James no sabe mentir (Parte 1)
—Reg... —gime James.
El menor de los Black coloca su mano sobre la boca de su acompañante. Están en un aula vacía y aunque no sea un pasillo muy concurrido, siempre cabe la posibilidad de que alguien decida pasar por ahí y oiga lo que están haciendo.
Continúa restregándose contra él, tratando de callar sus propios gemidos, los de James y no ahogarle en el intento. Cierra los ojos mientras siente su piel desnuda contra la de su chico. Ambos tienen los pantalones y la ropa interior por los tobillos.
Es difícil enrollarse con tu novio cuando su hermano vive en el mismo cuarto que tú. Sobre todo, si estás tratando de ocultarle esa relación.
Así que las aulas apartadas y vacías son su mejor opción.
A Regulus se le escapa un gemido cuando James dirige una de sus manos a sus erecciones, que se rozan la una contra la otra.
El menor de los Black se separa para recobrar un poco el aliento. James respira hondo cuando su novio se lo permite al apartar la mano. Sonríe.
—¿Tú tienes permitido hacer ruido y yo no o qué?
—Cállate.
James se ríe. Regulus interpreta que se está riendo de él. Y se le ocurre una forma perfecta de vengarse.
Vuelve a acercarse a Potter. Lo besa, con dulzura primero y con ansia después. El beso sube de intensidad y pronto sus erecciones vuelven a restregarse. Esta vez, lo único que calla sus gemidos es la lengua del otro en sus bocas.
Continúan así hasta que James aleja sus labios lo justo para respirar antes de quedarse por completo sin aliento. Regulus aprovecha ese momento para descender su boca hasta el cuello de su chico. Empieza a lamer y mordisquear la zona, y esta vez no hay nada que acalle los ruidos de placer que James emite.
—Reg, si sigues así vas a dejar marca —consigue decir entre suspiros.
Pero no lo aparta, absorto en el placer que le provocan aquellos mimos a su cuello unido a los roces de sus pollas. Baja de nuevo la mano para masturbarlas juntas. Los dos se mueven y pronto lo único en lo que piensan es en liberarse. James gime sin pudor, y Regulus en lugar de hacer ruido muerde más fuerte el cuello de su acompañante.
Es Potter quien se corre primero, casi gritando el nombre de su novio y manchando los abdómenes de ambos. Continúa moviendo su mano para llevar a Regulus al orgasmo, quien sigue entretenido dejando leves mordidas y besos bajo su mandíbula. Con la otra mano, James le levanta la cabeza para besarlo en los labios y tragarse sus gemidos cuando se corre no mucho después.
Se apoyan el uno en el otro mientras recobran el aliento. Regulus se ríe y James no entiende por qué.
Hasta que llega a su habitación, se mete en el baño para mear y lo ve.
Parece que un vampiro ha estado jugando con su cuello.
Entra en pánico porque, ¿cómo le va a explicar esto a Sirius? ¿Se inventa que se lo ha hecho una chica de por ahí? A lo mejor tiene suerte y no lo ve.
Se mira de nuevo al espejo.
Es imposible que no lo vea. Tiene un chupetón gigante en el lado derecho, perfectamente visible, y otros dos más pequeños en el lado izquierdo, pero no por ello menos visibles.
Maldito Regulus. Lo va a matar.
Si es que Sirius no lo mata a él antes. No se le da bien mentir; una cosa es ocultar, no mencionar, y otra muy diferente es que le pregunten y no diga la verdad.
Aunque, pensándolo bien, Sirius va a tener aún más ganas de acabar con él si descubre la verdad. ¿Mancillar a su hermano pequeño? Condena de muerte.
Aun no ha decidido la estrategia a seguir cuando escucha ruidos en la escalera. Parece que Sirius y Remus ya han llegado de su cita.
James decide que lo primero es intentar ocultarlo. Sale corriendo del baño, va hacia su cama y agarra la bufanda. Se la pone justo en el momento en que sus amigos entran por la puerta.
—¡Cornamenta! Remus dice que no puedo besarlo en la primera cita —Sirius pasa gritando, haciendo ruido, invadiendo la habitación con su presencia.
—Solo he dicho que no es lo apropiado. En la primera cita se habla, besar es más para la segunda —Lupin entra detrás, su tono es más bajo. Sonríe.
Sirius se gira a mirarlo, con la ceja levantada.
—Lunático, has tenido mi lengua en sitios que no suelen ver la luz del sol. Creo que ya hemos superado la fase de hablar.
Lupin tiene al menos la decencia de sonrojarse. James se ríe, pero es una risa nerviosa que provoca que sus dos amigos se giren a mirarlo extrañados.
—Llevas una bufanda —suelta Sirius, con tono incrédulo.
