Una lágrima
Sawamura Eijun y Narumiya Mei: una ecuación difícil de leer y un pasado difícil de olvidar.
Oh... Eijun y su maravillosa cabellera castaña, su piel un poco bronceada, su delicada figura, aunque no es débil por ella; su voz tan escandalosa pero afinada, esa personalidad tan alegre y su forma torpe de ser, todo en él encaja con el par de soles brillantes que lleva por ojos, castaños en su calidez y dorados en su intensidad, todo en él es simplemente perfecto. Si acaso te puede llegar a desesperar una que otra vez por lo mucho que puede gritar, pero nada que no se pueda perdonar.
Y si hablamos de Mei, es tan escandaloso como Eijun, sólo que con diferente personalidad, mientras el sol es cálido y tierno, la luna... si... la luna es la que se le asemeja más, frío, arrogante, duro. Su cabellera rubia y esos ojos azules, su baja estatura y la delgadez de su cuerpo no le impiden sentirse más, siendo su alma opuesta a su pálida y blanca piel.
Cuando ellos se conocieron, se odiaron y discutieron por todo, hasta que al final cruzaron el puente, ese llamado "del odio al amor sólo hay un paso". Eijun sostuvo con sus manos su relación con ese ángel de frío corazón, con su calidez trató de derretir el hielo y siempre lo llenó de mimos; con un beso rompió el silencio y la quietud de la noche, mientras entregaba a manos llenas el alma y se dejaba la piel en ese enigma.
Con cada caricia entregaba un fragmento más de su corazón y al final creyó obtener una recompensa.
-Mei... has pensado en tener una familia...
-¿Quieres formalizar nuestra relación?
-Si tu quieres, sí...
-Quiero, tengamos una familia.
La banca de metal de aquel jardín en el que miraban la magnifica puesta de sol, los árboles y pájaros reunidos en el lugar, hasta la fuente que se encontraba justo detrás de ellos dos, eran testigos de aquella promesa de unión.
Pasaron algunos meses en lo que lograron finalmente terminar de organizar la gran boda, Eijun casi como un torrente de emociones abrazó al mayor y se colgó de su cuello cuando faltaba una noche para el día más importante de su vida.
Con los labios invadidos de aquel calor se acordó de todas las ocasiones en las que sintió que el cuerpo de Sawamura era como una hoguera quemándolo, sus brazos rodearon la delgada cintura de su prometido, tratando de protegerlo, se enredó más en su cuerpo y al final lo llevó a la habitación para que pudiera dormir, esa noche no haría nada... pero dentro de él también se formaba ese remolino confundiéndolo.
Nada habría sido más hermoso en su vida que abrazarlo y dormir con él todas las noches y despertar a su lado cada mañana, sólo que Eijun no era el único, en su corazón también estaba él... Harada Masatoshi, a quién se había entregado una horas antes de llegar a casa.
La culpa le pesaba demasiado, como largas cadenas atadas en sus manos y pesados grilletes reteniendo sus pies, no sabía como decirle a Eijun que a unos días de su boda, había conocido al verdadero amor. Al verlo dormir no podía evitar desear no haber conocido jamás a Sawamura, así no tendría que lastimar a Harada, porque herir a su verdadero amor era lo que más lo estaba carcomiendo en ese momento.
Se recostó en la almohada y cerró los ojos, se quedó dormido con facilidad. Al sentir los rayos del sol, se levantó y salió primero de la habitación, se suponía que no debían verse hasta la hora de la boda y se fue a la suya, donde sacó sus cosas para ir al lugar de la recepción.
El auto lo esperaba y subió con su traje en mano, ansiaba llegar a la regadera y quitarse la esencia de Harada de la piel, no lo hizo un día antes porque podría parecer sospechoso, lo único que había hecho era deshacerse de la ropa con la que lo había visto.
El fulgor en el cielo azul lo deslumbró cuando le abrieron la ventana de la habitación, Eijun se apuró a bañarse y vestirse, su madre y mejores amigas lo ayudaron a arreglarse, con el hermoso traje blanco resaltaba más su inocencia. Ojalá y jamás hubiera salido de casa con el corazón extendido en su mano, dispuesto a regalarle a Mei cada uno de sus días de vida, si no lo hubiese hecho no habría visto ese trágico final.
La puerta de la iglesia estaba abierta, esperando a que la "novia" llegara, pero el novio no la esperaba adentro, la mayoría ya se encontraba asustado de ver que el rubio no estaba, Sawamura esperaba afuera y cuando se cumplió la media hora de retraso de Mei, dejó su ramo de flores en el auto y salió de él para entrar a la iglesia, su familia y seres queridos quisieron encargarse, incluso la madre de Mei, pero Eijun no lo permitió, se paró al frente de todos y les dijo con calma:
-Lamento los inconvenientes que esto les puede causar, parece que el novio no vendrá, por favor no compliquemos esto más.
