Capítulo 17: Prueba de vestidos.
La inauguración de la galería fue todo un éxito. Pero en cuanto el príncipe caminó hacia mí y besó el dorso de mi mano cariñoso, para luego pedirme caminar a su lado, un mar de sensaciones se apoderaron de mi cuerpo.
Mi estómago comenzó a doler, mi cabeza a dar vueltas y no entendía el porqué. Lo único que atormentaba mis pensamientos era que me sentía rara y confusa a su lado, y lo peor de todo era, que no sabía cómo explicarlo.
Tal vez estoy cansada…
Mentira…
—¿Se siente bien, milady? —El príncipe no dudó en preguntar, probablemente porque se percató de que no lograba dirigerle la mirada a él, sino que inexplicablemente mis ojos viajaban en el salón y se detenían en cierto duque de ojos grises.
El hombre que me dejó bien claro que no quería un compromiso, pero era el único que había logrado replantearme todo hasta el momento: con nuestros encuentros imprevistos, pero a la vez inolvidables, con su mirada fría pero que a la vez me causaba un calor inexplicable y nublaba mis sentidos. No podía dejar de verlo desde la distancia, mientras conversaba con mi hermano, pero tampoco podía rechazar a la única persona que se había fijado en mí desinteresadamente y que estaba dispuesto a darlo todo por mí, por eso, solo se me ocurrió una cosa: mentir.
—No me siento bien, su alteza… necesito irme a casa —Hablé como pude, y él claramente se preocupó, haciéndome sentir peor.
—Vamos… la acompaño hasta donde está Theon. —Me ofreció su brazo y lo sujeté sin dudar, para caminar juntos hasta donde estaba mi familia reunida con los Dagger.
—Theon… —Hablé, y mi hermano notó mi rostro descompuesto.
—¿Qué sucede, Jane, te sientes bien? —Mi hermano se apresuró a tomarme del brazo.
—Querida, te noto pálida —Mi tía se apresuró a hablar.
—Si… solo es un malestar. —Mentí.
—Vamos, te llevo a casa. —Mi hermano se apresuró a hablar.
—No, la celebración aún no termina —No estaba dispuesta a arruinar la gran noche de mi hermano solo porque quería huir de un buen hombre.
—Nosotras la llevamos —Mi tía Margaret interfirió.
—¿Segura que estarás bien, mi zanahoria? —Acunó mi rostro entre sus manos mientras me miraba con preocupación, en cambio yo, sentí mis mejillas acaloradas por la vergüenza de estar mintiendo.
Nadie lo notó, todos estaban preocupados por mi repentino malestar. Pero noté que alguien en específico me estaba observando con detenimiento. Sus ojos grises como cristales me veían directamente, y noté cómo tenía su rostro ligeramente contraído y molesto.
¿Qué le sucede?
—Vamos querida, el carruaje ya está esperando afuera —Esta vez fue Mary quién me habló, y me tomó del brazo para salir juntas las tres hacia mi libertad.
🥀🥀🥀
Al día siguiente:
Me encuentro en mi habitación, preparándome con la ayuda de Beth para mi cita con Lizzy.
—¿Beth? —La llamo algo indecisa.
—¿Si?
—¿Tú tienes esposo, no es cierto?
Recordé que Beth es unos pocos años mayor que yo, y que estaba felizmente casada con un panadero.
—Así es —Sonrió —Soy muy feliz a su lado.
—Me alegra... —Sonreí apenada y traté de no preguntar lo que estaba atorado en mi garganta.
—¿Sucede algo, Jane? Te noto algo enrojecida.
Vamos...
Habla de una buena vez...
—¿Te puedo preguntar algo? —la miro asentir a través del espejo —¿Alguna vez has sentido una extraña sensación cuando piensas en alguien?
—¿Cuando pienso en alguien? —Sonrió —Solo pienso en mi esposo.
—No de forma romántica, sino más bien, sensaciones, eso, sensaciones.
Noté cómo Beth entrecerró sus ojos frente a mi confusión, y me miró detenidamente.
—¿Exitación?
—¿Exitación? —La miro asustada —No, no es eso.
—Sí, sí es eso, milady —Sonrió y noté cómo mis mejillas se acaloraban —¡Espera! ¿Quién te exita? —Me mira, y hace un gesto de haber caído en cuenta —¡El duque, es el duque!
—¡No! —Me levanté con rapidez de mi asiento —¡No siento exitación! ¡Y menos por el duque!
No sé en qué instante mi corazón se aceleró tan rápido, ni porqué mis mejillas se acaloraron tanto, y frente a mi sufrimiento, una sonriente Beth me observaba.
—A ver, milady, le haré unas preguntas y me las responderás —Asiento y prosigue —¿Cuando ve al duque, su corazón se acelera?
Me mira, y asiento.
—¿Su cuerpo tiembla y su piel se eriza?
Otra vez asiento, ella sonríe, y ya sé a donde quiere llegar.
—¿Y, siente cierta humedad en su zona íntima?
¡No puede ser!
