Capítulo 1: Reencuentro.


  Mi infancia fue triste…

     Vivimos en una sociedad donde solo se espera tener varios hijos varones para que así puedan seguir con el legado familiar. En este mundo, las mujeres son desplazadas a un lado, preparadas para sonreír y asentir con la cabeza y terminar siendo un vientre reproductor de herederos.

Eso es lo que mi padre siempre expresó.

  Así fue como trató a mi madre y a la madre de Theon, mi hermano. Ellas eran mujeres deseosas de un marido amoroso y protector, y en cambio solo obtuvieron a un hombre cuyo único objetivo era crear una descendencia.

 
   Theon es el hijo deseado, el varón y además el primogénito, heredero de todas las propiedades y riquezas del vizconde Edmund Chadburn. Pero a pesar de ser el hijo pródigo, mi padre nunca le expresó su cariño. Su corazón estaba tan podrido y carente de amor que ni siquiera podía abrazar a su hijo tan deseado.

  En cuanto a mí, todo fue totalmente diferente. Soy la decepción del vizconde, pues en primera, nací mujer, y la gota que derramó el vaso fue mi aspecto…

  En una sociedad donde el estandarte de la belleza perfecta es una piel tersa y sin imperfecciones, el cabello dorado o castaño y los ojos azules o verdes, o en caso de no tener los ojos de uno de esos colores, al menos tener alguna de las otras opciones, yo llegué para marcar la diferencia, o mejor dicho, llegué para ser considerada una “poco agraciada”.

Y se preguntarán ¿Cómo me veo?

 
Pues mi cabello es rojo como el fuego, largo y con ondas rebeldes. Mis ojos son marrones, mis labios son carnosos y llamativos, y en mis mejillas tengo algunas pecas.

  Mi padre no se sorprendió al verme, pues su hermana, mi tía Margaret, es como yo, es a ella a quien le debo mi aspecto, el cual no estoy para nada avergonzada de tenerlo, al menos cuando estoy en la seguridad de mi hogar. Pero gracias a que soy pelirroja y a que soy mujer, me gané su desagrado, o mejor dicho, su maltrato.

  Se dice que los niños de cinco años no recuerdan nada de lo que les ocurrió en ese tiempo, pero cuando los recuerdos son traumáticos, se quedan en la mente hasta el final de tus días.

 
  Mi padre me golpeaba hasta dejar mi piel enrojecida y con pequeños cortes y moretones, y luego me encerraba en un cuarto oscuro durante horas, todo con la excusa de que representaba una carga para él. Gracias a mi padre, crecí temiendole a la oscuridad y cada vez que veía alguna escena violenta entraba en un pánico terrible. Hasta que un día decidió librarse de mí, o más bien, darme la libertad, y me envió a un confinamiento de por vida a la mansión de campo de la familia. Un lugar que queda a kilómetros del centro de Londres, en una de las propiedades más alejadas del condado de Mayfair, un lugar magnífico, con todas las comodidades que tiene que tener una Chadburn, y bajo el cuidado de mi tía, quien no tuvo la suerte de encontrar el amor nunca.

  En mis primeros cinco años que viví ahí, recibí la visita de Theon religiosamente cada fin de semana. A pesar de la falta de cariño de nuestro padre, nosotros nos queríamos con el alma, éramos inseparables. Él me enseñó a cabalgar, me animó a mejorar mi técnica cada vez que pintaba un cuadro, me sacaba a pasear por el pueblo y terminábamos las tardes nadando en el riachuelo de nuestra propiedad.

—Te quiero mucho Theon, gracias por venir a visitarme —Lo abracé tan fuerte como mis manos me lo permitieron.

—Nunca te voy a abandonar, mi pequeña zanahoria —Se me escaparon una risas, pues él siempre me llamaba así.

Todo fue perfecto en esos años, hasta que un día, mi hermano ya no vino a visitarme.

Ya no odiaba a un hombre, ahora odiaba a dos; a mi padre por maltratarme, y a mi hermano por no venir a verme nunca más…

  A la edad de dieciocho años, llegó mi momento de debutar en la sociedad, y aunque no era de mi agrado hacerlo, puesto que no me quería encontrar con un hombre igual a mi padre, o simplemente no quería casarme sin estar enamorada, no recibimos respuesta del permiso de mi padre para hacerlo, ni de mi hermano en todo caso, ya que toda señorita debuta gracias al permiso de algún hombre de la familia.

 
  Y así estuve estos últimos cuatro años. Mi tía Margaret me enseñó todo lo que una joven debe saber. Me crió con la mejor educación, con los mejores modales, los mejores conocimientos. Me preparó para cantar como un ruiseñor, a bailar como los angeles, a pintar cuadros hermosos y tocar el piano como una musa. Me enseñó a reír con delicadeza y a caminar con soltura. Y me pidió que leyera todos los libros de la biblioteca, no como castigo, sino para que disfrutara de la buena literatura, para que viajara a mundos inimaginables y tuviera conocimientos sobre todo tema. Todo lo que soy se lo debo a ella, que fue la única que no me abandonó, todos estos años solo fuimos ella y yo… hasta hoy.

