Capítulo 14: Al alba.

Londres, 2 de mayo de 1810.

Diario de la sociedad: “Las notas de un ruiseñor”.

Mis queridos lectores:

     ¡Qué grata sorpresa la de anoche!

Y no me refiero a la deslumbrante sorpresa de sus majestades (la cual fue todo un espectáculo) sino al regreso a Londres del duque de Whingbury. Así que, madres ambiciosas, prepárense, ya que nuestro aclamado duque de tierras lejanas sigue agraciando nuestra bella ciudad con su presencia… al parecer está viviendo una temporada con su querida familia, luego de haber experimentado momentos tan difíciles.

—¿Cómo es que ambos hermanos Dagger son duques? —Pregunté, mientras asomaba sólo un poco mi rostro detrás del periódico de chismes.

—Erick es duque por herencia de su padre, y Ansel, es duque por matrimonio. —Respondió mi tía, quién estaba tejiendo un lindo bordado.

—¿Ansel es un hombre casado? —Una extraña curiosidad ligada con decepción abordó mi corazón, poniéndolo a trabajar el doble.

—Es viudo, su esposa murió repentinamente… Ella era hija única del duque de Whingbury. Cuando su padre murió, heredó el ducado, mismo que le heredó a Ansel en cuanto se casaron.

¿Por qué siento esta curiosidad repentina?

No puedo negar que me causa curiosidad todo de él…

Pero... ¿Por qué?

Necesito despejar la mente...

—Voy a cabalgar… —Me levanté con decisión rumbo a mi habitación para colocarme un atuendo adecuado.

—¿Acaso enloqueciste? Aún no amanece.

   Hoy despertamos temprano, pues mi hermano iba a atender unos negocios bien temprano en la mañana y no pudimos dejar que se fuera sin despedirnos.

—Tía, yo siempre he cabalgado al alba. Esa es mi hora favorita para hacerlo, no está oscuro, pero tampoco ha amanecido, y la tranquilidad es... perfecta.

—Jane, tu hermano no está en casa, no puedes ir sin un chaperón, no estamos en el campo. —Mi tía se notaba claramente preocupada.

—Estamos a las afueras de la ciudad, además, todos nuestros trabajadores son de nuestra entera confianza, nada me ocurrirá —Junté mis manos e hice un puchero —Anda tía, por favor.

Mi tía me miró de reojo mientras fruncía el ceño, y luego suspiró derrotada.

—Está bien —Sonreí victoriosa —Pero no cruces el límite de nuestra propiedad, señorita —Su mirada era atemorizante, pero sabía que ella se preocupaba por mi bien.

—Te lo prometo tía —Le besé la frente con cariño y corrí hacia las escaleras que conducían a mi dormitorio.

—Regresa antes que tu hermano —Me advirtió.

—¡Te lo prometo! —Le grité mientras subía las escaleras.

   🥀🥀🥀

Beth, me ayudó a vestir. Escogí un vestido simple y sin tanto tul, ajustado bajo mi busto y luego le daba una caída bonita. Era de color azul marino y de mangas largas, pues a esta hora de la mañana aún hacía frío, y eso que estábamos en primavera, no quiero ver cómo será el clima en invierno.

Luego, mi dama de compañía me hizo una linda trenza francesa para que el viento no despeinara tanto mi cabello, y me entregó una capa amplia y de igual color que mi vestido para protegerme del frío. Mis botas para cabalgar fueron el punto final y me dirigí emocionada hacia los establos.

El establo era enorme y con muchos caballos de diferentes colores. Había una hermosa vista al bosque desde aquí y el olor a heno y a animales era algo indescriptible, era un olor que me recordaba a mi vida en el campo.

  Cabalgar es una de las cosas que más disfruto hacer, y me molesté conmigo misma al no venir antes a conocer este lugar lleno de paz, pero la atareada sociedad y sus cortejos consumían todo mi tiempo.

Fue emocionante ver la gran cantidad de caballos que habían. Mi hermano me había contado de nuestra amplia cría de animales, pero tuve que verlos con mis propios ojos para quedar deslumbrada con ellos. Todos de distintos colores y tamaños. Razas pura sangre dignas de la realeza, con sus crines y colas con ondas de trenzas para hacerlos aún más atractivos.

  
El jinete no escoge a su caballo, al contrario, el caballo escoge a su jinete.

Iba acariciando a cada uno de ellos, y hasta el momento todos me habían rechazado; retrocedían asustados e incluso algunos se alzaron en dos patas… Hasta que llegué a uno de color blanco perlado, tanto, que incluso parecía brillar como una joya, era realmente hermoso, si tuviera un cuerno en medio de su frente diría que era un unicornio salido de un libro de fantasías… Coloqué mi mano en su frente y lo miré a los ojos, el animal me miró y se quedó tranquilo, calmado, parecía que me conocía desde siempre y no que me acababa de ver.

—Hola… —Le susurré mientras miraba hacia arriba donde había un letrero con su nombre —Sky —Sonreí —Eres tan hermoso como las nubes, Sky.