Agachó la cabeza en signo de disculpa e invitó a todos a retirarse, la madre de su novio seguía bajando la cabeza para solicitar su disculpa, no sabía como rogar perdón por lo que su hijo tan idiota le había hecho al castaño.
-Señora Narumiya, por favor deje eso, no es culpa suya, sólo quiero verla en unos dos días en lo que desocupo la casa en la que se suponía viviríamos juntos Mei y yo. Dígale que no hay rencor, espero que él tampoco me odie y que si nos encontramos podamos ser cordiales.
Su voz se quebró y una lagrima recorrió su rostro hasta perderse en la comisura de sus labios, otra más salió y sus siempre vivos y cálidos ojos estallaron en llanto, pidió una disculpa por querer retirarse y se quitó los guantes para cubrirse el rostro.
-Lo siento Mei, no me di cuenta de que te estaba forzando a algo que no querías, ojala un día puedas perdonarme.
Al entrar en su habitación, se derrumbó en el piso y lloró sin control, su alma rota y en su cama aún estaba la sombra de la persona que había dormido con él unas horas antes; encogido de manos y piernas cubrió lo que quedaba de él con sus rodillas, soltando en ese momento todo anhelo que aún viviese en su corazón por vivir con esa luna una vez más.
Pasaron horas antes de que dejara de llorar y otras más antes de que empezara a empacar y sacara todo lo que había en la casa que fuera suyo. Revisó la habitación del rubio y no pudo evitar olfatear las fragancias que estaban en su tocador, ese aroma a maderas que inundaba la habitación; se acostó en la cama y llenó de besos la almohada de Mei. Tomó una hoja de papel y una pluma, la tinta azul no salía firme por su débil trazo:
Querido Mei:
No te sientas culpable por el pasado. Se que fui tu pasado y ahora debo dejarte ir, sólo quiero que sepas, que siempre te he amado y que pese a la difícil circunstancia de nuestra separación no me arrepiento de haberte conocido ni de amarte como lo hago. Se muy feliz.
Sus ojos se nublaron una vez más y se retiró para ir a dormir a su cama, dejó que su piel recordara por última vez ese calor. A la mañana siguiente pidió un servicio y regresó a su departamento, el cual iba a vender pronto para irse lejos de Tokio.
Había vivido los últimos 10 años en ese lugar y ahora le pesaba quedarse, se regresaría a su ciudad natal, a Nagano o quizá... buscaría otro lugar dónde empezar, uno que no le recordara lo que había vivido con Mei a quién ahora ya ni siquiera le llamaría ex.
Al comprar el nuevo departamento, se fue al otro extremo de Tokio, nadie allí lo conocía, nadie le recordaría ese pasado intricado. Su timbre sonó y el abrió la puerta, frente a él se encontraba un joven apuesto de cabellera castaña, usaba lentes y su sonrisa parecía un poco retorcida, su piel era parecida a la suya, solo un tono más bronceado que el suyo y su figura trabajada.
-Soy tu nuevo vecino, me mude hoy aquí.
-¿Eh?
-Mi nombre es Miyuki Kazuya, vine a saludar y a traer...
El castaño de lentes se quedó paralizado cuando vio muchas cajas apiladas en la entrada y las ventanas sin cortinas.
-Lo siento, pensé que vivirías aquí ¿Acaso te vas?
-No, igual que tú, hoy me mudé aquí. Lo siento, no me presenté. Sawamura Eijun -le extendió la mano -un placer conocerte.
-El gusto es mio -se rasco la cabeza con algo de nerviosismo -que coincidencia tan oportuna. ¿Puedo ayudarte?
Miyuki Kazuya miró las puertas de sus vecinos unos minutos antes y entregó presentes a todos, en su familia eso era tradición, sólo que... le faltaba una, la que estaba a lado de su departamento y cuando tocó la puerta se quedó asombrado por las maravillosas pupilas que lo miraban un poco confundido, sintió un vuelco con la voz que le contestó y se estremeció al pensar que se marcharía. Esta era la primera vez en su vida que se sentía embobado y atraído por una persona con sólo mirarla. No pudo evitar ver debajo de su cuello lo que parecía un chupeton borrándose de su piel y el pánico recorrió su sangre. Si el joven le dejaba ayudar, quizá podría saber si tenía rival.
Y... si la ecuación se mueve a Miyuki Kazuya ¿Qué tanto más se puede obtener?
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