mientras acercaba un poco más sus labios a mi oído.
—¿Teme estar a solas conmigo?
—No, ¿le recuerdo que nuestros encuentros siempre han sido en la soledad? —Sonreímos con complicidad.
—Al parecer la soledad es nuestra mejor aliada... y como buena aliada, esta vez me va a permitir hacer algo que llevo deseando hace mucho tiempo.
—¿El qué?
El duque alzó la comisura derecha de su labio, y luego comenzó a acariciar mi muñeca con una sutileza que me aceleró el corazón.
Con movimientos lentos y sensuales, levantó mi mano, retirando mi guante de seda con una paciencia casi reverente. El tejido se deslizó entre mis dedos, cayendo al suelo como un suspiro, revelando mi piel desnuda a la caricia de su tacto. Luego se inclinó, dejando que sus labios húmedos tocaran mis delicados dedos.
Mi aliento se detuvo por un momento. El roce suave de sus labios sobre mi piel provocó escalofríos que ascendieron por mi brazo, encendiendo aquellas nuevas sensaciones en todo mi cuerpo, mismas sensaciones que el duque notó, por lo que elevó su atención, besando suavemente el dorso de mi mano hasta descender a la palma.
La tensión en el aire se hizo palpable, como un lazo que se tensaba entre nosotros. El duque, como todo un experimentado, comenzó a ascender hacia mi muñeca, sus labios se deslizaron con una adoración que hablaba de una devoción que iba más allá de lo físico. Sus ojos en todo momento buscaban los míos, como si buscaran una aprobación que lo llevara a continuar.
En ese instante sentí que el mundo exterior se desvanecía. Cada beso, cada roce de sus labios se sentía como una firma indeleble en mi piel.
Nuestras mentes parecían fundirse en un único pensamiento mientras que él dejaba mi mano desnuda para así guiar mi cuerpo con ternura hacia atrás. Nuestros ojos estaban entrelazados en un profundo silencio, con sus labios tan cerca de los míos que pude sentir el aliento agitado que compartíamos.
—Eres tan hermosa… —Susurró con suavidad, mientras que yo me quedé sin habla.
—No puedo dejar de pensar en usted, milady —Volvió a confesar, aprovechando que extrañamente nos encontrábamos en un mundo aparte, sin invitados, sin parejas de baile, solo nosotros en aquel hermoso lugar, bailando al compás de esa suave melodía.
—¡Jane, Jane! —Escuché una voz conocida a lo lejos, y él también parecía que la escuchaba, pues hizo un gesto de incomodidad.
—¡Despierta! —Volví a escuchar.
¿Despierta?
—Es hora de despertar, milady —Dijo él sobre mis labios, logrando rozarlos por un instante.
—¿Despertar?
—¡Jane, es tarde! —Escuché nuevamente.
—La soledad nos está abandonando, es hora de despertar —Replicó.
Y desperté…
Desperté en el silencio de mi habitación, y no con aquella hermosa y romántica melodía. En mi cama, y no en aquel hermoso baile de cuentos de hadas, con el camisón de dormir y no con mi vestido azul claro que casi llegaba a ser blanco, con mi cabello desecho y no con aquel lindo recogido con pequeñas flores blancas formando una diadema…
Desperté con esa sensación de vacío en el estómago, y con mi corazón a punto de estallar.
—Menos mal que despiertas, Jane. Pensé que te ocurría algo. —Dijo Beth bastante asustada.
—No, solo tuve un sueño... intenso.
Me quedé mirando hacia el vacío, tratando de recordar cada detalle de aquel maravilloso sueño.
—Te ves… acalorada, Jane ¿Te encuentras bien? —Agregó Beth con algo de desconcierto en su voz, trayéndome a la realidad nuevamente.
—Tranquila… estoy bien —Mentí.
No estaba bien. Acababa de tener un sueño increíble que me había dejado sudorosa y con las mejillas enrojecidas.
Apenas lo conozco, pero aún así sueño con él. Han pasado dos semanas desde que él se fue, pero antes de su partida se las arregló para filtrar al periódico de chismes una noticia sobre Lord Krueger. Estoy segura de que fue él, pues me prometió que se encargaría de esa escoria de hombre. Aún lo recuerdo como si fuese el día en que leí la nota:
Diario de la sociedad: Las notas de un ruiseñor.
Londres, 5 de mayo de 1810.
Mis queridos lectores:
Esta autora ha recibido una noticia de alguien en quién confío ciegamente. Esa persona, cuyo nombre no voy a revelar, tiene pruebas contundentes de que Lord Krueger ha sido golpeado por un esposo furioso, ya que dicho hombre sin honor, ha ensuciado el apellido de una dama respetada. Además, esta autora se ve en la obligación de decir, que Lord Krueger no es el hombre respetado que tanto creíamos, pues además se ha encargado de traer al mundo a un bebé ilegítimo.
¿Quién es la madre de ese bebé? Eso es algo que conozco, pero que aún no voy a revelar.
Me levanté de la cama, aún con las mejillas ardiendo y con esa sensación en mi mano, como si en verdad hubiera recibido todos esos besos. Caminé hacia mi escritorio, mismo que tengo frente a la ventana, y me senté a redactar una carta.
—¿Qué haces? Te levantaste rara esta mañana. —Comentó Beth.
—Estoy redactando una invitación para mi cumpleaños. —Respondí sin apartar la vista de las letras.
—Pero, yo misma me encargué de enviárselas a todos los de la lista, lo cuales son solo los Dagger y el príncipe.
—Esta, querida Beth, es para un caballero de las sombras.
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Hola, hola.
Primero que nada, les explico algo:
En la época victoriana, las señoritas casaderas tenían prohibido salir a la sociedad sin guantes, y eso implicaba que también era mal visto que tocaran a los caballeros sin ellos.
Ahora.
Como todos saben, Jane es inexperta. Por lo que solo fantasea con que el duque le quite los guantes, para así ella sentir su piel y sus besos.
Sin más, ¿Les gustó el capítulo?
Aquí tienen una imágen bastante parecida al sueño de Jane. Obvio la descripción de los personajes no coinciden, pero solo es para que se imaginen el escenario.
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