  Hoy recibimos una carta del mayordomo de la mansión Chadburn, informándonos que el vizconde Edmund Chadburn, murió. Y que esta misma tarde, el nuevo vizconde Chadburn vendría a recogernos para mudarnos a la enorme vivienda principal en el Condado de Fairytale, un lugar que queda a solo unos minutos en carruaje del centro de Londres.

—Jane, mi niña, tu hermano ya viene llegando, un sirviente divisó su carruaje aproximándose. —Informó mi querida tía mientras se asomaba a mi habitación.

—Ya salgo tía Margaret, ya casi termino de arreglarme para ese falso que una vez prometió no abandonarme.

—¿Tanto me odias que no has disfrutado de mi compañía? —Habló con cierta ironía, pues ella sabe que yo la aprecio demasiado, al punto de considerarla como mi segunda madre. Pero también sabe lo mucho que sufrí al darme cuenta, luego de cuatro fines de semanas esperándolo a la entrada de la propiedad, sentada en lo alto de la colina,  que mi hermano ya no vendría más.

Mis ojos hablaron por mí.

—Te espero en la entrada mi hermosa. —Sonrió con tristeza y se retiró.

—¿Por qué crees que ya no vino, Ely? —Voltee a ver a mi querida doncella, la cual estaba recogiendo en un peinado apretado y llenos de flores todos mis mechones rebeldes.

—No lo sé, Jane. Pero algo me dice que él tuvo sus razones para hacerlo —Voltee a verla con recriminación, no porque me halla tuteado, ella y yo somos como hermanas, sino porque estaba defendiendo a mi hermano, el cual me terminó abandonado como mi padre.

—No lo creo, simplemente los genes de ese señor sin corazón terminaron por ganarle, él simplemente se aburrió de sus fines de semana en el campo y ya no volvió a visitarme, nunca fui amada por aquel que decía llamarse mi padre, y mi hermano tampoco me quería, punto final de la historia.

La campana de la entrada avisaba la llegada del nuevo dueño de estas tierras, de las riquezas y del apellido Chadburn.

—Es hora. —Dijo Ely.

—Te voy a extrañar tanto, Ely —Nos abrazamos fuerte y unas lágrimas salieron de nuestros ojos.

—Y yo a ti, Jane —Inspiré profundo y caminamos hacia la entrada de la mansión.

   Afuera estaba mi tía Margaret, ella era mi versión adulta, solo que sus ojos tenían un hermoso color verde. Su cabello largo y rojizo estaba suelto, adornado con pequeñas flores blancas, ella nunca se regía por los estandartes de la moda y siempre traía su cabello como quisiera, y su vestido rosa era un espectáculo. Estaba sonriente mientras veía como un sirviente abría la puerta del ostentoso carruaje donde venía nuestro nuevo dueño.

   En cuanto ví cuando una bota se asomó, no pude evitar sentir solo tristeza. A mi mente vinieron los momentos felices que vivimos juntos, él era la razón de mis sonrisas, mi tía me enseñó a expresarme con seguridad frente a todos, pero él me enseñó a ser segura de mí misma. Él fue mi alegría más anhelada cada fin de semana… y me destrozó el corazón cuando ya no vino a verme, ni siquiera una carta me envió todos estos años, simplemente me abandonó.

  Mis ojos se volvieron cristales cuando por fin salió del carruaje. Estaba igual que hace años, solo que más maduro y responsable. Vestido de sastre, su chaqueta y chaleco azul cielo le quedaban ajustados, su camisa blanca estaba abotonada hasta el cuello con elegancia, sus pantalones holgados le daban cierto protagonismo, su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia un lado. Y sus ojos azules, sus cejas gruesas y profundas le daban profundidad a su mirada.

—Ven acá mi querido —Mi tía se lanzó sobre él y lo atacó a besos.

Luego se giró hacia mí y me miró con detenimiento.

—Mi pequeña Jane, mi zanahoria.

Sentí rabia al escuchar ese apodo que una vez me dijo y que amaba tanto viniendo de sus labios.

—No me llame así, milord —Lo miré desafiante —Ese apodo me lo decía mi hermano que ya murió.

Y comencé a caminar hacia la mansión para ya no volver a ver su rostro.

—Jane, por favor, déjame explicarte todo lo que sucedió —Me sostuvo de la mano y me di cuenta de que sus ojos estaban iguales a los míos, hechos cristales.

—¿Qué me va a explicar, milord? ¿Me va a explicar que me abandonó como mi padre? —Ya no pude aguantar las lágrimas y él tampoco pudo hacerlo.

—Jane no es lo que piensas, jamás te abandonaría voluntariamente.

—¿Entonces, por qué lo hizo?

—Porque estuve al borde de la muerte.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Hola, hola.

Bienvenidos al primer capítulo, de más está decirles que esta historia cada vez se volverá más interesante (por favor, tenganle paciencia)

  Muchas gracias por seguir aquí conmigo.

                     Claudia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top