Saqué al caballo de su cuadrilla sin pensarlo, sin pedir la ayuda del mozo de cuadra que ahí había desde muy temprano en la mañana. El joven, quizás unos años más mayor que yo, corrió hacia mí y preparó al animal con su silla de montar y las riendas, y luego lo sacó del establo para que yo pudiera montarlo.

—Disculpe mi indiscreción, milady —Habló el mozo —¿Cómo logró que Sky la escogiera? Él solo responde a su dueño, el duque. 

¿El duque? ¿Qué hace un caballo de Erick en nuestro establo?

—¿Por qué Sky está aquí y no con su dueño?

—Porque el duque quiere emparejarla con uno de nuestros machos pura sangre.

—Muy bien entonces —Le sonreí —En cuanto a su pregunta… —Acaricié al majestuoso animal —Él me escogió.

—Es usted afortunada, es un hermoso animal.

   Monté al animal con una facilidad increíble por mis años de práctica, no de la forma en la que se supone que lo tienen que hacer las señoritas aristócratas; con ambas piernas hacia el lado izquierdo del lomo, sino de la forma más fácil para cabalgar; a horcajadas.

Una vez cómoda, salimos galopando en dirección al bosque.

Recién comenzaba a amanecer, aún había una sutil niebla en todo el bosque. En cuanto los árboles se hicieron notorios, dejamos el galope para solo trotar y así poder disfrutar de la paz que otorgaba la naturaleza…

Unos ganzos silvestres lideraban nuestro camino y yo solo veía lo tranquilo y hermoso que estaba todo a nuestro alrededor. Me recordaba mis cabalgatas matutinas en el campo y agradecí poder hacerlo aquí.

El único sonido que se escuchaba era el del trinar de las aves que recién comenzaban a despertar y el grasnido de los ganzos que venían junto a nosotros en el paseo. La niebla se estaba disipando y las primeras luces del día comenzaban a asomarse en el horizonte.

Todo está tan tranquilo…

Hasta que… escuché a lo lejos otro caballo acercarse. Escuchaba cómo venía galopando en mi dirección, tal vez era un mozo entrenando a nuestros caballos, o alguien de nuestra guardia personal.

¿Y si no era así?

En todo caso, no podía dejar que me viera, no podía estar aquí sin chaperón, ni mucho menos a solas con un hombre desconocido en medio del bosque. Así que, con un ligero silbido y un movimiento de mis piernas a ambos costados del animal, Sky comenzó a galopar a toda velocidad, entre los árboles, saltando troncos caídos y arbustos.

—¡Oiga! ¡Deténgase!  —Escuché que gritó y era la voz de un hombre.

Pero aún así no me detuve ¿Quién era esa persona que me estaba persiguiendo? No sabía de quién se trataba, y tampoco quería averiguarlo, así que seguí cabalgando a toda velocidad sin mirar atrás y con el corazón latiéndome con fuerza.

    Pasamos por una pradera donde detrás de los árboles ya se comenzaban a notar los colores del amanecer. El joven, según ví por encima de mi hombro, aún seguía detrás mío con detenimiento. No reconocí su rostro por la lejanía, la penumbra y el movimiento irregular de la cabalgata, solo alcancé a ver su vestuario, el cual llamó mi atención, pues, a pesar de lo despreocupado de su vestimenta, no vestía como un empleado ni nadie de pocos recursos, vestía como un Lord: Traía puesta una gabardina azul oscuro igual a mi vestido, pantalones de igual color, encima llevaba puesta una capa negra y protegía sus manos con guantes de igual color.

—¡Arre Sky! —Grité, pues casi nos alcanzaba.

Miré sobre mi hombro nuevamente y ahí venía, sobre un caballo negro como la noche determinado a alcanzarme. El viento venía haciendo estragos en mi rostro, y en todo momento traté de que mi capucha no dejara mi cabeza.

—¡Cuidado! —Gritó tan alto que pude escucharlo a pesar de la distancia, y luego miré nuevamente hacia adelante y me percaté de que había un gran hoyo en medio del camino.

Manejé a Sky, y él con éxito lo saltó, para luego seguir trotando por la pradera. Volví a mirar sobre mi hombro, para comprobar que el joven recién saltaba el hoyo con su caballo y dejaba de perseguirme. Mi capucha se cayó dejando al descubierto mi rostro y mi cabello inconfundible, y no pude evitar sonreír aliviada al dejarlo atrás.

Sky y yo seguimos nuestro camino tranquilos, llevábamos minutos trotando en silencio. Ya habíamos dejado a ese desconocido detrás, al parecer él había desistido de perseguirme.

—¡Hey! ¡Es usted rápida, milady! —Apareció de entre los árboles, dándome un susto de muerte.

Pero el susto por su aparición repentina pasó a segundo plano cuando me percaté de quién era él:

Sus ojos, grises y fríos como un día nublado. Su mandíbula perfectamente definida y con esa división tan peculiar en su mentón, y su cabello negro estaba desordenado con algunos mechones descansando sobre su frente.