Me mira detenidamente, oprimo mi respuesta, hasta que ya no puedo más y asiento.
—¡Lo sabía!
Tomo mi bolsa y camino hacia la puerta.
—Vamos, se nos hace tarde.
—Espera, Jane —Inhalo y exhalo cansada, y luego volteo a verla —Puede que el duque aún no es dueño de tu corazón, pero sí está haciendo estragos en tu cuerpo, debes tener eso en cuenta.
Me sonríe y salimos juntas de la habitación.
Esto no me puede estar pasando.
🥀🥀🥀
—¿Segura de que te sientes bien, mi zanahoria?
—Que si —Le respondí por enésima vez —Tengo que ir a la prueba de vestido de Lizzy, soy su dama de honor, hermano.
Mi hermano suspiró cansado.
—Está bien, no te molesto más. —Le di un beso de despedida y subí al carruaje después de Beth.
El carruaje comenzó a andar rumbo a la mansión de los Dagger y unos minutos después ya nos encontrábamos ahí.
Una mano conocida me ayudó a bajar, y luego comprobé que se trataba de Erick, quien rápidamente le extendió su mano a Beth para ayudarla también.
—Hola, Jane, ¿cómo te sientes?
—Mucho mejor, gracias por preguntar —Sonreí, intentando ocultar mis nervios.
—Me alegra saberlo ¿vienes a ver a Lizzy?
—Sí, creo que he llegado temprano.
—No para nada, ya su suegra llegó junto a la modista.
—Entonces voy a apurarme.
Me adentré en la mansión a gran velocidad, y fui rumbo a las escaleras que me llevarían directo a la habitación de Lizzy.
—No puede ser… olvidé tu abanico en el carruaje —Me miró apenada, pues ese tipo de descuidos no eran propios de ella.
—No te preocupes, aquí te voy a esperar —Le di una sonrisa cálida en señal de que todo estaba bien, y ella se aventuró hacia el carruaje.
Me encontraba sola en aquel extenso corredor. A ambos lados se alineaban puertas de madera maciza ricamente talladas, y estaban siendo custodiadas por candelabros de cristal que arrojaban destellos de luz cálida y parpadeante. A lo lejos, al final del pasillo, una impresionante escalera de mármol blanco con barandillas de hierro forjado se elevaban majestuosamente hacia los pisos superiores, y era justamente hacia ahí a donde me tenía que dirigir, para encontrarme con Lizzy, su madre, su futura suegra y la modista.
Un inquietante silencio reinaba toda la estancia, solo era interrumpido por el suave crepitar de las velas y el susurro de las cortinas de terciopelo que se mecían con la brisa, hasta que, una música angelical se propagó con el viento. Era suave, con un toque de melancolía, cautivadora como el canto de una musa, y la curiosidad invadió todo mi ser, obligándome a seguir el sonido hasta la última puerta junto a las escaleras.
Mientras seguía con lentos pasos aquella melodía angelical, me encontraba fascinada e hipnotizada, deseando poder llegar y ver quién era el responsable de aquella pieza.
Hasta que estuve frente a la puerta. A simple vista no tenía nada de especial; los mismos grabados de flores en la madera, la misma elegancia, pero detrás de ella se escondía una melodía fuera de este mundo.
Abrí la puerta cuidadosa y me encontré con aquella maravilla indescriptible: El enorme ventanal estaba cerrado, y la habitación solo estaba iluminada por varios candelabros. En el centro había un hermoso piano de color negro brillante, con un candelabro y una vaso de alguna bebida encima. Estaba siendo tocado por unas manos blancas, con unas muñecas bien definidas que se deslizaban con soltura sobre las teclas.
Él se encontraba de espaldas a mí, y sus facciones bien definidas eran ligeramente iluminadas por el candelabro que tenía al frente.
Di unos pasos en su dirección, cuidadosa para que no me escuchara. Y mientras más me le acercaba, más podía confirmar de quién se trataba…
Pero todo intento de pasar desapercibida fue arruinado, cuando sin darme cuenta rocé con un florero a mi lado.
La música se detuvo al instante.
Mi corazón se aceleró.
Y él volteó a verme.
Vestía con una camisa blanca, con sus mangas dobladas despreocupadamente hasta sus anteblazos. Su cabello espeso y negro como la noche estaba desordenado. Su rostro apuesto, con esa mandíbula definida y esa división en el mentón, en el que resaltaban aquellos ojos grises como un día nublado y que me miraban notoriamente sorprendidos.
—¿Qué hace aquí?
—Yo… lo escuché desde el corredor y…
—No debería estar aquí, milady. —Se escuchó molesto, distante, muy diferente a las otras ocasiones en las que hemos conversado.
—¿Le sucede algo, milord? —Di un paso más hacia él.
—Por favor, no te acerques… —Se limitó a decir. Era la primera vez que me hablaba con esa frialdad y de manera informal, incluso llegué a sentir una lejanía entre nosotros, aún estando él a escasos metros de mí.
—¿Por qué me hablas así? —Le devolví la descortesía, algo molesta por su forma de hablarme.