—Estamos en mayo, James. ¿Te encuentras bien?
Mierda, mierda y más mierda.
—Me duele un poco la garganta, no es nada. Me pareció que era buena idea cubrirlo. Por la noche hace frío. A veces —responde James a trompicones.
El silencio se instala entre ellos mientras Lupin y Black observan a su amigo, que trata de disimular los nervios como puede. Por suerte para él, Peter elige justo ese momento para aparecer y comenzar a hablar de lo estresado que está por los exámenes finales. Todos le gritan que se calle y se preparan para bajar a cenar entre risas.
El plan de James se va a la mierda en cuanto se sienta en la mesa. Marlene, siempre tan observadora e inteligente, y probablemente poseedora de una amplia experiencia en cuanto a ocultar chupetones, lo agarra de la bufanda, sonríe pícara y le habla en voz lo suficientemente alta como para que todos sus amigos lo oigan.
—¿Quién te ha marcado, Potter?
Todos la miran, sin entender a qué se refiere. James empieza a sudar.
—¿A qué te refieres?
Ella se ríe.
—Llevas una bufanda en pleno mayo. Tú, que no llevas el abrigo puesto ni en diciembre porque te quita libertad de movimiento. De toda la vida se han utilizado las bufandas para tapar chupetones. Y, amigo mío, estás rojo. Lo que me da la razón.
Marlene sonríe muy orgullosa de sí misma. Sirius observa a James con expresión pensativa. Peter abre la boca, sorprendido. Las chicas se ríen. Potter quiere desaparecer y Remus, maldito Remus, tiene la estúpida idea de comprobarlo.
—Vamos, James, quítatela. Así saldremos de dudas.
—Pero ¿qué os importa? Quiero llevar bufanda y punto. No quiero resfriarme, el partido de esta semana es importante —consigue decir.
—Dejadle, si no lo quiere enseñar que no lo enseñe —interviene Lily, apiadándose de él.
No ha sido buena idea.
—Lily, ¿se lo has hecho tú? —pregunta Marlene en un tono pícaro.
—Apuesto a que sí, por eso le defiende —asegura Peter.
—¿Por qué no me lo has dicho, Cornamenta? —grita Sirius.
—¿Por qué no me lo has dicho, Lily? —salta Remus casi a la vez.
Ahora es Lily la que está más roja que un tomate y maldice en mil idiomas haber tratado de salvar al estúpido de Potter.
—¡Yo no he sido! —chilla histérica.
—¡No ha sido ella! —grita James igual de histérico.
Pero eso tampoco ha sido buena idea. El silencio se instala en la mesa de los Gryffindor. Hasta que Marlene lo rompe. Y James está pensando seriamente en lanzarla un hechizo que la silencie para siempre.
—Acabas de admitir que hay un chupetón en tu cuello.
—No he hecho tal cosa.
–Claro que sí. Has dicho que no ha sido ella, no que no lo tengas. Si no ha sido ella, ¿quién ha sido?
—¡No lo tengo! —vuelve a intentar él.
—Demasiado tarde. Te hemos pillado.
—Si no lo tienes, es tan fácil como quitarte la bufanda y demostrarlo –propone de nuevo Lupin tranquilamente.
James gime de pura frustración. No va a librarse de esta.
Piensa en una mentira creíble, piensa en una mentira creíble.
No se le ocurre nada.
Sirius lo está observando fijamente, con los ojos entrecerrados. A James le da mucho miedo esa mirada.
—Oye, Cornamenta, ¿a dónde sueles ir después de cenar?
Es cuando queda con Regulus. Mierda.
—A dar un paseo, ya te lo he dicho. Me gusta caminar por el castillo de noche.
—¿Solo?
—Sí, solo —se traga un gruñido. ¿Por qué le tiene que temblar la voz cuando miente?
Sirius suspira y agacha la cabeza. Está... ¿triste?
—¿Qué te pasa? —James no puede evitar preguntar.
—Nunca me habías mentido antes. Creía que no había secretos entre nosotros —el tono es suave, pero rompe a James en dos y la culpabilidad amenaza con desbordarle.
El silencio que se instala ahora es mucho más tenso e incómodo. El aire burlón ha desaparecido y los asistentes se dedican a observar el intercambio de miradas entre James y Sirius.
—Es... yo... —James no sabe qué decir. No está seguro de que confesar la verdad sea una buena idea. Lleva saliendo con Regulus casi dos meses, conociéndolo casi seis, y ha podido ocultarlo sin saber exactamente cómo. Lo que sí sabe es que no podrá esconder su relación para siempre. Y tampoco quiere.
—Está bien —dice Sirius—, si no quieres decirlo es tu decisión. No sé qué puede ser tan horrible como para que me lo tengas que ocult...
—Estoy saliendo con alguien.
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