—¿Usted…? —Lo miré con sorpresa —No es correcto que esté aquí conmigo, a solas —Hablé con nerviosismo.

—¿Entonces, qué haces sola en medio de la nada y cabalgando tan temprano en la mañana?

—Me gusta la tranquilidad que ofrece la hora del alba —Él sonrió abiertamente, mientras que yo me coloqué la capucha nuevamente entre nervios.

—¿Otra vez ocultándose, milady?

—No me oculto, solo tengo frío, milord.

—¿Qué hace usted, señorita Chadburn, en el territorio de mi familia?

—No estoy en el territorio de su familia… estas son mis tierras —Otra vez volví a verlo mientras que él sonrió sin mostrar sus dientes.

—Lo era hace un kilómetro atrás, cuando decidió saltar el hoyo que separa ambas propiedades. Nuestros hermanos aún no han comenzado con la construcción de la barrera.

Me quedé sin habla, viéndolo regodearse mientras me veía con cierta expresión de vencedor. Pero lo que parecía una acusación, simplemente me trajo una pregunta.

—Entonces, milord ¿Qué hacía usted en mi propiedad un kilómetro atrás, y por qué me estaba persiguiendo como si fuera un depredador?

—Pues, fui a buscar a mi yegua, y el mozo de cuadra me dijo que la señorita de la casa la había tomado prestada para dar un paseo matutino. 

¿Su yegua?

Hay no...

—¿Sky es de usted? —Mi expresión de sorpresa era algo difícil de ocultar.

—Me sorprende el hecho de que le tema a la oscuridad, siendo usted tan intrépida... —Me miró con detenimiento, con una sonrisa ladina en sus labios —Y con una particular forma de cabalgar. Pero más me sorprende de que Sky le permitiera montarla, aún es muy joven, y hasta el momento solo me lo permitía a mí. —Su desconcierto era evidente y mis labios formaron una sonrisa sin mostrar mis dientes, justo igual a las que él me dedica.

—Siempre hay una primera vez.

—Ya me doy cuenta.

—En cuanto a lo de anoche... debo agradecerle por ayudarme, y por no comentarle nada a Theon sobre...

—No es necesario, después de todo, se está volviendo algo habitual entre nosotros —Curvó sus labios hacia arriba y sus ojos alcanzaron un destello sorprendente —En cuanto a Theon, sé que puede llegar a ser algo... explosivo.

Ambos sonreímos con sutileza.

—Tiene razón...

—Lo conozco muy bien, tanto que sé que nos parecemos un poco.

—¿Cómo así, milord?

—Yo no dejaría que la lastimaran, milady.

Sentí a mi pobre corazón latir con rapidez, y unos nervios incontrolables apoderarse de mis manos y piernas. Pero luego, una gran curiosidad volvió a apoderarse de mí.

—¿Y usted, milord?

—¿Yo qué? —Me miró con atención, lo cual me dio aún más satisfacción.

—¿No le teme a nada?

—Pues no, milady, no le temo a nada.

—Yo creo que si le teme a algo… —Él me miró con atención —Qué curioso que lleve más tiempo aquí y la sociedad a penas lo nota —Sonreí —Usted le teme a las madres ambiciosas y a las hijas en busca de compromiso, su excelencia —Su rostro se tensó ligeramente.

—Simplemente no estoy buscando un compromiso, por eso decidí no presentarme antes, milady.

   Extrañamente su confesión me desconcertó un poco, pero al instante esa sensación de decepción se disipó cuando escuché muchos caballos trotando aproximándose a nosotros, probablemente eran los mozos entrenando los caballos de los Dagger.

—Debo irme… —Giré a Sky en dirección a mi propiedad.

—No se preocupe, la entiendo.

—¿Me hace un favor, milord? —Lo miré por encima de mi hombro —¿Puede fingir que esto nunca sucedió?

—No se preocupe, no es mi intención hablar sobre la carrera que acabo de perder —No pude evitar sonreir, pues estaba segura de que él sabía a qué me refería, y en cambio decidió disminuir mi preocupación.

—¿No sabía que estábamos en una carrera? —El sonido de los cascos de los caballos se escuchó más lejano, tal vez habían cambiado el rumbo.

—¿Ah, no? 

—Creo que para efectuar una carrera se necesita a una competencia, alguien que esté a la altura, y claramente usted no lo está —Bromee.

—Le aseguro que si hubiéramos elegido una meta juntos, y ese hoyo de allá atrás no se hubiera interferido en el camino, el final hubiera sido otro, milady —Replicó y eso solo me hizo reír abiertamente, para luego contagiarlo con mi risa.

—Fue un placer volver a verlo, su excelencia, si desea, puede buscar a Sky dentro de un rato —Sonreí casi imperceptible y salí cabalgando rumbo a mi propiedad, lejos de él, y con el corazón latiéndome con fuerza.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Hola, hola.

¿Qué les pareció esta cabalgata?

Yo la amé!!!!

Por aquí tienen a Jane y a Sky.

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