—¿Por qué mentiste? ¿Por qué huiste en cuanto Landon llegó? —Él ni siquiera me miró a los ojos, pero noté que su mandíbula estaba tensa y sus manos hechas puños sobre las teclas del piano.
Sus palabras eran cortantes, furiosas, lejanas, ni siquiera era capaz de mantenerme la mirada.
—Yo… no me sentía bien.
—Mentira, estabas perfectamente cuando hablamos en el salón de mi familia.
—¿Y eso qué importa? ¿En qué te afecta?
No voy a permitir que un hombre me hable de esa forma. Y aunque estaba realmente sorprendida por su actitud, más miedo me dio cuando vi que sus ojos voltearon a verme con una furia inexplicable, para así levantarse con brusquedad, caminar hacia mí con acelerados pasos hasta el punto de acorralarme entre la pared y su enorme cuerpo.
Quedé encerrada, imposibilitada para poder huir de su cercanía, y era esa misma proximidad la que aceleró mi corazón y agitó mi respiración a un punto alarmante.
—¿Qué haces? —Lo miré asustada.
—¿Qué me estás haciendo? —Su voz se escuchó afligida.
—¿Qué quieres decir? —Noté una fugaz sonrisa cansada en sus labios.
Nuestras miradas se encontraron al instante, sus labios estaban tan cerca de los míos que incluso pude percatarme de su aliento alcoholizado. Mis nervios incrementaron más cuando él alzó su mano, y con sus dedos comenzó a acariciar mis mejillas, sostener mi labio inferior y luego bajar por mi mentón hasta acabar en mi cuello. Ahí profundizó su agarre sin hacerme daño, pero logrando un efecto en mi piel y todo mi ser que jamás había sentido.
—Vete, Jane.
—¿Qué?
—Vete, tu presencia me incomoda profundamente —Dijo, mientras se alejaba de mí.
¿Qué acaba de decir?
Sus palabras se sintieron como un puñal directo al corazón, no por el hecho de que me sentía ligeramente atraída hacia él, todo sentimiento se borró dando paso a mis recuerdos. Solo un hombre me había hablado con tanto odio y desdén; mi padre, y con su muerte se fue toda esa cobardía que sentía cada vez que me hablaba y me decía que yo era un estorbo, que tenía que haber nacido muerta. Por esa razón, no estaba dispuesta a permitir que alguien más, ni siquiera alguien por el que sentía cierta afinidad, volviera a hablarme de esa forma.
—Permítame suponer que se encuentra molesto con alguien y que, de alguna manera, me culpa por su descontento, sin embargo, le advierto que no se atreva nunca más a dirigirme la palabra de esa forma en toda su vida. Y debo recordarle que soy "milady" para usted, milord.
Caminé hacia la puerta, ocultando mis manos temblorosas de su vista y sin mirar atrás.
—Para usted soy "su excelencia" —Dijo sorpresivamente.
—Muy bien, su excelencia —Respondí sin voltear a verlo —Espero no volver a verlo en toda mi vida.
Salí de la habitación, y fue justo en el corredor donde me percaté que no estaba respirando, y que tenía un nudo en mi garganta que aguantaba unas profundas ganas de llorar.
—¿Jane, estás bien? —Se trataba de Beth, sus ojos marrones me estudiaban, posiblemente porque vio lo asustaba y sorprendida que me encontraba.
—No es nada… vamos a arriba —Me limité a decir, mientras comenzaba a subir las escaleras.
En cuanto llegamos al encuentro de Lizzy, me encontré con su madre y su suegra bebiendo el té, mientras que mi amiga estaba de pie, encima de una pequeña plataforma y la modista se encontraba haciendo unos ajustes en la larga cola de su vestido blanco.
—Jane —Volteó a verme sonriente —¿Viste qué hermoso vestido?
Y sí que lo era. Con detalles en pedrería, flores bordadas y de la más cara tela.
—Lizzy —Sonreí emocionada —Estás hermosa. —Beth y yo nos sentamos junto a su madre y su suegra luego de saludarlas a ellas y a la modista.
—¿Qué te tomó tanto tiempo? —Volvió a preguntarme mi amiga mientras me miraba a través del espejo.
—Yo…
Y justo en ese instante, la misma melodía angelical volvió a escucharse entre las paredes, dejando embelesadas a todas las presentes y a mí con el corazón acelerado y las manos hechas puños, pues a mi mente vinieron sus palabras hirientes y furiosas, su rostro contraído y su mirada helada y distante.
—¿Lo oíste, madre? —Lizzy no contuvo la emoción.
—Ansel ha vuelto a tocar el piano —Respondió su madre mientras sonreía nostálgica.
—¿Qué crees que signifique? —Habló mi amiga. —Él no toca desde que Rose murió.
—No lo sé hija mía, pero algo en él está cambiando.
🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀
Hola, hola.
Algo en Ansel está cambiando. No se preocupen que para todo hay una explicación. Ahora disfruten este cambio de actitud de nuestro duque hasta que llegue el momento de explicarlo todo.
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